jueves, 26 de septiembre de 2013

Lázaro y el rico

Hijo, acuérdate de que tu recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora aquí es consolado y tú atormentado. (Lc 16,25)

Jesús predicó la misericordia de Dios. ¡Qué paz sentimos al oír y meditar la parábola de la oveja perdida o del Hijo pródigo! En ellas se nos muestra el amor de un Padre que supera nuestra forma de entender a Dios.
¿Cómo es posible que el mismo Jesús nos cuente también una parábola donde se habla del horror del infierno? ¿No es posible la misericordia del Padre con el rico egoísta?
No puedo pensar que Jesús se contradiga. Por eso con la misma sencillez que acojo la enseñanza amable de las parábolas de la misericordia ahora debo acoger la enseñanza terrible de esta parábola.
Lo primero que descubro es que tengo que ir adquiriendo en mi vida los mismos sentimientos de mi Padre Dios. No tiene sentido que yo desee recibir la misericordia de Dios pero que no sea capaz de compadecerme de los demás. Jesús había dicho que se nos medirá con la medida con que midamos.
También había dicho el Señor que nos ganáramos amigos con el vil dinero para que nos recibieran en las moradas eternas. Tal vez sea esta parábola una forma clara de explicarnos qué significa esa invitación.
Abraham le recuerda al rico que recibió sus bienes durante su vida. Esto quiere decir que los bienes no eran una propiedad sino algo recibido. Podía haberlos empleado para hacerse buenos amigos con ellos, para haber socorrido al necesitado y haberse preparado un tesoro en el cielo. Pero fue sordo a las palabras de los profetas y prefirió disfrutarlos egoístamente.
La parábola parece que nos introduce en la otra vida y nos permite contemplar lo que pasa después de la muerte. Allí se cumplen las palabras de Jesús: “Bienaventurados los pobres-ay de vosotros los ricos” allí se entiende muy bien que es mejor tener el tesoro en el cielo que acumular bienes en la tierra. Es terrible la escena del infierno y del rico torturado por las llamas, pero también resulta muy útil para nosotros darnos cuenta de la importancia de escuchar la Palabra del Señor y llevarla a la práctica porque lo que está en juego es nuestra felicidad eterna.
Creo que tenemos muchas posibilidades de conocer el camino a seguir. Constantemente estamos oyendo el Evangelio y se nos explica su sentido de muchas maneras. No podemos decir que no sabíamos nada porque Dios se ha hecho el encontradizo en nuestra vida y nos ha explicado lo que espera de nosotros. Si nos damos cuenta, es en la vivencia de la Caridad en lo que más nos insisten estas enseñanzas. El Señor espera de nosotros una vida intachable, quiere que nos apartemos del pecado y que lo busquemos a Él en todas las circunstancias, pero, sobre todo, quiere que amemos de corazón al hermano y que pongamos todos nuestros bienes para servir a los pobres y necesitados.
En esto consiste una vida verdaderamente religiosa.


Deseo tener un tesoro grande en el cielo, tenerte a ti  para disfrutar de tu compañía durante toda la eternidad. Ahora que te encuentro en todos los hermanos que vienen a mí puedo mostrarte cuánto te amo amándolos a ellos y dando mi vida por ellos. Tú eres mi único tesoro y me permites encontrarte cada día en los pequeños y en los humildes.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Los hijos de la luz

Los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz. (Lc 16,8)

San Pablo nos recuerda que somos hijos de la luz, porque hemos sido iluminados por Cristo. Nuestra luz es el conocimiento de Dios, es su Palabra salvadora, es todo el amor que hemos recibido a pesar de nuestros pecados. Ciertamente hemos sido iluminados. Nuestros pecados han sido perdonados, nuestro sufrimiento ha sido transformado en fuerza redentora, y hasta la muerte se ha llenado de sentido con la Resurrección del Señor: esperamos vivir una vida nueva llena de gozo para siempre.
Ciertamente después de haber recibido tanta luz, tenemos que vivir como hijos de la luz. La lámpara no se enciende para esconderla sino para ponerla en el candelero y que alumbre a toda la casa. Hemos recibido la luz del Evangelio para ser lámparas que alumbren a todos y hagan desaparecer las tinieblas. Lámparas que alumbran con la esperanza de la vida eterna, que iluminan con el testimonio del Evangelio, que brillan por las buenas obras capaces de alegrar a todos. Tenemos que vivir como hijos de la luz por nuestra lucha por la fraternidad, por nuestra entrega a los pobres, por nuestra vida desinteresada y honesta.
Jesús, en la parábola del administrador infiel, quiere que nos demos cuenta de que en esta lucha tenemos un enemigo poderoso. Fijémonos cómo los hijos de este mundo dedican tiempo, dinero y toda clase de sacrificios para sacar adelante sus asuntos. Aunque sea triste reconocerlo, pensemos en los riesgos que corren algunos para traficar con drogas, en el tiempo que dedican los terroristas para cometer un atentado, en lo que son capaces de hacer los que trapichean para conseguir dinero fácil… son los hijos de este mundo en sus asuntos. El Señor nos quiere llamar la atención para que pongamos mayor empeño aun en los asuntos de su Reino. La fraternidad merece también nuestra dedicación y nuestro sacrificio, la educación en valores cristianos también nos exige esfuerzo y tiempo, la lucha por la justicia y por la paz son tan importantes que hay que estar dispuestos también a correr riesgos si es necesario; en definitiva, las obras de la luz se merecen mucho más empeño que las obras de las tinieblas. Si por dinero somos capaces de dedicar tiempo, esfuerzo y sacrificio, estemos dispuestos a mucho más por hacer la voluntad de Dios. Que no nos quepa duda: es mejor servir a Dios que servir al dinero y no se puede servir más que a uno de los dos.


Señor Jesús, tú nos llamas a construir tu Reino y nos has dado todos los medios para llevarlo a cabo. Contamos con tu presencia, con la fuerza del Espíritu Santo y con la ayuda de los sacramentos. Toda esta gracia que recibimos no puede caer en saco roto. Mira nuestro mundo lleno todavía de dolor y confusión, mira cómo unos se enriquecen más cada día mientras otros son cada vez más pobres. Que tu Iglesia llegue a ser una luz para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.