sábado, 11 de febrero de 2017

LA SABIDURÍA

No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir sino a dar plenitud. (Mt, 5,17)

Jesucristo nos quiere comunicar la auténtica sabiduría. Una sabiduría que no es exclusiva de una élite de mentes privilegiadas sino todo lo contrario, que está al alcance de los más sencillos, es más, sólo siendo pequeños es como podremos alcanzarla. Es la ciencia del Señor, que nos viene como un don del Espíritu.
Podemos entablar con él una auténtica amistad, porque siempre está atento al que lo busca. En ese trato amistoso con el Señor podemos ir descubriendo cosas extraordinarias incluso de nosotros mismos. Podemos escuchar su Palabra revelada, meditar lo que él ha predicado y nos sorprenderemos al ver cómo siempre nos transmite algo nuevo. Es una Palabra viva que se dirige en exclusiva al que la quiere escuchar. Podemos también enriquecernos espiritualmente con los dones que nos llegan a través de los sacramentos: el perdón de los pecados, la salud y la vida, la comunión de su cuerpo y sangre, la vida nueva y el don del Espíritu Santo.
La sabiduría de conocer a Jesucristo nos prepara para la vida. Es una ayuda para afrontar los problemas y para enfrentarnos al dolor y a la muerte; es una luz para caminar y superar nuestras limitaciones, para encontrarnos con el hermano o para transformar este mundo.
Cuando Jesús nos dice que viene a dar plenitud a la ley es porque quiere llevarnos al conocimiento pleno de Dios. No quiere que nos conformemos con un cumplimiento externo de normas, porque ése no era el objetivo de los mandamientos, sino que vivamos en plenitud como verdaderos hijos de Dios y hermanos de todos. El cumplimiento de normas puede llegar a ser una carga pesada, pero el conocimiento de Jesucristo es una ley de libertad.
Esta plenitud está en vivir el amor como la norma suprema. Así, sin que nadie nos tenga que poner límites estaremos cumpliendo con alegría todos los mandamientos y además llegaremos más lejos porque la meta es llegar a vivir la Bienaventuranzas.

Al estar en tu presencia y experimentar todo lo que me has dado siento que tu ley se queda escrita dentro de mi corazón. Es la fuerza que me impulsa a perdonar siempre y a dejar de pensar en mí para buscar siempre el bien del otro. El descubrimiento de todo lo que tú haces cada día por mí me lleva a mirar a todos con los ojos que tú los miras, descubriendo la dignidad de cada persona, que ha valido tu entrega y tu sangre.