domingo, 9 de diciembre de 2018

PREPARANDO EL CAMINO


La Palabra de Dios vino sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región de Judea predicando que se convirtieran y se bautizaran para que se les perdonaran los pecados. (Lc 3, 2-3)


Cuando el cumplimiento de la promesa de Dios está a punto de despuntar aparece Juan el Bautista. El es el precursor que va a preparar el camino para recibir al Mesías. San Lucas nos dice que vino sobre él la Palabra de Dios. Juan no se ha lanzado al desierto por su cuenta. Ha sido el Espíritu Santo que lo ha inundado con la Palabra de Dios para convertirlo en un profeta que comunique al pueblo el mensaje. Juan no habla de lo que a él le parece, está transmitiendo un mensaje que ha recibido y que tiene que comunicar a los demás. Es el cumplimiento de la profecía de Isaías: preparad los caminos del Señor. El cumplimiento también del anuncio de Baruc: los montes se abajarán para allanar el camino.
El Señor viene y podemos ponérselo más fácil. Por eso Juan comienza llamando a la Conversión y ofreciendo el bautismo como signo del perdón de los pecados.
Necesitamos que el Señor venga. Cada año, por estas fechas recordamos todo aquello que nos hace gritar: ven Señor y sálvanos. Porque todavía hay muchas cosas en este mundo que se tienen que arreglar, porque todavía sigue la violencia y todavía no somos hermanos y necesitamos que vengas a cambiar nuestros corazones, que intervengas para que toques lo más íntimo de la gente y todos se vuelvan a ti.
Podemos encontrar muchos signos de luz en medio de la oscuridad, sí. Podemos descubrir a muchos creyentes que han encontrado a Jesucristo y han descubierto en el Evangelio la razón de su vida. Podemos descubrir a mucha gente sencilla, que pasa desapercibida pero que confía en las promesas del Señor y lucha por limpiar sus pecados y trabaja por el Reino de Dios, muchas personas dispuestas a hacer el bien y a alegrar la vida de su prójimo, muchas personas que encuentran fuerza en la oración y que celebran la Eucaristía con verdadero entusiasmo descubriendo a Cristo vivo entre nosotros. Los montes se abajan y los valles se levantan. El Señor está cerca, muy cerca de nosotros y podemos abrirle nuestra casa.
Como san Pablo que descubre al Señor en la vida de los filipenses y sabe que llevará a término la buena obra que ha comenzado en ellos y también que ora y pide a Dios por su comunidad, yo también me alegro por todo lo que Dios está haciendo y elevo mi oración.

Yo también quiero prepararte el camino. Haré más oración, me despojaré más de mis apegos, miraré más hacia ti y te daré gracias por todo lo que me das constantemente.
Ven pronto, Señor. Haz conocer tu gloria para que todos puedan mirar hacia ti y crean en tus palabras, para que se aleje la violencia de entre nosotros y crezca el amor y la fraternidad, para que aprendamos a amarnos por encima de todas las diferencias y sepamos valorarnos y respetarnos.
Ven pronto, Señor y deja al mundo contemplar tu gloria para que no perdamos la esperanza en los momentos difíciles, para que tengamos claro que ni la muerte puede apartarnos de ti y gocemos al saber la gloria y la felicidad que nos espera.
Ven pronto, Señor, para que nos ilusionemos con tu mensaje y no dejemos de trabajar por tu Reino.

viernes, 7 de diciembre de 2018

INMACULADA


Alégrate, Llena de Gracia, el Señor está contigo. (Lc 2,28)
                        
El ángel Gabrial se dirigió a María con un nombre nuevo: Llena de Gracia, después insiste: has encontrado gracia ante Dios. Es una hermosa forma de presentar a María como la elegida para la misión más importante, dar a luz al Salvador del mundo.
Al llamarla Llena de Gracia, nos está explicando que ha recibido de Dios algunos privilegios especiales, siempre mirando a la muerte y Resurrección de Jesucristo: ha sido liberada definitivamente del pecado. En ella no ha tenido efecto el pecado original. Por eso podemos celebrar su fiesta para contemplar en ella a la mujer que aplastó la cabeza de la serpiente.
El demonio había conseguido engañar a Eva y con la desobediencia de los primeros padres tuvo entrada en el mundo para traernos el mal. Desde entonces el pecado nos ha ido enfrentando y destruyendo. Desde entonces el pecado ha bloqueado nuestras posibilidades de vivir plenamente felices.
Pero María le ha aplastado la cabeza, según el anuncio que Dios mismo hizo en el comienzo de la historia. Ante ella ha perdido todo su poder, se ha quedado desarmado.
Dios ha convertido a María en un verdadero escudo contra los ataques del demonio. Ella es la llena de Gracia y el pecado no ha podido tocarla. Pero este privilegio especial de María no se le ha concedido para su grandeza sino para que todos podamos beneficiarnos junto con ella y con Hijo Jesucristo.
Yo no tengo duda de cómo tantos pecados que oscurecen la vida humana tienen como origen al diablo que seduce al hombre y le hace creer que sin Dios alcanzará más libertad y será más feliz. Luego ocurre lo contrario, que se avergüenza ante su desnudez y se siente caído y desgraciado. Yo no tengo duda de cómo el diablo ha entrado incluso en la misma iglesia, en la vida de los creyentes, animándonos a no vivir de verdad las exigencias del Evangelio y a compaginar la vida religiosa con un estilo de vida mundano y alejado de Dios. Yo no tengo duda de que es el diablo el que nos instiga a dividirnos y enfrentarnos entre nosotros mismos, y también el que me engaña cada día y me propone el camino del egoísmo y del bienestar, me muestra como un logro de la libertad la desobediencia a Dios, para que me aleje del sacrificio, de la cruz y del amor verdadero que es el que da la vida.
María es el escudo seguro. De su mano puedo vencer a Satanás, porque ella es la que ha aplastado la cabeza de la serpiente y es muy poderosa contra el maligno.
Celebrar hoy la fiesta de la Inmaculada no es sólo poder admirar a María por los privilegios que Dios le ha concedido para ser la madre de Jesucristo sino unirme fuertemente a ella para que me defienda de los engaños del maligno y me lleve hacia Jesucristo el Salvador.

¡Qué admirable es tu presencia, Virgen Inmaculada. En ti todo es belleza, en ti deslumbra el amor, contigo brilla la santidad y lo iluminas todo con la luz de tu Hijo Jesucristo.

sábado, 1 de diciembre de 2018

VIGILANTES


Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre». (Lc 21,36)

Tal vez, echando una mirada a tu alrededor, tengas la impresión de que hay muchas cosas que van mal y que no se van a solucionar. Los pobres siguen clamando justicia y parece que no hay respuesta. Todavía vemos muchas guerras y muchas injusticias, todavía vemos como triunfan los corruptos y sufren los inocentes.
Pero mirando a la iglesia encontramos que en su seno también está la contradicción. Mucha gente ya desconfía ante los escándalos que van apareciendo cada día y parece también que prospera la mediocridad y la superficialidad, mientras que nuestro mundo se conforma con una espiritualidad que no se compromete y con una religión de actos bonitos.
Y no me voy a quedar sin mirarme a mí mismo. Porque ante todas estas cosas no puedo pensar que yo estoy libre de estos males. También dentro de mí está la contradicción y el pecado. Es verdad, me puede el materialismo, me inunda el pesimismo y no tengo la fe que tendría que ser un testimonio para los demás. Yo también me quedo sin aliento ante lo que se le viene al mundo.

Pero el Evangelio quiere ser un motivo para recuperar la alegría. Jesús, con sus expresiones apocalípticas, no pretende meternos miedo sino todo lo contrario, hacernos una llamada a la confianza y a la alegría. Que sí,  que Dios se ha comprometido con nuestras vidas, que lo ha prometido y lo ha repetido muchas veces por medio de los profetas y que lo ha cumplido enviando a su Hijo amado para que nos salve. A pesar de lo que vemos y de todo lo que nos puede hacer desesperar, Dios no nos va a fallar. Como dice nuestra sabiduría popular, después de la tormenta viene la calma. Las situaciones de confusión son el anuncio de algo nuevo y maravilloso que está a punto de llegar.
Por eso, lo que hay que hacer no es quejarse y mucho menos lamentarse. No vale el pesimismo ni el derrotismo. Estos momentos difíciles son la prueba a la que estaremos siempre sometidos, pero esta prueba se vence manteniendo firme la fe y la unión con Jesucristo. Es necesaria la oración, pidiendo fuerza para escapar de todo esto y la confianza en la ayuda constante de Dios. Es muy importante la fidelidad a la Iglesia, la comunión entre nosotros, la celebración de los sacramentos. Y buscar constantemente al Señor, que en el encuentro con él y en la meditación de sus palabras encontraremos siempre el apoyo y la fortaleza en todas nuestras dificultades.

Señor Jesucristo, en medio de la tiniebla te busco a ti que eres la luz del mundo. Camina a mi lado, lléname de tu luz, fortalece mis pasos y concédeme la paz de quien confía en ti. Aleja de tu Iglesia el poder del diablo para que en ella reine la luz del Evangelio y pueda ser la luz de las gentes. Llena el mundo de tu gloria y que tu presencia traiga el amor y la fraternidad entre los hombres.