domingo, 31 de mayo de 2020

RECIBID EL ESPÍRITU SANTO


Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». (Jn 20,21-23)


En el evangelio de este día se menciona el envío de Jesús, se menciona también el Espíritu Santo y se habla del perdón de los pecados.
Tal vez esto nos puede ayudar a comprender el mensaje que tienen las lecturas en este día de Pentecostés.
Hemos contemplado durante todo el año a Cristo cumpliendo la misión que el Padre le encomendó hasta entregar la vida: El Viernes Santo vimos a Jesús muriendo y derramando su sangre para el perdón de los pecados. El sacrificio de Jesucristo nos permitió recuperar la santidad, la imagen divina que Dios puso en cada uno de nosotros desde la creación. Después de su ascensión un ángel dijo a los discípulos que no se quedaran mirando al cielo.
Mientras esperamos la segunda venida de Jesús en gloria somos enviados por el mismo Jesucristo para continuar la misión de salvar al mundo de los pecados. En la persona de aquellos discípulos que estaban en el cenáculo todos somos enviados.
Es verdad que nosotros no somos seres divinos como lo fue él, no somos santos sino que también estamos heridos por nuestros pecados y no podemos hacer milagros ni nada extraordinario. El Señor, que nos envía, conoce bien nuestros límites, pero confía en nosotros porque nos ha enviado el Espíritu Santo para que nos renueve y nos aporte todo lo que nos falta.
El libro de los hechos de los apóstoles nos cuenta cómo los discípulos, llenos del Espíritu Santo comenzaron a realizar cosas extraordinarias: hablaban lenguas, tenían una gran sabiduría y habían perdido el miedo. El Espíritu Santo se nota en ellos y lo pueden percibir los que los escuchan.
Hoy el Señor derrama en nosotros el Espíritu Santo y también se dejará  notar y nos permitirá hacer cosas extraordinarias, no lo dudemos. Abramos nuestros ojos para ver, desde la fe en Jesús, todo lo que el Espíritu está haciendo para que sintamos que somos liberados del pecado y que el Reino de Dios continua abriéndose camino en este mundo.

Espíritu Santo ven a nosotros: llena de vida y de salud todo lo que está herido de muerte y enfermedad, infunde en nosotros la sabiduría y la fortaleza para afrontar las pruebas de esta vida y límpianos del pecado para que puedas habitar en nosotros y derrochar tu gracia para bien del mundo.

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