viernes, 14 de enero de 2011

El Cordero de Dios

Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo:
"Éste es el cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo. (Jn 1,29)

La expresión Cordero de Dios debe tener gran importancia porque en la celebración de la Eucaristía del domingo la repetimos hasta cinco veces. Por eso me ha parecido interesante tratar de descubrir todo su significado.
En primer lugar pienso que un cordero es un animal completamente inofensivo, es sinónimo de bondad y mansedumbre.
En segundo lugar el cordero aparece muchas veces como el animal que se sacrifica a Dios para recibir el perdón de los pecados, así Juan afirma que quita los pecados del mundo, también es el animal inmaculado que se ha de ofrecer en la fiesta de la Pascua.
Finalmente recordando el libro del Apocalipsis, el Cordero aparece como el triunfador en medio de toda la maldad del mundo. Es el cordero degollado que recibe todo el poder y todo el honor.
Pienso que con este título: Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, estoy explicando que Jesús es alguien de una inmensa bondad, a quien no he de tener ningún miedo porque jamás podrá hacerme ningún daño, más bien estará siempre dispuesto a buscar siempre mi bien y mi alegría.
Él es la víctima que se ha ofrecido en sacrificio para el perdón  de los pecados del mundo, su ofrenda ha llegado al punto culminante en la cruz.
Es también el Cordero Pascual, y la Pascua tiene ya un nuevo sentido, porque se ha convertido en la fiesta de la Resurrección.
Es por eso también el Cordero degollado del Apocalipsis al que se le ha entregado todo el poder y todo el honor. El es ya el Señor del Universo.
Es en la Eucaristía donde repetimos este título de Cristo. Antes de acercarnos a comulgar el sacerdote lo presenta diciendo las palabras de Juan. Así podemos reconocer en el pan Eucarístico a Jesucristo entregado por nosotros.

Cordero de Dios líbrame de mis pecados y dame un espíritu bondadoso, manso y sencillo. Haz de mi vida una entrega en tu nombre para el bien del mundo. Que tu luz brille en todas las naciones y que tu Salvación llegue hasta el confín de la Tierra.

miércoles, 5 de enero de 2011

Adoración de los magos

Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre; se pusieron de rodillas y lo adoraron;
abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos:
 oro, incienso y mirra Mt 2,11.

Una estrella brilló en el cielo anunciando que Dios había nacido. Los magos supieron interpretar el significado de aquella luz. Sintieron que un hecho como ese merecía todos los esfuerzos y todos los sacrificios: si Dios ha nacido hay que ir a adorarlo donde quiera que esté.
Cuando llegaron al lugar donde estaba Jesús se tuvieron que quedar sorprendidos. Qué gran impresión ver a Dios hecho hombre, recién nacido y viviendo entre los pobres.
Se pusieron de rodillas y lo adoraron. Ésta fue la forma silenciosa como ellos expresaron lo que les había revelado la estrella. Con sus regalos estaban proclamando el misterio que se encierra en este niño.
Ver a Dios ha merecido la pena todo el esfuerzo, todo el camino y todos los sacrificios.
Hoy brilla para nosotros la estrella que anuncia que Jesús ha nacido y está entre nosotros. Que no nos pueda la rutina y nos perdamos la oportunidad de sentirnos sobrecogidos como los magos al adorar a Cristo.
Lo tenemos más fácil, porque no es necesario que recorramos caminos tortuosos para encontrarlo, basta con que lo deseemos de corazón. Jesús ha venido a este mundo y se ha quedado para siempre con nosotros y está siempre a nuestro lado.
Adoremos a Jesucristo y también entreguémosle el regalo de nuestras vidas: el oro de nuestras buenas obras, el incienso de nuestra oración y la mirra de nuestro amor.

Eres la luz que alumbra mis tinieblas. Tú apartas de mi vida el pecado, me purificas con tu perdón y me fortaleces con tu amor. Has alejado de mí el temor y la desesperanza y has transformado mi corazón, siempre lleno de dudas en un corazón entregado. Ante ti doblo mis rodillas y te rindo mi adoración.

sábado, 1 de enero de 2011

Gracia sobre Gracia

De su plenitud todos nosotros hemos recibido,
y gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por Moisés,  
pero la gracia y la fidelidad vinieron por Cristo Jesús. (Jn 1,16-17)

Por haber pecado nos encontrábamos lejos de Dios, y habíamos llegado a ser esclavos. Pero Dios, lejos de llenarse de cólera, lo que sintió por nosotros fue una inmensa compasión. Él es un padre que nos ama y no quiere que ninguno se pierda. Por eso ha venido Jesús a traernos la Gracia y la Verdad.
Por medio de Moisés llegó la ley, como una expresión de la voluntad de Dios. Eran diez mandamientos elementales para cumplirlos y ser felices en este mundo. Pero el pecado ha seguido destruyendo nuestra vida y la ley se convirtió así en la causa de la condena.
Jesús nos ha traído la Gracia. Es el don de Dios que no pide nada a cambio, es gratuito, inmerecido. La gracia no significa otra cosa que un verdadero regalo. Pero dice todavía más. Hemos recibido gracia sobre gracia. Podemos decir que todo es gracia.
Por gracias hemos sido llamados Hijos de Dios, nos han perdonado los pecados, y estamos destinados a la vida eterna.
A mí que soy débil y que he destruido en mi vida la imagen de Dios con mis pecados, el Señor ha venido a decirme que me quiere mucho y que está dispuesto a dar su vida para rescatarme de esa esclavitud.

Me has regalado tantos dones como yo nunca habría imaginado. Me has llamado a tu servicio y me has convertido también en una gracia para mis hermanos. Yo te he dicho sí y te estoy entregando mi vida. Es verdad que soy torpe y que necesito cada día de tu misericordia. Pero no puedo hacer otra cosa que darte gracias en todo momento y proclamar a todos tu Amor.