jueves, 31 de diciembre de 2020

MARÍA MEDITA EN SU CORAZÓN

 

María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. (Lc 2,19)

María no podía alcanzar a comprender todo lo que estaba ocurriendo. Dios está cumpliendo todo lo que le ha dicho: ha concebido por obra del Espíritu Santo y ha dado a luz al rey Salvador. Lo que el ángel le anunció es cierto, pero todo lo que vive es desconcertante para ella. Ha sido madre y su Hijo es el Salvador del mundo, pero las circunstancias han hecho que nazca en la pobreza más absoluta.

Ahora vienen los pastores para recordarle que todo lo que el ángel le dijo es verdad. Ellos también han recibido la revelación del cielo y saben que este niño es el Salvador del mundo. Por lo tanto no cabe duda de que se ha cumplido todo lo que Dios anunció: El niño que ha nacido será grande y se llamará Hijo de Dios. Pero en este momento sólo es un recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.


Esto es también un mensaje del cielo, Dios está hablando en estos hechos para decir que su camino es la pequeñez, la debilidad y la pobreza. Así es como se hace grande y poderoso de verdad.

María no duda, porque es un modelo de fe. Simplemente conserva todo en su corazón y medita lo que está viviendo. Dios es diferente de nuestros planes pero no falla nunca a su Palabra.

 

Señor Jesús, cada día compruebo que es cierto que tú estás muy metido en mi vida. Cada día vivo situaciones muy concretas que me recuerdan que tú cumples siempre tus promesas.

Hoy necesito aprender de María a vivir cada momento desde la fe y la confianza. Es verdad, Señor, tus caminos no son mis caminos pero tú siempre haces lo que es bueno. Debo aceptar que me guíes en medio de cañadas oscuras y aprender que tú haces la noche clara como el día.

Virgen Madre, enséñame con tu ejemplo a guardar y meditar en mi corazón todo lo que Dios va haciendo a mi alrededor. Aprenderé en tu escuela del silencio a esperar con paciencia y a descubrir la grandeza de Dios en medio de lo pequeño.

domingo, 20 de diciembre de 2020

EL SÍ DE MARÍA

 

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» (Lc 1,35-36)

 

Ha llegado el momento en el que se van a cumplir las promesas que Dios había venido haciendo desde que entró el pecado y estropeo todo lo bueno que Dios había creado. Dios va a enviar a su Hijo único, al que ama como sólo é puede amar, porque su amor se extiende también a cada uno de nosotros y no puede dejarnos en esta esclavitud. Para llevar a cabo su proyecto necesita la colaboración de María.

María es libre para decir sí o no. Dios quiere contar con ella pero ha de ser ella quien responda y ponga su vida a disposición del plan de Dios. Lo que Dios le propone es muy hermoso porque ella será la madre del gran rey y quedará para siempre en la historia su generosidad por haber dicho sí a Dios. Pero también va a ser un gran sacrificio para ella aceptar la voluntad de Dios. Lo que Dios le pide es imposible a los ojos humanos y María, en su sencillez sabe bien que no puede estar a la altura de esa misión. Además será también muy duro para ella. Dios ha entrado en su vida para cambiar por completo todos sus planes. Pero ella es libre para decidir. Podría decir que no y seguir con una vida tranquila y olvidada, pero el mundo no recibiría entonces a su Salvador.

La generosidad de María, junto con José, nos permite hoy conocer a Cristo y alegrarnos de haber sido salvados.


A las puertas de la Navidad, en este año tan complicado en el que todo es tan distinto a lo de siempre, podemos alegrarnos una vez más porque el Señor viene a estar entre nosotros y nos salva. Hoy es un día para el asombro por el empeño de Dios de darse a conocer y para el agradecimiento por la entrega de su Hijo amado. Y también el agradecimiento a María por haber puesto su vida en manos de Dios y haber aceptado su voluntad con todas las consecuencias que supuso para su vida.

 

Siento también tu llamada y me quedo sobrecogido, porque todo lo que me pides me resulta imposible. Yo sé bien lo débil y lo ignorante que soy, yo sé bien lo lejos que estoy todavía de la santidad, lo torpe que soy para seguir tu camino. Pero tú te empeñas conmigo y cada día me propones un nuevo reto que me resulta inalcanzable. Me siento perdido y tú me dices una vez más: No temas, yo estoy contigo, para mí no hay nada imposible.


sábado, 5 de diciembre de 2020

PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR

 


Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."» (Mc 1, 2-3)

 

San Juan Bautista es el cumplimiento de la profecía de Isaías. Ciertamente él grita en el desierto que viene el Señor y anima a los que lo escuchan a convertirse para recibirlo.

Isaías hablaba del momento en que Dios vendrá a consolar a su pueblo. Presenta a Dios como un pastor pero con entrañas de misericordia que trata al rebaño con dulzura.

Es un anuncio de salvación para el pueblo que ha pecado, ha desobedecido a Dios y se ha acarreado su propia desgracia. Ante esa situación, Dios no es severo sino misericordioso. Ya está pagada su culpa y es el momento de venir en persona a traer la paz y la alegría.

El cumplimiento de este anuncio lo tenemos en la venida de Jesucristo al mundo. Él es Dios en persona que viene para consolarnos y no para reprocharnos nuestros pecados. Nos trae la salvación que es salud para nuestras dolencias y enfermedades y liberación del poder del maligno que nos atormenta. Con él llega a nosotros el Reino de Dios.

Seguimos necesitando que venga a salvarnos, porque también nos hemos alejado de Dios y hemos desobedecido. Nuestras culpas pesan sobre nosotros y necesitamos vernos liberados de este peso. Jesús viene a ser nuestro salvador.

San Juan Bautista se presentó primero  para preparar el camino. Su mensaje nos llama a la conversión, al arrepentimiento de los pecados y a decidirnos por llevar una vida nueva, una vida santa y piadosa. Si decidimos enderezar lo que está torcido y allanar lo escabroso pondremos al Señor el camino más fácil para que venga a nosotros y nos permita experimentar la fuerza de su salvación.

San Pedro nos recuerda que todo este mundo se desintegrará, porque todo lo material tiene su fin. Nuestra mirada ha de estar puesta en el cielo nuevo y la tierra nueva que esperamos donde habitará la justicia.

 

Ven Señor a consolarnos, porque hemos pecado y nos hemos alejado de ti y la vida sin ti es dura y triste. Ven y devuélvenos la confianza en un mundo nuevo donde habite la justicia porque todo esté lleno de tu amor y tu salvación. Llénanos de tu ternura para que seamos imagen tuya en medio de nuestros hermanos.

 

sábado, 21 de noviembre de 2020

EL JUICIO FINAL

 

Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. (Mt 25,34-36)

 

En otras parábolas de Jesús se nos habló de aquellas vírgenes que no habían sido precavidas y no llevaban aceite suficiente para sus lámparas o de aquel siervo miedoso que escondió el talento bajo tierra. En esta otra parábola podemos comprender qué quería decir tener el aceite preparado o ponerse a negociar con los talentos. Se trata de amar al prójimo y de socorrer a todos los que se encuentran en alguna situación de sufrimiento.

El Señor que se nos presenta como el rey que juzgará al mundo al final de los tiempos ha padecido también en su vida todas estas situaciones. Y se siente identificado con todos los que las están viviendo en la actualidad.

Es interesante que el castigo eterno no es por causa de haber cometido pecados muy graves sino por haber sido indiferentes ante los que sufren. Y el premio está reservado desde el origen del mundo para los que han vivido con un corazón misericordioso.

Me duele cuando entendemos la vida cristiana como una moral en la que señalamos los pecados y queremos cerrar las puertas a los que no consideramos dignos. La lectura del Evangelio nos muestra otra forma de entender nuestra relación con Dios. Jesucristo nos ha puesto siempre la mirada en los hermanos y sobre todo en los pobres que padecen. Y él mismo se iba a comer con los pecadores y era criticado por ello. El anuncio del Reino nos quiere comprometer a hacer de nuestra vida una entrega de amor con hechos concretos.

La iglesia de nuestro tiempo se tiene que distinguir por ser un lugar de acogida y de esperanza para todo el que la necesita. Como dice una de nuestras plegarias: que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.

En estos días complicados que estamos viviendo a causa de esta pandemia mundial también se pone a prueba nuestra fraternidad y nuestro compromiso por mejorar la vida de nuestros hermanos. Recordemos las otras parábolas que habíamos meditado y pongamos nuestros talentos en marcha. Con aquello que Dios nos ha dado hagamos todo lo que esté en nuestras manos para ser un signo del amor de Dios que nos cuida y nos alimenta.

 

Contemplo tu gloria, Señor Jesús. La gloria de un rey poderoso que va a juzgar el mundo. Pero eres también un hermano lleno de amor. Tu gloria también se muestra en tu presencia diaria en los hermanos que me necesitan mi amor  y mi cercanía.

Te contemplo en la Eucaristía y te adoro ante el altar. También te veo en los pobres y dándome a ellos te estoy rindiendo el culto verdadero.

domingo, 8 de noviembre de 2020

LAS DIEZ VÍRGENES

 

Llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. (Mt 25,10)

 

Cuando sentimos que no somos plenamente felices porque hay muchas cosas que lo impiden, podemos recordar estas palabras de san Agustín: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. O estas otras del salmo 62 que canta: “Mi alma está sedienta de ti.”. Nuestro deseo de felicidad es muy grande porque nuestro ser está hecho para llenarse de Dios. Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza y sólo él puede saciar nuestros deseos más profundos. Por eso, nuestra vida terrena está herida y clama y sufre hasta que encuentre la plenitud que sólo Dios puede darnos. Por eso el verdadero objetivo de nuestra existencia no es otro que alcanzar a Dios y encontrar en él la plenitud.

Nuestra mirada ha de estar puesta en el futuro definitivo. San Pablo nos recuerda lo que el Señor había anunciado: que al final vendrá entre las nubes del cielo para llevarnos a su morada y estar para siempre con Él. El deseo más profundo que podemos tener en la vida es estar siempre con el Señor y en esta certeza encontraremos consuelo ante la muerte y los sufrimientos que nos trae la vida. Todo quedará colmado cuando estemos con el Señor en su Reino.

Por eso Jesús nos cuenta esta parábola de las diez vírgenes.

En este relato los personajes no son buenos, no dan muestras de misericordia ni de solidaridad. Las vírgenes llamadas prudentes no comparten su aceite y dejan a sus compañeras expuestas a quedarse fuera, el esposo no tiene compasión y las deja en la calle.

Jesús quiere llamarnos la atención haciéndonos sentir con las necias la tristeza de haberse perdido el banquete de bodas. Qué triste será que el día definitivo nos quedemos fuera del Reino de Dios, nos perdamos la alegría de estar siempre con el Señor. Por eso hay que velar, estar preparados.

El día de nuestro bautismo nuestro padrino encendió una vela en el cirio pascual para significar que habíamos sido iluminados por Cristo y se nos invitó a caminar como hijos de la luz para salir así al encuentro del Señor con las lámparas encendidas. Esa luz de nuestro bautismo tiene que estar siempre ardiendo con el aceite de nuestra fidelidad al Señor, de nuestro amor al prójimo. Serem
os luz cuando hagamos desaparecer las tinieblas con nuestra vida evangélica.

Por eso hemos de dejarnos encontrar por Jesucristo. Él es la sabiduría que está al alcance de todo el que la busca. Él mismo, en persona nos busca y nos encuentra para que vayamos tras sus huellas. Unidos a Jesús estaremos siendo luz y nos encontraremos preparados con la lámpara encendida cuando sea el día de su llegada.

El verdadero anhelo de nuestra existencia es estar para siempre con el Señor, sería muy triste no alcanzarlo.

 

Mi alma está sedienta de ti, sólo tú puedes llenar el vacío que hay en ella. En ti encuentro la paz y la alegría que busco. Tú me consuelas en los momentos de dolor y me animas con tu amor y tu misericordia. Sólo tú puedes llenar de sentido mi vida y tus Palabras me animan a seguirte cada día.

domingo, 1 de noviembre de 2020

LOS SANTOS

 


Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. (Ap 7,9)

 

El relato del libro del apocalipsis nos lleva al cielo para contemplar a los santos que llegan como una multitud innumerable de toda raza y lengua que se postran y alaban a Dios. Así contemplamos este momento glorioso de los santos en la presencia de Dios por el que han dedicado su vida. Es la llegada a la meta hacia la que han estado siempre caminando.

Vienen de la gran tribulación, lo que significa que no ha sido fácil ser fieles. Han tenido que enfrentarse a muchas pruebas y algunas de ellas han sido muy duras. Han sufrido persecuciones, calumnias, incluso el martirio; también se han visto enfrentados a numerosas tentaciones ante los atractivos del mundo y las dificultades que vivían, pero unidos a Cristo las han superado.

Han blanqueado sus mantos con la sangre del Cordero. Eran pecadores, no fueron inmaculados desde el principio, venían de una vida de pecados, pero han sido rescatados por Cristo, por su sangre derramada en la cruz. Fieles y agradecidos a la redención han sido purificados de sus pecados y ahora pueden estar en la presencia de Dios.

Esta es la meta a la que todos deseamos llegar: encontrar a Dios para postrarnos y alabarlo en persona y sentir la fuerza de su presencia. Verlo cara a cara, tal cual es. San Juan, en su carta, nos dice que llegaremos a ser semejantes a él. Lo que quiere decir que la meta es más alta de lo que imaginamos: llegar a ser santos como Dios es santo. Ya somos hijos de Dios por el amor que el Padre nos ha tenido y estamos destinados a ser como Cristo.

Por eso el Evangelio de este día nos propone como modelo de vida las Bienaventuranzas. Son bienaventurados los que han reflejado en su vida al mismo Jesucristo: los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y todos los perseguidos  por el evangelio.

Una vocación excelente para todos llegar a ser imagen de Cristo en medio del mundo y llenarlo con la luz del Evangelio.

Jesús culmina las bienaventuranzas invitándonos a la alegría, siempre alegres aunque seamos incomprendidos y perseguidos.

 

Tú solo eres santo Señor y yo me postro ante ti. Caigo de rodillas en tu presencia porque me siento sobrecogido ante tanto amor y tanta bondad. Eres grande porque te has hecho pequeño para acercarte a nosotros y rescatarnos de nuestras miserias. Bendito seas por siempre Señor Jesucristo. Yo me uno al coro de todos los  santos para cantar por siempre tu alabanza.

sábado, 10 de octubre de 2020

EL BANQUETE DEL REINO DE LOS CIELOS

 

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. (Mt 22,10)

 

La parábola del evangelio nos recuerda que el Reino de Dios es la invitación a un banquete, a una gran fiesta, comparable a la boda del hijo de un rey.

Ya el profeta Isaías hablaba de ese festín de manjares suculentos. El Reino de Dios es el momento en el que ha desaparecido para siempre el mal, el dolor y la injusticia y sólo queda lugar para una fiesta en la que hay abundancia de manjares y las delicias son desbordantes.

¿Quién puede rechazar una invitación de este tipo?

Sin embargo la parábola del evangelio nos cuenta que los invitados rechazaron la invitación porque pensaban que tenían asuntos más importantes. Incluso hablan de la violencia de los convidados. De nuevo Jesús recuerda el rechazo de los dirigentes judíos a los profetas.

Pero Dios va a celebrar su fiesta y este rechazo le da la oportunidad de invitar a todos los que quieran escuchar su llamada. El rechazo de Israel ha abierto la puerta para invitar a todos los pueblos de la tierra. Todos tienen un lugar, los malos y los buenos.

Pero de nuevo nos sorprende Jesús con su parábola al hablar del comensal que no llevaba traje de fiesta. A pesar de que los invitados podían ser malos o buenos, lo importante era tener traje de fiesta. Sabemos que Jesús no nos está diciendo que vistamos con ropa cara, porque en otros momentos nos ha insistido en la austeridad y la pobreza. El traje de fiesta será más bien la actitud interior, la pureza del corazón, el amor a los hermanos y la alegría de estar con el Señor.

Finalmente nos sorprende con otra afirmación: Muchos son los llamados y pocos los escogidos.  Porque la llamada es universal pero los escogidos son los que responden con todas sus consecuencias.


Yo siento varias llamadas meditando esta parábola:

A no rechazar la invitación del Señor a su banquete; es este banquete de la eucaristía celebrada aquí en la tierra, que es la fiesta del amor del Señor que se entrega por nosotros y la fiesta de la comunidad cristiana. Además habrá que poner también de nuestra parte para que de verdad sea una fiesta y no un acto aburrido y rutinario. Pero la invitación del Señor también es para toda la vida. Nos invita a seguirlo y escuchar su Palabra y a vivir según el modelo que tenemos en él.

También siento la llamada a salir a los caminos para convocar a todos a esta fiesta. Hoy tenemos a muchos que no conocen a Jesús y tienen el derecho de conocerlo y acercarse a él para encontrar la salvación que nos trae.

Otra llamada es el traje de fiesta: tener mi corazón lleno de alegría porque el encuentro con Jesucristo me libera de todas mis preocupaciones y me llena de todo lo que necesito.

Finalmente quiero contarme entre los escogidos. Por eso no me voy a conformar con un cumplimiento mínimo sino que me voy a esforzar por darme al máximo.

 

Tú Señor me has llenado de alegría al estar siempre conmigo. Tú haces que me sienta fuerte ante los retos que me propone la vida y me preparas para afrontar la pobreza o la hartura. Contigo todo lo puedo y tú me confortas. Por eso el encuentro con tu persona es una fiesta desbordante que puedo compartir con los hermanos. Bendito seas, Señor, por haberme invitado a tu banquete.

sábado, 26 de septiembre de 2020

LOS PUBLICANOS Y LAS PROSTITUTAS

 

Vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron

 

Jesús insiste continuamente en la religión auténtica, que no consiste en observar normas y ritos sino en escuchar la Palabra y ponerla en práctica. Por eso llega a hacer estas afirmaciones provocadoras que pueden resultar hasta escandalosas.

Los estafadores y corruptos, como los publicanos, y las prostitutas son un ejemplo claro de gentes que viven en pecado. Según la lógica religiosa estarían rechazados por Dios, no son los más idóneos para entrar en el Reino de los Cielos. El Señor, en cambio, se atreve a proponerlos como ejemplo, no por su vida de pecado sino porque escucharon a Juan Bautista y sintieron la llamada a la conversión.

Yo me temo que estas actitudes de señalar a los que consideramos que están viviendo en pecado no se han terminado y me temo que siguen teniendo muchas veces demasiado peso en nuestra mentalidad. Parece que pensamos que Dios nos llama a ser profetas para señalar y denunciar a los que viven en pecado, tal vez con buena intención, para que se conviertan. Pero con esto presentamos la religión como un camino para perfectos y mostramos a Dios como un juez que está siempre señalando y acusando.

El papa Francisco nos animó a vivir primero el encuentro con el Señor. Esto es lo que nos cambia la vida y nos permite revisar nuestras actitudes y nos llama a la conversión.

Jesús, que tiene la mirada misericordiosa del Padre, al contemplar a estos pecadores no se fija en sus pecados sino en su actitud sencilla ante la predicación de Juan. En cambio, los buenos y religiosos no le hicieron caso porque creyeron que no tenían nada de qué arrepentirse. Tal vez no descubrieron que su desprecio por los que consideraban pecadores era también un pecado muy grave.

Es muy acertada la parábola de los dos hijos. El educado y bueno que llama a su padre señor, no hizo al final lo que el padre le había pedido. El maleducado que dio una mala respuesta se arrepintió y fue; porque lo que cuentan no son las buenas palabras o los buenos modales sino los hechos.



Creo que tenemos que hacer el esfuerzo de superar una mentalidad moralista, que ve pecado en todas partes y necesita denunciar y condenar. Vamos a buscar al Señor que nos muestra su amor y su misericordia y quiere sanarnos de las heridas del pecado. Él nos mira con ternura y nos hace descubrir nuestra dignidad de hijos amados. Con esta mirada positiva, cada uno de nosotros sentirá la fuerza interior del encuentro con Cristo que nos salva y nos sana de nuestras heridas, y nos llama a la conversión. Yo creo que esto nos permite vivir con más confianza en Dios, en los demás y en nosotros mismos. Así es como podemos sentir dentro de nosotros el deseo de una vida más auténtica y alejada del pecado que nos destruye.

Abramos nuestro corazón a nuestros hermanos en lugar de pretender ser jueces de los demás. Como nos pide san Pablo, tengamos los sentimientos de Cristo Jesús, que son el amor, la obediencia y la humildad. Así podremos ofrecer razones para la esperanza en  una nueva humanidad.

 

Cuando entro en tu presencia siento mi indignidad, me veo abrumado por mis pecados y miserias. Pero el temor da paso a la alabanza. Tú me llenas de luz, me tomas de la mano y me levantas para que recupere la fuerza y pueda proclamar con alegría tu Palabra de Vida.

sábado, 22 de agosto de 2020

TÚ ERES PEDRO

 

Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»

 

El Señor ha confiado su propia misión a Pedro. Él sabe bien que deja algo tan santo en manos de un hombre débil y pecador. A continuación de este episodio le tendrá que decir que se ponga detrás y lo llamará Satanás. Pero Jesucristo confía en sus apóstoles y confía en Pedro, aunque sabe que lo negará porque no es perfecto.

El Reino de los Cielos sale adelante porque es Dios quien quiere que se vaya implantando en la tierra y puede sortear todos los obstáculos. La Iglesia de Cristo está edificada sobre la piedra de Pedro y el Señor promete que no podrá contra ella el poder del infierno.

El poder del infierno nos viene de fuera y de dentro. Por fuera podemos encontrar el rechazo y la persecución y habrá que sortear estas pruebas; también la indiferencia en la que hoy nos toca vivir. Pero todo esto no impedirá que la Palabra de Dios se extienda y que Jesucristo haga llegar a todos su salvación.

El poder del infierno nos ataca sobre todo por dentro. El pecado de los creyentes es mucho más dañino que el rechazo y la indiferencia. La mediocridad o la soberbia son armas del diablo para debilitar la fuerza del evangelio. Pero según la promesa del mismo Jesús tampoco estos males  derrotarán a la Iglesia. La Palabra se seguirá anunciando y los sacramentos celebrados con fe, aunque muchas veces sea tibia, seguirán salvando al mundo de los pecados.

Todo esto lo ha puesto el Señor de una forma especial en la persona de Pedro que hoy está representado en el papa Francisco. Aunque se trata de un hombre débil y herido por el pecado igual que los demás, hemos de confiar en el mandato de Jesús y mantenernos leales a su ministerio, es él el que tiene las llaves para abrir y cerrar y el poder de atar y desatar porque así ha querido el Señor que sea.

Yo lamento mucho que en la actualidad existen sectores de la iglesia, en los que se encuentran algunos obispos y cardenales, que se dedican a denigrar la labor apostólica del papa, algunos hasta pretenden hacerlo en nombre de la ortodoxia. Pienso, desde mi poco conocimiento, que faltar a la comunión no puede hacerle ningún bien a la ortodoxia, de la cual el papa es el representante.

Las palabras de Jesús a Pedro son para nosotros una llamada a la lealtad y a la obediencia, no porque consideremos al papa un hombre santo y perfecto sino porque confiamos en que es Jesucristo en persona quien conduce a su Iglesia por medio de estos pobres instrumentos.

 

Hoy también quiero alabarte y bendecirte Señor y Dios mío porque tú te has revelado y he podido entrar en el misterio que se encierra en ti. Nunca habría podido llegar a conocerte si tú no hubieras entrado en mi camino pero has querido que yo descubra tu amor y me has ofrecido alcanzar tu sabiduría divina.

Gracias Padre Santo por haber enviado a tu Hijo amado para revelarnos la belleza de tu Reino y por haber dado a tu Iglesia el poder de anunciar el Evangelio con obras y palabras.

Yo te alabo Señor por la persona del Papa Francisco y te ruego que lo ilumines para que su ministerio haga de la Iglesia una luz que disipe todas las sombras.

domingo, 2 de agosto de 2020

LOS PANES Y LOS PECES

Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer. (Mt 14,15-16)»

 

La escritura nos dice que los caminos de Dios no son nuestros caminos. En cierta ocasión Jesús reprendió a Pedro porque pensaba como los hombres y no como Dios. Por eso Dios siempre nos sorprende con sus propuestas que suelen estar muy alejadas de nuestros pensamientos.

Es normal que seamos prácticos y que nos preocupemos de los asuntos materiales. Necesitamos el alimento y la ropa para vestirnos y un techo donde cobijarnos.

Aunque podemos confiar en Dios y esperar a que él nos dé lo que necesitamos, sabemos que también tenemos que trabajar y esforzarnos  para conseguir nuestro sustento. Lo que pasa es que muchas veces nos esforzamos y gastamos lo que tenemos en necesidades falsas, que después nos dejan vacíos y no nos traen la felicidad que esperábamos.

Está bien ser prácticos y preocuparse de lo material pero Dios nos invita a tener una mirada más alta y a confiar en su amor y en su poder.

Si nuestro corazón está puesto en las cosas de este mundo, tarde o temprano lo habremos perdido todo. Pero si nuestro corazón está puesto en el amor de Cristo, nada ni nadie nos lo podrá arrebatar.

Por eso meditando el Evangelio vemos a los discípulos que piensan de forma práctica y deciden que hay que despedir a la gente. Jesús, por el contrario piensa como Dios y sus pensamientos son más elevados. Él no dice que hay que despedir a la gente sino que hay que darles de comer, con lo que tienen.

Como Jesús tiene el poder de Dios puede dar de comer a toda aquella gente con los cinco panes y dos peces que tenían sus discípulos.

Si confiamos en el Señor de verdad y tenemos fe en él, que lo puede todo, estaremos preparados para aportar lo que tenemos, aunque sea poco, y veremos cómo en las manos del Señor se multiplica y alcanza a todo el que lo necesita.

 

Tú siempre me devuelves el ciento por uno. ¡Qué duro soy para no darme cuenta de que nada se puede comparar contigo! Corrígeme para que no me desvíe de tus caminos y dame la luz para que comprenda que tú eres mi única riqueza.


sábado, 18 de julio de 2020

EL TRIGO Y LA CIZAÑA


Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.» (Mt 13,40-43)

¿Por qué hay en el mundo tantas injusticias y Dios no hace nada?
No sé si te habrás hecho o no una pregunta así. Jesús se encuentra en medio de mucha gente que tiene esta inquietud y por eso trata de responder a esta cuestión con las parábolas.
Ya nos había comparado la Palabra de Dios como una semilla que se echa en la tierra. La semilla tiene todo el potencial en sí misma para dar fruto pero necesita de la buena tierra para germinar.
Me parece muy sugerente, aunque breve, la parábola del grano de mostaza para que mantengamos nuestra confianza en el poder de Dios, que es quien la hace crecer; o la parábola de la levadura que fermenta la masa. Es una invitación a no sentirnos mal por ser pequeños. Porque si vivimos el evangelio con sencillez, seremos pequeños pero también seremos significativos porque nuestra comunidad cristiana será un rayo de luz en este mundo.
La parábola de la cizaña en medio del trigo nos plantea la realidad del mal que está mezclado con el bien. Es lo que nos hace muchas veces hacernos preguntas con una respuesta difícil.
El Señor lo cuenta de forma muy sencilla, el enemigo de Dios es el diablo y ha sembrado la cizaña en medio del trigo pero es tan sutil que se puede confundir y hay que tener paciencia hasta que llegue la siega.
La paciencia de Dios es nuestra esperanza. Porque los malos no son los otros, la cizaña está también dentro de mí. Yo no hago siempre el bien que deseo hacer porque yo también estoy herido por el pecado y me inclino muchas veces al mal, llevado por mi egoísmo o por mi cobardía o simplemente porque soy débil. Dios es paciente conmigo porque espera cada día mi conversión. Él confía en mí y sabe que puedo llegar muy lejos en el trabajo por su Reino.
Por eso, también la Palabra de Dios nos anima a ser humanos, a tener la misma mirada compasiva de nuestro Padre hacia todos nuestros hermanos. Lo mismo que Dios confía en mí, yo tengo que hacer el esfuerzo de confiar y esperar en el bien que pueden aportar mis hermanos.
Al final llegará la siega y Dios dará a cada uno lo que le corresponda, porque es un juez justo y misericordioso. No dejemos la oportunidad de convertirnos cada día para brillar como el sol en el Reino del Padre.

Yo no sé orar, Señor, no sé pedir lo que más conviene. Por eso te pido que me envíes al Espíritu para que ponga en mi boca los gemidos inefables y eleve la oración que nos cambiará el corazón y traerá para todos la paz y la felicidad.


sábado, 11 de julio de 2020

EL SEMBRADOR


Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga” (Mt 13,8)

De nuevo hoy ha salido el sembrador y la semilla de la Palabra está siendo esparcida sobre el mundo. Y aquí estamos los diferentes tipos de terrenos para acogerla y dar fruto.
Cuando veo mis actitudes yo me siento reflejado en todos los terrenos. No siempre he sido tierra buena, pero tampoco siempre he sido un terreno pedregoso o lleno de malas hierbas. La vida me ha puesto en todos los lugares.
Por eso mismo, la experiencia me ha ido demostrando la alegría que supone escuchar la Palabra de Dios y recibirla en mi corazón. Es recibir al  mismo Cristo que quiere salvarme en todos los sentidos.
Por eso la Palabra está viva y responde a mis dudas y a mis problemas. Las palabras de Jesús me llenan de alegría cuando descubro todo lo valioso que soy para él y el amor que Dios siente por mí; me llenan de paz cuando siento que soy perdonado a pesar de mis numerosas caídas; me llenan de esperanza ante el dolor y la muerte porque espero en la resurrección; y me muestran siempre el camino a seguir, que es un camino estrecho y lleno de dificultades, pero que lo puedo recorrer porque voy de la mano de mi Maestro y Señor, que me ayudará en todo momento a sortear los obstáculos.
Cuando recibo así la Palabra es cuando puedo dar fruto. Es verdad que no siempre llego al máximo del ciento por uno. Pero llego a dar fruto, unas veces más otras veces menos, pero es un fruto que el Señor valora y agradece.
Hoy, además de ser tierra buena siento la llamada a ser sembrador y a esparcir la semilla del Evangelio, porque siempre será acogido y habrá muchos que den fruto, unos más y otros menos, pero todos estarán haciendo posible el Reino de Dios.

Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé que viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica, porque en tu Palabra está la vida, la paz, la alegría y la felicidad. Habla Señor, tú eres mi Señor y mi maestro y sólo quiero escucharte a ti. (Antonio Chevrier)

sábado, 4 de julio de 2020

CANSADOS Y AGOBIADOS


Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. (Mt 11,28)

Los sabios y entendidos saben muy bien buscar las excusas y las explicaciones para no dejarse interrogar por las Palabras de Jesús. Como son sabios y entendidos no se sienten llamados a la conversión y no están dispuestos a cambiar su opinión. Por eso se han perdido el encuentro con la verdadera sabiduría. Se dejan llevar por la carne, como diría Pablo, y no por el Espíritu. La carne es sinónimo de confiar en sí mismos y sentirse seguros de todo y por eso mismo no buscar al Señor para que los consuele.
Luego están son los sencillos, los pequeños. Estos, como saben que son ignorantes, sí han acogido las Palabras de Jesucristo. No tienen recursos para buscar explicaciones y poner excusas, por eso acogen el mensaje y descubren la alegría de saber que Dios es amor y que desea perdonar y dar todo a sus hijos. Ellos sí se sienten llamados a la conversión, sí se dejan interrogar por el mensaje del evangelio y así le abren las puertas a la sabiduría divina.
No ha sido por pura casualidad, es el plan de Dios. Al Padre le ha parecido mejor que estas cosas sean reveladas a los pequeños.
El Señor nos llama por eso a ir a él cuando estamos cansados y agobiados. Él nos da el alivio y el consuelo porque ha cargado con todas nuestras dolencias.
Su sencillez de corazón son para nosotros una llamada y un ejemplo. Él mismo nos dice que aprendamos de él para encontrar el descanso. Aprender pues a ser pacientes, a confiar siempre en Dios, a amar a los hermanos siempre, incluso a los enemigos, y a aceptar la voluntad del Padre aunque no la entendamos. Y como él encontró así la paz y el descanso también nosotros recibiremos este consuelo del cielo.
Su yugo es llevadero y su carga ligera. No dejan de ser un yugo y una carga, pero la confianza en Dios, la aceptación de su voluntad y el amor al prójimo hacen que nada resulte pesado.

Te doy gracias Señor Jesucristo por abrir mi mente a tu Palabra. Aunque me siento perdido entre tantas cosas de este mundo siempre encuentro una respuesta a todo lo que  me inquieta, porque tú siempre vienes conmigo y todo lo haces llevadero. A ti te busco cuando estoy cansado y agobiado, porque tú mismo me animas a ir a ti, y en ti encuentro mi consuelo y el alivio de todos mis pesares.

domingo, 14 de junio de 2020

LA COMUNIÓN


El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. (Jn 6,56-57)

Jesucristo ha querido estar tan cerca de nosotros que se ha convertido en pan y vino para que podamos comerlo, ha hecho que su carne sea verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Esto es lo que significa la palabra comunión, estar tan unidos que él está en nosotros y vive en nosotros.
La comunión por eso hace posible que podamos superar nuestras dificultades para vivir la vida nueva del evangelio. Como diría san Pablo: ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
Si hemos podido admirar que a lo largo de los siglos muchos santos han hecho cosas grandes, porque han amado de verdad al prójimo, porque han dado la vida por Cristo o porque han vivido siempre para Dios y para los demás, todo esto ha sido posible gracias a la Eucaristía. Al recibir este alimento celestial han estado tan unidos a Cristo que la vida de Jesús ha actuado en ellos haciendo posible la entrega total por amor.
La comunión con el Señor nos lleva también a la comunión con los hermanos. San Pablo dice que todos formamos un solo cuerpo porque comemos de un mismo pan. La Caridad es una consecuencia directa de la Eucaristía. Porque por ella estamos unidos a Jesucristo y también unidos fuertemente a los hermanos.
También  nos dice el Señor que de esta comida y bebida nos viene la vida eterna y la resurrección final. Porque nuestra vida ya no es una simple vida mortal sino que llega a ser la misma vida de Cristo Resucitado en nosotros. Así nuestro deseo más profundo que es vivir para siempre también se realiza al recibir a Jesucristo en la Eucaristía.

¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura! (Antífona de vísperas)

domingo, 7 de junio de 2020

DIOS Y EL MUNDO


Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. (Jn 3,16)

El mundo está lleno de seducciones y de engaños que nos pueden apartar de Dios. Jesús nos dijo que estamos en el mundo pero no somos de este mundo. En realidad nuestra patria definitiva está en el cielo.
Pero el mundo no ha sido rechazado por Dios sino amado por él, hasta el punto de enviar a si Hijo único para que lo salve. Dios no ha querido condenar al mundo sino salvarlo por medio de Jesucristo.
Si Dios ha amado al mundo de una manera tan extraordinaria, los que deseamos hacer su voluntad no podemos dedicarnos a juzgar y condenar al mundo, esto no tendría sentido, más bien tendremos que aprender a amar al mundo con sus grandezas y sus miserias. Desde este amor le anunciaremos el evangelio como medio de salvación.

Alabado seas Señor, Padre Santo, que has amado al mundo y le has enviado a tu Hijo para salvarlo.
Alabado seas Señor, Hijo amado del Padre, Jesucristo, que has derramado tu sangre para el perdón de los pecados y has sellado la Nueva Alianza.
Alabado seas Señor, Espíritu Santo, que animas a tu Iglesia y la enriqueces con tus dones.


domingo, 31 de mayo de 2020

RECIBID EL ESPÍRITU SANTO


Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». (Jn 20,21-23)


En el evangelio de este día se menciona el envío de Jesús, se menciona también el Espíritu Santo y se habla del perdón de los pecados.
Tal vez esto nos puede ayudar a comprender el mensaje que tienen las lecturas en este día de Pentecostés.
Hemos contemplado durante todo el año a Cristo cumpliendo la misión que el Padre le encomendó hasta entregar la vida: El Viernes Santo vimos a Jesús muriendo y derramando su sangre para el perdón de los pecados. El sacrificio de Jesucristo nos permitió recuperar la santidad, la imagen divina que Dios puso en cada uno de nosotros desde la creación. Después de su ascensión un ángel dijo a los discípulos que no se quedaran mirando al cielo.
Mientras esperamos la segunda venida de Jesús en gloria somos enviados por el mismo Jesucristo para continuar la misión de salvar al mundo de los pecados. En la persona de aquellos discípulos que estaban en el cenáculo todos somos enviados.
Es verdad que nosotros no somos seres divinos como lo fue él, no somos santos sino que también estamos heridos por nuestros pecados y no podemos hacer milagros ni nada extraordinario. El Señor, que nos envía, conoce bien nuestros límites, pero confía en nosotros porque nos ha enviado el Espíritu Santo para que nos renueve y nos aporte todo lo que nos falta.
El libro de los hechos de los apóstoles nos cuenta cómo los discípulos, llenos del Espíritu Santo comenzaron a realizar cosas extraordinarias: hablaban lenguas, tenían una gran sabiduría y habían perdido el miedo. El Espíritu Santo se nota en ellos y lo pueden percibir los que los escuchan.
Hoy el Señor derrama en nosotros el Espíritu Santo y también se dejará  notar y nos permitirá hacer cosas extraordinarias, no lo dudemos. Abramos nuestros ojos para ver, desde la fe en Jesús, todo lo que el Espíritu está haciendo para que sintamos que somos liberados del pecado y que el Reino de Dios continua abriéndose camino en este mundo.

Espíritu Santo ven a nosotros: llena de vida y de salud todo lo que está herido de muerte y enfermedad, infunde en nosotros la sabiduría y la fortaleza para afrontar las pruebas de esta vida y límpianos del pecado para que puedas habitar en nosotros y derrochar tu gracia para bien del mundo.

domingo, 17 de mayo de 2020

LOS MANDAMIENTOS Y EL PARÁCLITO


Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. (Jn 14,15)

El Evangelio nos presenta a Jesucristo para que pongamos en él el centro de nuestra atención. El encuentro con su persona transforma nuestra vida y nos hace capaces de cosas increíbles. Llegamos a ser cristianos, como decía el papa Benedicto XVI por este encuentro y no por una decisión personal.
Nos hace una propuesta muy sencilla y a la vez muy profunda: guardar sus mandamientos, que no es otra cosa que amarlo y amar a los demás; este amor lo llena todo y hace que la vida sea más bella, a pesar de las dificultades y de los problemas. El amor que Jesucristo nos manda nos permite realizar prodigios porque su presencia llena el mundo de alegría y aleja el poder del demonio. La Escritura nos cuenta muchos episodios de curaciones y exorcismos que hacía Jesús y también los discípulos porque su presencia tiene un poder extraordinario, es la presencia divina, es el amor divino.
Nos promete también enviarnos al Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos llena de esa energía extraordinaria que sana las enfermedades y ahuyenta los demonios. Nos convierte en testigos de Jesucristo resucitado y nos pone un amor tan grande que nos hace capaces de padecer y morir por el Señor y de superar todas nuestras debilidades.

Espíritu Santo, fuerza divina, lléname del amor de Cristo que me permita perdonar de corazón y dar todo lo que tengo, que me haga obediente al Evangelio y trabajador incansable por el Reino de Dios.

domingo, 10 de mayo de 2020

JESUCRISTO NOS PREPARA SITIO


«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.  (Jn 14, 1-3)

En la vida tenemos muchos momentos en los que se turba nuestro corazón, nos vemos agobiados, tenemos miedo, nos desanimamos. Tal vez estamos en uno de estos duros momentos a causa de esta pandemia que nos tiene confinados y que no acaba de terminarse después de casi dos meses. Para estos momentos duros tenemos las palabras del Señor que quieren abrirnos la mente y el corazón a una forma distinta de ver las cosas. El Señor nos pide que creamos en él y en Dios.
Reconozco que es difícil creer, sobre todo cuando todo parece que lo tenemos en contra. Yo mismo no podría profetizar que todo esto se va a terminar enseguida y que veremos un milagro que nos pondrá a todos en adoración y reconocimiento del poder de nuestro Dios. Ojalá las cosas fueran tan sencillas.
Jesús nos anima a creer en él porque se va con el Padre a una casa donde hay un lugar para todos y va a prepararnos sitio.
Recordemos que estas palabras se las dice el Señor a los apóstoles en la última cena, cuando va a ser arrestado y después crucificado.
Pero por eso nuestra mente se tiene que abrir a algo nuevo. Si nos quedamos sólo con los bienes de este mundo, todo se nos desmorona. Aquí no vamos a tener nuestra morada definitiva. Es normal entonces que tengamos miedo, que se turbe nuestro corazón cuando vemos que todo lo que tenemos peligra, que podemos perderlo. Pero cuando nuestro corazón está puesto en el Señor no hay que temer nada, porque nuestros bienes superiores están más allá de este mundo terreno. En la casa del Padre hay muchas moradas, Jesús va a prepararnos un sitio para que estemos siempre con él.
Aprovechemos nuestro paso por este mundo para acercarnos cada vez más al Señor Jesucristo: él es el camino para llegar al Padre, es la Verdad y la Vida.
Jesús nos dice que quien lo ha visto a él ha visto al Padre. Sigamos su ejemplo y seamos también trasparencia de Jesucristo con nuestra vida. El que cree en él hará también las obras que hace él y aun mayores. Hagamos las obras de Jesús, sobre todo sus obras de obediencia al Padre, de amor al hermano y de entrega total de la vida por el Evangelio. No hay que temer a nada en este mundo.

Quiero adorarte mi Señor y mi Dios porque tú nos lo has dado todo. Todo procede de ti y es un don que nos concedes. Ahora que me tengo que privar de muchas cosas reconozco todo lo que he recibido de ti como un regalo y te doy las gracias. Yo te adoro mi Señor porque tú me permites hacer obras grandes cuando creo en ti y me transformas para sacarme de mi debilidad y de mi ignorancia llenándome de tu Espíritu que me hace fuerte y me llena de sabiduría. Yo te adoro mi Señor Jesucristo, porque me preparas una morada junto a ti en la casa del Padre y me prometes que viviré para siempre feliz contigo.

domingo, 3 de mayo de 2020

LA PUERTA


Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Jesús se presenta como la puerta y nos invita a entrar por él. Es uno de esos mensajes difíciles de entender y todavía más difíciles de tratar de explicar. ¿Qué será entrar por la puerta, que es Jesús?
Yo sólo puedo tratar de explicar cómo lo entiendo yo.
Entrar por la puerta significa, para mí, en  primer lugar buscar a Jesucristo, dejarme transformar por él y por su mensaje y acoger todo lo que me ofrece. Es el camino seguro para encontrar un sentido a la vida, para caminar hacia el Padre y vivir en este mundo con el corazón puesto en Dios.
Es también seguir el ejemplo de Jesús, que es el único pastor, el Buen Pastor. Esto significa conocer a las ovejas por su nombre, ir delante de ellas y dar la vida por ellas.

En realidad es algo muy difícil de cumplir, no podemos se ingenuos. Es una meta hermosa pero la realidad es que somos débiles y estamos heridos por el pecado original. Por eso para entrar por la puerta tengo que estar alerta a todo lo que sea egoísmo, afán de protagonismo o búsqueda de dinero o prestigio. Si el centro de mi vida soy yo, si me busco a mí mismo, es que voy por el camino equivocado, no estoy entrando por la puerta sino que entro por otro lugar, seré un salteador y bandido. Pero si mi vida es Jesucristo, lo busco a él y deseo servirlo a él; si escucho su Palabra y trato de cumplirla, si me comunico con él mediante la oración, si recibo su gracia en los sacramentos y también los hermanos, los pobres y pequeños, centran mi vida, creo que entonces sí que estoy entrando por la puerta y podré presentarme como un pastor.
Mi debilidad y mi torpeza la irá supliendo él. Su sangre se ha derramado para que yo sea santo y limpio. Mis pecados han sido borrados y me ha inundado el Espíritu Santo. Él ha venido para que tengamos vida en abundancia.
Sólo Jesús es el Buen Pastor pero yo puedo llegar a serlo por pura gracia suya.

Que mi vida se entregue como la tuya, que llegue a ser buen pan como tú para ser comido y servir de alimento a mi pueblo.