sábado, 28 de octubre de 2023

EL MANDAMIENTO PRINCIPAL

 

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas. (Mt 22,40)


De nuevo, los fariseos intentan poner a prueba a Jesús, y de nuevo se llevan una fabulosa enseñanza. Le hacen una pregunta con trampa, tal vez piensan que Jesús no entiende bien los mandamientos porque se preocupa mucho de los pobres, de los enfermos y hasta de los pecadores. ¿Será que no sabe que el mandamiento principal es el amor a Dios?

Los judíos repetían constantemente que tenían que amar a Dios con todo su corazón. Jesús también conocía y practicaba este mandamiento. Nadie como Él amaba al Padre, y no dejaba de orar a pesar de la intensidad de su actividad.

Amar a nuestro Dios nos llena de vida y nos permite vivir la vida, con sus dificultades, sin perder la esperanza. Sabemos que todo lo tenemos con Él, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta, nos decía Santa Teresa.

Pero Jesús quiere también subrayar la forma concreta como se ama a Dios que es amando al prójimo como a uno mismo. La experiencia del amor de Dios nos hace corresponder a ese amor, amando al prójimo. San Juan nos dice que quien no ama a su prójimo a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.


Estos mandamientos son mucho más exigentes que los diez mandamientos del Sinaí, porque el que ama no se conforma con no hacer el mal, el amor busca el bien y es capaz de sacrificarse por el bien del ser amado.

Por eso, los mandamientos que Jesús nos plantea nos obligan mucho más que la ley de Moisés, porque no nos dejan tranquilos simplemente porque no hacemos el mal (no matamos ni robamos), sino que nos ponen una meta mucho más elevada: amar incluso a los enemigos. Sacrificarnos por los demás, sean quienes sean.

Esto es mucho más comprometido, es una meta tan alta que no la vamos a alcanzar en toda la vida y siempre tendremos que estar en camino. En definitiva se nos pide ser santos, como el Padre es Santo, como Cristo es Santo.

El mismo Señor está con nosotros y nos alimenta con su cuerpo, y nos da el Espíritu Santo. El Señor nos acompaña y hace, con la fuerza de su gracia, que sea posible andar este camino del amor.


Tus Palabras me enfrentan, una vez más a mi propia contradicción. Sé que quiero vivir como tú me pides pero veo que el pecado sigue en mí y que no hago todo el bien que desearía hacer. Te miro en la cruz dando tu vida por mí y descubro que no soy santo. Pero tú sigues tendiéndome tu mano, sigues confiando en mí y me permites continuar en este camino precioso que me lleva a tu Reino. Yo te alabo, Señor, te bendigo y quiero darte gracias en todo momento.


sábado, 21 de octubre de 2023

EL IMPUESTO AL CESAR Y A DIOS

 

Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. (Mt 22,16)

 

De nuevo tenemos una escena en la que algunos pretenden comprometer a Jesús con una pregunta. Sin duda, estudiaban muy bien las preguntas que tenían que hacer, estaba muy bien construida, para que cualquier respuesta se le volviera en contra. Pero, como siempre, Jesús tiene una respuesta que los deja sin palabras. Jesús es un hombre de Dios y tiene la sabiduría de Dios. Ellos mismos, con intención de adularlo, lo reconocen como alguien que enseña el camino de Dios conforme a la verdad.

A mí también me gustaría tener esta sabiduría, para responder como Jesucristo a todas esas dudas que se me plantean;  porque normalmente no  tengo respuesta para tantas cuestiones. Me gustaría alcanzar esa seguridad que tiene el Señor para no caer en las trampas que se esconden en muchas de estas dudas.

Pero para alcanzar esta sabiduría sólo hay un camino: estar más unido a Jesucristo.

Por eso, en el Evangelio puedo ir descubriendo cada detalle de Jesús para ir conociéndolo más de cerca y así dejar espacio en mí para que me llene su sabiduría.

En la oración puedo entablar una conversación profunda con el Señor, en ese diálogo es él mismo quien me va instruyendo y me va abriendo la mente.

En la iglesia encuentro también una gran ayuda. La comunión con Cristo no es algo individual, sino que se vive en comunidad. Todos juntos nos ayudamos unos a otros, con nuestra experiencia personal, a conocer mejor a Jesucristo.

San Pablo les refiere a los tesalonicenses el poder que tenía la predicación del Evangelio que los llenó de la sabiduría de Cristo.

El evangelio de Jesucristo es una Palabra muy poderosa que nos libra de nuestros males y nos puede llenar de fe, esperanza y caridad.

Frente al materialismo que quiere poner la felicidad en el tener y en el placer, la Fe en Jesucristo que nos salva y que para alcanzarlo nos anima a desprendernos de todo y a dar la vida.

Frente al materialismo que nos centra la mirada en este mundo material Jesucristo nos propone la Esperanza en la vida eterna porque este mundo material se termina pero después de la muerte nos espera la eternidad, la felicidad eterna en su compañía.

Frente al egoísmo materialista que nos anima a pensar en nosotros mismos, el evangelio nos propone el Amor, que nos descentra de nosotros y nos hace mirar hacia el otro. El amor es lo que puede llenar de sentido la vida humana. En Jesucristo alcanzamos esta sabiduría tan sorprendente.

 

Yo quiero, Señor, cumplir tu Palabra y quiero dar a Dios lo que es de Dios. Y de Dios es todo mi ser. Por eso necesito unirme a ti para caminar contigo y obedecer al Padre hasta el final cómo tú mismo hiciste.

 

 

 

sábado, 14 de octubre de 2023

EL BANQUETE DE BODAS

 

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.» (Mt 22,12-14)

 

De nuevo, con esta parábola, Jesús  nos relata la historia de la salvación: la invitación de Dios a la felicidad y el rechazo de Israel a los profetas y Jesús. Es el rechazo a la alegría, a la fiesta del Reino de Dios. Pero este rechazo ha propiciado que la invitación se amplíe a todos los que quieran acoger esta Palabra y a vivir esta vida nueva.

La sala se llenó. La invitación que muchos han rechazado ha sido aceptada por muchos más, se puede celebrar el banquete. Pero es necesario estar vestido de fiesta.

Me llama la atención lo del traje de fiesta. Creo que se puede interpretar de muchas maneras y voy a tratar de comprenderlo.

El traje de fiesta es la alegría con la que tengo que venir a encontrarme con Dios y los hermanos. Fiesta es alegría y no tristeza ni escrúpulo. La alegría de ver a tantos hermanos que se han encontrado con Cristo y vienen también a estar y a gozar con él. No cabe que los juzgue y los critique porque yo me crea mejor que ellos.

Traje de fiesta también lo entiendo como el corazón limpio, porque reconozco mis pecados pero me arrepiento de ellos y recibo el perdón que Dios me otorga, qué suerte tenemos de poder confesar y empezar de nuevo. Vengo con deseo de superar mis pecados y ser santo como mi Señor, como María.

El traje de fiesta es el amor a Dios y al prójimo. Qué belleza pone este amor en mi vida. Qué elegante es el corazón que ama y está dispuesto a darlo todo.

Sin el traje de fiesta no se puede participar en el banquete del Reino de Dios.

 

Gracias, Señor, por haber salido a mi encuentro para invitarme a tu fiesta permitirme participar de la gran alegría de estar contigo y de rodearme de todas las personas que te aman.