sábado, 23 de diciembre de 2023

LA ESCLAVA DEL SEÑOR

 

María contestó: —«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lc 1,38)

 

El rey David se lleno de grandeza y pensó en construir un templo al Señor. Sabía muy bien plantearlo como una obra piadosa, construir un templo porque el Señor se merecía estar en un lugar grandioso. Pero, en el fondo, se trataba de un acto de soberbia. Lo que en realidad pretendía era dejar una huella importante para la historia, ser recordado por haber construido una gran obra que fuese la admiración del mundo entero. Se podía decir qué gran amor tenía David por su Dios que le construyó un templo tan maravilloso. Pero Dios intervino por medio del profeta Natán y le frustró sus planes: le recordó que él sólo era un pastorcillo y que había llegado hasta donde estaba por puro don de Dios. Dios lo sacó de los apriscos y lo convirtió en rey, es el Señor quién lo ha hecho todo por él y seguirá haciendo porque de su descendencia nacerá el Salvador.

Frente a la soberbia de David encontramos hoy a María tan pequeña, tan sencilla y tan limpia de corazón. En ella no hay ningún afán de pasar a la historia sólo desea cumplir la voluntad del Señor.

Yo pensaba en mí mismo ante estos dos ejemplos. Cuando quiero llevar a los hombres a Dios, cuando quiero que la Palabra de Dios toque el corazón de la gente y rebusco las formas brillantes para conmover a la gente, cuando deseo animar a los jóvenes a entregarle a Dios su vida… bajo la apariencia de estar haciendo algo piadoso estoy buscando mi propia gloria, pensando que se me recuerde como alguien que hizo algo grande. Y, como le pasó a David, también Dios me ha tenido que bajar los humos. Jesús me dice que mire a su madre y aprenda de ella a aceptar y desear que se haga en mí la voluntad de Dios.

El Señor hizo a María la más grande de todo ser humano sin que hiciera ninguna obra majestuosa ni brillará por nada humano. Ella sólo se dejó hacer. Y por esta actitud humilde hoy podemos glorificar a Dios que nos ha salvado.

 


Enséñame, Señor, a aceptar como María que se haga siempre tu voluntad. Porque tu voluntad en mi vida es siempre lo mejor para mí y para el mundo.

 

 

 

 

sábado, 16 de diciembre de 2023

ALEGRÍA

 Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. (1Tes 5,16-18) 

 

Los cristianos somos personas alegres, porque sabemos que estamos salvados, esperamos la vida eterna, creemos en el perdón de los pecados. Cualquier cosa que pueda causarnos tristeza se puede superar porque Cristo está en medio de nosotros. Él es quien ha venido lleno del Espíritu Santo para vendar los corazones desgarrados y proclamar el año de gracia del Señor. No ha venido a condenar sino a sanar y a salvar. 

Esta alegría nos lleva también a la oración, sí, estamos alegres porque podemos contar para todo y en todo momento con nuestro Señor. En estos momentos de encuentro personal y diálogo con Jesucristo podemos llegar a entender las razones profundas para la alegría, a pesar de tantas cosas que nos llenan de dolor y de confusión. 

La alegría también nos lleva a dar gracias. Todo es un don de Dios y hay que dar gracias por todo lo bueno que estamos recibiendo cada día. La acción de gracias y la alabanza son también nuestro reconocimiento humilde de nuestra pobreza frente a la grandeza de Dios y nuestra alegría de saber que él quiere hacernos santos y perfectos. 

La alegría cristiana se convierte también en servicio a los demás, en dedicación al bien y a la paz. Es una alegría activa, porque hay muchas lágrimas que secar, hay mucho amor que dar para que la alegría sea completa. La alegría del evangelio nos pone en camino para que este anuncio no se quede sólo en palabras bonitas, sino que se traduzca en un compromiso verdadero por el Reino de Dios. 

Señor Jesús, tú me invitas a la alegría y yo me cierro muchas veces en la tristeza, porque me siento muy apegado a las cosas del mundo y no sé valorar todo lo que tú me estás concediendo cada día. Te doy las gracias por todos esos dones que me has otorgado y te ruego que me ayudes a servir a los hermanos y a servirte a ti con todos ellos. 

sábado, 9 de diciembre de 2023

PREPARANDO EL CAMINO

 «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» (Mc 1,8)


Estamos ya de lleno en nuestro tiempo de Adviento, esperamos al Señor y estamos también sintiendo su venida constante a nosotros por medio de los sacramentos y en las personas que nos encontramos. 

Los problemas de nuestro mundo son una llamada para nuestra oración y para nuestra reflexión. Son un grito de la humanidad que necesita a Dios, porque sólo el Señor nos salva y necesitamos que venga a salvarnos.

Los profetas le hicieron ver a los israelitas que sus pecados eran la causa de sus males, por eso los animaban siempre a convertirse, a volver al Señor para que él los perdonara y los salvara.

Pero el profeta Isaías nos sorprende con un anuncio de consuelo. Dios no quiere el sufrimiento de sus hijos, es un padre de misericordia y ante la desolación del pueblo quiere anunciar la consolación. Él mismo vendrá con gran poder para salvarnos.


San Juan Bautista anuncia al Salvador, es Cristo que viene a purificarnos con el Espíritu Santo. La Palabra de Dios nos insiste: Preparad el camino al Señor.

El Señor viene y podremos ver con nuestros ojos todo lo que quiere hacer para darnos el consuelo y devolvernos la alegría. Podemos allanar su camino con nuestra conversión, con el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y nuestro compromiso con el Reino de Dios; con nuestra oración constante, con nuestra fidelidad a su Palabra. Así estaremos facilitando su venida y haciendo posible la salvación.


Ven Señor y transforma mi corazón en un corazón como el tuyo. Ven y llena de alegría y de luz este mundo que tiene tantas sombras y tantos sufrimientos. Ven a salvarnos.


sábado, 2 de diciembre de 2023

VIGILAD

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. (Mc 13,33)

 

Comenzamos el tiempo de Adviento y de nuevo buscamos la esperanza, en medio de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Es la esperanza en Jesucristo,  por eso es un esperanza con sentido.

Un año más podemos ver que siguen funcionando mal muchas cosas en este mundo. Volvemos a lamentarnos por las guerras tan sangrientas y tan injustas, que no solucionan nada y sí agrandan los problemas y los sufrimientos; volvemos a lamentar los enfrentamientos y la división por las ideas políticas que también enturbian la convivencia, volvemos a ver en la misma iglesia divisiones y enfrentamientos que no ayudan nada a proclamar el evangelio, volvemos a ver también entre nosotros nuestras propias debilidades, nuestras pruebas particulares que cada uno podrá discernir.

Pero la Iglesia de nuevo quiere llenarnos de confianza porque todo esto es necesario pero el Señor viene a nuestra vida y lo hace todo nuevo. No podemos desanimarnos sino que estamos llamados a convertir todo esto en un reto para que brille en el mundo la luz del evangelio. El Señor va a venir y tenemos que estar vigilantes.

Sigamos siendo sembradores de paz en medio de la violencia y la división, sigamos mostrando el respeto y el amor por encima de las ideas y hasta de la religión, sigamos siendo un testimonio de confianza en Dios con nuestra alegría y nuestras ganas de hacer el bien a todos y mantengamos nuestra relación con Dios y nuestra fe en él, que es quien lo puede todo y quien hace posible nuestra fidelidad. San Pablo nos dice que él es fiel, para no decaiga nuestra esperanza pase lo que pase.

 

Sólo mi confianza en ti me puede hacer salir del pesimismo y de la tristeza. Por eso te necesito y te llamo cada día. Ven, Señor.