sábado, 23 de enero de 2016

EL PROGRAMA DE JESÚS

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; y a proclamar el año de gracia del Señor. (Lc 4,18-19)

En la sinagoga de Nazaret, Jesús recibió un mensaje del Padre a través del texto del profeta Isaías. Era el programa de su actividad pública. Ha venido al mundo como salvador y su mensaje no puede ser de condena. Viene a traer la Buena Noticia, es decir a recordar el empeño que tiene Dios por buscar y salvar al pecador, y no a acusar ni a amenazar con castigos. No será un profeta de los que se pasan el tiempo regañando por lo mal que se hace todo sino un mensajero de Dios que quiere animar a vivir con alegría y confianza, que quiere mostrarnos un motivo para empezar a vivir con ilusión la vida nueva del Evangelio.
El papa Francisco nos ha insistido en este estilo positivo para la Iglesia de nuestro tiempo. Nos anima a mirar con ilusión todo el trabajo que tenemos por delante y nos impulsa a llevarlo a cabo con confianza porque Dios nos limpia de nuestras miserias.
Muchas veces queremos educar a los niños a base de regañinas señalando constantemente todo lo que hacen mal. Con esto podemos terminar dañando su autoestima y haciendo que se sientan malos y torpes; mejor será que les ayudemos a superar sus fallos haciendo ver todo lo que pueden lograr cuando se esfuerzan por hacer las cosas bien.
Creo que en la Iglesia nos pasa muchas veces lo mismo: nos quejamos de lo mal que está todo y empezamos a regañar;  porque hemos perdido los valores, porque dejamos de lado a Dios o porque somos muy mediocres como cristianos y no damos testimonio. Al final, con este mensaje tan negativo lo que conseguimos es desanimarnos todos por completo y sentimos que no somos capaces de cambiar nada.
El Señor quiere anunciar a los pobres la Buena Noticia. Aquí no tiene sentido condenar nada y mucho menos pasar el tiempo quejándose. Jesús ha venido al mundo para liberar, para dar la vista y traer el perdón y la gracia. Vamos a dejarnos de lamentos y miremos al Señor con esta oferta tan interesante que nos trae; en vez de criticar tanto lo mal que está todo vamos a hablar de todo lo bueno que recibimos del Señor y de lo que podemos llegar a lograr con su ayuda. ¿Será muy difícil ser positivos? Yo creo que no; me parece, más bien, que éste es el camino para emprender el trabajo por el Reino con ilusión y así transmitir alegría y optimismo. Tenemos un proyecto precioso para este mundo, una meta extraordinaria que es construir la fraternidad universal, como nos propone el papa: hacer la revolución de la ternura, y para esto contamos con la colaboración del Señor en persona que nos sigue liberando y sanando. ¿No es ésta una razón fuerte para la alegría? Con esta alegría es como podremos dar ánimos a los pobres y tal vez contagiar a todos los que desean darle un sentido profundo a su vida.


Te pido, Señor, que tú me abras camino y me llenes de tu gracia para que me sienta fuerte por conocer tu salvación que es el gozo para mi alma. Que la alegría que tú comunicas con tu presencia sea la luz de la Iglesia para el mundo.