sábado, 18 de julio de 2020

EL TRIGO Y LA CIZAÑA


Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.» (Mt 13,40-43)

¿Por qué hay en el mundo tantas injusticias y Dios no hace nada?
No sé si te habrás hecho o no una pregunta así. Jesús se encuentra en medio de mucha gente que tiene esta inquietud y por eso trata de responder a esta cuestión con las parábolas.
Ya nos había comparado la Palabra de Dios como una semilla que se echa en la tierra. La semilla tiene todo el potencial en sí misma para dar fruto pero necesita de la buena tierra para germinar.
Me parece muy sugerente, aunque breve, la parábola del grano de mostaza para que mantengamos nuestra confianza en el poder de Dios, que es quien la hace crecer; o la parábola de la levadura que fermenta la masa. Es una invitación a no sentirnos mal por ser pequeños. Porque si vivimos el evangelio con sencillez, seremos pequeños pero también seremos significativos porque nuestra comunidad cristiana será un rayo de luz en este mundo.
La parábola de la cizaña en medio del trigo nos plantea la realidad del mal que está mezclado con el bien. Es lo que nos hace muchas veces hacernos preguntas con una respuesta difícil.
El Señor lo cuenta de forma muy sencilla, el enemigo de Dios es el diablo y ha sembrado la cizaña en medio del trigo pero es tan sutil que se puede confundir y hay que tener paciencia hasta que llegue la siega.
La paciencia de Dios es nuestra esperanza. Porque los malos no son los otros, la cizaña está también dentro de mí. Yo no hago siempre el bien que deseo hacer porque yo también estoy herido por el pecado y me inclino muchas veces al mal, llevado por mi egoísmo o por mi cobardía o simplemente porque soy débil. Dios es paciente conmigo porque espera cada día mi conversión. Él confía en mí y sabe que puedo llegar muy lejos en el trabajo por su Reino.
Por eso, también la Palabra de Dios nos anima a ser humanos, a tener la misma mirada compasiva de nuestro Padre hacia todos nuestros hermanos. Lo mismo que Dios confía en mí, yo tengo que hacer el esfuerzo de confiar y esperar en el bien que pueden aportar mis hermanos.
Al final llegará la siega y Dios dará a cada uno lo que le corresponda, porque es un juez justo y misericordioso. No dejemos la oportunidad de convertirnos cada día para brillar como el sol en el Reino del Padre.

Yo no sé orar, Señor, no sé pedir lo que más conviene. Por eso te pido que me envíes al Espíritu para que ponga en mi boca los gemidos inefables y eleve la oración que nos cambiará el corazón y traerá para todos la paz y la felicidad.


sábado, 11 de julio de 2020

EL SEMBRADOR


Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga” (Mt 13,8)

De nuevo hoy ha salido el sembrador y la semilla de la Palabra está siendo esparcida sobre el mundo. Y aquí estamos los diferentes tipos de terrenos para acogerla y dar fruto.
Cuando veo mis actitudes yo me siento reflejado en todos los terrenos. No siempre he sido tierra buena, pero tampoco siempre he sido un terreno pedregoso o lleno de malas hierbas. La vida me ha puesto en todos los lugares.
Por eso mismo, la experiencia me ha ido demostrando la alegría que supone escuchar la Palabra de Dios y recibirla en mi corazón. Es recibir al  mismo Cristo que quiere salvarme en todos los sentidos.
Por eso la Palabra está viva y responde a mis dudas y a mis problemas. Las palabras de Jesús me llenan de alegría cuando descubro todo lo valioso que soy para él y el amor que Dios siente por mí; me llenan de paz cuando siento que soy perdonado a pesar de mis numerosas caídas; me llenan de esperanza ante el dolor y la muerte porque espero en la resurrección; y me muestran siempre el camino a seguir, que es un camino estrecho y lleno de dificultades, pero que lo puedo recorrer porque voy de la mano de mi Maestro y Señor, que me ayudará en todo momento a sortear los obstáculos.
Cuando recibo así la Palabra es cuando puedo dar fruto. Es verdad que no siempre llego al máximo del ciento por uno. Pero llego a dar fruto, unas veces más otras veces menos, pero es un fruto que el Señor valora y agradece.
Hoy, además de ser tierra buena siento la llamada a ser sembrador y a esparcir la semilla del Evangelio, porque siempre será acogido y habrá muchos que den fruto, unos más y otros menos, pero todos estarán haciendo posible el Reino de Dios.

Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé que viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica, porque en tu Palabra está la vida, la paz, la alegría y la felicidad. Habla Señor, tú eres mi Señor y mi maestro y sólo quiero escucharte a ti. (Antonio Chevrier)

sábado, 4 de julio de 2020

CANSADOS Y AGOBIADOS


Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. (Mt 11,28)

Los sabios y entendidos saben muy bien buscar las excusas y las explicaciones para no dejarse interrogar por las Palabras de Jesús. Como son sabios y entendidos no se sienten llamados a la conversión y no están dispuestos a cambiar su opinión. Por eso se han perdido el encuentro con la verdadera sabiduría. Se dejan llevar por la carne, como diría Pablo, y no por el Espíritu. La carne es sinónimo de confiar en sí mismos y sentirse seguros de todo y por eso mismo no buscar al Señor para que los consuele.
Luego están son los sencillos, los pequeños. Estos, como saben que son ignorantes, sí han acogido las Palabras de Jesucristo. No tienen recursos para buscar explicaciones y poner excusas, por eso acogen el mensaje y descubren la alegría de saber que Dios es amor y que desea perdonar y dar todo a sus hijos. Ellos sí se sienten llamados a la conversión, sí se dejan interrogar por el mensaje del evangelio y así le abren las puertas a la sabiduría divina.
No ha sido por pura casualidad, es el plan de Dios. Al Padre le ha parecido mejor que estas cosas sean reveladas a los pequeños.
El Señor nos llama por eso a ir a él cuando estamos cansados y agobiados. Él nos da el alivio y el consuelo porque ha cargado con todas nuestras dolencias.
Su sencillez de corazón son para nosotros una llamada y un ejemplo. Él mismo nos dice que aprendamos de él para encontrar el descanso. Aprender pues a ser pacientes, a confiar siempre en Dios, a amar a los hermanos siempre, incluso a los enemigos, y a aceptar la voluntad del Padre aunque no la entendamos. Y como él encontró así la paz y el descanso también nosotros recibiremos este consuelo del cielo.
Su yugo es llevadero y su carga ligera. No dejan de ser un yugo y una carga, pero la confianza en Dios, la aceptación de su voluntad y el amor al prójimo hacen que nada resulte pesado.

Te doy gracias Señor Jesucristo por abrir mi mente a tu Palabra. Aunque me siento perdido entre tantas cosas de este mundo siempre encuentro una respuesta a todo lo que  me inquieta, porque tú siempre vienes conmigo y todo lo haces llevadero. A ti te busco cuando estoy cansado y agobiado, porque tú mismo me animas a ir a ti, y en ti encuentro mi consuelo y el alivio de todos mis pesares.