sábado, 26 de abril de 2014

La alegría de ver al Señor

Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. (Jn 20,20)

En la vida nos tocan momentos de tristeza y momentos de alegría y esto se va repitiendo continuamente. Hoy toca encontrar al Señor resucitado y llenarse de alegría como aquellos discípulos. Sabemos que estaban confusos y llenos de miedo, porque su Señor había muerto en la cruz pero pudieron comprobar que todo lo que él les había anunciado era cierto. Que tenía que padecer para entrar en su gloria, que había que morir para resucitar y derrotar a la muerte. También les predijo que estarían tristes pero que su tristeza se convertiría en alegría. Al ver a su Señor Resucitado se llenaron de inmensa alegría, de una alegría que necesita compartirse con los demás y con entusiasmo le dijeron a Tomás que lo habían visto.
Seguro que todos tenemos inquietudes y motivos de tristeza o de preocupación. Y el Señor quiere estar en medio de nosotros para comunicarnos su alegría. No se trata de negar los problemas, sino de sentir la fuerza que nos da la presencia de Jesucristo vivo en nuestras vidas.
También vamos a escuchar su Palabra y a meditarla para comprender todo lo que nos está diciendo. Nos sorprendemos cuando vemos que está hablando con cada uno de forma muy personal. Descubrimos que es verdad que ha resucitado, que está vivo y que se interesa por nosotros y nos habla al corazón.
Lo vamos a contemplar en la Eucaristía, porque él ha querido que lo veamos y que lo comamos en ese pan eucarístico. Podremos decir con alegría que lo hemos visto y que lo hemos comido para que esté con nosotros.
Lo podemos servir en nuestros hermanos, porque él ha querido identificarse con cada persona y de un modo especial con los más pobres y necesitados.
Así, con entusiasmo podremos decir como los discípulos: Hemos visto al Señor. Es verdad que Jesús ha resucitado y que vive para siempre.


Cada día te siento junto a mí y haces que mi tristeza se convierta en alegría. Concédenos a todos los que te seguimos ser capaces de transmitir esta alegría de conocerte y con ella transformar el mundo.

jueves, 17 de abril de 2014

El amor hasta el extremo

Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Jn 13,1)

¿Cómo podríamos llegar a entender todo la historia de Dios con la humanidad? ¿Cómo podríamos penetrar el interior de Dios para comprender el por qué de todo lo que ha sucedido? No hay ninguna otra razón que el Amor, así con mayúscula. El amor que mueve el corazón de quien ama para buscar siempre lo que más puede beneficiar al ser amado, el amor que está dispuesto al mayor de los sacrificios por aquella persona a la que se ama. Así podemos encontrar sentido a la presencia de Jesús, que es Dios, entre nosotros. Ha venido a este mundo para inundarlo de amor y transformarlo con la fuerza poderosa de ese amor. Además de pasar entre nosotros y de amarnos hasta el extremo nos ha puesto unos medios muy sencillos para que lo podamos sentir y así nos sintamos amados por él.
Nos ha dejado la Eucaristía para que lo recibamos a Él mismo en persona y le permitamos amarnos y colmarnos con su ternura. Así, al recibir a Jesús en el pan eucarístico nuestro corazón se va empapando de ese amor y se va haciendo capaz de darlo todo, de entregar la vida y hasta de sacrificarse por los demás como él hizo por nosotros.
Nos ha dejado un mandamiento nuevo que no podía ser otro que amarnos unos a otros como él nos ha amado, hasta las últimas consecuencias.
Si no experimentáramos el amor sería imposible para nosotros conocer a Dios. Pero porque amamos y sabemos lo que se siente por un ser querido, comprendemos fácilmente lo que Dios siente por nosotros y lo que ha movido a Jesucristo a entregar su vida para nuestra salvación.
El amor hasta el extremo de Jesús lo vamos a convertir en estos días en una celebración que durará hasta el domingo. Así haremos que sea una experiencia personal que vamos a vivir gracias a los sacramentos pascuales. Es el amor que lo da todo en la cruz, incluso a su propia madre, es el amor que llega a ser mucho más poderoso que el mal y puede triunfar sobre el pecado y la muerte.


Contemplando tu pasión me he sentido amado profundamente por ti, siento como se alejan de mí todos mis pecados porque tú los has perdonado para hacerme un hombre nuevo. Siento cómo me inunda un amor que arde como un fuego dentro de mí que no se extingue; y siento también que cuentas conmigo, a pesar de mi ingratitud y de mi indiferencia, para que sea testigo de tu amor en medio de mis hermanos.

sábado, 5 de abril de 2014

LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? (Jn 11,25-26)

    Jesús llegó a Betania cuando Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Después de cuatro días, no había ya mucha esperanza de que pudiera suceder algo extraordinario. En esas circunstancias le pide a Marta que crea.
   Creer es una opción en la vida. Y cuando creemos no lo hacemos porque tenemos evidencias, si las tuviéramos no necesitaríamos creer. Más bien creemos porque hemos puesto nuestra confianza en alguien que lo puede todo, que está por encima incluso de la naturaleza.
    Marta hizo una confesión de fe en Jesús: “Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. En esas afirmaciones es donde ella podía encontrar el motivo profundo para confiar que todavía podría hacer lo que a todas luces es imposible.
    Jesús sabía también que su Padre no le fallaría y se confió en él. En la oración del huerto aceptó su voluntad y se entregó voluntariamente a la muerte. Pasaron tres días antes de que se anunciara la Resurrección. Los discípulos también dudaron y tuvieron miedo. Era difícil creer en lo imposible. Pero Él es el Señor de todo y puede transformar hasta la muerte.
    Hoy me veo, como siempre, envuelto en mis dudas y en mis miedos. Miro a mi alrededor y veo que no tengo razones para esperar nada, sin embargo contemplo a mi Señor en una cruz, entregando la vida por mí y siento que puedo confiar en él siempre. Cuando menos lo espere me volverá a sorprender mostrándome su gloria.


Tú has vencido al mundo obedeciendo al Padre hasta dar tu vida por amor. Así eres poderoso y grande. Contemplando tu cruz puedo entender el valor de una vida entregada. En la cruz está la verdadera sabiduría y la fuerza imparable que todo lo transforma.