sábado, 1 de diciembre de 2018

VIGILANTES


Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre». (Lc 21,36)

Tal vez, echando una mirada a tu alrededor, tengas la impresión de que hay muchas cosas que van mal y que no se van a solucionar. Los pobres siguen clamando justicia y parece que no hay respuesta. Todavía vemos muchas guerras y muchas injusticias, todavía vemos como triunfan los corruptos y sufren los inocentes.
Pero mirando a la iglesia encontramos que en su seno también está la contradicción. Mucha gente ya desconfía ante los escándalos que van apareciendo cada día y parece también que prospera la mediocridad y la superficialidad, mientras que nuestro mundo se conforma con una espiritualidad que no se compromete y con una religión de actos bonitos.
Y no me voy a quedar sin mirarme a mí mismo. Porque ante todas estas cosas no puedo pensar que yo estoy libre de estos males. También dentro de mí está la contradicción y el pecado. Es verdad, me puede el materialismo, me inunda el pesimismo y no tengo la fe que tendría que ser un testimonio para los demás. Yo también me quedo sin aliento ante lo que se le viene al mundo.

Pero el Evangelio quiere ser un motivo para recuperar la alegría. Jesús, con sus expresiones apocalípticas, no pretende meternos miedo sino todo lo contrario, hacernos una llamada a la confianza y a la alegría. Que sí,  que Dios se ha comprometido con nuestras vidas, que lo ha prometido y lo ha repetido muchas veces por medio de los profetas y que lo ha cumplido enviando a su Hijo amado para que nos salve. A pesar de lo que vemos y de todo lo que nos puede hacer desesperar, Dios no nos va a fallar. Como dice nuestra sabiduría popular, después de la tormenta viene la calma. Las situaciones de confusión son el anuncio de algo nuevo y maravilloso que está a punto de llegar.
Por eso, lo que hay que hacer no es quejarse y mucho menos lamentarse. No vale el pesimismo ni el derrotismo. Estos momentos difíciles son la prueba a la que estaremos siempre sometidos, pero esta prueba se vence manteniendo firme la fe y la unión con Jesucristo. Es necesaria la oración, pidiendo fuerza para escapar de todo esto y la confianza en la ayuda constante de Dios. Es muy importante la fidelidad a la Iglesia, la comunión entre nosotros, la celebración de los sacramentos. Y buscar constantemente al Señor, que en el encuentro con él y en la meditación de sus palabras encontraremos siempre el apoyo y la fortaleza en todas nuestras dificultades.

Señor Jesucristo, en medio de la tiniebla te busco a ti que eres la luz del mundo. Camina a mi lado, lléname de tu luz, fortalece mis pasos y concédeme la paz de quien confía en ti. Aleja de tu Iglesia el poder del diablo para que en ella reine la luz del Evangelio y pueda ser la luz de las gentes. Llena el mundo de tu gloria y que tu presencia traiga el amor y la fraternidad entre los hombres.


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