sábado, 15 de diciembre de 2012

Alegría de conocer a Jesús


Juan declaró públicamente: "Yo os bautizo con agua, pero ya viene el que es más fuerte que yo, y a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego. (Lc 3,16)

Estamos muy cerca ya de la celebración de la Navidad y hoy toda la liturgia nos invita a la alegría. No se trata de la alegría superficial del consumismo y el ruido, sino de una alegría profunda que nace de dentro; es la alegría de haber conocido a Jesús que nos ha traído la salvación.
Yo pienso que los cristianos tenemos motivos para vivir siempre alegres, porque hemos recibido una Buena Noticia que está por encima de cualquier dificultad que podamos afrontar.
San Juan Bautista nos anuncia al salvador como alguien más poderoso, más grande que trae para nosotros el Espíritu Santo. Así es Jesús. Pero nosotros sabemos que su poder no se ha mostrado en grandezas humanas, sino en la humildad de un pesebre o en la afrenta de una cruz. Pero, aun así, Jesús es el más grande y el más poderoso, porque en Él se ha hecho presente todo el amor de Dios, su deseo de rescatarnos del poder del pecado para convertirnos en una gran familia de hermanos.
Hoy quisiera estar alegre porque sé que la Palabra de Dios es Palabra de Vida que toca cada día el corazón de la gente. Porque son muchos los que sienten la fuerza de este amor para dejarlo todo y entregarse a los demás. Son muchos sacerdotes, religiosos y religiosas y también laicos, que son capaces de buscar los lugares más inhóspitos para llevar esperanza a los más pobres de este mundo.
Creo que hay razones para estar alegres porque sabemos que el amor sigue dominando en el mundo. Podemos ver la lucha de tantas madres y tantos padres por sacar adelante a sus hijos, podemos ver el cariño y la dedicación con la que mucha gente cuida de los enfermos o de los ancianos para hacer más llevadera su falta de salud, sabemos cómo muchos niños tienen ya deseos de ser útiles y de hacer cosas por la gente que los quiere. Estos son, tal vez pequeños gestos de cada día, que nos recuerdan que el bien es siempre más fuerte que el mal.
Son razones para la esperanza porque, si de verdad nos amamos como hermanos podremos construir juntos una sociedad más justa y más humana para todos.
Creo que es interesante la llamada de Juan: ser honrados, no ambicionar más de lo necesario, cumplir con nuestras obligaciones y compartir con quien no tiene. Pero, tal vez, sabiendo que veremos a Jesús despojado de todo en un pesebre, podemos sentir un deseo de dar más y entregarnos totalmente a la voluntad de Dios.

Tú eres la esperanza de los pobres, ellos acuden a ti y tú les das consuelo en sus penalidades. Ellos son testigos de cuánto haces por salvarlos y su testimonio es siempre para mí un ejemplo de fe y perseverancia. Ayúdame a llevar tu luz a la gente con el anuncio de tu Palabra.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Comienza el Adviento


Cuando comiencen a suceder estas cosas,
tened ánimo y levantad la cabeza,
porque se acerca vuestra liberación. (Lc 21,28)

El Señor nos habla del final de los tiempos con ejemplos que podríamos llamar apocalípticos. Utiliza señales terribles que son causa de un terrible miedo en la gente, que se queda sin aliento.
En realidad todas esas cosas terribles han sucedido y siguen sucediendo todavía. No tenemos más que recordar los tsunamis y sus devastadoras consecuencias o los terremotos que, en muchas ocasiones, destruyen pueblos enteros; por no hablar de las guerras o del terrorismo, que, además del daño que producen, dan lugar al odio y al enfrentamiento entre seres humanos. Podríamos decir que estos signos son una realidad en nuestro tiempo.
Hoy día es también una señal devastadora la crisis en la que nos encontramos que está llevando a la miseria a muchas familias de nuestro alrededor. Estamos viendo con dolor cómo aumenta la pobreza y surgen numerosos conflictos sociales. Y si pensamos en nuestra crisis no debemos de olvidar que en otros lugares del mundo las cosas están mucho peor porque el hambre y las enfermedades se ceban con los pobres.
Como dice Jesús en el Evangelio, nos quedamos ciertamente sin aliento ante todo lo que le viene al mundo.
Paradójicamente, el Señor nos dice que estos son los signos de nuestra liberación; porque todo esto es lo que tiene que suceder antes de que Él llegue, con toda su gloria y majestad, sobre las nubes del cielo.
El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Es tiempo de ver que necesitamos al Señor para que nos salve y de gritarle: Ven, Señor a salvarnos.
El nos ha prometido venir a nosotros, escuchar nuestras oraciones, acudir en nuestra ayuda. Y sabemos que cumple siempre sus promesas. Por eso, en medio de tantos problemas ponemos nuestra esperanza en su venida. Con la certeza de su presencia entre nosotros, encontramos ánimo para no quedarnos parados y poner empeño en cambiar las cosas. Nuestra fe en Jesús nos tiene que llevar a ser un motivo para la esperanza de los pobres.

Ven Señor Jesús, acude pronto al grito de tu pueblo que sufre por tantas limitaciones. Ven y danos alegría y valor para luchar, ven a consolar a todos los que sufren, llena de amor los corazones de tus siervos para que el mundo se siga llenando de tu luz.

sábado, 17 de noviembre de 2012

El fin de los tiempos


"En aquellos días, después de esta angustia, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, las estrellas caerán del cielo y las columnas de los cielos se tambalearán.
Entonces se verá venir el hijo del hombre entre nubes con gran poder y majestad. (Mc 13,24-26)

Sabemos muy bien que todo tiene un principio y un final. Por eso podemos hablar con cierta seguridad del final de los tiempos. Hasta los científicos dicen que algún día el sol se apagará, aunque sea dentro de miles de millones de años. Y de este momento final también nos habla Jesús.
Aparentemente es un momento de grandes catástrofes, porque todo se derrumba y no queda nada en qué apoyarse. Pero es, en realidad, un momento glorioso, es la hora en la que aparece ante todos el poder y la majestad del Hijo del Hombre, de Cristo, nuestro Salvador.
Todo se derrumba, porque ya no tendrá ningún sentido el mundo material. ¡Qué triste será ese día para los que han puesto toda su vida en la riqueza o en el bienestar, los que se construyeron palacios y disfrutaron de grandes lujos y placeres! porque verán cómo todo queda reducido a la nada. Será el momento de ver claramente que todo era vanidad.
Entonces aparecerá el Señor con gran poder y majestad. Comprenderemos que el verdadero dueño del mundo es Jesucristo, que está destinado a juzgar. Comprenderemos la vanidad de las riquezas y, por el contrario, descubriremos que la gran riqueza ha sido haber conocido y servido a Jesús y haber puesto empeño en llevar a la práctica su Palabra. Será una suerte ser contados entre sus elegidos por haber renunciado a nuestros propios intereses y haber puesto empeño en construir su Reino de justicia y Amor. Entonces entenderemos que ha sido mejor sacrificarse por los demás que pensar sólo en nosotros mismos.
Posiblemente no veremos durante nuestra vida ese final de los tiempos. Si los científicos hablan de miles de millones de años, no estaremos vivos cuando eso suceda. Pero a todos nos va a llegar el fin el día de nuestra muerte, y también será la hora de ver que lo único que ha valido ha sido haber amado de corazón a Dios y al prójimo.

Conocerte a ti ha sido siempre para mí la mayor de las riquezas, poder servirte es un verdadero regalo que tiene más valor que las piedras preciosas, escuchar tu Palabra y vivirla produce el bienestar más grande y va dejando grabados los mejores momentos de felicidad. Además me prometes, que después de esta vida todo será mucho más gozoso y durará eternamente. No dejes que me aparte nunca de tu lado.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Los dos mandamientos


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
 con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No hay mandamiento mayor que éstos". (Mc 12,30-31)

Ante la pregunta que le hizo aquel escriba curioso, Jesús tuvo la oportunidad de enseñarnos qué tenemos que hacer para cumplir la ley divina, es decir, para hacer la voluntad de Dios.
Siento que todo lo que Jesús me dice es siempre una revelación de sí mismo. En estos mandamientos que él me propone estoy viendo lo que ha sido toda su vida. Pero es que creo que también se puede comprender mejor el misterio de Dios al conocer cuáles son sus normas.
La revelación de Jesús ha sido el Amor de Dios. Ha tenido mucho empeño en hacernos entender que Dios es un Padre que tiene un corazón entrañable. Para comprender de verdad a Dios y conocer su intimidad hay que experimentar el amor.
Un padre lleno de misericordia y de ternura por sus hijos sólo desea lo mejor para ellos, está dispuesto a darles su propia vida si es necesario. Un padre así no pretende que sus hijos lo obedezcan movidos por el miedo a un castigo o por un deseo hipócrita de quedar bien ante él. Un Dios que es Padre y es Amor, desea ser amado profundamente por sus hijos. Eso es lo que Dios quiere de mí, que lo ame de todo corazón. Pero no me obliga a amarlo, porque el amor no se puede forzar. Lo que hace es entregarse por mí, perdonarme, cuidarme y darme más de lo que puedo esperar. Dicho en palabras familiares: Dios se ha hecho querer por mí con su empeño en salvarme. Sólo desea que yo corresponda con mi vida a ese amor y a esa entrega.
Si he conocido a Dios como Padre lleno de ternura y lo he contemplado al ver a Jesucristo dando su vida por mí, no puedo quedarme en un mero sentimiento de agradecimiento. No puedo conformarme con cantar sus alabanzas o participar en un acto de culto. El Amor se tiene que vivir amando. Mi Padre Dios ha puesto ante mí a todos mis hermanos para que pueda así entregar todo el amor de mi corazón. Por eso el mandato de amar a Dios está estrechamente unido al mandato de amar al prójimo. Como el mismo escriba expresó, esto vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Siento que has puesto en mí parte de tu Espíritu porque hay un fuego que arde dentro de mí para que entregue mi vida por los hermanos. Contigo he ido descubriendo cada día la inmensa alegría que produce el amor y la entrega. 

sábado, 13 de octubre de 2012

La verdadera riqueza


Jesús lo miró con amor y le dijo:
"Te queda una cosa que hacer:
 Anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres
 y tendrás un tesoro en el cielo.
Después, ven y sígueme". (Mc 10,21)
           
Muchas veces, en nuestra mentalidad humana y material, sentimos admiración por las personas que han llegado lejos y han alcanzado fama, riqueza o poder. “Qué listo ha sido, qué alto ha llegado, cuántas cosas ha conseguido…”
            En cambio, Jesús nos ofrece un camino diferente de Sabiduría. Porque, no nos confundamos, la verdadera sabiduría es dejarse llenar por Jesucristo, profundizar en su mensaje y vivir como Él nos propone. Ciertamente, la sabiduría de Dios aparece muchas veces a los ojos del mundo como locura o como necedad. Pero los que la llevan a la práctica saben que han encontrado el verdadero tesoro, la verdadera riqueza de su vida.
            “Vende todo lo que tienes” : El primer paso, para alcanzar esta plenitud es venderlo todo, o dicho de otra manera, desprenderse de todos los apegos de este mundo. Aunque a nosotros esta propuesta nos resulte muy dura, en realidad, consiste en liberarse de todas las ataduras. Cuando ya no sientas el dominio de las cosas del mundo te encontrarás disponible para recibir la verdadera riqueza.
            Hay muchas personas que han entendido este desprendimiento más allá de lo material y han dado a Dios un sí que les ha empujado a dejar a su familia y a su patria y se han quedado sólo con el Señor.
            “Dáselo a los pobres”: El segundo paso es como una consecuencia del primero. El desprendimiento no puede ser sólo un gesto de heroísmo personal, sino que tiene que brotar del amor. Por eso el amor nos lleva al encuentro con el otro, sobre todo, con los pobres. San Pablo nos dice que Cristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Así también, cuando nosotros nos disponemos a obedecerlo, nos desprendemos de nuestras cosas para que los pobres se beneficien de nuestra entrega. Este amor nos está ganando un gran tesoro en el cielo. Es el tesoro verdadero que nos llena de alegría y hace que lo vendamos todo para quedarnos con él. El tesoro que está donde no hay ladrones que roben ni polilla que lo destruya.
            “Después ven y sígueme”: Para completar este camino de la sabiduría hay que ir todavía más allá: seguir a Jesús. El seguimiento supone una vida de oración y de relación constante con Él, un esfuerzo permanente por conocerlo a Él y comprender su mensaje. Seguirlo es acompañarlo hasta la cruz para llegar así también a la resurrección.
            Seguro que esta propuesta te deja muchas preguntas: ¿Alguien es capaz de vivir así? ¿Será verdad que por este camino somos más libres y más felices? ¿Será cierto que esto no es locura sino verdadera sabiduría?
            Vivir así, dice el mismo Jesús, es imposible para los hombres, no para Dios. Esto significa que no se trata tanto de un esfuerzo voluntario sino, más bien, de decirle a Dios que sí y acoger su gracia; porque todo es un don, también la capacidad de desprenderse y entregarse.
            ¿Será esto verdad? Dile Sí a Dios, y haz la prueba.

            Cuando medito tus Palabras veo siempre la luz en medio de la oscuridad. Siento deseos de vivir es ideal que me propones y me encuentro feliz de tenerte conmigo apoyándome en todo lo que me propongo. Sé que estoy muy lejos de la meta a la que deseo llegar pero también descubro que no voy solo por el camino, porque en todo momento estás conmigo y nunca me fallas. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Quién decís que soy yo?


"Y vosotros, ¿quién decís que soy?".  (Mc 8,29)

            Esta pregunta de Jesús me la haga constantemente y hoy me ha tocado volver sobre ella. Estaba pensando que puedo decir muchas cosas sobre Él, conozco bastante bien los dogmas sobre su persona y creo que también he ido adquiriendo con el tiempo un conocimiento profundo sobre mi Señor y mi Salvador. Su Palabra ha sido y sigue siendo para mí una forma concreta de entrar en contacto personal  con Él y de tener un diálogo de amigos.
No es para mí un mero personaje del pasado, es una persona viva con la que me relaciono continuamente, no es un hombre extraordinario, es mi Dios y mi Señor a quien le he entregado mi vida. Pero ¿Qué digo yo de Jesucristo?
De pronto la pregunta me hace pensar que podría ser que con mi vida, con mi actitud no esté comunicando la verdad de su misterio.
Si de verdad creo que Jesús es mi Salvador tengo que transmitir alegría y optimismo, tengo que saber valorarme y aceptar mis defectos con la paciencia y el amor que Él tiene conmigo. Si soy escrupuloso, si vivo agobiado por mis culpas es que todavía no he comprendido que Él ha venido por amor, para salvarme.
Si sé que ha resucitado y está vivo no puedo andar preocupado por las cosas materiales, no tengo que tener miedo a la cruz, al contrario, tengo que estar dispuesto a cargar con ella para seguirlo.
Creo que si llego a vivir así mi relación con el Señor, este optimismo me hará mirar a los demás como Él los mira, me animará a desprenderme de todo para dedicarme en plenitud a construir su Reino, me libraré de mis rencores y sabré perdonar de corazón.
Así que, después de reflexionar sobre todas estas cosas tengo que llegar a la conclusión de que todavía me queda un largo camino que recorrer para poder decir de verdad como Pedro: Tú eres el Mesías.

Al conocerte y seguirte has ido transformando mi vida. Yo no soy más que un pobre pecador y tú me has purificado con tu perdón y has querido hacer de mí un mensajero de tu Palabra. Yo no soy más que un pobre hombre apegado al mundo y tú has puesto en mi corazón un amor tan grande capaz de negarse a sí mismo para dar la vida por los demás. Yo no soy más que un pobre cobarde, lleno de dudas y tú me has dado la fuerza necesaria para llevar la cruz detrás de ti y no aferrarme a esta vida. Así has puesto de manifiesto que este tesoro, en vasija de barro, es obra tuya y no cosa de hombres.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El poder de Jesús


Todo lo ha hecho bien;
hace oír a los sordos y hablar a los mudos.


Jesucristo fue un hombre semejante a nosotros en todo menos en el pecado. Pero también hacía cosas extraordinarias, tenía un poder sobrenatural que dejaba a todos llenos de asombro. La explicación, para nosotros es muy simple: además de ser un hombre era también Dios, es Dios hecho hombre para salvarnos.
Ya habían anunciado los profetas que ocurrirían estas cosas como una señal de la presencia de Dios en medio de su pueblo. En momentos muy duros, mucho más difíciles de los que ahora estamos viviendo, el pueblo encontró esperanza en aquellas profecías.
¿No necesitamos también hoy mensajes de ánimo? ¿No nos está haciendo mucha falta poder pensar en el futuro con optimismo? A mí se me ocurre que es una oportunidad para que empecemos a mirar a Dios, a escucharlo y a creer en sus promesas. Las promesas de Dios se cumplen siempre, no lo dudes. Lo que pasa es que él actúa de forma distinta, desconcertante.
Mientras estemos apegados sólo a los asuntos de este mundo, mientras confiemos únicamente en las cosas materiales, tendremos los ojos cerrados para ver los milagros que todavía suceden a nuestro alrededor.
Si sólo somos capaces de ver nuestros problemas particulares y queremos soluciones inmediatas nos perderemos la oportunidad de descubrir todo lo bueno que Dios sigue haciendo con nosotros y de escuchar todo lo que tiene que decirnos.
Pero podemos abrirnos al misterio y dejarnos sorprender por Dios. Él  ha escogido a los pobres de este mundo; a todos nos llama a hacernos pobres y pequeños para entrar en su Reino. Los sabios y entendidos no alcanzan a comprender este mensaje, pero sí lo comprenden los pobres, los sencillos, los que reconocen su ignorancia.
Jesucristo cumplió todas aquellas profecías y la gente pudo admirar cómo ante él los sordos oían y los mudos hablaban.
Quiero volver a tener un fe sencilla, y también ingenua ¿por qué no? Le voy a rezar al Señor pidiendo milagros, quiero que siga haciendo cosas humanamente imposibles. Voy a hablar con él confiando en que es Dios y lo puede todo. No perderé mi fe por no ver mis deseos cumplidos, pero seguiré rezando y pidiendo lo imposible y seguiré esperando ver el poder de Cristo.
Él, que abrió los ojos de los ciegos, me abrirá los ojos para ver todo lo que hace por mí, me abrirá los oídos para escuchar si Palabra y soltará mi lengua para que cante sus alabanzas.
Él me abrirá también los ojos para que pueda ver a mis hermanos y descubra a todos los que me necesitan, abrirá mis oídos para que escuche el grito de los pobres y me ensanchará el corazón para que entregue mi vida por ellos, como Él entregó su vida por mí.

Transforma este mundo nuestro, Señor, para que reine el amor, cura a los enfermos, da esperanza a los tristes, y abre el corazón de todos a tu Palabra salvadora.

sábado, 18 de agosto de 2012

La carne y la sangre de Jesús


Este es el pan que ha bajado del cielo:
no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;
el que come este pan vivirá para siempre.


Jesús nos ofrece su carne para que alcancemos la vida. Estas palabras, al no ser comprendidas dieron lugar a muchas dudas entre los oyentes: ¿Cómo puede darnos a comer su carne? Pero nosotros sí que llegamos ya a comprender que nos habla de la Eucaristía, que se trata de un sacramento y no de un acto de canibalismo.
Jesús ha tenido una forma de entender la vida. Sabe que ha venido al mundo como enviado para cumplir un encargo por parte del Padre. Toda su vida la ha dedicado al cumplimiento de ese encargo. Ya de pequeño dijo que tenía que ocuparse de los asuntos de su Padre. Como dice la carta a los Hebreos, al entrar en el mundo dijo: aquí estoy para hacer tu voluntad.
La voluntad del Padre es para Jesús el verdadero alimento. En el cumplimiento de su misión se ha convertido ya en el pan de la vida para todos nosotros. El pan que se convierte en el alimento cotidiano y casi imprescindible, el pan que es siempre para nosotros signo de lo bueno. Este es Jesús, el buen pan que nos muestra la voluntad del Padre y nos la propone como alimento de la vida.
Hacer la voluntad del Padre significa entregar la vida por amor, demostrar con la vida el gran valor del amor al prójimo, con todo lo que eso lleva consigo: perdón, sacrificio, renuncia, donación… esto es dar a comer su carne.
Al conocer a Jesús hemos pasado a ser adultos en la fe. Se nos puede proponer una forma de vida radical como es el Evangelio, como encontramos en las Bienaventuranzas y en el sermón de la montaña; es una propuesta que nos resulta utópica, que nos parece maravillosa pero que no la vemos hecha realidad: ¿quién cumple eso? Eso lo hace nadie… y parece que Jesús nos dice, pues, vamos, ponte a hacerlo tú.
Pero también nos ofrece un alimento especial para que sea posible: nos da a comer su carne. Es como si nos animara a llenar nuestra vida con su propio amor. Él mismo quiere estar viviendo dentro de ti y amando al mundo dentro de ti. Así se puede hacer posible la utopía. Tal vez te hayas preguntado alguna vez por qué alguien ha sido capaz de perdonar de verdad, de dar su vida por los demás, de desprenderse de todo… la respuesta está en la Eucaristía.
Puedes pensar, con razón, que mucha gente no vive la Eucaristía de verdad, que puede haber mucha hipocresía; ante esto yo no quiero ser un juez de la vida de los demás, cada uno dará cuenta a Dios de su vida. Yo prefiero mejor, intentar convertirme en un testigo del amor con mi propia vida.
Por eso me propongo vivir de verdad la Eucaristía. Si voy a comer la carne de mi Señor, procuraré apartarme del pecado, confesarme con frecuencia para que Dios me purifique con su gracia, y esforzarme en hacerme digno del regalo que se me ha entregado dándome yo también a los demás.

Tu carne y tu sangre me dan la vida, me renuevan cada día y me dan fuerza para seguirte. Te has quedado conmigo para siempre. 

sábado, 11 de agosto de 2012

El pan de la vida


"Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente;
y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo". (Jn 6,51)

Jesús ha entregado su vida nos propone seguir su camino, un camino muy exigente. Nos ha dado su carne, porque ha ofrecido toda su persona, todo su ser y ha culminado esta entrega con su muerte en la cruz. Su cuerpo ha sido entregado por nosotros y su sangre ha sido derramada por nosotros. Así es como ha querido llenarnos de vida, librarnos del poder de la muerte.
Seguir su camino es una propuesta apasionante. Es mostrar al mundo el amor inmenso de Dios, no con meras palabras sino con hechos concretos, pretender construir un mundo que sea una familia de hermanos, un mundo donde reine de verdad el amor. Este proyecto supone un compromiso muy serio que requiere grandes sacrificios, que supone renuncias y que lleva siempre el sello de la cruz. Como Jesús se ha convertido en pan de vida, así tengo yo que seguirlo haciéndome buen pan para mis hermanos.
Sin duda se trata de un camino superior a mis fuerzas. Humanamente me resulta imposible llegar a tanta radicalidad y me veo desbordado constantemente por la realidad. No soy capaz de vivir con tanta santidad, no soy capaz de entregarme sin reservas, ni siquiera me veo capaz de perdonar de verdad o de desprenderme de lo mío por los demás. El proyecto es apasionante pero yo soy muy débil y muy pequeño para sacarlo adelante.
Pero el Señor, que se ha entregado y me invita a seguirlo, es también mi alimento. Es el pan que me da las fuerzas necesarias para superar este camino. Él está aquí en la Eucaristía y me da fuerzas para resistir la tentación, fuerzas para mantener encendida la llama de la fe frente a la oscuridad de la duda, fuerzas para poder sostener a los que se tambalean y me buscan para apoyarse. La Eucaristía es el alimento que necesito cada día para vivir de verdad el Amor total.

Muchas veces me siento agotado y creo que he llegado al límite, pero tú siempre me dices que tengo que continuar; me pones delante a todos los que me necesitan y me urges para que continúe. Para que no desfallezca me has dado un alimento celestial que eres tú mismo: es tu Palabra, es tu presencia y, de un modo particular es el pan eucarístico.

viernes, 20 de julio de 2012

Como ovejas sin pastor


Jesús, al desembarcar y ver tanta gente,
se compadeció de ellos
porque eran como ovejas sin pastor,
y se puso a enseñarles muchas cosas. (Mc 6,34)

            El Evangelio nos cuenta cómo la gente buscaba a Jesús hasta el punto de no darle tiempo ni para comer. Quería estar a solas con sus discípulos en un lugar tranquilo, pero la multitud sigue buscándolo por todas partes.
            Tal vez han comprendido que Jesús es alguien en quien se puede confiar, alguien que está dispuesto a escuchar sus problemas y a interesarse de verdad por sus personas, tal vez buscan tan sólo los milagros o la curiosidad por conocer a un hombre que cura a los ciegos y limpia a los leprosos; posiblemente habría de todo.
            El Señor, por su parte, los mira a todos, compadecido, es decir, sintiendo en sí mismo todas sus inquietudes y todas sus preocupaciones. Los ve desorientados, confundidos, empobrecidos… son como ovejas sin pastor. Pero Él es capaz de ponerse en su situación y encontrar una solución para ellos. Pero tal vez aquí también nos desconcierta el Señor: “Se puso a enseñarles muchas cosas”, la enseñanza del Reino de Dios es la respuesta para toda aquella multitud desorientada.
            Yo sé que esto puede resultar ridículo si se entiende sin fe, pero estoy convencido del poder de la predicación. Recuerda que el Evangelio no es un cuento para entretener a los niños sino un mensaje de Salvación, es la Palabra viva de Dios. Es mucho más que un relato de milagros o una historia bella de un hombre bueno. Las palabras de Jesús tocan de lleno a quien las acoge.
Te ayudan a comprender tu gran dignidad porque te revelan lo mucho que significas para Dios, que se presenta ante ti como Padre y te espera siempre con los brazos abiertos, que se compadece de tu debilidad y te perdona siempre; y que para sacarte de tu miseria ha enviado a su Hijo.
Si tú vales tanto tienes que vivir conforme a esa dignidad que se te ha revelado, pero también has de mirar a los demás reconociendo en ellos el gran valor que tienen: son Hijos de Dios redimidos por la sangre de Cristo.
Las Palabras de Jesús no son sólo palabras, Él mismo está en ellas, por eso lo puedes descubrir caminando a tu lado. ¿No te has dado cuenta de cómo te habla personalmente a ti? ¿No has sentido que esta Palabra estaba respondiendo a tu inquietud o preocupación concreta?
El Señor Jesús, está vivo y camina contigo. Ya no estamos como ovejas sin pastor, porque hemos conocido al Pastor que nos reúne, nos alimenta y nos lleva a las fuentes de la Vida.

A veces me gusta estar contigo en un lugar tranquilo, pero no para evadirme sino para poder comprender mejor todo lo que me pides, para orar por cada persona que se ha acogido a mis plegarias, para tratar de entender todo lo que estás haciendo en los pequeños y sentir que no estoy solo. Después siento más deseos de volver a ser testigo de tu Reino y enseñar a todos estas cosas que nos llenan de vida y esperanza.

sábado, 7 de julio de 2012


Escuchen o no escuchen
 —puesto que son una raza de rebeldes—,
sabrán que en medio de ellos se encuentra un profeta. (Ez 2,5)

            La misión de un verdadero profeta no consiste en regalar el oído del pueblo para ganarse su favor. Esto es más bien lo que hacen los falsos profetas, que para ser populares dicen cosas halagüeñas y reciben el aplauso de la gente, pero con eso no ayudan de verdad a cambiar las cosas.
            El enviado de Dios tiene que proclamar la Palabra, que muchas veces resulta molesta, porque nos enfrenta con nuestros pecados y con nuestra vida equivocada, pero ese anuncio es el que nos puede ayudar a todos para tratar de convertirnos y volver a Dios, que nos ama y desea de todo corazón nuestra alegría.
            Muchas veces me han dicho que la Iglesia se tiene que modernizar, no en el sentido de usar las nuevas tecnologías sino en la relajación moral que domina el ambiente. Hay que ser más modernos diciendo que nada es pecado, que todo vale, que no hace falta confesar o que tampoco hay que sacrificarse tanto. Pero si nos adaptamos así al relativismo existente, dejaremos de ser un signo en el mundo, porque no seremos fieles a la misión de anunciar lo que Dios nos ha dicho y ha quedado recogido en la Sagrada Escritura.
            También me han dicho: "os vais a quedar solos si no cambiáis de mensaje". Y la verdad es que estamos viendo, con dolor, cómo la gente se va alejando de la práctica religiosa y como las vocaciones a la vida consagrada van cayendo de forma alarmante. Pero no podemos olvidar que no somos dueños del mensaje sino sólo portavoces. Tendremos que seguir explicando el camino que Dios nos ha marcado a través de los profetas y, de forma particular, por medio de Jesucristo. Tendremos que seguir proponiendo como meta de vida las Bienaventuranzas, como principio de todo el Amor, y tendremos que mirar a Dios como el Padre que nos ama y que todo lo ha puesto en marcha y lo dirige todo.  Porque el mensaje es éste y no podemos cambiarlo, guste o no guste. Si fuera verdad que nos quedamos solos podemos recordar a Jesús en Nazaret, su pueblo, también Él fue rechazado por sus paisanos, como Pablo que tuvo que descubrir que la fuerza se hace presente en la debilidad, o como Ezequiel  que sabe que su misión será un fracaso, pero que el pueblo recordará algún día que entre ellos hubo un profeta.

Necesito claridad para comprender tu Palabra y audacia para exponerla íntegramente a los demás. Necesito tu ayuda para ser más coherente con el Evangelio y poder ser un signo de tu Reino en medio de este mundo. Tengo que saber ser más sincero, más pobre, más místico y, sobre todo, un verdadero hermano dispuesto a entregar mi vida a los demás.

sábado, 30 de junio de 2012

La hija de Jairo


Llegaron algunos de casa del jefe de la sinagoga diciendo: "Tu hija ha muerto. No molestes ya al maestro". Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga: "No tengas miedo; tú ten fe, y basta". (Mc 5,35-36 )

Jairo que era el jefe de la sinagoga debía de ser un hombre importante en el pueblo, posiblemente una persona influyente que estaría acostumbrado a conseguir todo lo que se proponía. Cuando vio que su hija se moría con doce años tuvo que comprender que no era más que un pobre hombre como los demás. Pero, sabiendo que Jesús podría curarla, tuvo la suerte de poder acudir a él.
El evangelio nos cuenta cómo en ese último intento le dieron la terrible noticia. Parece que estaban diciendo: déjalo, que ya no hay nada que hacer.
Estaba yo pensando en muchos momentos de mi vida en los que pienso que ya está todo perdido, que ya ni siquiera voy a encontrar consuelo en la oración, que es mejor pensar en otra cosa. Tal vez termino con una resignación religiosa pensando que si Dios lo ha querido así habrá que aceptarlo.
En este episodio Jesús anima a Jairo. Se empeña en hacerle ver que no debe dejarse vencer por el desánimo. “Ten fe y basta”.
Cuando me he parado a pensar en el sentido de estas palabras he descubierto que mi resignación religiosa no es otra cosa que un síntoma de mi falta de fe. Es como si Jesús me dijera: ¿Quién te ha dicho que te conformes con lo que hay? ¿Quién te ha dicho que dejes de luchar? Ten fe y basta.
Ni siquiera la noticia de la muerte de su hija tenía que detener a Jairo en el empeño por salvarla. La fe debe superar también el obstáculo de la muerte. Jesús lo puede todo y quien confía en él lo puede esperar todo, incluso lo imposible.

Ayuda tú mi falta de fe para que no me falte nunca la ilusión por construir tu Reino.

sábado, 23 de junio de 2012

El nacimiento de San Juan Bautista


 "¿Qué llegará a ser este niño?".
Porque la mano del Señor estaba con él. (Lc 1,66)

            El nacimiento de San Juan Bautista aparece en el Evangelio rodeado de prodigios. No es de extrañar que los vecinos se queden asombrados de lo sucedido y comprendan que este niño es un elegido de Dios.
            Su madre, que no había tenido hijos, da a luz cuando ya es anciana. Su padre se ha quedado mudo y empieza a hablar para bendecir a Dios justo después de escribir el nombre del niño en una tablilla. Estaban en lo cierto, la mano de Dios estaba con aquel niño.
            Me imagino lo dura que había sido la vida para Isabel y también la alegría que sentía al ver que Dios había tenido con ella una gran misericordia.
            Con el Bautista terminará el antiguo Testamento. Él preparará el camino para recibir al Salvador que habían prometido los profetas. El nacimiento de Juan estuvo lleno de prodigios pero el nacimiento de Jesús estará rodeado de mayores portentos: él nacerá de una madre joven y Virgen, y en la humildad de un establo acudirán unos pastores a adorarlo avisados por un ejército celestial.
            La figura de Juan será para todos una llamada de atención y muchos pecadores sentirán la necesidad de convertirse y rectificar su vida para no recibir el castigo por sus pecados.
            Jesús vendrá con sencillez, siendo uno más y también llamará a la conversión pero no para evitar la cólera de Dios sino para experimentar la fuerza de su infinito amor.
            Yo creo que hoy también el Señor está haciendo grandes portentos, como entonces. Que de alguien incompetente, como puedo ser yo, también es capaz de valerse para hacer llegar a todos su mensaje de amor, y para que todos puedan alcanzar sus bienes.
            Te animo a que descubras con sinceridad tus limitaciones y mires a Dios con confianza. Todo esto es como la incapacidad de Isabel de llegar a ser madre. Dios interviene así también en tu vida para convertirte en instrumento de su gracia. Siempre es él quien lo lleva todo a término.

            Como Juan quiero ser la voz que proclame tu Palabra y la lámpara donde ha de brillar tu Luz. Soy una herramienta torpe y débil; pero, en tus manos, todo termina siendo eficaz, porque Tú lo puedes todo y no descansas en tu empeño de salvarnos.

            

sábado, 16 de junio de 2012

La semilla que crece sola


"El reino de Dios es como un hombre
que echa una semilla en la tierra.
 Lo mismo si está dormido como si está despierto,
si es de noche como si es de día,
la semilla, sin que él sepa cómo,
germina y crece.( Mc 4,26-27)

Jesús nos cuenta con ejemplos muy sencillos la grandeza del Reino de Dios, así es posible que comprendamos algo que sobrepasa nuestra inteligencia.
El Reino de Dios es Él mismo, que ha venido al mundo como una semilla dispuesto a sembrarse, entregándose a los demás. Por eso todos lo encontraban siempre disponible para enseñar con paciencia, para transmitir el perdón de Dios o para curar a los enfermos. Esta semilla se ha sembrado y va creciendo y dando fruto por sí misma.
La semilla contiene ya el poder de convertirse en árbol no hay más que sembrarla. Del mismo modo, la Palabra de Dios tiene el poder de transformar al ser humano y de llenar el corazón del Amor de Dios.
Por eso me siento atraído hacia la persona de Jesús. Me presento ante él débil y pobre, pero su Palabra me transforma. Él me hace sentirme importante para Dios que es mi Padre y me ama, hace que me libere de todo lo que me esclaviza porque veo que ahí no encuentro la paz ni la felicidad, me ayuda a comprender el poder del Amor y hasta pone, en medio de mis dudas, la luz de la fe.
Es verdad, su Palabra, su presencia, es la semilla que una vez que se siembra empieza a germinar y a crecer y llega a dar fruto sin que yo sepa cómo.

Cuando me has abierto los ojos he podido comprobar cómo estás trabajando cada día en la vida de los pobres. Tú haces que cada persona me esté mostrando tu grandeza y que cada acontecimiento me revele tus designios.

sábado, 9 de junio de 2012

La Sangre de la Nueva Alianza


"Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza,
que será derramada por todos. (Mc 14,24)

Dios hizo una alianza con los Israelitas cuando salieron de Egipto. Ellos se comprometían a cumplir la ley para que Dios los protegiera y los salvara. Aquella alianza quedó sellada con la sangre de un animal sacrificado.
La ley se convirtió a menudo en la causa del pecado y de la condenación del pueblo. Por eso aquella alianza quedó anticuada y los profetas empezaron a anunciar una Alianza Nueva que grabaría la ley en el corazón de los hombres.
Está claro que la sangre de un animal no tiene por sí misma ningún valor. Pero aquel ritual estaba ya anunciando la llegada de Jesús como el verdadero cordero que quita el pecado del mundo.
Jesús hizo de toda su vida un sacrificio porque toda su vida fue una entrega total a Dios y al ser humano. La ofrenda de Jesús fue decir: “Aquí estoy para hacer tu voluntad” y esa obediencia lo llevó a culminar su obra derramando su sangre en la cruz.
La antigua alianza se volvió en contra del pueblo porque no la cumplían y quedaban condenados por el pecado. Pero en la Alianza Nueva Jesús lo ha puesto todo para nuestro favor. Él ha puesto el amor, la obediencia, la entrega, el sacrificio, el perdón y la santidad. Nosotros lo único que podemos hacer es dejarnos amar por él.
En la Eucaristía nos ofrece su Cuerpo y su Sangre que nos fortalecen y ponen en nosotros el amor que nos permite cumplir su voluntad.
Que la participación de este sacrificio nos renueve para que nos dispongamos a vivir eucarísticamente como Jesucristo, entregando también nuestro cuerpo y nuestra sangre, es decir, toda nuestra vida para el bien de los demás.
Lo mismo que vamos a contemplar a Cristo vivo y presente en el pan consagrado y lo aclamaremos con nuestros cantos, que seamos capaces de contemplarlo, también presente y vivo, en los pobres y en todos los que sufren, y lo sirvamos con la entrega y el sacrificio de nuestra Caridad. Así haremos realidad con nuestra vida lo que celebramos cada domingo en la misa.

Gracias, Señor Jesús, por haberte quedado tan cerca de nosotros en este sacramento. Que tu Cuerpo y tu Sangre pongan dentro de mí un amor capaz de transformar el mundo, de dar la vida por los demás y hacerme, como tú, buen pan para mis hermanos.

sábado, 26 de mayo de 2012

El Espíritu Santo


"Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados;
 a quienes se los retengáis, les serán retenidos". (Jn 20,22-23)

Jesús vino al mundo enviado por el Padre y cumplió su misión llegando hasta el final. Con su obediencia nos ha abierto el camino para llegar a Dios, nos ha purificado de nuestros pecados y nos ha ofrecido la esperanza de superar todos los males de este mundo. Su presencia entre nosotros ha sido una Buena Noticia que ha llenado de alegría al mundo.
Jesús ha dejado de estar visiblemente entre nosotros pero su gracia no puede desaparecer de la tierra. A sus discípulos les encomendó la misión de seguir haciendo posible en el mundo la salvación. Como el Padre lo ha enviado a Él así es como Él ha enviado a sus discípulos.
Cualquiera de los apóstoles podría sentir que no era nadie para llevar a cabo este mandato. A fin de cuentas eran gentes sencillas y además en los momentos más importantes le habían fallado: habían huido y habían negado a su maestro. Pero Jesús cuenta con ellos y los envía.
Para hacer posible ese ministerio sopló sobre ellos el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que Él había recibido en el Jordán el día de su Bautismo, el Espíritu que había inspirado a los antiguos profetas. Los apóstoles no eran nada por sí mismos pero con la presencia del Espíritu Santo sí que pueden actuar en el nombre de Jesús y transmitir al mundo su gracia.
La gracia de Dios es, sobre todo, el perdón de los pecados. Jesús derramó su sangre para el perdón de los pecados y a los apóstoles les dio este poder.
Después del paso de los siglos la Iglesia continúa transmitiendo el poder del Espíritu Santo. Así es como se hace posible que hombres débiles y pecadores lleguen a ser sacerdotes y puedan hacer presente a Jesucristo en la Eucaristía y perdonar pecados con el sacramento de la penitencia.
Tal vez tú también sientes que no eres nada y que llevar a Cristo es algo que te supera. También a ti te llama para que des testimonio de su amor y construyas su Reino de Fraternidad. No tengas miedo sólo debes decirle sí y el te dará su Espíritu. Con la fuerza del Espíritu Santo será posible vivir el Evangelio y comunicar la alegría del amor de Dios.

Envía tu Espíritu, Señor, que transforme mi mediocridad y llene mi corazón de entusiasmo para proclamar tus hazañas. Envía tu Espíritu, Señor, para que aparte de mi todo sentimiento malo y ponga en mí deseos puros de hacer tu voluntad. Envía tu Espíritu, Señor, para que viva un encuentro profundo contigo y la oración se convierta en el oxígeno de mi vida espiritual.
Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra.

sábado, 19 de mayo de 2012

Ascensión del Señor


A los que crean les acompañarán estos prodigios:
en mi nombre echarán los demonios;
hablarán lenguas nuevas;
 agarrarán las serpientes y,
aunque beban veneno, no les hará daño;
pondrán sus manos sobre los enfermos
y los curarán.(Mc 16,17-18)

Jesús había hecho grandes prodigios durante su vida y, antes de irse al cielo, quiere dejar a sus discípulos el encargo de continuar con su misión. Los apóstoles habían sido duros para creer en la Resurrección pero aun así el Señor sigue confiando en ellos. Porque no serán sus cualidades personales ni su buena capacidad para predicar sino el poder del Espíritu Santo que vendría sobre ellos.
Me ha llamado la atención que Jesús prometa todos estos prodigios con tanta naturalidad. Yo sólo he podido comprobar que en mi caso no se han hecho realidad: ni echo demonios, ni hablo lenguas ni curo enfermos y, desde luego, no voy a hacer la prueba de coger serpientes o beber veneno.
Tal vez si tuviera más fe podría ver esos prodigios que Dios realiza a través de mí. Tal vez lo que me falta es creer de verdad. Jesús ha dicho que estos signos acompañarán a los que crean. Ahí es donde posiblemente está mi fallo, en que me falta creer que puedo hacerlo.
Es verdad que no he podido echar demonios, ni he tenido oportunidad de toparme con ninguno, pero sí que he ido corrigiendo muchos pecados. Con la ayuda de la gracia he superado muchas tentaciones.
Y no hablo lenguas, ni siquiera me defiendo con las que aprendí en el colegio. Pero he tenido ocasión de comunicarme con gente de países muy diversos: rusos, italianos, ingleses, franceses, alemanes, africanos, americanos. Y nos hemos entendido por lo menos en lo básico. Tal vez el lenguaje de la amistad y la cercanía es algo universal que nos permite comunicarnos a todos.
Sobre coger serpientes o beber veneno es que no se me va a ocurrir comprobarlo. Pero tal vez se pueda entender como haber sido capaz de emprender aventuras que creía imposibles para mí y que se han hecho realidad, o haber afrontado peligros diversos y haberlos superado.
Y finalmente habla de curar a los enfermos. Sé que hay muchos creyentes que dedican mucho tiempo a estar con los enfermos y hacer que su sufrimiento sea más llevadero. No vamos a conseguir erradicar la enfermedad del mundo pero podemos estar al lado de los que sufren para que no se sientan solos en ese trance.
Si creo de verdad puedo contemplar los grandes prodigios que sigue haciendo el Señor a través de sus discípulos.

Estás en el cielo, Señor Jesús, a la derecha del Padre. Tienes todo el poder del universo como Dios que eres. Pero no nos has dejado, sigues con nosotros y actúas cada día para favorecernos. Nos sigues hablando por medio del Evangelio y de los acontecimientos, nos sigues salvando con los sacramentos, estás atento a lo que te pedimos y nos muestras tu cercanía y además te has quedado hecho pan en la Eucaristía para que podamos verte y adorarte.

viernes, 11 de mayo de 2012

Amigos y no siervos


Ya no os llamo siervos,
Porque el siervo no sabe lo que hace su señor:
A vosotros os llamo amigos,
Porque todo lo que he oído a mi Padre
Os lo he dado a conocer. (Jn 15,15)

Jesús ha venido a hacernos partícipes del amor del Padre. Él mismo nos dice que nos ha amado lo mismo que el Padre lo ha amado a Él. Por eso quiere tenerme como amigo.
Tal vez sea interesante tener un siervo que obedezca dócilmente todas tus órdenes por miedo al castigo. Pero eso no es lo que le interesa a Dios ni tampoco a su Hijo.
Dios se ha revelado como Padre y quiere que acuda a Él como hijo para darme todo su amor, para escuchar todo lo que quiera contarle y ofrecerme todo lo que me puede hacer feliz. Quiere que me sienta con confianza y familiaridad, que su presencia me llene de inmensa alegría.
Jesús tampoco quiere siervos sino amigos. Tiene un mandamiento que proponer pero es un mandamiento que no se puede cumplir por miedo o por servilismo. Su mandamiento es el amor y sólo se puede cumplir por un sentimiento profundo.
 Ha sido Él quien me ha amado primero, quien me ha llamado y elegido para que dé fruto abundante. Ha sido Él quien ha venido a mí para que yo lo conozca y sienta su gracia actuar dentro de mí.
Siento que todo lo que el Señor me manda es más un privilegio que una carga, es más un regalo que una tarea. Al acercarme a Él he experimentado la fuerza de un amor impresionante que no se puede expresar con palabras y es como un fuego que arde dentro de mí y que no puedo apagar.
Es un sentimiento de alegría que me impulsa a querer compartir con todo el mundo este gozo pleno, a desear que todos puedan ser felices, a mirar a cada persona como un hermano querido y no pasar indiferente ante nadie que se cruce en mi camino.
Si el encuentro con Jesucristo es capaz de producir estos sentimientos dentro de mí qué hermoso será el mundo cuando todos lo conozcamos y todos nos sintamos hermanos y todos experimentemos cómo arde dentro de nosotros esa llama inextinguible del amor.

Tú me has comunicado el amor del Padre con la entrega de tu vida. Nadie tiene amor más grande que el que tú has mostrado en la cruz. También me has dejado un mandamiento, un solo mandamiento que contiene todos los secretos de la felicidad: el Amor. Es un mandamiento que se puede cumplir siendo amigo y no siervo. Como tú me has amado yo he de amar también a mi prójimo para que el Amor siga extendiéndose por toda la tierra y haga llegar tu Reino.

sábado, 5 de mayo de 2012

La vid y los sarmientos


Mi Padre es glorificado
si dais mucho fruto y sois mis discípulos. (Jn 15,8)

Qué fantástica propuesta me hace Jesús: dar mucho fruto. Hace que sienta dentro de mí los deseos más puros y más nobles. Cómo quisiera dar fruto de verdad y ver que llega a este mundo la paz gracias a mi esfuerzo. Desearía proclamar a todos la Buena Noticia de Jesús con tanto entusiasmo que, al oírme, sintieran deseos de entregarle a Dios toda su vida. Desearía tener una fuerza de Caridad tan grande que todos los pobres y tristes pudieran venir a mí y encontraran consuelo y alivio en sus problemas. Sentiría que estoy dando fruto abundante.
Ahora me miro a mí mismo y veo que la realidad está muy distante de mis buenos deseos. Más bien veo que estoy dominado por la mediocridad y cada día tengo que luchar por superar mi pereza o mi falta de entusiasmo. Tal vez el fruto que Dios espera de mí no son los resultados llamativos. Si lograra tantas cosas buenas sentiría que soy grande y me llenaría de vanidad. Pero Dios me pide frutos que tengo que sacar de dentro de mí.
Tengo que dar fruto con la perseverancia en la fe. En medio de la sequía espiritual que nos toca vivir, mi fruto será seguir confiando en el Señor y alabándolo por todo el bien que me ha hecho; mantener vivo el espíritu de oración y no fallar ni un solo día en el encuentro personal y comunitario con Jesucristo.
Daré mucho fruto si soy capaz de superar mis rencores y perdono de corazón a quien me ha hecho algún mal, si me desprendo de mis apegos materiales y comparto mis cosas con los que no tienen nada, si me entrego más a las cosas del cielo que a las de la tierra.
En definitiva, daré fruto si le digo a Dios sí, aunque lo que me pide parece fuera de mi alcance y me dejo llevar por él en las cosas de cada día.
También sigue habiendo mucha distancia entre el deseo y la realidad. Pero el Jesús me recuerda que soy el sarmiento que tiene que estar unido a la vid. Por eso mi primer paso ha de ser unirme a él.

Tu Palabra me alimenta con la savia de tu sabiduría y con sólo escucharla ya está transformando mi vida. Tu perdón purifica mi corazón y me hace sentirme limpio y pone dentro de mí deseos de santidad. Tu cuerpo y tu sangre, entregados por mí, me llenan de tu amor y me fortalecen para que pueda superar todas mis flaquezas. Tú mismo has puesto en mi vida los medios que me permiten estar unido a ti para siempre y así dar fruto abundante.

sábado, 28 de abril de 2012

El Buen Pastor


Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas
Y las mías me conocen. (Jn 10, 14)

El Señor es mi Pastor, es el Buen pastor que no me deja solo en el peligro sino que ha llegado hasta el punto de dar su vida por mí.
El Señor me conoce porque me ama. Conocer para Jesús es sinónimo de amar. Él sabe todo lo que hay dentro de mí, me conoce mejor que yo mismo. A Él no le puedo esconder nada. Sabe muy bien cuáles son mis debilidades y mis dudas pero me conoce por el amor y sabe también cuál es mi esfuerzo y cuáles son mis luchas por superarme. Por eso está siempre dispuesto a perdonarme y a ofrecerme su ayuda para que me supere.
Como me conoce mejor que yo mismo sabe también cuáles son mis posibilidades yo sé bien que Él me valora y confía en mí para trabajar por su Reino. Cuando estoy en su presencia me hace descubrir todo lo que puedo hacer y cada día me sorprende sacando de mí todo lo bueno que Dios ha puesto.
Para ser parte de su rebaño también tengo que conocer yo a mi Pastor y no dejarme engañar por los falsos pastores. Distinguir su voz de otras voces que pueden ser amables pero engañosas.
Conocer a Jesús es ir aprendiendo cada día de la riqueza de su persona y cada día estar con él supone para mí una novedad. A veces me he formado una imagen equivocada y tengo que corregirla.
Él ha dado su vida para rescatarme del pecado y ofrecerme la salvación, no puedo confundirlo con un Dios terrible que pretenda castigarme duramente por mis culpas. Es la imagen viva del Dios Amor que me perdona y me sostiene.
Él me ha prometido estar atento a todo lo que necesito y se alegra de mi oración confiada, pero no puedo pensar que cada vez que tenga un problema se resolverá con una oración. Aunque no vea milagros llamativos, aunque me tenga que enfrentar a la cruz de cada día, yo lo seguiré amando y seguiré confiando en Él porque ha entregado su vida por mí. Nadie me da lo que Jesucristo me ha dado, nadie me ha amado como Él.
Finalmente el Buen Pastor quiere que este amor y esta Gracia alcance a toda la humanidad. Todos los seres humanos son sus ovejas. Algunas son de este redil y otras no, pero todas son suyas y a las que está lejos hay que traerlas aquí para que haya un solo rebaño y un solo pastor. Que el mundo entero alcance el gozo de la unidad, que lleguemos a formar una sola familia, que el Amor reine para siempre en el mundo.

Buen Pastor: Tú me has buscado cuando estaba perdido, me has curado las heridas del pecado, me has alimentado con tu propio cuerpo y me has dado vida con tu Palabra. Tú estás siempre atento a lo que necesito y no me abandonas en el peligro. Contigo estoy seguro y sé que me llevarás a disfrutar de los mejores pastos.



miércoles, 11 de abril de 2012

LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN

Los discípulos se llenaron de alegría
al ver al Señor. Jn 20,20

Cuando Jesús no está todo es triste. Los discípulos estaban dominados por la tristeza y por el miedo. Habían tenido mucha ilusión y muchas esperanzas con su Maestro pero ya había terminado todo porque él había muerto en la cruz. Además se sentían tristes y desanimados porque ellos mismos tenían sobre su conciencia el peso de la culpa. Todos huyeron y no hicieron nada para salvarlo, lo dejaron solo cuando las cosas se pusieron mal y Pedro llegó a negarlo.
Pero Jesús aparece ante ellos y les desea la paz. Está vivo, ha vuelto y quiere seguir teniéndolos por amigos entrañables.
Cuando Jesús está con ellos vuelve otra vez la alegría, la ilusión y el deseo de construir el Reino. Ahora todo es nuevo, ahora podrán comprender que el Reino de Dios se construye con el amor y con la entrega, que no hay que desanimarse ante los fracasos, ni siquiera ante la persecución o la muerte porque Dios está siempre de parte de los suyos y, en su momento, dará la razón a sus elegidos.
Con la alegría de reconocer al Resucitado sienten deseos de salir y contar a todo el mundo la Buena Noticia y ya no hay miedo ni tristeza que pueda paralizarlos.
Esta ha sido la experiencia pascual de los apóstoles que yo deseo hacer también realidad en estos días.
El Señor Resucitado está entre nosotros y es él quien nos envía a proclamar la Buena Nueva en su nombre. Él nos llena de alegría porque siempre está con nosotros y nos da ánimos en los momentos de dificultad. Ya sé que soy muy pequeño y que también pesa sobre mí el peso de la culpa de no haber estado siempre dispuesto a dar la cara por él, como Pedro y los demás. Pero, una vez más, Jesús viene a mostrarme su deseo de seguir siendo mi amigo para siempre, el amigo que nunca falla y que siempre está dispuesto a perdonar. Una vez más me dice que no tenga miedo, que puedo confiar en Él.

Todo el mundo está lleno de la luz de tu Gloria. Tu Resurrección es luz y esperanza de una Nueva humanidad. El pecado ya no puede dominar la Tierra porque tú la has limpiado con tu Amor, la muerte ya no puede destruir la vida porque tú la has vencido con tu Resurrección. Gracias Cristo por habernos devuelto la esperanza.

sábado, 17 de marzo de 2012

El amor de Dios al mundo

Dios no envió a su hijo al mundo
para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3,17)

Jesucristo ha venido al mundo enviado por el Padre para traernos la salvación. Éste es el Evangelio. Dios ha amado al mundo mucho, tanto como para enviar a su propio Hijo para salvarnos.
El amor de Dios se hace real, se hace de carne y hueso en la persona de Jesús. Pero se había hecho presente a lo largo de toda la Historia. ¿Por qué si no liberó a Israel de la esclavitud? ¿Para qué se formó un pueblo? ¿Por qué envió a los profetas? Todo esto era el signo de su amor y su empeño de Padre en ver a sus hijos queridos felices en la tierra que había creado para ellos.
Ha sido el pecado el que nos ha traído siempre la desgracia. Cuando no escuchamos la voz de Dios y nos dejamos llevar de nuestro egoísmo es cuando viene sobre nosotros el mal. Por eso los profetas advertían al pueblo para que volviera al buen camino. No se trata tanto de recibir un premio o un castigo. La vida del pecado nos acarrea divisiones, violencias y toda clase de sufrimientos. Podemos decir que el pecado por sí solo ya lleva el castigo.
Por el contrario, la vida en Dios y la respuesta a su llamada nos anima a ser solidarios, a vivir la Caridad, a entregarnos a los demás. Nos llena de alegría por saber que Dios nos acompaña y nos prepara una vida feliz en su Reino. Dejarse llevar por la gracia y por el amor lleva en sí también el premio de una vida feliz.
Para esto ha venido Jesús al mundo: para hacernos ver hasta dónde llega el amor de Dios y su empeño por salvarnos. Anunciar este mensaje de salvación le ha costado la vida pero Él la ha ofrecido generosamente como un sacrificio. Así por pura gracia hemos sido salvados. Jesús ha venido a salvar y no a condenar, a mostrar el camino y no a acusarnos de nuestros pecados.
Ahora, libres ya por haber sido perdonados y habiendo recibido la salvación como un don, como una gracia, no tenemos que andar agobiados pensando en qué hacer sino que estamos llamados a anunciar al mundo el camino del Evangelio, llamados a transmitir la gracia, a vivir con entrega y con generosidad y a ser un lugar donde todos encuentren un motivo para seguir esperando.
Tenemos que rogar a Dios que siga habiendo vocaciones, que sigan existiendo en el mundo profetas que hagan oír su Palabra. Tal vez si volvemos nuestro corazón a Dios y nos liberamos de nuestro egoísmo y de nuestros afanes mundanos podemos ver amanecer una nueva humanidad.

Quiero mirar este mundo en el que vivo con el amor que tú lo miras. Sentir deseos de ver felices a todos los que viven en este planeta, sentir dolor por todos los que sufren y buscar la manera de aliviar su sufrimiento; quiero poder ayudar al que anda extraviado para que recobre el camino y poder ser una luz por mi empeño en vivir el Evangelio. Enséñame a poner en la oración cada día todas estas inquietudes que me mueven por dentro. Amar a este mundo y desear dar mi vida para salvarlo, así es como quiero responder a tu llamada.