sábado, 18 de diciembre de 2021

MARÍA VISITA A ISABEL

 

Bienaventurada la que ha creído, 
porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá. (Lc 1,45)

 

Isabel se dirige a María con palabras muy solemnes. La llama bendita entre las mujeres, llama bendito al fruto de su vientre, la llama madre de su Señor y también bienaventurada por haber creído. Nos dice el evangelio que estaba llena del Espíritu Santo. Isabel ha tenido una revelación de Dios y ha descubierto que Cristo, el Señor, está en el vientre de María. Ella es por eso la madre de su Señor. San Juan en el vientre de su madre también ha saltado de alegría ante la presencia de Jesucristo.

Isabel llama a María Bienaventurada. Merece la pena pensar en este anuncio. María es verdaderamente bienaventurada pero no porque las cosas vayan a ser fáciles, que no lo serán, sino porque Dios cumplirá lo que le ha prometido. Recordemos cómo fue la vida de María y cuál fue su bienaventuranza.

María es bienaventurada pero su hijo ha nacido en un pesebre, entre los pobres. Es un rey, descendiente de David, como le había dicho el ángel, pero no ha nacido en un palacio real rodeado de lujos y sirvientes. Aun así ella es bienaventurada porque todo lo que ocurre es lo que Dios tiene previsto. Por eso irá guardando en su corazón todas estas contradicciones que va viviendo para llegar a comprender cómo es la forma de actuar de Dios.

María será bienaventurada aunque vea a su hijo morir en una cruz como si fuera un criminal. No dudará nunca, a pesar de tanto dolor y tanta contradicción, porque Dios le ha hablado y no fallará en su promesa.

La Resurrección del Señor y su ascensión al cielo serán la prueba de que Dios cumple siempre su Palabra aunque no evite sufrimientos y noches oscuras.

María es verdaderamente bienaventurada y bendita entre las mujeres. Así se lo vamos repitiendo constantemente. Porque ella ha recibido el favor de Dios de una manera insólita, es la llena de gracia, y nos ha llenado a todos de paz y esperanza.

Mirando hoy a María, la madre de mi Señor siento que Dios también me ha hecho a mí bienaventurado. Nunca falta a su Palabra, me colma de bienes y me recuerda siempre cuánto está dispuesto a dar por mí para que crea, para que me salve, para que no me desanime, para que obedezca sus mandamientos y me esfuerce en ser santo. Y todo lo que me ha dicho se cumplirá.

 

Señor Jesucristo, tú llenas de luz mis tinieblas con tu presencia. Me haces comprender tu Palabra y me llenas de esperanza porque eres capaz de transformar todo lo negativo llenándolo de tu poder de salvación. Tú nunca fallas a tu Palabra y me has dejado el ejemplo de tu madre para que sepa meditar en el silencio todo lo que ocurre a mi alrededor y llegue a comprender todo lo que haces por mí.

 

viernes, 19 de noviembre de 2021

JESUCRISTO, NUESTRO REY

 


Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.» (Jn 18,36-37)

 

Ante la pregunta de Pilato Jesús da una respuesta desconcertante, afirma que es rey. Pero no de este mundo. Son palabras que nos hacen pensar. Él mismo explica lo que pasaría si fuera como un reino de este mundo, que su guardia habría salido a defenderlo, dispondría de un ejército armado y tendría un poder claro sobre los demás. Su reino es de otro mundo, de otro estilo, pertenece a otro ámbito porque está en la intimidad misma de Dios. Su Reino mira a Dios y a su bondad, a su misericordia, a su amor entrañable de Padre.

En segundo lugar Jesús habla de la verdad. Él es testigo de la verdad y el que es de la verdad escucha su voz. Tendríamos que deducir que quien no escucha su voz no es de la verdad.

Los que lo han llevado ante Pilato para condenarlo a muerte se han valido de la mentira, frente a ellos Jesús es testigo de la verdad.

Jesús es mi rey verdadero. Así quiero reconocerlo y por eso quiero ponerme a su servicio. Es un rey poderoso pero no me impone nada por la fuerza. Él quiere convencerme con el ejemplo, con el testimonio de la verdad y lo hace dando su vida y perdonando. En toda su entrega he sentido el poder de su realeza.  Él es mi rey porque me ha ganado con su amor.

Su reino no es de este mundo. Ya vemos como funcionan los reinos de este mundo buscando el poder y tratando de conservarlo a toda costa, muchas veces por medios bastante dudosos. El reino de Jesús es el Reino de Dios. Se basa en el amor, en la lucha por la justicia y el trabajo para aliviar la pobreza y el sufrimiento de los pequeños.

Es también el anuncio de un mundo nuevo donde seamos de verdad felices sin ningún tipo de dolor y esta utopía tenemos que ir haciéndola realidad cada día con nuestro esfuerzo, aunque nos cueste la vida.

Los reinos de este mundo pasan, unos dan lugar a otros. El poder es efímero como todo lo humano. El reino de Jesucristo no tendrá fin. A la hora de tomar una decisión mejor es unirse a esta causa que va a traspasar las fronteras del tiempo y hasta de la muerte.

 

Tú eres mi rey, Señor Jesucristo. El rey de los reyes y Señor de señores, el príncipe de la paz. Tú nos has librado por tu sangre del poder de nuestros pecados, así nos has ganado y nos has convertido en miembros de tu Reino Santo. Tú nos has convertido también en sacerdotes de Dios por eso quiero ofrecer mi vida con la tuya para hacerme como tú un sacrificio agradable y verdadero.

 

 

 

sábado, 13 de noviembre de 2021

EL HIJO DEL HOMBRE VENDRÁ SOBRE LAS NUBES

 

En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. (Mc 13, 24-27)

 

La verdad es que siempre me resulta inquietante este anuncio de Jesús. Nos está diciendo que antes de su venida vendrán tiempos difíciles y de gran angustia. Los signos que nos presenta son cosas tan terribles como las estrellas cayendo del cielo y una gran oscuridad. Pero todo esto no es para perder la paz sino todo lo contrario es el momento de esperar con alegría la venida del Señor con gran poder y majestad.

Nos pone a prueba para comprobar en quién ponemos nuestra confianza y en qué  ponemos nuestros intereses.

Cuando hemos conocido a Jesucristo y hemos decidió ser sus discípulos ya hemos tomado una decisión. Si de verdad es él y su evangelio nuestro único interés no tendremos ningún miedo a los cataclismos que nos anuncia este discurso. Nuestra fe y nuestros intereses no están puestos en las cosas de este mundo que al final pasarán: el cielo y  la tierra pasarán. Si hemos dedicado nuestros intereses a las cosas de este mundo nos llevaremos un gran disgusto, porque todo se tambaleará y llegará a su fin. Serán entonces días de gran angustia. Pero si hemos puesto nuestro corazón en Jesucristo y su Evangelio no perderemos nada importante: sus palabras no pasarán.


Los que hayan vivido para su propio bienestar y sólo han pensado en sí mismos se verán frustrados pero los que han vivido para los demás han ido preparando un gran tesoro en el cielo y brillarán como el fulgor del firmamento.

Hoy estamos también en una especie de apocalipsis con la pandemia, el volcán los anuncios de apagón, la crisis económica. Y en muchos lugares del mundo se vive el horror de la guerra y la violencia. No sé si será el final pero sí es, una vez más, la oportunidad para demostrar quién sigue el camino de Dios y hace el bien.

 

En medio de mis propias contradicciones espero Señor tu venida gloriosa que todo lo renueve.

sábado, 9 de octubre de 2021

CIEN VECES MÁS

 

«Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.» (Mc 10,29-30)

 

En el Evangelio leemos cómo aquel hombre bueno que había cumplido los mandamientos se marchó muy triste cuando Jesús lo animo a vender todos sus bienes y repartir el dinero a los pobres. Se marchó triste porque era rico y estaba apegado a sus cosas. No le fue difícil cumplir los mandamientos pero llegar hasta la entrega total para seguir a Jesús ya era otra cosa. ¿Se marchó para no volver? El evangelio no nos dice nada al respecto, pero yo me imagino que aquella mirada de Jesús llena de amor debió de quedarse clavada en él fuertemente y tal vez pudo ir haciendo un camino con Jesús para llegar a la donación total de su persona.

Frente a este hombre están los apóstoles que lo han dejado todo para seguir a Jesús. Para estos Jesús promete el ciento por uno de lo que se ha dejado y la vida eterna en la edad futura. La verdad es que es una oferta muy interesante. Lo que pasa es que hay que descubrir este tesoro escondido que vale más que todas las riquezas. Hay que entender que es mejor tener riquezas en el cielo y no acumular bienes en la tierra donde no vamos a estar eternamente.


En parte yo soy como el rico apegado a mis cuatro cosas y en parte soy también como los apóstoles, porque yo también lo he dejado todo. Podría decir que no es blanco ni negro ni gris lo que hay en mí sino una gama de colores.

Yo he renunciado a mi familia, a mis raíces y a muchas cosas de mi vida para dedicarme por entero al anuncio del evangelio. He renunciado a formar una familia o a tener un trabajo que me procure mejores ganancias. Estoy abierto a obedecer y a ir a donde me digan. Esto es renunciar a las cosas materiales, sin duda. Por eso también confío en que Jesús cumplirá en mí su promesa de darme el ciento por uno, aunque no falten persecuciones o problemas de cualquier clase.

Pero reconozco también que tengo mucho apego y que no acabo de desprenderme del todo, reconozco que me causa mucha tristeza verme solo o sentirme pobre, reconozco que me gustan las cosas que tengo y que me he querido preparar el futuro por lo que pueda pasar. No tengo mucho, pero tengo mucho apego a lo que tengo.

El Señor me dice que me deshaga de todo y yo, como el joven rico, no soy capaz y me siento triste de pensarlo. Pero no dejo de seguir a Jesús y espero que él sea capaz de cambiar en mí todo esto. En él encuentro la verdadera sabiduría.

 

Señor Jesucristo tú eres la verdadera sabiduría, tus palabras son más valiosas que todas las riquezas del mundo, tu vida y tu amor están por encima del oro y de la piedras preciosas. Yo sé bien que tú multiplicas por cien todo lo que se pone en tus manos. Aumenta mi fe para creer en tu evangelio, aumenta mi caridad para desprenderme de todo lo que me ata a este mundo pasajero.

sábado, 18 de septiembre de 2021

 

Acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.» (Mc 9,36-37)

 

Jesús anunciaba su muerte y resurrección pero los discípulos andaban discutiendo entre ellos sobre quién era el más importante. Una vez más se ve el contraste entre pensar como Dios y pensar como los hombres. El Señor tenía una tarea complicada para poder hacer entender a sus seguidores el mensaje que estaba transmitiendo, porque se trata de hacer las cosas al revés de lo que el mundo nos ofrece. Es decir, que no hay que buscar grandezas sino hacerse pequeños, que el esfuerzo en la vida no tiene que buscar ser más o tener más o llegar más alto sino todo lo contrario, ser menos, hacerse más pobres y quedarse en el último puesto. Pero ¿quién puede entender algo así? Esto es lo que Jesús está viviendo y es lo que está enseñando. Hay que transformar la mente por completo para alcanzar a comprenderlo y esto requiere un trabajo constante que nos lleva toda la vida.

Por eso Jesús propone a un niño como ejemplo. Él se siente identificado en los niños. No sólo por su inocencia (que sabemos que también hay niños con maldad) sino porque es pequeño e insignificante. Un niño no nos va a conseguir un puesto importante ni nos va a lograr mucho dinero. En aquella época era todavía más claro. Así es Jesús, como un niño y así quiere que lo acojamos en los pequeños y en los que no tienen ninguna relevancia. Acoger a un niño es como acoger a Dios. ¿Qué significa esto?


Me da mucho que pensar. Porque a veces también busco a Dios para beneficiarme de todo lo que me promete, podría decir que busco a Dios porque me conviene. Estando cerca de Dios me puedo sentir más seguro, descubro un amor que me sobrepasa y recibo mucha paz y consuelo para mi vida. Y Dios quiere que lo acoja en un niño que no me va a lograr nada, incluso puede traerme complicaciones en mi vida.

Ya decía san Juan que el amor a Dios se demuestra amando al hermano, pues del mismo modo, acoger a Dios se demuestra cuando acogemos a los niños, a los pequeños e irrelevantes que no sólo no nos van a dar nada sino que además nos pueden complicar bastante la existencia.

Así lo vivió Jesús, su vida se complicó hasta el punto de ser condenado a la cruz y experimentar la más terrible soledad. Porque en el mundo además de los buenos y sencillos existen también los malvados y manipuladores y se siente molestos con el que es fiel a Dios y sigue sus caminos. Pero  no nos engañemos, la sabiduría sólo viene de Dios de los que le son fieles. Aunque el justo se vea sometido a la tortura y a la muerte ignominiosa no será abandonado de Dios, que es un Padre y sólo desea lo mejor para sus hijos.

Vivimos tiempos de confusión. Se nos quiere hacer creer que da lo mismo una cosa que otra, que todo es cuestión de lo que cada uno vea como bueno o malo, pero eso no es así. No es lo mismo vivir el amor que sembrar el odio, no es lo mismo darse a los demás que aprovecharse de ellos, no es lo mismo sacrificarse por el bien de todos que dejarse llevar por el propio egoísmo y vivir sólo para sí mismo. No es lo mismo.

Siempre habrá quien no quiera escuchar un mensaje de paz y amor, que no quiera saber que Dios es Padre misericordioso porque eso significa también esforzarse en vivir una vida nueva. Siempre habrá quien persiga y calumnie al que vive de forma intachable porque pone en evidencia el mal y la mentira.

Por eso hoy también es necesario hacerse pequeños para entender a Jesús. Hay que acoger a los niños para conocer a Dios más de cerca.

 

Siento que mi razón y mis sentimientos están también contaminados por mi condición de pecador. Señor yo no siento deseos de buscar humillarme, de no ser  nada. Todo mi ser está corrompido y por eso tengo que pedirte que vengas tú a renovarlo todo. Tú puedes entrar en mi vida y hacerte dueño de mi razón y también de mis sentimientos. Es la única forma que veo que me puede liberar de mis afectos desordenados para llenarme de toda la luz que hay en ti. Así será posible que me sienta feliz siendo pequeño e insignificante y que no me importe perderlo todo porque sólo tú eres mi riqueza y mi felicidad.

 

 

 

 

 

sábado, 29 de mayo de 2021

EL ÚNICO DIOS

 

«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mt 28,18-20)

 

Nuestro mundo moderno nos ha permitido conocer la grandeza del ser humano. Tenemos grandes avances en la tecnología que nos dejan impresionados; pienso en esto de la informática y de internet que nos permite casi tener el mundo en una mano. Algunas personas ante tanto poder llegan a sentir que tocan el cielo, que se han convertido en dioses. Hoy hay en nuestro mundo gentes tan poderosas que se sienten capaces hasta de decirnos cómo tenemos que vivir, qué tenemos que comer o cómo debemos de divertirnos.

En medio de todo esto nos ha llegado un virus que nos ha recordado que, en realidad somos muy débiles, muy vulnerables. Un bichito casi invisible puede llegar a pararlo todo. Así es de débil el poder humano. Y es que no hay más que un Dios por más que queramos ignorarlo.

Este Dios único no ha pretendido imponernos nada. Simplemente nos ama como un padre y quiere que seamos felices, por eso nos indica el camino para nuestro bien. Frente a las pretensiones de los grandes de nuestro mundo, el Dios verdadero ha preferido venir a nuestro encuentro y hacerse cercano, mostrarse como Padre misericordioso y ofrecer lo más querido, a su Hijo amado para que lo dé todo por amor. Jesucristo se ha hecho pequeño, se ha rebajado y nos ha dado su vida para que conozcamos la verdadera grandeza, que no es el poder sino el amor que lo entrega todo.

Para que podamos comprenderlo y seguir este camino de vida nos ha enviado también el Espíritu Santo que sigue haciendo posible la acción amorosa de Dios en medio de nosotros.

Yo quiero hoy mirar de nuevo al cielo para descubrir al único Dios verdadero.

 

Me siento perdido, Señor Jesús, en medio de mi propia flaqueza. Te miro a ti y sé que puedo contar contigo. Tú me conoces y me dices que no tema. Lo has prometido y no puedes fallar a tu Palabra, estás conmigo todos los días, estás con tu iglesia siempre hasta el final del mundo. Gracias por tu presencia y por tu cercanía. Tú eres mi consuelo en la dificultad.

domingo, 16 de mayo de 2021

JESUS SUBE AL CIELO

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. (Mc 16,19-20)

 

Celebramos la fiesta de la Ascensión como un momento culminante de la Pascua. El Hijo de Dios que ha bajado al mundo para salvarnos, ha sufrido y ha muerto en la cruz pero ha resucitado y ya no muere más, además ha subido al cielo y está sentado a la derecha de Dios, tiene todo el poder y toda la gloria de Dios.

Este retorno de Cristo al Padre supone que ya han cambiado muchas cosas. Dios ha cumplido su promesa de salvación; con la entrega del Hijo único hemos sido liberados del poder del pecado, ha sido derrotado el diablo con sus tentaciones, la muerte ha sido vencida y nos espera la resurrección y la felicidad eterna con Dios. Cristo vuelve al Padre  pero ahora tiene un cuerpo humano que lleva en su carne las marcas de la pasión pero que ya está lleno de gloria. Jesucristo regresa al cielo pero ha dejado en la tierra la semilla del Evangelio, la Buena Noticia que tiene que ser anunciada a toda la creación.

Jesucristo regresa al Padre pero no nos abandona, sigue con nosotros y nos alienta en la transformación del mundo. Nos ha prometido el Espíritu Santo que nos permitirá realizar las obras que él mismo hacía durante su vida terrena y nos ha asegurado que volverá de nuevo para culminar así la salvación del mundo.

Mientras esperamos su venida gloriosa no podemos quedarnos mirando al cielo. Es la hora de salir a proclamar a toda la creación esta Buena Noticia y acompañar este anuncio con las señales que el Señor nos permite realizar.

Cuando se acoge con la fe el anuncio del Evangelio suceden cosas extraordinarias. Si creemos de verdad en Jesús resucitado veremos cómo se cumple todo lo que él nos ha dicho y quedaremos sorprendidos al ver como se ahuyentan los demonios, se sanan los enfermos, se hablan lenguas nuevas y estamos protegidos de todos los peligros.

El Señor ha subido al cielo, pero sigue muy cerca de nosotros y podemos gozar de su presencia y de todo lo que nos ofrece.

 

Señor Jesucristo, te contemplo lleno de poder y de gloria sentado a la derecha del Padre. Espero tu venida gloriosa al final de los tiempos y mientras tanto siento tu llamada a llenar este mundo de todos tus beneficios. Tu Palabra sigue cambiando mi vida, en la Eucaristía te puedo contemplar en la forma de pan y de vino, siento que estás acompañando a la comunidad que se reúne en tu nombre y siempre te encuentro cercano cuando me dirijo a ti en la oración. Gracias Señor por todos tus dones.


domingo, 2 de mayo de 2021

La vid y los sarmientos

 

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. (Jn 15,1-2)

 

Al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Esto es lo que me ayuda a comprender las pruebas y las situaciones que me desconciertan. No sé si estaré dando el fruto que debo, pero el hecho de que paso por la poda continuamente es señal de que sí estoy dando fruto y por eso el viñador, el Padre, me poda cortando todo lo que no es auténtico.


La verdad es que siempre termino mirando el evangelio según mis propias manías o mis preocupaciones concretas. Creo que eso no es malo, el evangelio hay que aplicarlo a la vida. Pero necesito la poda, necesito confrontar la voluntad de Dios con lo que es mi propia voluntad, comprender con más autenticidad la palabra de Dios y despojarla de todo lo que son mis particularidades. Necesito la poda para pasar de una fe infantil a una fe madura. Necesito la poda para dejar de confiar en mí mismo, en mis cualidades y en mis métodos y confiar en el poder de Dios. Necesito la poda para ser capaz de abandonarme a Dios y no tener miedo a nada.

Visto todo esto, mirando todo lo que hay en mí, reconozco que necesito mucha poda. Sé que la poda duele, que no es algo fácil. Pero me hará ser más auténtico y vivir con pasión mi entrega sacerdotal.

 

Yo te bendigo y te adoro, Señor Jesús, porque me permites estar unido a ti y dejas correr la savia de tu amor por mi vida para que produzca fruto abundante. Yo no puedo hacer nada sin ti pero contigo es posible vivir el amor y transformar el mundo.

jueves, 1 de abril de 2021

AMOR HASTA EL EXTREMO


 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Jn 13, 1)

 

Me quiero dejar impresionar por este amor de Jesús hasta el extremo. Él ama sin medida de ninguna clase. Lo da todo y no espera nada. Es más, los discípulos no estarán a la altura de lo que está ocurriendo, pero él se entrega hasta el final.

Dos amores muy fuertes descubro en Jesucristo: el Padre que es quien lo ha  puesto todo en sus manos. Viene de Dios y a Dios regresa. No tiene nada que temer, aunque le espere la pasión y la muerte. Todo está en las manos del Padre al que se encomendará en el momento final.

El otro amor son los hombres, los suyos que estaban en el mundo. Los ama aunque no es correspondido, porque ellos están más pendientes de sus asuntos.

Como era humano, no puedo pensar que le diera igual la actitud de los apóstoles que no comprendían nada de lo que estaba sucediendo. Pienso que para él era triste sentirse tan solo en un momento tan importante, pero su amor sigue fuerte. Los amó hasta el extremo y lo dio todo por ellos.

Pasará el tiempo, sucederán muchas cosas y llegará el momento en que los discípulos descubrirán el don que han recibido de Dios de tener entre ellos a Cristo y de haber participado en todos estos acontecimientos tan difíciles.

 

Señor Jesús cómo me impresiona hoy saber que soy amado de una forma tan incondicional. Puedo reconocer que yo no estoy a la altura de tanto amor, de un don tan extraordinario. Sé que soy ingrato contigo. Sé que protesto por todo y no me conformo con nada. Sé que recibo muchos dones y que no soy capaz de agradecerlos porque sigo en mis cosas, en mis manías, en mi egoísmo… porque me miro a mí mismo y no te miro a ti que eres quien me lo da todo. Limpia esta mirada mía. Que hoy, al celebrar una vez más la Santa Cena, tu amor me inunde y tu presencia viva en mí me llene de tu luz.

sábado, 6 de marzo de 2021

EL VERDADERO TEMPLO

 

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» (Jn 2,13-16)

 

No me encaja la imagen de Jesús enfadado y violento, lo reconozco. Pero es un relato que recogen los evangelistas y tiene un mensaje claro para mí. Por eso necesito hacer el esfuerzo de meditarlo y acogerlo.

Primero me llama la atención la frase: No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Es una llamada fuerte a no convertir el signo, que es el templo, en lo absoluto, que es Dios. Es decir, el templo no puede ser el centro de interés, ni siquiera el culto, sino Dios.


Esto me ha hecho pensar en el culto que le damos a nuestras imágenes sagradas. Muchas veces se convierten en lo absoluto y se les dedica mucha atención, se les atribuyen milagros. Yo pienso que se llegan a convertir en ídolos y comprendo el mandamiento de Dios de no hacerse imágenes de ninguna clase. La imagen de Dios es el ser humano.

También me llama la atención el signo del que habla Jesús ante la petición de los judíos: destruid este templo y lo levantaré en tres días.  Es un anuncio de su muerte y resurrección. Los discípulos recordarán después que él lo había dicho. Al hablar así está revelando su divinidad. Su cuerpo es el verdadero templo donde habita Dios y no el magnífico edificio de piedra del que solo queda el muro de las lamentaciones.

Es el signo de la cruz, que según Pablo, es necedad y escándalo. Hace falta reconocer a Jesús como Dios para aceptar sus palabras, porque no va a haber otro signo que nos consuele o nos permita confiar en él.

Finalmente aparece Jesús desconfiado de la gente. De pronto tiene muchos discípulos pero él conoce lo que hay dentro de cada persona y sabe que cuando las cosas se pongan difíciles todos lo abandonarán, hasta Pedro lo negará. La confianza de Jesús está puesta sólo en el Padre que lo ha enviado y por eso estará dispuesto a llegar hasta el final. No busca la aprobación de los hombres sino el cumplimiento de la voluntad del que lo ha enviado.

 

Una vez más, Señor, tengo que contemplarte en la cruz como respuesta a todas mis preguntas y mis dudas. Tú me enseñas que cuanto más se muere más vida se tiene. Es una paradoja pero yo creo en ti y en tu Palabra.

Hoy me siento perdido ante los desafíos de este mundo. No tengo respuesta ante los argumentos de unos y de otros, soy débil frente a los poderosos que tienen tantos medios para influir en la forma de pensar de la gente, soy incapaz de frenar la violencia y el odio que se extiende con mensajes muy bien preparados. Frente a todo esto tú me llamas a ser testigo del Evangelio y sólo puedo mirar a la cruz. Veo a un hombre fracasado, solo y muriendo de forma injusta y sé que ahí está la verdadera sabiduría y la verdadera fuerza porque Dios está presente en esta debilidad.

domingo, 28 de febrero de 2021

LA GLORIA DEL SEÑOR

 

Se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. (Mc 9,2-3)

 

La transfiguración es una revelación de la gloria de Cristo, una manifestación clara de su divinidad. La sensación es tan extraordinaria que Pedro quiere quedarse ahí para siempre. El cielo ha bajado a la tierra y hasta los santos entran en acción, Dios mismo revela el misterio de su Hijo amado.

Pero la divinidad de Jesús no le va a impedir aceptar plenamente su condición de hombre mortal. Después de este momento de gloria hay que bajar a la realidad y enfrentarse a la cruz para llegar a la resurrección.

Y es que la gloria de Dios no tiene nada que ver con la forma humana de entender la gloria. Cristo mostrará su gloria también en la pasión y podemos llamarla por eso gloriosa pasión. Tan grande es esa gloria de Jesús en su muerte que el centurión que está cuidando de los condenados se rinde ante lo que está viendo y reconocerá a Jesús como Hijo de Dios

Porque la gloria del Señor se muestra en su entrega, en su obediencia al Padre y en su amor por todos.

Contemplemos a Cristo transfigurado también hoy en medio de nosotros. La voz del Padre, que escuchamos al proclamar la Palabra nos dice que es su Hijo amado y que lo escuchemos. Escuchemos, pues, al Señor Jesús que tanto tiene que enseñarnos.

La gloria del Señor se nos muestra en la oración, en la intimidad de nuestro corazón porque en medio del silencio nos permite entrar en el cielo y estar en la compañía de los santos.

La gloria del Señor se nos presenta también en la Eucaristía, cuando las palabras de la consagración ponen ante nosotros el cuerpo y la sangre de Cristo y hacen presente el sacrificio del Calvario.

La gloria del Señor está también muy viva en nosotros que somos capaces de amar y perdonar a los hermanos, que nos sentimos movidos a servir a los pobres y queremos cambiar este mundo con la fuerza del Evangelio.

La gloria de Cristo que aceptó la cruz, también la experimentamos en nuestros fracasos y en nuestras noches oscuras, que nos liberan de nuestro egoísmo y nos hacen confiar y creer en el amor de Dios por encima de todo.

Hoy resplandece el Señor con una blancura deslumbrante no perdamos la oportunidad de gozar de este resplandor.

 

¡Qué bien se está aquí, contigo, Señor! Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Te doy gracias porque me has concedido este don de estar siempre cerca de ti y de poder alabarte, bendecirte y suplicarte.

domingo, 14 de febrero de 2021

JESUCRISTO SE COMPADECE


 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. (Mc 1,40-42)

 

La  petición del leproso es todo un acto de fe.  Se puso de rodillas porque reconocía que Jesús no era un simple hombre, lo reconoce como a Dios que está en medio de nosotros. Sabe que Jesús tiene poder para sanarlo y se lo dice en voz alta: si quieres, puedes. Jesús puede hacerlo todo, lo puede todo.

El Señor quiere, porque se rinde ante la fe del leproso y porque se compadece de su sufrimiento. Una enfermedad que, además de tenerlo lleno de llagas y dolores, lo obliga a estar aislado de la sociedad y alejado de la gente, haciendo aun más dura su enfermedad.

La Palabra de Jesús es muy poderosa, ha realizado la curación del leproso. Nos dice que quedó limpio. Quedó limpio de la lepra y limpio del pecado, que es el causante de todos los males.

Ante la pandemia que estamos viviendo, muchos enfermos están también padeciendo ese doble sufrimiento de la enfermedad y la soledad a la que se ven obligados para evitar los contagios.

Para salir de todo esto muchos expertos están trabajando buscando la forma de vencer al virus.

Tal vez es también el momento de buscar al Señor y confiar en su poder. Si él quiere puede hacer que todo cambie y que nos veamos liberados de este mal. Como creyentes lo buscamos para que sea él quien sane este mundo herido.

La limpieza de la que habla el texto, la entiendo yo en un doble sentido. Quedar limpio significa quedar también limpio del pecado. A fin de cuentas es el pecado el que ha hecho entrar el mal en el mundo y el que nos ha marcado con la enfermedad y la muerte. Jesucristo viene como salvador que nos limpia de todo mal, del mal de la enfermedad y del mal del pecado.

También siento la llamada a reavivar mi fe en el poder del Señor. Él lo puede todo y puede cambiar todo lo que me hace mal en mi vida, todo lo que me mancha o me tiene alejado de los demás. Las palabras del leproso se convierten para mí en una oración confiada.

 

Señor Jesús, mi salvador y mi Dios. Yo pongo en ti toda mi esperanza porque sé que lo puedes todo con solo desearlo. Si tú quieres puedes hacer de mí una criatura nueva. Si quieres puedes cambiar todo lo que hay oscuro en mí y llenarme de tu luz. Puedes llenarme de fe y de confianza en medio de las tormentas y las tinieblas. Limpia todo lo que estorba en mí para que pueda seguirte plenamente y entregue mi vida por completo al anuncio de tu Reino.

domingo, 31 de enero de 2021

JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD Y LIBERA DE LOS DEMONIOS

 

Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» (Mc 1,27)

 

Jesús hablaba con autoridad, a diferencia de los escribas. Sin duda los escribas eran personas muy preparadas, eran expertos en la escritura y en las tradiciones de los grandes maestros. Cuando se habla de autoridad no se refiere al conocimiento que tienen de lo que hablan. La autoridad es el poder que tiene esa enseñanza en el que la escucha.

Jesús no habla de cosas aprendidas en los libros sino de su propia experiencia de Dios como Hijo. Jesús se dirige a sus oyentes movido por el amor, por el deseo de hacerlos crecer como personas. Sus palabras convencen por eso tienen autoridad.

La gente se queda asombrada de todo esto porque descubren cómo esa enseñanza no los deja indiferentes, hay algo en esa doctrina que les remueve la conciencia: se sienten amados y valorados, desean también que sus vidas cambien y sienten muy cercano a Dios.

La autoridad de Jesús se hace notar hasta en los demonios. El evangelio nos muestra como el Maligno tiene una especie de ejército de espíritus malignos que atormentan a la gente. Estos se manifiestan de forma evidente ante la presencia de Jesús porque no pueden resistirse a su poder. Saben que viene a acabar con ellos y que es el Santo de Dios.

Jesús realiza un exorcismo ante los presentes y el espíritu inmundo no puede resistirse a su autoridad, aunque retuerce a su víctima y da un grito muy fuerte, termina por salir de él y dejarlo liberado.

La presencia de Jesucristo anula el poder del maligno, hace temblar a los demonios.

Yo pienso que tenemos que retomar la visión del mundo que nos propone el evangelio como una realidad que supera lo que podemos ver y constatar. No nos excusemos pensando que en la antigüedad no se conocían las enfermedades mentales, los hombres de aquella época eran muy inteligentes y nos han dejado una huella extraordinaria.

Existen entidades sobrenaturales que nos están afectando para el bien y para el mal, existen los demonios o espíritus malignos que quieren ponernos tropiezos para que no alcancemos la bendición que Dios nos está otorgando constantemente. La mayoría de las veces nos afecta con la tentación, con la duda o con el desánimo, otras veces tienen manifestaciones más duras y por eso la Iglesia practica exorcismos desde siempre.

Frente al poder de los demonios tenemos con nosotros a Jesucristo que es mucho más poderoso y nos libera de su influencia, ha venido a acabar con ellos.

La Palabra de Jesús está llena de autoridad, puede transformar nuestra vida por sí misma. Nos convence y nos ilusiona con el proyecto del Reino de Dios. Nos sentimos atraídos por él como aquellos discípulos que lo dejaron todo para seguirlo, porque es una Palabra muy poderosa.

La autoridad de Jesús también se manifiesta sobre los espíritus inmundos que entorpecen nuestra vida. Por eso necesitamos sentir muy dentro a Jesucristo con su poder salvador y liberador.

Escuchar el Evangelio, estar con el Señor en la oración, participar de los sacramentos y vivir el amor al prójimo, son acciones que nos llenan de la luz de Cristo y ahuyentan de nosotros toda influencia maligna.

 

Yo te alabo Señor Jesucristo porque me has hablado con autoridad y tu Palabra ha entrado dentro de mí y me ha dejado desconcertado. Yo de adoro porque eres mi Señor y me libras de todo mal, porque estás conmigo y no permites que la tentación sea superior a mis fuerzas. Tú me has enviado también como profeta en medio del pueblo para que proclame tu Palabra, para que te haga presente y muestre con sencillez que tú eres el Santo de Dios.

sábado, 23 de enero de 2021

CONVERTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO

 

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» (Mc 1,14-15)

 

Me llaman la atención todos los detalles:

Arrestaron a Juan, lo que significa que ser profeta es complicado, es peligroso y te puede costar ser arrestado; como se verá más tarde te puede costar también la vida porque ese será el final de Juan como un anuncio del final de Jesús.

Jesús se marchó a Galilea: Jesús comienza su ministerio en la periferia, donde están los pobres y los trabajadores, donde vienen los gentiles y los que no cuentan, están alejados de Jerusalén que es el centro de todo. Galilea será también una referencia después de la resurrección, allí es donde serán invitados los discípulos a encontrarse con el resucitado.

El mensaje tiene tres partes:

Se ha cumplido el plazo: Ha llegado el momento que todos estaban esperando, Dios ha enviado a su Mesías como había prometido por los profetas.

Está cerca el Reino de Dios: el contenido del mensaje es el Reino de Dios, es decir que Dios será el rey del mundo y se hará su voluntad. El reino de Dios será la salvación y la buena noticia para los pobres. Dios reina donde hay justicia, donde se vive el amor, donde unos se sacrifican por el bien de los otros, donde se lucha contra el pecado y se trabaja por la paz.

Convertíos y creed en el evangelio:

San Juan también invitaba a la conversión para recibir al Mesías. Hace falta arrepentirse de los pecados y emprender una vida nueva de santidad, pero también hay que creer en la Buena Noticia que se nos comunica, que puede dejarnos dudas porque no responda a nuestras expectativas. Hay que escuchar la llamada del Señor y seguirlo, después habrá que confiar en él porque no nos va a ahorrar dificultades y situaciones en las que nuestra fe se pondrá a prueba.

Los primeros discípulos responden enseguida a su llamada y dejan todo lo que tienen entre manos. Así es la vocación.

 

Te doy gracias, Señor, porque me has elegido también a mí para ser pescador de hombres. Es verdad que me siento desconcertado. Lo que tú me has pedido es mucho más de lo que yo soy capaz de hacer y, sin embargo has confiado en mí.

Reconozco que muchas veces me he sentido decepcionado porque yo me había construido  un proyecto que no es el tuyo, porque yo pensaba en el éxito humano y tú me pides que te siga sin condiciones y lo deje todo.

Pero no puedo dejar de alabarte porque siempre has estado conmigo y me has fortalecido en todas las dificultades. Eres tú quien llevas mi vida y haces que tu voluntad se cumpla. Tu Palabra se ha sembrado en el campo del mundo y sigue dando fruto en abundancia.

domingo, 10 de enero de 2021

BAUTISMO DE JESÚS

Apenas Jesús salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.» (Mc 1,10-11)

 

Jesús se bautizó aunque en él no había pecado ninguno. Fue una manera de hacerse solidario con los pecadores que sentían la llamada a la conversión.

El bautismo de Jesús se convirtió enseguida en una teofanía. La historia de la humanidad dio un giro en ese momento.

Podríamos decir que ya fue grande y gloriosa la encarnación del Señor en el seno de María y su nacimiento en Belén. Dios ha visitado nuestro mundo y lo ha llenado con su luz.

El bautismo del Señor vuelve a mostrarnos como el cielo y la tierra están unidos y hay una relación clara entre Dios y los hombres. En aquel momento esta realidad, que era invisible, se pudo ver y se pudo escuchar.

Fue también un momento crucial para el mismo Jesús que recibió en ese instante la unción del Espíritu Santo y marcó así el comienzo de su vida pública después de treinta años de vida oculta. Jesús es Cristo, el Ungido de Dios, el Mesías esperado que nos libera del pecado y de la muerte.

La voz del Padre es una proclamación del misterio de Cristo: es el Hijo de Dios y viene a cumplir una misión como siervo que se entrega y da la vida por los demás. Él es el siervo paciente que no gritará y que no apagará el pábilo vacilante, que impondrá el derecho y abrirá los ojos de los ciegos, como había anunciado Isaías.


El bautismo del Señor se convierte para nosotros en una  imagen de nuestro propio bautismo. Nosotros sí venimos heridos por el pecado desde nuestro nacimiento, pero el bautismo nos libera, nos limpia y nos obtiene el perdón, nos convierte así en nuevas criaturas, nos llena de la santidad de Dios.

Nuestro bautismo también nos convierte en hijos de Dios como Jesucristo y destinados a la misma herencia del hijo amado y predilecto. El padre dice de nosotros: “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”.

También viene a nosotros el Espíritu Santo y nos consagra para ser sacerdotes profetas y reyes; nuestra vida y todo nuestro ser pertenecen a Dios para ofrecer el sacrificio agradable de nuestra entrega a los demás, para proclamar su Palabra y para construir su Reino.

Por esto también se nos encomienda a cada uno una misión de parte de Dios. Somos hijos amados y predilectos como el siervo elegido a quien Dios prefiere para cumplir su mandato. El camino del siervo, que no gritará ni apagará la mecha humeante, nos anima a seguir los pasos de Jesucristo para hacer, cada uno desde nuestra propia vocación particular, la voluntad de Dios; para sembrar el amor en el mundo y llenar de alegría y esperanza la vida de los pobres.

 

Señor Jesucristo te doy gracias por haber venido enviado por el Padre y haber cumplido siempre su voluntad. Te alabo por tu entrega que me ha alcanzado el perdón y me ha traído la gracia que me permite vivir una vida nueva. Te bendigo, Señor Jesús, porque nos has dejado el bautismo como sacramento que nos permite formar parte de tu mismo cuerpo y de tu misma misión salvadora. Tú has pasado por el mundo haciendo el bien y me has curado de las heridas y de la opresión del diablo.

Sáname Señor, abre mis ojos ciegos, libérame del cautiverio de mis dudas y mis manías, sácame de la prisión de mi egoísmo y mi pereza, sácame de las tinieblas de mis pecados y de mi tristeza. Eres mi luz, Señor. Te necesito y necesito creer en ti para hacer tu voluntad y encontrar el sentido de mi vida.