domingo, 6 de enero de 2019

La estrella y la alegría


Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. (Mt 2,10)

Los magos se dejaron guiar por aquella estrella para ir al encuentro del Señor. La estrella significaba una gran luz, una gran esperanza para sus vidas, una alegría difícil de contar: Dios ha entrado en nuestro mundo y ya no hay lugar para las sombras.
Es verdad que en el mundo hay una batalla entre el bien y el mal. Es verdad que las tinieblas se abren camino entre nosotros. También los magos pudieron ver con sus propios ojos a Herodes con su ambición y su maldad, y conocieron a los expertos de la escritura, que sabían que el Mesías nacería en Belén pero que no parecían interesados en ir a encontrarlo. Son las sombras del pecado, del mal, del poder del diablo o como queramos llamarlo, están en nuestro mundo y dejan notar todo su mal. Pero los magos han visto la estrella, han encontrado la luz que los lleva a Jesucristo.
La estrella es la luz del Señor que viene a alumbrar este mundo. No es la iglesia, no soy yo, es el Señor el que ilumina todas estas tinieblas. El Señor ama a este mundo porque lo creó por amor y quiere llenarlo de su amor. Esta luz se deja ver y muchos la encuentran y caminan hacia ella y vienen de todos los lugares del mundo.
Es la luz del que sabe superar los afanes terrenos porque mira más allá y descubre el valor de los bienes celestiales; es la luz del que ha encontrado a Jesucristo y sabe que ya su vida no tiene otro sentido que el Evangelio. Es la luz de todos aquellos que viven una vida de oración y de unión profunda con Dios, aunque para el mundo pueda parecer un asunto inútil. Es la luz del que tiene una alegría profunda que brota en cada instante y no decae ni siquiera ante los grandes problemas y los sufrimientos. Es la luz del que se ha llenado del amor de Jesucristo y va irradiando ese amor por donde quiera que va, transmitiendo alegría y paz a todos los que se encuentra. Es una luz que se pasa de unos a otros y va creciendo de forma sorprendente ante nuestros ojos.
Esta luz viene de Jesucristo que ha entrado en este mundo y se ha quedado con nosotros para siempre.
Hoy es un día para abrir los ojos y encontrar la estrella para ponerse en camino y seguirla hasta llegar al mismo Cristo. Pero también es un día para unirnos a Jesús y ser una estrella que brille y señale a otros dónde está el Señor.

Ya que tú eres la luz deja venir un rayo de tu divina luz sobre mi pobre alma para que yo pueda verte y comprenderte. (A. Chevrier)