domingo, 18 de noviembre de 2018

EL EJEMPLO DE LA HIGUERA


Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. (Mc 13,28-29)


Jesús anuncia el momento final de la historia como días de gran angustia. La verdad es que me resulta muy difícil entender bien el significado de estas palabras. Pero está claro que nos está advirtiendo que no va a ser fácil. Ciertamente la vida de los creyentes ha sido muy difícil en la historia. En nuestro tiempo también es posible que muchos cristianos sientan la fuerza de estas palabras porque sufren toda clase de persecuciones y discriminaciones por razón de su fe. Hace unos días teníamos la noticia de que Asia Bibi había sido puesta en libertad después de mucho tiempo condenada a muerte por blasfemia. Aun así todavía no lo tiene fácil. Podríamos imaginar el sentimiento de estos cristianos sufriendo tanto por pretender ser fieles al Evangelio. Son días muy difíciles, es como si los astros se tambalearan.
En nuestra vida concreta tal vez no tenemos este tipo de sufrimientos, pero tampoco nos faltan las contradicciones y las situaciones difíciles que nos pueden hacer dudar. Yo pienso en los escándalos que van saliendo cada día y que ponen en cuestión la credibilidad de la iglesia, en los ataques al papa de muchos católicos, en la mediocridad en la que nos hemos instalado o en la batalla contra ideologías concretas que nos despista de nuestra verdadera vocación, que es el anuncio del Evangelio y la unión con Jesucristo. Para mí, estos son también momentos de tribulación.
Tal vez tú estás atravesando algún momento difícil: una enfermedad, una traición, la muerte de alguien muy querido, algo que no comprendes o que te hace dudar.
Pero Jesús no quiere victimismo sino alegría, siempre alegría. Cuando veamos todas estas cosas, que nos podrían desanimar, tenemos que alegrarnos porque está cerca el momento de su venida gloriosa. Estos son los signos que nos permiten reconocer que Jesucristo está muy cerca y que pronto nos va a permitir llenarnos de alegría por su triunfo.
En su vida fue una realidad muy clara: padeció y fue crucificado, pero al tercer día resucitó y se cubrió de gloria.
Así que en todo momento hay que permanecer fieles, en todo momento seguir confiando en él y seguir escuchando su palabra, mantenerse firmes en la oración, celebrar la Eucaristía con alegría, arrepentirnos de nuestros pecados y tratar de levantarnos de nuevo porque el Señor está a la puerta y ante él daremos cuenta de nuestra vida.

Bendito y alabado seas siempre, Señor Jesucristo por todo lo que haces para salvarnos; por el sacrificio de tu vida, por tu obediencia total al Padre y por el amor que te ha llevado a derramar tu sangre para redimirnos. A ti siempre la gloria y el honor, tú eres el único señor y mi vida te pertenece.


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