sábado, 29 de mayo de 2021

EL ÚNICO DIOS

 

«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mt 28,18-20)

 

Nuestro mundo moderno nos ha permitido conocer la grandeza del ser humano. Tenemos grandes avances en la tecnología que nos dejan impresionados; pienso en esto de la informática y de internet que nos permite casi tener el mundo en una mano. Algunas personas ante tanto poder llegan a sentir que tocan el cielo, que se han convertido en dioses. Hoy hay en nuestro mundo gentes tan poderosas que se sienten capaces hasta de decirnos cómo tenemos que vivir, qué tenemos que comer o cómo debemos de divertirnos.

En medio de todo esto nos ha llegado un virus que nos ha recordado que, en realidad somos muy débiles, muy vulnerables. Un bichito casi invisible puede llegar a pararlo todo. Así es de débil el poder humano. Y es que no hay más que un Dios por más que queramos ignorarlo.

Este Dios único no ha pretendido imponernos nada. Simplemente nos ama como un padre y quiere que seamos felices, por eso nos indica el camino para nuestro bien. Frente a las pretensiones de los grandes de nuestro mundo, el Dios verdadero ha preferido venir a nuestro encuentro y hacerse cercano, mostrarse como Padre misericordioso y ofrecer lo más querido, a su Hijo amado para que lo dé todo por amor. Jesucristo se ha hecho pequeño, se ha rebajado y nos ha dado su vida para que conozcamos la verdadera grandeza, que no es el poder sino el amor que lo entrega todo.

Para que podamos comprenderlo y seguir este camino de vida nos ha enviado también el Espíritu Santo que sigue haciendo posible la acción amorosa de Dios en medio de nosotros.

Yo quiero hoy mirar de nuevo al cielo para descubrir al único Dios verdadero.

 

Me siento perdido, Señor Jesús, en medio de mi propia flaqueza. Te miro a ti y sé que puedo contar contigo. Tú me conoces y me dices que no tema. Lo has prometido y no puedes fallar a tu Palabra, estás conmigo todos los días, estás con tu iglesia siempre hasta el final del mundo. Gracias por tu presencia y por tu cercanía. Tú eres mi consuelo en la dificultad.

domingo, 16 de mayo de 2021

JESUS SUBE AL CIELO

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. (Mc 16,19-20)

 

Celebramos la fiesta de la Ascensión como un momento culminante de la Pascua. El Hijo de Dios que ha bajado al mundo para salvarnos, ha sufrido y ha muerto en la cruz pero ha resucitado y ya no muere más, además ha subido al cielo y está sentado a la derecha de Dios, tiene todo el poder y toda la gloria de Dios.

Este retorno de Cristo al Padre supone que ya han cambiado muchas cosas. Dios ha cumplido su promesa de salvación; con la entrega del Hijo único hemos sido liberados del poder del pecado, ha sido derrotado el diablo con sus tentaciones, la muerte ha sido vencida y nos espera la resurrección y la felicidad eterna con Dios. Cristo vuelve al Padre  pero ahora tiene un cuerpo humano que lleva en su carne las marcas de la pasión pero que ya está lleno de gloria. Jesucristo regresa al cielo pero ha dejado en la tierra la semilla del Evangelio, la Buena Noticia que tiene que ser anunciada a toda la creación.

Jesucristo regresa al Padre pero no nos abandona, sigue con nosotros y nos alienta en la transformación del mundo. Nos ha prometido el Espíritu Santo que nos permitirá realizar las obras que él mismo hacía durante su vida terrena y nos ha asegurado que volverá de nuevo para culminar así la salvación del mundo.

Mientras esperamos su venida gloriosa no podemos quedarnos mirando al cielo. Es la hora de salir a proclamar a toda la creación esta Buena Noticia y acompañar este anuncio con las señales que el Señor nos permite realizar.

Cuando se acoge con la fe el anuncio del Evangelio suceden cosas extraordinarias. Si creemos de verdad en Jesús resucitado veremos cómo se cumple todo lo que él nos ha dicho y quedaremos sorprendidos al ver como se ahuyentan los demonios, se sanan los enfermos, se hablan lenguas nuevas y estamos protegidos de todos los peligros.

El Señor ha subido al cielo, pero sigue muy cerca de nosotros y podemos gozar de su presencia y de todo lo que nos ofrece.

 

Señor Jesucristo, te contemplo lleno de poder y de gloria sentado a la derecha del Padre. Espero tu venida gloriosa al final de los tiempos y mientras tanto siento tu llamada a llenar este mundo de todos tus beneficios. Tu Palabra sigue cambiando mi vida, en la Eucaristía te puedo contemplar en la forma de pan y de vino, siento que estás acompañando a la comunidad que se reúne en tu nombre y siempre te encuentro cercano cuando me dirijo a ti en la oración. Gracias Señor por todos tus dones.


domingo, 2 de mayo de 2021

La vid y los sarmientos

 

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. (Jn 15,1-2)

 

Al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Esto es lo que me ayuda a comprender las pruebas y las situaciones que me desconciertan. No sé si estaré dando el fruto que debo, pero el hecho de que paso por la poda continuamente es señal de que sí estoy dando fruto y por eso el viñador, el Padre, me poda cortando todo lo que no es auténtico.


La verdad es que siempre termino mirando el evangelio según mis propias manías o mis preocupaciones concretas. Creo que eso no es malo, el evangelio hay que aplicarlo a la vida. Pero necesito la poda, necesito confrontar la voluntad de Dios con lo que es mi propia voluntad, comprender con más autenticidad la palabra de Dios y despojarla de todo lo que son mis particularidades. Necesito la poda para pasar de una fe infantil a una fe madura. Necesito la poda para dejar de confiar en mí mismo, en mis cualidades y en mis métodos y confiar en el poder de Dios. Necesito la poda para ser capaz de abandonarme a Dios y no tener miedo a nada.

Visto todo esto, mirando todo lo que hay en mí, reconozco que necesito mucha poda. Sé que la poda duele, que no es algo fácil. Pero me hará ser más auténtico y vivir con pasión mi entrega sacerdotal.

 

Yo te bendigo y te adoro, Señor Jesús, porque me permites estar unido a ti y dejas correr la savia de tu amor por mi vida para que produzca fruto abundante. Yo no puedo hacer nada sin ti pero contigo es posible vivir el amor y transformar el mundo.