sábado, 26 de febrero de 2011

Buscad primero el Reino de Dios

 Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia;
lo demás se os dará por añadidura. (Mt 6,23)

Tengo que reconocer que las palabras de Jesús siempre me dejan inquieto. Porque me hacen ver que por muy grande que sea mi entrega o mi desprendimiento siempre me encuentro muy lejos del ideal que él propone.
Yo podría decir que he sido capaz de dedicar toda mi vida al Evangelio, que he renunciado por él a muchas cosas, a otros proyectos. Pero cuando medito sus palabras sólo encuentro la enorme distancia que todavía me queda.
Yo no puedo decir que he sido capaz de desprenderme de TODO. En realidad me siento atrapado como todo el mundo por las cosas materiales y ¿cómo no? Por el futuro.
Siguiendo su consejo me he fijado en los pájaros y en las flores. Es verdad que Dios se ocupa de ellos y estoy totalmente seguro de que a mí me ama mucho más.
Pienso que no soy capaz de desentenderme de las cosas de este mundo, no voy a engañarme a mí mismo; sé que siempre estaré preocupado por el alimento, por la ropa y también por lo que pueda presentarse en el futuro.
Pero no puedo dejar que la Palabra de Dios pase por mí y no deje huella. Creo que el objetivo principal de mi vida es buscar el Reino de Dios y su justicia. Ahí quiero poner mi empeño.
Por una parte haré todo lo posible en tener a Dios muy presente en mi vida y contaré con él para todos mis asuntos. Que Jesucristo y su mensaje sean para mí lo primero. Meditaré cada día sus palabras y hablaré con él de todas mis preocupaciones. Buscar el Reino de Dios es buscar a Jesús en todo momento.
La justicia del Reino es el amor, el centro de todo el Evangelio. No puedo quedarme parado ante el sufrimiento de mis hermanos. Quiero comprometerme más en la lucha por un mundo mejor. Sé que esto es algo muy serio, que no puede quedarse en buenas intenciones. Por eso me uniré a los que están trabajando por la justicia y apoyaré todas las iniciativas que hay para buscar el bien de los pobres y de los últimos.
Y siempre me queda la oración. Todo lo pongo en las manos de Dios. Acudo también a María, madre de todos, para que ella me acompañe en esta búsqueda del Reino de Dios y su justicia.

Una vez más, ante tus Palabras me encuentro con mi pequeñez y mi torpeza. Tú conoces a fondo mi corazón, júzgame con misericordia. Tú sabes que soy pobre y débil, acompáñame con tu fuerza. Pon en mí un amor muy grande que me haga capaz de dar la vida. Yo confío en tu Palabra y me pongo en tus manos.

viernes, 18 de febrero de 2011

Perfectos como Dios

Vosotros sed perfectos,
como vuestro Padre celestial es perfecto". (Mt 5,48)

Toda la moral cristiana está fundada en nuestra experiencia de Dios. Lo que hemos de hacer es actuar como Dios actúa, ya que Él es siempre nuestro modelo y nuestro punto de referencia. Dios es Santo y nos ha hecho santos, somos templos suyos. Por eso hemos de vivir como templos de Dios y hemos de tratar a los demás con la dignidad que se merecen los templos de Dios.
Dios es santo y es perfecto. Esta santidad y esta perfección no significan lejanía del mundo. Al contrario está dentro de nosotros y por eso nos ha colmado de dignidad. Nos ha amado por encima de todas la criaturas, su amor ha hecho que nos envíe a Cristo para que entregue su vida y nos obtenga el perdón de los pecados. Cristo ha entregado su vida por nosotros cuando éramos enemigos, pecadores. Es importante que hagamos esta reflexión y sepamos agradecer lo que hemos recibido.
Si hemos experimentado este amor de Dios no podemos conformarnos con ser como los demás. Nuestra perfección tiene que ser total, nuestra moral tiene que ser más elevada. Tenemos que vivir de forma extraordinaria.
Jesús nos anima a apartarnos de toda violencia, a dar más de lo que se nos pide y a amar siempre, incluso a los enemigos. Esto sí que es extraordinario, es una forma de vida superior a cualquier otra. Pero no es más que repetir lo que hemos recibido y aprendido de nuestro Padre del cielo.
No olvidemos que el amor es lo que de verdad nos hace felices. Si en nuestro corazón no hay otra cosa que amor encontraremos la plenitud de la vida. El amor nos ayudará a superar nuestras contradicciones y cobardías y hará que encontremos en los demás todo lo bueno que hay en su interior. Nos impulsará ha buscar el bien por encima de todo y será una energía dentro de nosotros para transformar el mundo.

No merecía nada de ti pero tú me has amado hasta el extremo. Cuando experimento la gracia de tu perdón siento que también mi corazón se llena de amor y que toda mi vida es para entregarla por amor.

sábado, 5 de febrero de 2011

La sal y la luz

Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos". (Mt 5,16)

Una sal que no sala o una luz que no alumbra son sin duda cosas inútiles. Lo mismo podríamos decir de una Iglesia que no transforma el mundo.
La Iglesia está llamada a ser sal de la tierra, es decir a llenar de sabor la vida de los hombres. La Iglesia tiene que hacer que la rutina diaria se convierta en una experiencia sobrenatural y esto se hace proclamando la Buena Noticia de Cristo.
¿No es algo extraordinario saber que Dios no es un ser lejano sino un Padre, que nos ama mucho, que perdona nuestros pecados y que está permanentemente atento a todo lo que nos hace falta? ¿No es una razón para la alegría y la vida conocer a Jesucristo que nos ha mostrado el camino y nos ha amado hasta el extremo? Es más: Jesús murió en la cruz por nuestros pecados y ha Resucitado, por eso está vivo para siempre y nos acompaña en el camino.
Ayudar a vivir estos acontecimientos es hacer que la vida se viva con sabor. Con el conocimiento de Cristo hacemos que hasta los momentos de dolor o de injusticia tengan un sentido redentor porque están unidos al poder salvador de la cruz.
Pero la Iglesia también tiene que ser la luz del mundo. Si nos quedamos en una religión de ritos y tradiciones lo que hacemos es desvirtuar el verdadero mensaje del Evangelio. Es necesario el compromiso verdadero, activo, por un mundo mejor. La Iglesia se tiene que distinguir por su lucha contra la injusticia y su esfuerzo constante por un mundo mejor. Esta luz tiene que brillar en el mundo por la práctica de la Caridad. Si te das cuenta, esto es lo que hace creíble a la Iglesia de hoy.
Tu vida como creyente se tiene que notar en tu compromiso con los pobres. Del mismo modo, tenemos que organizar nuestras parroquias y nuestros grupos cristianos pensando en este compromiso real con los pobres de nuestro mundo.
Podemos ayudar en las campañas de solidaridad que nos ofrecen a lo largo del año. Pero también es bueno que estemos atentos a la realidad que hay a nuestro alrededor: a las familias necesitadas, a los enfermos, a los ancianos, a los inmigrantes, a los que son víctimas de la droga y a todos los que se puedan encontrar en cualquier situación de sufrimiento. Así haremos que brille la luz en medio de nuestra ciudad. No olvidemos que siempre contamos con la ayuda del Espíritu Santo que en su momento nos hará conocer el camino a seguir.

Tus Palabras, Señor, me ponen cara a cara con mi propia mediocridad. Veo lo lejos que me encuentro de vivir el ideal que tú me propones. Tal vez he llegado a ser fiel a la vida de oración y hasta puedo haber logrado un cierto grado de perfección espiritual. Pero todavía estoy muy lejos de vivir el compromiso verdadero que tú me pides. Por eso, una vez más, me acojo a tu misericordia. Sabiendo que todo depende de ti, te ruego que me asistas para que pueda llevar las buenas obras a la práctica y así hacer que tu Nombre sea glorificado.