viernes, 18 de septiembre de 2015

PARA SER IMPORTANTE

El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. (Mc 9,31)

También la Palabra de Dios nos habla de buenos y malos. Los buenos, los justos, son los que hacen la voluntad de Dios con todas sus consecuencias y se apartan del pecado. Los justos son los que no ambicionan y evitan la violencia y el mal; son los que trabajan por la paz y siembran la paz, los que aman desinteresadamente a los demás y están dispuestos a sacrificarse por los que sufren.
Pero existen los malos, los que odian y siembran el odio, los que persiguen a los inocentes y los asesinan, los que mienten y sólo buscan enriquecerse a costa de todo. Tal vez esto sea demasiado simple pero es algo real, lo podemos comprobar todos los días.
El Señor nos había enseñado una vez que cada árbol se reconoce por sus frutos. Quién es justo y quién es malo se reconoce por sus frutos, no es cuestión de ideas abstractas.
Los que asesinan a los inocentes en público son los malos, y los que se enriquecen a costa del sufrimiento de los demás, o los que manipulan la verdad para conseguir sus intereses particulares. Los malos están ahí y se pueden ver sus frutos de maldad. Son servidores de Satanás, hijos de las tinieblas.
La realidad es muy dura a veces. No siempre se cumplen los refranes, no siempre el que es bueno recibe también como recompensa el bien. La realidad nos muestra muchas veces que el justo sufre persecución y hasta muere injustamente. Esto le pasó también al Señor; él fue el Justo de forma total, porque en él no hubo el más mínimo resquicio de maldad. Sin embargo, murió como si fuera un criminal. A esto fue a lo que vino al mundo. Los malos maquinaron contra él y lograron su propósito. Pero Dios lo resucitó y lo convirtió en Señor.
Jesús nos anima a todos nosotros a entrar en su estilo de vida y hacernos servidores de todos, sin distinción para entrar en su Reino. Nos anima a no pretender ser los primeros ni los más importantes sino a esforzarnos en ser los últimos, los que no cuentan para nada. Ésta será la mejor medicina contra la violencia y contra el mal. El apóstol Santiago nos hace ver que las peleas y divisiones vienen por el deseo de superioridad, por el afán de riquezas que tenemos en el mundo. Sin embargo, obedeciendo al Señor, podemos ser sembradores de paz para que tengamos como fruto la justicia.
El modelo que Jesús nos propone es un niño. Acoger a un niño, que no nos va a conseguir ningún puesto de honor ni nos va a dar ningún beneficio material, es como acoger al mismo Cristo.
Tenemos también el ejemplo de María. Ella fue sencilla y pequeña hasta el punto de que pasó desapercibida en toda la historia. Sin embargo nadie más grande que ella en este mundo nuestro. Y siempre la estamos buscando como excelente compañera de camino.

Quiero hoy orar por los niños; tú has querido identificarte con ellos y nos animas a acogerlos en tu nombre. Yo te ruego por todos para que te hagas presente en sus vidas y permitas que te encuentren fácilmente y  que sientan la alegría de conocerte. Te ruego por los que están sufriendo en estos momentos por cualquier motivo, los que sufren las injusticias de los mayores o la enfermedad o la pobreza. Asístelos con tu gracia para que puedan recuperar la alegría y la inocencia. 

sábado, 12 de septiembre de 2015

PENSAR COMO DIOS

¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! (Mc 8,33)

Ya en el momento de las tentaciones del desierto, Satanás intentó convencer a Jesús para que buscara un estilo de vida más glorioso y se alejara del camino de la cruz. En realidad este viene a ser el pensamiento de los hombres: triunfar, disfrutar, poder y tener.
Dios hace las cosas de otra manera, porque lo que quiere es salvarnos del pecado y liberarnos de todas las esclavitudes. Para eso vino al mundo su Hijo querido.
Jesús no habría podido salvarnos poniéndose en el lugar de los privilegiados. ¿Quién se hubiera sentido entonces identificado con él? Para salvarnos, Jesús tenía que ocupar el último puesto, entrar en el mundo tomando parte del sufrimiento de los más desfavorecidos. ¿Quién podrá ser más pobre que un condenado a muerte de forma injusta? Éste es el destino del Salvador, éste es el puesto que ha ocupado nuestro Señor. Así es como piensa Dios y nos deja sin palabras.
¿Dónde está Dios? Se pregunta muchas veces la gente ante las desgracias que inundan el mundo, ante el sufrimiento de los inocentes. ¿Dónde está Dios?
Hoy está huyendo de la guerra y buscando un hogar seguro, está siendo degollado por los violentos o quemado vivo o arrojado al vacío, está perdiendo su vida en el mar, muriendo arrastrado por una corriente de agua debajo de un puente, está padeciendo el dolor de todos los pobres de nuestro mundo de hoy con sus injusticias y desigualdades. Ahí lo podemos encontrar sin lugar a dudas.
Sabiendo esto, ¿Podré ser discípulo de Jesús buscando privilegios y comodidades? Está claro que no. Para ser discípulo hay que dejar de pensar como los hombres y pensar como Dios. Para seguirlo hay que cargar con la cruz.

Ya me animaste, Señor, a ser un odre nuevo, para que este vino nuevo que vienes a traer no reviente dentro de mí. Yo no podré llegar a una transformación tan grande si no es con tu ayuda. Sabes que me entusiasma tu proyecto y que deseo seguirte hasta el final. Pero no puedo negar que soy débil y no  puedo hacer nada sin ti.