sábado, 31 de diciembre de 2011

Meditación de Año Nuevo

María guardaba todos estos recuerdos
Y los meditaba en su corazón. (Lc 2,19)

De nuevo siento que estoy pasando estos días tan llenos de luz sin apenas darme cuenta de lo que Dios está haciendo a mi alrededor. Tal vez es tan grande el misterio de Navidad que se me escapa mientras me quedo perdido en las celebraciones festivas.
Por eso en este día he querido fijarme en la actitud de María. Yo creo que ella también se sentía superada por los acontecimientos. Dios había salido de su propio vientre y estaba ante sus ojos, débil y pequeñito, acostado en un pesebre como los hijos de los pastores y de los pobres de aquella región. ¿Era posible comprender algo así? Tal vez a ella también le costaba trabajo llegar a entenderlo. Por eso procuraba no perder ningún detalle de todo lo que vivía y lo iba meditando cada día.
Unos pastores han recibido la noticia de que ha nacido allí el Salvador. De la boca de los pastores María pudo escuchar lo mismo que el ángel le había anunciado que sería aquel niño: el Salvador.
Cuando hubo que circuncidarlo le puso por nombre Jesús, como le dijo el ángel. Porque este niño venía a Salvar al pueblo de sus pecados.
El profeta había anunciado que la Virgen daría a luz y le pondría al niño Enmanuel: Dios con Nosotros. Pero el nombre ha cambiado. Es verdad que Jesús es Dios con nosotros, pero todavía es más importante que Dios viene a nosotros como Salvador. Que no viene como juez, que no viene a condenar ni a castigar sino a salvar. Así pues, a partir de ahora podemos sentir a Dios con nosotros, pero sin miedo. Dios está con nosotros para que nos sintamos seguros, para que podamos superarnos, para ayudarnos a vencer en nuestras batallas. Y además no ha querido llamarnos esclavos sino hijos. Jesús es Dios con nosotros y nos muestra a Dios cercano, amigo, bondadoso y misericordioso.
Todo esto lo sabemos ya, pero debemos seguir conservándolo y meditándolo en nuestro corazón, como María, porque cada día descubrimos algo nuevo de esta revelación.

Que el Señor nos bendiga de nuevo al comenzar el año, que nos traiga la paz que tanto necesitamos. Que Dios tenga piedad de todos los que sufren y nos colme de amor nuestro corazón para que lleguemos a ser solidarios con los pobres de este mundo.
Te pedimos la paz y también te suplicamos que nos hagas capaces de construirla cada día.

viernes, 23 de diciembre de 2011

NAVIDAD

Gloria a Dios en el cielo
Y en la tierra paz a los hombres
Que Dios ama. (Lc 2,14)

Nuestras celebraciones no son sólo un bonito recuerdo de algo maravilloso que ocurrió en el pasado, no; se trata de verdaderos acontecimientos. Ahora no vamos a recordar el nacimiento de Jesús en Belén sino que lo vamos a celebrar porque es algo real que va a suceder ante nosotros. Lo vamos a vivir como lo vivieron los pastores o San José y la Virgen María.
Por eso diremos que la noche de Navidad es una noche santa en la que el mundo entero se llena con la luz de Cristo.
Esta noche la Gloria de Dios nos envuelva a todos con su claridad y nos mueve el corazón para que vayamos a adorarlo y a contarle a todos las maravillas que sabemos de este niño divino recién nacido. Esta noche también cantan los coros de los ángeles por todos los rincones del mundo, porque Dios ha bajado a la tierra y la ha llenado de paz y de Gloria. Este niño pobre, acostado en un pesebre es Dios mismo que viene a salvarnos de la esclavitud de nuestros pecados.
En la noche de Navidad volvemos a reconocer que Dios es nuestro Padre que nos ama entrañablemente y que desea también ser amado. Qué asombroso misterio, ver a Dios convertido en un niño pequeñito que nos inspira mucha ternura y está pidiendo nuestras caricias, nuestros besos, nuestros abrazos y nuestras palabras cariñosas. Es Dios que nos ama y busca también nuestro amor.
Este amor de Dios hecho niño disipa las tinieblas. Es la luz que brilla con todo su resplandor. El Amor aleja el odio, la alegría ahuyenta la tristeza, la entrega hace desaparecer el egoísmo; porque ha venido Dios a estar entre nosotros. Qué gran verdad ver cómo Dios se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza.
No dejes de aprovecharte de este don que nos trae un año más la Navidad.

Has nacido también dentro de mí. No he podido ofrecerte más que un pesebre porque ni siquiera te he preparado un corazón santo para que vengas a él. Pero tú has querido estar conmigo para que te siente cercano y amigo. Así también quiero estar disponible para todo aquel que me busque, así quiero aprender a hacerme pequeño y pobre para que muchos puedan alcanzar todo lo que tú nos has traído en Navidad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

El Hijo de Dios

 El Espíritu Santo vendrá sobre ti,
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. (Lc 1,35)


El profeta Natán le había anunciado al rey David que uno de sus descendientes reinaría para siempre. En aquella profecía ya le decía Dios que sería para Él un Hijo y que a su vez Él sería un Padre.
Así que, al llegar el tiempo en que estas promesas se tenían que cumplir todo sucedió como estaba predicho. La Virgen María concibió a su Hijo de forma milagrosa, porque el niño que tenía que nacer no era hijo de un padre humano sino Hijo de Dios. Ése es el misterio de Cristo: que siendo un hombre es también Dios.
Al hacerse uno de nosotros nos ha permitido a todos entrar en el conocimiento de ese misterio que es Dios. No hace falta formar parte de una organización secreta y extraña para adquirir este conocimiento poderoso que nos puede cambiar la vida. Tan sólo hay que acercarse a este niño que viene a nosotros pobre y humilde.
Cuando contemplamos a Jesús como Hijo de Dios podemos comprender la transcendencia de todo lo que esto significa: Él es el que existía desde siempre, por toda la eternidad, es una persona divina y forma con el Padre una sola cosa.
Pero ser Hijo no es sólo un asunto de teología o de dogma. Supone, sobre todo, una relación de amor entre el Padre y Él, y esta relación es lo que más nos importa. Jesús es el Hijo amado y predilecto en quien el Padre ha puesto toda su complacencia. Y podemos comprender también la grandeza del sacrificio que ha hecho el Padre por nosotros al enviarnos a su Hijo querido. Así es el Amor de Dios que se nos ha mostrado en Cristo.
Al ser Hijo de Dios, Jesús habla de Él como su Padre. También es su Padre amado al que está dispuesto a obedecer hasta las últimas consecuencias. No tiene otro alimento que hacer la voluntad de su Padre y a ello dedica toda su vida.
Creo que este amor entre el Padre y el Hijo es lo que más nos interesa a todos para descubrir también el Amor que se ha derramado sobre nosotros y que podremos contemplar en el recién Nacido de Belén.
Este misterio del Hijo es también el misterio de la Madre, que siendo una madre humana se ha convertido por la gracia en Madre de Dios. También en el misterio de Navidad es impresionante contemplar a María y descubrir hasta que altura ha llegado la condición humana que ha sido posible que una mujer dé a luz al mismo creador.
Dios estará en un pesebre, pobre pero feliz por el amor que un padre y una madre humanos le están ofreciendo y porque cuenta con el amor y la fuerza del Dios eterno.

Tú has venido como Hijo de Dios y me has unido a ti en ese Amor. También yo puedo mirar a Dios como Padre querido y acercarme a Él con toda la confianza de un Hijo. Has venido como Hijo y me has enseñado a ser Hijo de este Padre que es todo Amor, de este modo has alejado de mí el miedo y has puesto en mi corazón un deseo auténtico de servirte y ser tu discípulo fiel.

martes, 6 de diciembre de 2011

La Inmaculada Concepción

El Espíritu Santo descenderá sobre ti
Y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por eso tu Hijo será Santo y lo llamarán Hijo de Dios.
(Lc 1,35)

         María fue elegida por Dios para la misión más importante de la Historia, para ser la madre del Salvador. Dios la escogió de una forma muy especial, y la preparó con esmero para que fuese una digna morada para el Santo.
         Sabemos que el anuncio del ángel la desconcertó, así nos lo cuenta Lucas. Posiblemente en su mente podría preguntarse: ¿Por qué Dios se ha fijado en mí? ¿Cómo será esto posible? ¿Podré estar a la altura de esta misión?
         El ángel la anima y le dice que no tema. Las cosas van ser muy difíciles, llegarán momentos de dudas en los que ella no comprenderá bien lo que pasa y lo guardará y meditará en su corazón. Pero Dios estará siempre con ella. Dios la ha colmado con la Gracia para que todo salga adelante según su voluntad. La ha preparado Santa e Inmaculada para que pueda acoger en su seno al Verbo Eterno.
         San Pablo nos dice que seremos santos e inmaculados por el Amor. Así que es el Amor lo que ha llenado a María hasta el punto de permitirle llegar a este mundo limpia de todo pecado. Es el Amor con mayúscula: Dios que es Amor, Jesús que es el Amor hecho hombre y el Espíritu Santo que la cubre con su sombra que es también el Amor.
         Al mirar a María siento deseos de servir a Dios y confiar en él como ella. Dios la ha convertido en un modelo para mí, para que no me parezca imposible responder a su llamada.
         Como María yo me pregunto muchas veces el por qué.
         Sin duda que hay muchos más preparados y más capaces que yo para recibir una vocación. También me pregunto muchas veces cómo será posible porque mirando mi propia vida y mi condición de pecador no hay razones para pensar que estaré a la altura.
         Por eso las palabras del ángel también me animan a mí a responder que sí. El mismo Dios me promete estar conmigo y cubrirme con el poder del Espíritu Santo. Puedo dar fe de que muchas cosas que parecían imposibles en mí han llegado a ser realidad.
         El Señor no nos deja nunca solos en la respuesta a su llamada. Por eso necesita que le respondas y le digas sí a lo que te proponga. Por difícil que te parezca Él estará siempre contigo para que todo salga adelante.

        Ante ti, Virgen Inmaculada, siento una paz muy grande. Porque tú eres como un espejo en donde me veo reflejado en mi pequeñez pero también me haces ver que es posible decir sí a Dios. Tú eres una compañera de camino que estás siempre velando por mí como una madre amorosa. Tú me animas a ser discípulo de tu Hijo y a confiar siempre en Dios en medio de las dificultades. Dichosa tú por haber creído y dichosos todos nosotros por haberte conocido.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Estad en vela

Estad alerta; velad,
porque ignoráis el momento. (Mc 13,33)

El Señor va a venir para salvarnos. Creo que todos necesitamos en estos tiempos palabras que nos inviten a la esperanza.
Es verdad que no nos faltan problemas y que nos resulta difícil encontrar la solución. Nos vemos desbordados ante la crisis que nos domina y ante tantos males que encontramos en el mundo. Pero también esta situación es una llamada a mirar al Señor con esperanza.
Pienso que tenemos, una vez más, la oportunidad de repasar nuestra vida, nuestras actitudes, para descubrir todo lo que hay que mejorar y ponernos en serio a caminar.
El Señor va a venir y tenemos que estar preparados para recibirlo. No queremos que nos encuentre pasivos sin hacer nada. Al contrario, queremos preparar su venida para que llegue pronto a nosotros y nos traiga de nuevo la Salvación.
Reconoce tus pecados como una llamada a cambiar tu corazón, así sentirás el amor con que tu Padre te busca y te perdona. Mira tu debilidad y experimentarás la fuerza que el Espíritu Santo pone en ti para que puedas superarte.
Fíjate con cuantos dones te ha enriquecido el Señor. Todo es un regalo de su bondad, también el haberlo conocido y poder ser fiel a su Palabra y dar testimonio con tu vida.
Todos estos beneficios de Dios no pueden caer en saco roto. Por eso aprovecha este tiempo para llevarlos a la oración y en un diálogo amistoso con Él ir descubriendo todo lo que puedes hacer.
Es tiempo también para preparar tu espíritu confesando tus pecados y participando en la Eucaristía, para meditar la Palabra y tratar de llevarla a la vida cada día, para descubrir a Jesús que viene a ti en cada persona que te encuentras.
No tengas miedo al descubrir que eres poca cosa ante el reto tan grande que el tiempo te propone, no olvides la Buena Noticia: El Señor va a venir.

Ven, Señor, a salvarnos. Líbranos de la violencia y del egoísmo, pon tu amor en nuestros corazones para que entreguemos nuestra vida, levántanos de nuestras caídas. Ven, Señor, y guíanos con tu Palabra y sé nuestro compañero en el camino de la vida.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El juicio final

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre,
y todos los ángeles con él,
se sentará en el trono de su gloria,
y serán reunidas ante él todas las naciones. 
(Mt, 25,31-32)

La parábola del juicio final empieza mostrándonos la majestad y la gloria de Jesús como Hijo de Dios y por tanto rey y juez de todo el universo.
Jesús es aquel esposo que tardó en volver pero que al final llegó, es también el amo que repartió los talentos y después de mucho tiempo regresó y empezó a ajustar cuentas. El Señor va a volver de nuevo, al final de los tiempos. Así lo decimos en el Credo: de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos.
Mientras llega esa segunda venida gloriosa nosotros estamos en este mundo tratando de ser fieles a sus palabras. Queremos esperarlo teniendo el aceite preparado, queremos que nuestros talentos produzcan abundantes beneficios.
El Señor vendrá de nuevo y mostrará toda su gloria. Aparecerá acompañado de todos los ángeles, porque él es Dios y es el Rey del cielo y tiene a todo el ejército celestial a sus servicio.
Se sentará sobre el trono de su gloria, porque también es ya el único rey de todo el universo. Ya no habrá otro poder más que el suyo. Todos se someterán a él.
Reunirá a todas las naciones y comenzará el juicio. Un juicio que tendrá como único criterio el Amor. La gloria y la felicidad del Reino preparado serán para los que han practicado la Caridad con el prójimo: los que se han olvidado de sí mismos y se han puesto siempre al servicio de los pobres porque ellos han aliviado el sufrimiento de los pequeños y han contribuido a mundo más justo.
Por el contrario la condenación será para los que se han ocupado sólo de sus propios intereses y han pasado de largo ante los problemas de los demás.
Es que este rey lleno de gloria, al que se le someten los ángeles del cielo y todos los habitantes del mundo, ha estado viniendo a nosotros cada día en la persona de nuestros semejantes. Él es el pobre que pide ayuda, el enfermo que necesita quién lo acompañe y lo cuide o el preso que quiere verse consolado.

Quiero ser invitado a tu Reino, porque estoy seguro de que me tienes reservado un banquete excelente. Quiero gozar de esos manjares suculentos que estarán llenos de tu amor y tu gloria. Por eso voy a dejar que tu Palabra me transforme, que mi corazón se queme con tu Caridad y que todo mi ser se disponga a servir a los pobres y a los pequeños de este mundo.

sábado, 12 de noviembre de 2011

los talentos

Se acercó también el que había recibido un solo talento, y dijo: Señor, sé que eres duro, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo tuyo. (Mt 25,24)

Me he fijado en el argumento del empleado malo de la parábola porque me ha llamado la atención la definición que hace de su amo: lo considera duro y muy exigente. Además afirma que tenía miedo. Por tener esa idea tan terrible y por el miedo a equivocarse se quedó paralizado, improductivo.
He pensado que todavía hoy hay gente que entiende así a Dios. Cuando leemos el Evangelio Jesús nos presenta al Padre muy exigente, no hay más que pararse a meditar las Bienaventuranzas o la llamada a venderlo todo y entregarlo a los pobres y ¿qué decir de su invitación a tomar la cruz y seguirle?
Ahora bien, no se puede decir que esta exigencia de Dios signifique que haya que tenerle miedo. Lo que Jesús habla del Padre es siempre bueno. Nos habla de su amor, de su misericordia, de cómo se preocupa de darnos lo que nos hace falta; nos anima a orar con confianza sabiendo que nos escucha siempre y nos hará justicia sin tardar. No es para tenerle miedo sino para amarlo con todo el corazón ¿no te parece?
Pero desgraciadamente hay quienes todavía ven a Dios con miedo, pensando que los castigará severamente por sus pecados y temiendo equivocarse o hacer las cosas mal. El miedo paraliza, no nos permite ser creativos. Por eso el que actúa con miedo es improductivo.
Así que no mires a Dios con miedo. Como dice el papa, Dios no te quita nada y te lo da todo. Así que hay que actuar con alegría y con confianza. Si te llenas del amor de Dios sentirás dentro de ti una fuerza imparable y lo comunicarás a los demás.
Descubre los talentos que has recibido, reconoce que son dones para dar frutos de paz, de amor y alegría y ponte manos a la obra.

No me has llamado siervo, me has llamado amigo y me has revelado todos los secretos. Conocerte ha sido para mí un motivo de alegría y has llenado mi vida de sentido.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Las diez doncellas

Velad porque no sabéis el día ni la hora (Mt 25, 13)

Cuando menos esperemos llegará Cristo de nuevo, o llegará la hora de nuestra muerte. Por eso toda nuestra vida la tenemos que entender como una preparación para ese momento. Sabemos que aquí no nos vamos a quedar para siempre y los creyentes estamos convencidos de que nos espera un futuro de gloria junto al Señor.
La llamada de Cristo a velar, después de contarnos la parábola de las diez doncellas me ha llevado a examinar mi vida para comprender que tengo que cambiar todavía muchas actitudes para que todo lo que haga esté movido por el amor.
Siendo sincero conmigo mismo descubro que me dejo engañar por mis propias vanidades, porque muchas veces lo que hago con buena intención no busca más que mi propia satisfacción personal.
Por eso quiero velar como Jesús me pide, para que nunca falte el aceite en mi lámpara. Entiendo que el aceite es la fuerza del Espíritu.
Me esforzaré en tener siempre a Dios en mi mente para que Él vaya guiando todos mis pasos. Tendré que recordar constantemente lo Jesús ha hecho por mí. Es él quien me ha salvado y quien me ha llamado para anunciar su Palabra y ser instrumento de su Gracia.
Pienso que el Evangelio tiene que marcar toda mi vida, por eso no puedo dejar la oración y la meditación de la Palabra de Dios.
Debo reconocer también mis pecados con toda sinceridad. Sé que Dios no busca condenarme por ellos, porque Jesucristo ha venido a entregar su vida para purificarme. Dios me conoce y sabe que soy débil y así es como me ama y como cuenta conmigo para extender su Reino. Pero el reconocimiento de mi infidelidad me servirá siempre como llamada a la Conversión y me pondrá en camino para renovar mi vida.
Así, vigilante, alcanzaré la verdadera sabiduría, que no es otra cosa que tener a Cristo y dejarse llevar por él.

Quiero llegar a ti con la lámpara encendida: Con la ilusión de servir a tu causa, con la alegría de estar al lado de los pequeños, con un gran entusiasmo por todo lo que puedes hacer para transformar este mundo. La lámpara de mi alegría tiene que brillar entre las sombras de esta vida porque tú eres la luz que disipa todas las tinieblas.

viernes, 21 de octubre de 2011

El mandamiento principal

Estos dos mandamientos sostienen
 la ley entera y los profetas. (Mt 22,40)

Si te fijas en el contenido de los mandamientos te darás cuenta que la mayoría de ellos son prohibiciones, es decir que te indican lo que no debes hacer: no matarás, no robarás… en cambio, cuando alguien le pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante, él los resume en positivo. Es más, los convierte en algo muy positivo, porque hace que toda la ley se resuma en el Amor, y nada hay más positivo que el Amor.
Cuando Jesús dice “Amarás” nos está poniendo una meta muy alta, porque el amor nos lleva a entregar toda la vida.
Ahora bien, si el Amor es un sentimiento que se tiene o no se tiene ¿Cómo se puede convertir el amor en un mandamiento? La verdad es que a mí me parece que no es posible amar por obligación, pero si Jesús dice que el mandamiento principal es amar tiene que estar cargado de sentido.
Puedes comprender que Dios es Padre, y por eso quiere tratarte como a un hijo. Dios no quiere siervos que lo obedezcan o le tengan miedo, no quiere someterte por la fuerza ni asustarte con el castigo. Es un Padre que lo único que siente es Amor. Todo lo ha hecho por Amor y así es como se define Dios.
Claro, si Dios es Amor, el amor no desea más que ser amado, ser correspondido. No puede pedirte otra cosa.
Conoce a este Dios que tanto te ama que te ha enviado a su Hijo, descubre todo lo que ha hecho por ti y cuántas cosas tienes que agradecerle. Verás como te llenas también de ese amor divino que te empuja a servir y a amar a tus semejantes.
Es verdad que no se puede obligar el amor, pero si no amas a Dios ni al prójimo es señal de que tu vida está muy alejada de Él.
En nuestro mundo puedes encontrar a mucha gente que ha conocido a Jesús, muchas personas que han descubierto la grandeza de este amor. Muchos se han sentido llamados a dedicar su vida por completo a los demás, algunos han dejado su patria y a su familia para ser testigos de este amor. Ellos son un signo de esperanza de que es posible una nueva humanidad.

Has entregado tu vida cuando yo no era más que un pecador, me has hablado de Dios como el Padre que sólo desea tenerme a su lado y me has enseñado cómo me cuida y me protege en todo momento. Muchas veces he sido inconsciente y no he valorado todo lo que haces por mí cada día, pero tú siempre has estado atento a lo que necesitaba y no has dudado nunca en acudir en mi ayuda cuando te he invocado. Conocerte a ti es lo único que de verdad llena de sentido mi vida y es imposible conocerte y no amarte.

sábado, 15 de octubre de 2011

El César y Dios

Dad al césar lo que es del césar
y a Dios lo que es de Dios. (Mt 22,21)

El Evangelio nos muestra con frecuencia cómo Jesús aprovecha cualquier oportunidad para anunciar la Palabra. No importa que la pretensión de sus enemigos sea buscar un motivo para desprestigiarlo. Siempre hay una oportunidad para hacer que la gente ponga su mirada en Dios.
Los fariseos, que eran tan puritanos que deseaban ver condenados a todos los pecadores, se habían puesto de acuerdo con los partidarios de Herodes, que mató a Juan Bautista por denunciar su pecado de incesto. Está claro que eran grupos completamente distintos pero tenían algo en común: querían acabar con Jesús. Para unos porque les resultaba insoportable oír hablar del perdón de los pecados y de la misericordia de Dios con los pecadores; y para los otros porque era como una continuación del Bautista, que había insistido tanto en la necesidad de la conversión y el arrepentimiento de los pecados.
La pregunta debieron pensarla con detenimiento, posiblemente valoraron todas las posibilidades, había que encontrar una fórmula tan comprometedora que no le dejara ninguna posibilidad para escaparse.
Pero como siempre Jesús los sorprendió y los dejó sin aliento. Sin necesidad de tanto rebuscar y darle vueltas para encontrar una respuesta adecuada supo salir airoso de esta trampa.
De paso, los fariseos y los herodianos habían dicho algo muy interesante. En su hipocresía reconocieron que Jesús es sincero, que lo que enseña es la verdad y que a él no podemos engañarlo con apariencias. Por eso su enseñanza tiene tanto valor para nosotros.

Más importante que el impuesto al César es lo que tenemos que pagarle a Dios, que no es un asunto material sino la entrega de toda la vida.
A las autoridades civiles les debemos respeto y tenemos que cumplir las leyes para que la convivencia sea posible. Pero para nosotros lo más importante es devolverle a Dios todo lo que le corresponde.
Si Dios nos ha enviado a su propio Hijo, si Jesús ha entregado la vida y ha derramado su sangre por nosotros, no tendremos bastante con una vida para agradecerle todo este sacrificio.
Así que, conscientes de una deuda tan grande con Dios, dejemos que su Palabra nos toque el corazón, sintamos su llamada a entregar la vida por su Reino y respondamos con generosidad y con agradecimiento.

Yo podría haber estado perdido y sin rumbo pero tú has venido y me has tomado de la mano para que encuentre el camino. Me has levantado el ánimo con el mensaje del amor de Dios y con la entrega de tu amor, (todo esto has pensado que valgo para ti). Me has librado de todo temor con la esperanza de tu compañía y tu apoyo en todo lo que hago y todavía me prometes un futuro de felicidad contigo para toda la eternidad. Tú eres mi único Señor y ya no deseo más que seguirte y obedecerte.

viernes, 2 de septiembre de 2011

La corrección fraterna


Si tu hermano ha pecado contra ti,
ve y repréndelo a solas;
si te escucha, habrás ganado a tu hermano. (Mt 18,15)

La Iglesia no es una comunidad de perfectos, nunca lo ha sido. Por eso no debes sorprenderte ni escandalizarte cuando tengas noticias de pecados cometidos por los creyentes. Todos somos pecadores. Lo importante es que sepamos reconocerlo para que rectifiquemos y empecemos de nuevo. Así nuestra vida se desarrolla a base de caer y levantarnos. Somos pecadores pero siempre hay lugar para el arrepentimiento.
Del mismo modo el pecado está presente en el mundo. No tienes más que echar una mirada para ver el egoísmo, la violencia, la mentira, la injusticia… y todo esto hace que seamos infelices. Si sueñas con una nueva humanidad escucha a Dios y conviértete en su pregonero.
Denunciar el pecado no es fácil, porque el mal arremete con fuerza contra los que quieren erradicarlo. Pero piensa bien que si ayudas a tomar conciencia de todo lo que hay que cambiar en este mundo estás contribuyendo a la llegada del Reino de Dios.
¿Cómo no gritar que la violencia o la mentira nos llevan a la ruina? ¿Cómo no advertir que la droga o la promiscuidad sexual conducen a la frustración? El Evangelio nos muestra el camino que de verdad nos puede hacer felices: el amor. Y el amor supone muchas cosas: respeto, compromiso, sacrificio por el otro, gratuidad, rechazo del pecado y también búsqueda de Dios que es el Amor con mayúscula.
Ahora bien corregir a los demás es muy arriesgado porque sería algo así como hacernos jueces. Por eso la mejor manera de proponer una vida intachable es con el testimonio personal. El mismo Jesús nos enseña a quitar primero la viga de nuestro propio ojo. Así que el primer paso es estar alerta a los propios pecados. Así, viviendo una conversión personal podrás proponer una vida limpia.
Y no olvides que Dios condena el pecado porque es la causa de nuestra infelicidad. Pero enseguida está ofreciendo su perdón para que puedas comenzar de nuevo a vivir tu entrega total.

Me prometes que si dos estamos de acuerdo para pedir algo nuestro Padre del Cielo nos lo concederá. Por eso quiero pedirte hoy por todas las cosas necesarias para el mundo y la Iglesia: por la paz, por el fin de la pobreza y del hambre, por el aumento de las vocaciones religiosas y por todas esas intenciones personales que la gente me encomienda. Confío en ti y sé que no quedaré defraudado.

sábado, 27 de agosto de 2011

Acoger o rechazar a Jesús

El hijo del hombre vendrá
en la gloria de su Padre con sus ángeles,
y entonces dará a cada uno según sus obras. (Mt 16,27)

¿Te has preguntado alguna vez porque existe un rechazo en ocasiones hasta violento hacia lo cristiano? Tal vez reflexionar sobre la pasión y la cruz de Cristo te puede ayudar a comprenderlo y a superarlo.
Muchas veces me pregunto por qué puede resultar tan molesto un mensaje de amor y de paz como es el Evangelio. Los que tratamos de seguir a Jesús hemos conocido con Él la plenitud del amor de Dios, la entrega por nosotros, el perdón de nuestros pecados y la promesa de un futuro de felicidad.
Nos ha ilusionado la propuesta de construir su Reino, de estar cerca de los pobres y luchar por transformar este mundo, por hacer que su Amor se haga realidad en la vida de los hombres.
Estas cosas pensamos que serían capaces de ilusionar a todo el mundo y, de pronto, encontramos una oposición, a veces feroz contra este mensaje. ¿Por qué?
Enseguida nos señalan nuestros pecados, que es verdad que los tenemos y nuestras contradicciones, que, sin duda, son muchas. Pero aun así, el mensaje del Evangelio debería despertar respeto e ilusión.
El profeta Jeremías se lamentaba de haberse convertido en oprobio y desprecio todo el día. Porque, al anunciar el camino del amor, los pecados del pueblo quedaban en evidencia.
La propuesta del Reino nos pide una vida intachable y para eso hay que tener la valentía de reconocer los pecados y tratar de superarse cada día. Por eso en ciertos ambientes gusta más el relativismo, que no nos quite nuestra libertad, entendida como hacer lo que quiera. Defender que existe la verdad se considera intolerancia y fanatismo, señalar el camino recto o denunciar el pecado es comprendido como imposición o dogmatismo.
Porque el mensaje es de amor y de paz, pero vivir estos grandes valores de la mano de Jesús supone también renovar la mente y no ajustarse a este mundo con sus contradicciones. No nos extrañe que el mundo siga odiando y persiguiendo un mensaje así. Pero recordemos la promesa de Jesús, “el que pierda su vida por mí, la encontrará”. A fin de cuentas este mundo es pasajero y ha de llegar el día en que el Señor manifieste su gloria. Que nos encuentre entregados a su causa.

En estos días he visto con dolor mucho odio hacia la Iglesia, muchas manipulaciones, muchas mentiras y burlas y me he llenado de tristeza. Pero tú con tus palabras me has dado luz para que comprenda el sentido de todo esto y lo pueda vivir con paz. Mirarte a ti, muerto y resucitado y escuchar tu promesa de gloria me llena de esperanza y me anima a seguir trabajando por difundir tu Evangelio.

sábado, 6 de agosto de 2011

Jesús camina sobre el agua

Jesús les dijo: "Tranquilizaos. Soy yo, no tengáis miedo". (Mt 14,27)

Los discípulos estaban llenos de miedo, tenían el viento en contra y ahora aparece ante ellos lo que piensan que es un fantasma. Pero Jesús, con su presencia los tranquiliza y les dice que no tengan miedo.
Otra vez le vuelve a entrar miedo a Pedro. Él ha ido muy decidido a caminar sobre el agua como Jesús, pero luego al sentir la fuerza del viento ha dudado. Cuando se está hundiendo sólo puede recurrir de nuevo al Señor.
Pienso que el viento contrario se puede entender como la situación que vive hoy la Iglesia. Anunciamos el Evangelio con su Buena Noticia de salvación en medio de una sociedad que está feliz con lo que tiene y no busca salvarse de nada, y tenemos que predicar una moral cuando la gente quiere mejor vivir sin normas. Así que nos toca ir con el viento en contra.
Encima tenemos que cargar con nuestra propia mediocridad, con los escándalos que se producen dentro de la Iglesia y por tanto por problemas que hemos creado nosotros mismos.
Pero Jesús está aquí, con nosotros y nos dice que no tengamos miedo.
Lo que pasa es que la presencia de Dios no viene de forma espectacular sino como un susurro. Y yo creo que también, de forma humilde es como se va transmitiendo el evangelio y cómo la fe va renovando a las personas.
El trabajo que estamos haciendo cada día, nuestra oración, nuestra participación en la Eucaristía, todo el bien que hacemos no quedarán sin fruto aunque el viento sea contrario, porque Jesús está con nosotros.
Todavía, a pesar de su presencia, podemos dudar y hundirnos, pero él siempre nos tenderá su mano para salvarnos.

Señor sálvame, porque siento que mi pobre ser es débil y las olas me hunden fácilmente, porque no he superado todavía mi condición de pecador, porque me aparto de ti fácilmente y me dejo atrapar por asuntos mundanos que no me hacen feliz. Sálvame porque necesito sentirme siempre apoyado por ti.

viernes, 29 de julio de 2011

Multiplicación de los panes y los peces

Todos comieron y se hartaron;
y se recogieron doce canastos
 llenos de las sobras. (Mt 14,20)


A menudo siento cómo Dios me anima a confiar en él que es quien me lo da todo. Recuerdo esa comparación con los pájaros o las flores del campo a los que Dios cuida y alimenta. O esa profecía de Isaías que nos invita a comer sin pagar vino y leche de balde. Cuando echo una mirada sobre mi vida puedo reconocer que es verdad que Dios no me ha fallado nunca y que jamás ha dejado que me falte lo necesario.
Pero pienso ahora también en otras personas que no pueden decir lo mismo. Porque la facilidad con que hoy podemos estar comunicados con el mundo nos permite saber cuánto sufrimiento hay por todas partes. Pienso en muchos niños obligados a la esclavitud, o en tanta gente que muere de hambre o de enfermedades que por aquí tienen fácil curación.
Inevitablemente me surge la pregunta: ¿Por qué, Señor? Me atrevo a decirle a Dios que por qué no ha cuidado de toda esa gente como lo ha hecho conmigo. Porque no les ha procurado a todos ellos el alimento o el vestido o, tal vez todavía más necesario, la libertad, la paz y la felicidad.
El Evangelio responde a mi queja con una llamada muy seria por parte de Dios: Dadles vosotros de comer.
La verdad es que quejarse de Dios es bastante sencillo. Algunos, incluso, usan este argumento para decir que Dios no existe. Es muy fácil criticar las riquezas de la iglesia o recordar a la inquisición para luego seguir tranquilamente con nuestra vida.
Ahora bien, si nos ponemos ante Dios con estas preocupaciones, enseguida nos remueve la conciencia: Dadles vosotros de comer.
No esperes un milagro espectacular. Tu interés por los problemas de este mundo tiene que llevarte a un compromiso activo por transformarlo.
Dirás: yo no tengo nada, yo no puedo hacer casi nada.
Pues bien, aquellos discípulos sólo tenían cinco panes y dos peces. Era muy poco para alimentar a tanta gente, pero lo pusieron en las manos de Jesús. El Señor lo bendijo y consiguió que todos comieran y se hartaran.
Eso poco que puedes aportar: un donativo, una oración, algo de tu tiempo, tu deseo sincero de hacer algo por los demás… puesto en las manos de Jesús recibe la bendición de Dios y se multiplica. Dios hace que todo adquiera siempre un poder impresionante.
Así que, ya sabes, menos quejas y lamentos, menos críticas vacías. Lo que hace falta es más compromiso y más dedicación. Dadles vosotros de comer.

Sólo tengo un buen deseo de hacer algo por este mundo. Me siento muy pequeño ante la inmensidad de los problemas que quisiera solucionar. Pero aquí tienes mis manos Señor. Todo lo pongo ante ti para que tú lo multipliques.

viernes, 22 de julio de 2011

El tesoro escondido

"El reino de Dios es semejante
a un tesoro escondido en el campo.
 El que lo encuentra lo esconde
y, lleno de alegría va, vende todo lo que tiene
y compra aquel campo". (Mt 13,44)

En la vida hay que tomar muchas decisiones importantes y esto significa que hay que hacer elecciones. Cuando se elige una cosa normalmente hay que renunciar a otras. Por eso las decisiones importantes siempre conllevan algún sacrificio.
El que tiene la posibilidad de conseguir un puesto de trabajo tiene que renunciar por ello a otras actividades y debe dedicar tiempo a estudiar o a prepararse bien para alcanzar la meta.
El que está enamorado hará toda clase de renuncias y sacrificios por la persona a la que ama.
Si lo que se va a conseguir es algo de mucho valor, un tesoro inmenso, no cabe duda que el sacrificio que se llegará a hacer será también inmenso.
Este tesoro de gran valor está escondido y hay que descubrirlo pero cada vez son más los que dan con él. Y todo el que lo descubre está dispuesto a renunciar a todo: a sus bienes, a sus comodidades y hasta a su vida. Imagínate cuánto vale este tesoro del Reino de los Cielos.
El Reino tiene también un nombre, es una persona: Jesús. Conocerlo a él es encontrar la respuesta a todas las inquietudes y darle un sentido a la vida. Por eso se convierte en el tesoro más valioso que se pueda encontrar.
Reflexiona un poco y verás cuánto recibes al conocer a Jesucristo. Comprenderás la inmensa riqueza que supone tenerlo a él:
Te ha traído el Amor y nada hay más grande en el mundo que el Amor que es lo que nos hace felices de verdad. Te ha amado hasta el extremo de dar su vida por ti. Sólo espera que lo entiendas y correspondas también con tu amor por Él.
Te ha perdonado tus pecados y con su entrega ha ganado méritos para ti. Así que puedes alcanzar la misericordia de Dios, la Resurrección y la vida eterna.
Se hace cercano a ti en los sacramentos para que nunca te falte su Gracia. Es verdad que te propone una vida intachable, sin pecado, colmada de amor y de entrega, pero también se compromete a estar siempre a tu lado para hacerlo realidad.
¿No crees que este tesoro escondido es lo mejor que puedes tener? Por él hay que hacer todo lo que haga falta para alcanzarlo. El que lo encuentra está dispuesto a renunciar a todo.

Conocerte a ti es lo único importante para mí y lo demás no vale nada. Por eso necesito meditar cada día tu evangelio, hablar contigo y poner en tus manos todas mis inquietudes y sentir tu presencia en las cosas cotidianas de mi vida.

sábado, 16 de julio de 2011

El trigo y la cizaña

Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega;
en el tiempo de la siega diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña
y atadla en haces para quemarla,
pero el trigo recogedlo en mi granero. (Mt 13,30)


El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda para que podamos orar de verdad porque nosotros ni siquiera sabemos pedir lo que nos conviene. Es muy difícil despojarse de esta mentalidad humana que nos atrapa en las cosas del mundo, es difícil ver la vida con los ojos de Dios porque, a fin de cuentas, somos seres humanos y pensamos como tales. Pero el Señor nos ha concedido el Espíritu para que podamos comprender la  intimidad de Dios.
Así hemos podido conocer el Amor, el Amor con mayúscula, que es lo que define a nuestro Padre Dios. Y porque Dios es amor, lo que más lo caracteriza es la misericordia que tiene con todos nosotros.
En nuestra forma humana de pensar podemos desanimarnos al ver cómo prosperan los tramposos o los violentos y cómo los buenos se ven muchas veces injustamente tratados. Nos gustaría que las cosas fueran de otra manera, que Dios pusiera a los malvados en su lugar y premiara claramente a los que hacen su voluntad.
En la parábola del trigo y la cizaña se destaca la paciencia de Dios. Es un padre que no quiere perder a ninguno de sus hijos, por eso espera toda una vida para que haya lugar al arrepentimiento y pueda perdonar.
Gracias a la paciencia de Dios, también a ti te ha dado la oportunidad de arrepentirte de tus pecados y comenzar una vida nueva, es más, te sigue perdonando cada día y te renueva constantemente su confianza.
Jesús nos anima también a poner nuestra mirada más allá de los límites de este mundo. Hay que mirar al Reino futuro donde Dios hará justicia y brillarán como el Sol los justos.
Piensa siempre en el gran premio que tendrás por haberte esforzado en el bien y haberte apartado del mal. No importan las dificultades o incomprensiones de esta vida porque tu Padre Dios sabrá recompensarte generosamente por haber amado y haber dado tu vida por los demás.
Fíjate bien y verás que también ya, en esta vida terrenal, brillan como el sol los que obedecen a Dios y aman de corazón a sus hermanos. Todo el mundo sabe reconocer al que se sacrifica por el prójimo.
Entre todos los justos tenemos a María que ha brillado como el sol a lo largo de toda la historia. Que ella siga siendo nuestra guía nuestro modelo para toda la vida.

Espíritu Santo, ven a fortalecer mi debilidad. Ábreme el entendimiento para comprender el amor de Dios y ensancha mi corazón para que sea capaz de entregar mi vida viviendo el Evangelio.

sábado, 25 de junio de 2011

El pan bajado del cielo

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. (Jn 6,51)

En la última cena Jesús instituyó la Eucaristía y nos dejó este sacramento de su cuerpo y de su sangre. Era la víspera de su muerte. Así el pan y el vino consagrados son para nosotros el sacrificio de la cruz, el memorial de la entrega del Señor. Jesucristo en persona se nos ofrece como alimento en este pan y en este vino.
Considerando este hecho, está claro que no hay en el mundo mayor don que encontrar a Cristo en la Eucaristía y recibirlo como alimento. Esta presencia viva del Señor en el pan eucarístico es la que nos reúne el día del Corpus y nos mueve a adorar a Cristo vivo presente en la Sagrada Forma. En esta procesión no es una imagen lo que va recorriendo las calles sino el mismo Señor que nos acompaña bajo esa humilde apariencia del pan. Así se explica la grandeza de esta fiesta y la devoción que suscita entre nosotros. Ante la presencia viva del Señor nos sentimos sobrecogidos porque comprendemos que se trata de un amor que nos supera.
Ante Cristo vivo en el sacramento nosotros sí que podemos reconocer que Dios está muy cerca de nosotros, tanto que nos permite verlo y adorarlo, tocarlo y hasta comerlo para que esté siempre con nosotros.
Comprender bien este misterio transforma nuestra vida y se puede decir que transforma el mundo. Al reconocer a Cristo con nosotros sentimos el deseo de recibirlo para que él fortalezca nuestra debilidad, sentimos la necesidad de purificarnos del pecado para disponer nuestro corazón a recibir un don tan grande y experimentamos también el compromiso de vivir el Amor y la entrega para corresponder al don que hemos recibido.
Porque es Jesús mismo quién vive en este pan, ha sido posible para los creyentes vivir el evangelio y entregar la vida por él. Aquí encontraron los mártires la fuerza que necesitaban para vencer en tan duro combate, aquí encontraron muchos santos el impulso para vivir el amor de forma heroica y la necesidad de llevar este don a todos los rincones del mundo.
Por eso hoy contemplamos a Cristo en este pan y  ante él rezamos y lo adoramos y también lo acompañaremos con nuestros himnos. Ante esta presencia comprendemos que no podemos vivir sin la Eucaristía.

Tú estás aquí, en este pan para darme fuerzas en mi debilidad, para alentarme a vivir según las Bienaventuranzas, para levantarme de mis caídas y para quedarte conmigo para siempre.

sábado, 18 de junio de 2011

Para que el mundo se salve

Dios no mandó su Hijo al mundo
Para condenar al mundo,
Sino para que el mundo se salve por Él.

         Ya está bien de tanto condenar, digo yo. A veces parece que nos hemos convertido en los que todo lo condenan y hacemos que mucha gente vea en la religión sólo motivos de rechazo.
         Jesús no ha venido a condenar, lo deja bien claro el Evangelio. Dios no quiere condenar al mundo. Porque Dios es Amor y ama al mundo y cada uno de los que vivimos en él.
         Alguien puede decir: ¿Es que a Dios no le importa el pecado? Yo puedo responder: claro que a Dios le importa el pecado. Dios quiere acabar para siempre con el pecado. El pecado nos destruye, hace que seamos infelices, nos divide y rompe la armonía que tenía que haber entre nosotros. El pecado nos esclaviza, y nos domina. Dios quiere acabar con todo esto porque Dios es Amor y siente una enorme compasión al vernos desvalidos y vencidos por el pecado.
         Pero para derrotar el pecado no puede condenarnos, porque, en ese caso, los que terminamos derrotados somos nosotros. Sería terrible, haber sido esclavos del pecado y terminar condenados. Dios, que es Padre, no puede permitir algo así y por eso nos ha enviado a Cristo, a su Hijo único.
         Jesús no ha venido a echarnos en cara lo malos que somos, no era ésa su misión. Él viene a traernos la deseada libertad. Por eso lo que quiere es Salvarnos. Para salvarnos nos ofrece, en primer lugar el perdón de Dios. Al pecado no se le derrota con la condena sino con el perdón y con el Amor. Con el perdón, Jesús nos muestra también el camino para encontrar la libertad, el camino de una Vida Nueva que se basa en vivir el Amor con todas sus consecuencias. Y para que todo nos resulte aun más fácil nos envía su Espíritu, el Espíritu Santo que nos anima, nos fortalece y nos va llevando a hacer las buenas obras del Evangelio. Contamos con la ayuda de los sacramentos, con su Palabra y también con el poder de la oración. Gracias al Amor de Dios hemos sido salvados.
         Si comprendemos este regalo de Dios y de su amor, pienso que dejaremos también nosotros de condenar al mundo. Nuestro objetivo, como verdaderos discípulos debe ser salvar y no condenar. Habrá que denunciar el pecado y mostrar el mal que nos hace, pero sobre todo hay que proclamar el Amor de Dios y el camino de la Salvación que se nos ofrece.

         Padre Dios, me has regalado la vida y el mundo con todas las cosas bellas que hay en él y para salvarme me has enviado a tu Hijo único.
         Señor Jesús, has dado tu vida por mí y te entregas cada día en la Eucaristía. Siempre que te busco te encuentro disponible como compañero de camino.
         Espíritu Santo, me haces orar y pones en mi boca palabras acertadas para anunciar el Reino de Dios. Tú vienes a socorrer mi debilidad con la Gracia.
         Gracias, Dios, gracias Trinidad Santa.

jueves, 19 de mayo de 2011

Creed en Dios y creed también en mí

Os aseguro que el que cree en mí hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas, porque yo me voy al Padre. (Jn 14,12)

Reconozco que pierdo fácilmente la calma cuando me paro a reflexionar sobre la realidad que me rodea. No voy a negarlo.
Me inquieta la falta de vocaciones y la indiferencia religiosa, me da mucha pena de ver cómo aparecen con frecuencia gestos de rechazo total a mi fe. Me preocupa el desprecio por nuestros símbolos, por nuestros valores y hasta podemos ver cómo se ataca a la misma persona de Jesús o a la Virgen.
Todavía me angustia más la respuesta que observo en muchos sectores de la Iglesia y en muchos obispos. Me refiero a la añoranza por el pasado que me da la impresión de que oculta un rechazo total del Concilio Vaticano II. Parece cómo si al laicismo y a la hostilidad creciente hacia la Iglesia hubiese que responder con la vuelta al latín o con la amenaza de la condenación.
Hoy el Señor me anima a no perder la calma. Y creo que si lo miro a Él, clavado en la cruz y resucitado para siempre, puedo encontrar motivos para la esperanza: Él ha vencido al mundo con su amor, con su entrega y su obediencia.
Ante esta situación la respuesta, creo yo, no puede ser encerrarnos en nosotros mismos para protegernos del mundo, porque eso nos haría perder la fuerza evangelizadora. No puede ser volver a la liturgia rancia y alejada de la realidad. No puede ser volver a una religión del miedo y de la lejanía de Dios. Porque Jesús no nos ha enviado a eso sino a comunicar al mundo el Amor de Dios, a dar esperanza a los pobres y a proclamar por todas partes la Buena Noticia de su Reino.
Frente a esta realidad tan poco halagüeña hay que creer en él que está vivo, que murió pero ahora vive para siempre y no nos dejará solos ni un solo instante.
Si creo en Él, haré cosas grandes, porque así me lo ha prometido.

Aunque todo me indica que las cosas van mal, yo quiero apoyarme en ti, porque sé que nunca me vas a fallar. Hoy seguiré proclamando que tú eres el único Salvador, la única esperanza para el mundo. Hoy seguiré confiando en ti y esperaré a ver cómo transformas esta realidad en la que me encuentro. Me mantendré unido a ti y seguiré orando y meditando tu Palabra.

sábado, 7 de mayo de 2011

Era necesario que el Mesías padeciera

"¡Qué torpes sois y qué tardos
para creer lo que dijeron los profetas!
¿No era necesario que Cristo sufriera todo eso
para entrar en su gloria?". (Lc 24,25-26)

Puedo sentir que hoy es a mí a quién Jesús tiene que reprender. Reconozco que también me dejo llevar de los sentimientos humanos y me siento muchas veces fracasado creyendo que todo está perdido. En momentos así hay que mirar a Cristo crucificado.
Esta es la gran paradoja, que para entrar en su Gloria el Mesías tenía que padecer. Así lo habían explicado los profetas y los salmos.
También el Señor ha explicado muchas veces que los signos de la llegada de su Reino serán las persecuciones y las catástrofes. Como decimos coloquialmente no hay gloria sin cruz.
Pero también hemos de tener el convencimiento de que Dios no abandona a sus hijos y al final brilla ante todos su voluntad.
Creo que hoy podemos sentirnos identificados con los discípulos de Emaús. El Evangelio es una invitación a ir haciendo con ellos el camino.
Nosotros esperábamos… ellos habían esperado en un triunfo de Jesús humano, en una liberación política y por eso se sintieron decepcionados al verlo morir en la cruz. Como si todo estuviera perdido. Tal vez tú has puesto también en el Señor esperanzas equivocadas y has tenido la impresión de que no ha servido de nada. Es duro, porque a veces estas experiencias nos hacen poner en duda los fundamentos de nuestra fe.
Era necesario… Jesús explica las escrituras y les hace caer en la cuenta de que lo que ha sucedido es lo que anunciaron los profetas. Dios no detiene la libertad del hombre, y esa libertad puede hacerle cometer el pecado y la injusticia. Pero Dios no se queda callado, y hace que todo sea para el bien. Así, suceda lo que suceda, Dios hará que siempre salga un bien. De la muerte de Cristo nos vino el perdón de los pecados y de su Resurrección nos ha llegado la Vida eterna. No tengas duda en que también Dios sacará grandes beneficios de todas tus experiencias por negativas y tristes que sean.
Ha resucitado el Señor… Al partir el pan se les abrieron los ojos y lo reconocieron. La Eucaristía nos permite reconocer a Jesús, en medio de nuestro camino partiéndonos el pan. Es la fe que proclamamos juntos, en comunidad, en la Iglesia. A pesar de los contratiempos de la vida, sentimos que el Señor está con nosotros y lo experimentamos en su Iglesia. Necesitamos compartir con los hermanos esta experiencia y así enriquecernos los unos a los otros.

Quédate con nosotros que viene la noche y las dudas pueden ensombrecer nuestra vida. Entra en nuestra casa y pártenos el pan para que se abran nuestros ojos y podamos reconocerte y así, llenos de alegría, vayamos corriendo a contar a los hermanos que tú estás vivo.

viernes, 1 de abril de 2011

el ciego de nacimiento

Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
-- ¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó:
- ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo:
-- Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.
Él dijo:
-- Creo, Señor.
Y se postró ante él.


Con la presencia de Jesús se le da la vuelta a todas las cosas. Su Evangelio, además de ser muy profundo, es fácil de comprender para los sencillos, está al alcance de todos. Por eso los que andan ciegos acaban recuperando la vista. No hay una luz más grande que reconocer a Jesús como Señor y Salvador, no hay mayor visión que creer de verdad y postrarse ante él.
Por el contrario, los que creen que ven, los que piensan que ya lo saben todo, se quedan ciegos al rechazarlo. Como él mismo dice en otra ocasión se le ha ocultado a los sabios y entendidos y se ha revelado a los sencillos.
He querido identificarme con el ciego del evangelio. Yo sí que puedo decir que estoy ciego por mis pecados: mi soberbia, mi tozudez, mi egoísmo… estoy ciego porque me pierdo en cosas mundanas y me olvido fácilmente de Dios.
Pero Jesús ha aparecido en mi camino y me ha animado a lavarme con su agua viva: con la frescura de la oración, con su Palabra renovadora.
Yo no soy nada. Soy un pecador que nada puedo ofrecer y nada puedo esperar. Pero Jesús se ha detenido ante mí.
A mí me pregunta también si creo en él. A pesar de sentirme preso de mis pecados creo en él. Sé que él es mi Salvador. Espero sinceramente todo lo que él me puede dar.
Con su perdón llena de luz mis tinieblas. Me ha devuelto la vista. Y no va a permitir que me sienta solo, él se ha comprometido conmigo y me tiende constantemente su mano para que no tropiece en mi camino. ¿Qué más puedo desear?

Yo creo en ti y ante ti me postro. En mi corazón guardo un sentimiento de acción de Gracias por todo lo que has hecho por mí, sin yo merecerlo. Me has abierto los ojos para que pueda descubrir cuánto me amas y así pueda mostrárselo a todos. Nada hay que se pueda comparar con el regalo de tu amor.