jueves, 24 de diciembre de 2015

UN NIÑO ACOSTADO EN UN PESEBRE


Os traigo la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. (Lc 2, 10-12)


A mí me resulta asombrosa la forma de actuar que tiene Dios. Se puede decir que es desconcertante, porque no se ajusta a lo que haríamos nosotros con nuestra forma de pensar humana y materialista. Pero es asombroso ver cómo Dios ha querido ser un niño pobre al que podemos encontrar fácilmente. Un niño pobre y desvalido dispuesto a aceptar todo el amor y toda la ayuda que se le quiera dar.
En la noche de aquella primera Navidad, el mundo estaba recibiendo a Dios de una forma única que marcaría para siempre la historia de la humanidad, pero pasó desapercibido para todos. Tan sólo unos sencillos pastores que recibieron un mensaje del cielo y unos magos que vieron brillar su estrella acudieron a su encuentro.
No dejemos que hoy suceda lo mismo. No seamos indiferentes ante lo que Dios está haciendo por nosotros, como siempre, de forma sencilla y silenciosa. Hoy necesito llenarme de asombro ante la presencia de Jesús en el seno de esta tierra.
¡Cuánto amor, cuánta ternura, cuánto sacrificio! Todo para que podamos encontrar la alegría y la libertad.
Me gustaría ver a Dios como lo vieron los pastores. Creo que el anuncio del ángel también es una Buena Noticia para mí. Por eso voy a salir corriendo a buscar a ese niño pobre que está en un pesebre.
Si me acerco a los pequeños, allí lo encontraré; si me acerco a los niños, en ellos podré ayudarle; si me acerco a los forasteros, a los extranjeros, veré a Dios presente en ellos; también pienso en esos niños grandes, que necesitan mi comprensión o mis consejos o, sencillamente mi compañía, ahí encuentro a Dios que ha venido a este mundo para estar cerca de mí y ha querido hacerse indigente de mi amor y  mi cercanía.


Hoy quiero pedir tu bendición sobre todos los niños y todos los pequeños que has puesto cerca de mí. Quiero pedirte también por todos aquellos a los que no podré llegar con mi ayuda pero que están necesitados de amor y comprensión. Tú podrás llenarlos con tu bendición y pondrás en su vida a las personas que los llenen de paz y de consuelo.




sábado, 12 de diciembre de 2015

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO

Exhortaba al pueblo y anunciaba la Buena Noticia. (Lc 3,18)

Puesto que somos portadores de una Buena Noticia, lo normal será que la alegría esté siempre en nuestra vida. Está claro que no se trata de una alegría ruidosa y vacía sino de una alegría profunda que va más allá de los éxitos materiales. La alegría del Evangelio es la experiencia del cristiano que se sabe amado y perdonado.
Los profetas anunciaron la llegada del Mesías como una razón para la alegría. Dios no quiere castigar al pueblo por sus pecados porque es un padre lleno de ternura. Prefiere perdonar y ofrecer una nueva oportunidad. El mismo Dios se goza al ver a sus hijos queridos y desea para todos la felicidad. Estos anuncios nos recuerdan que tenemos que estar alegres porque nuestro Dios nunca se olvida de nosotros.
La alegría cristiana lleva unida la bondad. San Pablo nos anima a ser generosos y que todo el mundo pueda conocer esta mesura. Cuando somos capaces de dar y de servir a los demás experimentamos una alegría muy profunda porque eso significa que estamos llenos de Dios. Cuando oramos y nos ponemos en presencia de Dios, Él nos permite sentir su gran amor por nosotros, nos libera y nos hace vivir momentos muy intensos.
La cruz no desaparece de nuestras vidas pero la cercanía del Señor nos permite vivir siempre con paz y con alegría. Hasta para los momentos más oscuros hay siempre una razón para la alegría.
Cuando las gentes escucharon el anuncio del bautista sintieron deseos de gozar de esa alegría que él proclamaba y preguntaron qué había que hacer. San Juan no le puso exigencias muy difíciles: ser honrados, compartir las cosas y conformarse con la paga, con lo necesario. Ciertamente no les hizo promesas que regalaran sus oídos, sino que exhortaba a ser generosos y honrados.
Tal vez el encuentro con el niño recién nacido en un pesebre nos ayude a comprender bien el anuncio de esta alegría. Es la alegría de Dios que se despoja de todo para venir a estar entre nosotros. Sigamos preparándonos para la celebración de Navidad.

Señor Jesús. Con frecuencia me lamento porque las cosas no salen como yo esperaba, me inunda la tristeza por sentir el fracaso o la soledad. Tú me animas a la alegría y me presentas la vida de los pobres y los sencillos que saben ser felices en medio de muchas dificultades. Entre ellos está tú, que te alegras simplemente con que yo desee estar contigo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

BUENAS NOTICIAS

Vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías en el desierto. (Lc 3,2)

El segundo  domingo de Adviento la liturgia nos presenta a Juan el Bautista, el precursor del Señor. Como los grandes profetas del antiguo testamento ha sido poseído por la Palabra de Dios. No ha sido una decisión suya la de salir al desierto para predicar la conversión sino que la misma Palabra lo ha empujado a hacerlo. Por eso,  un anuncio en el desierto, donde parece que nadie lo va a escuchar, ha sido capaz de convocar a la gente y de llamar a los pecadores. Los que la escuchan buscan el bautismo para recibir el perdón de los pecados. Así es como se empieza a preparar el camino para recibir al Salvador.
Juan está proclamando buenas noticias; está gritando que ya ha llegado el momento en que Dios va a cumplir todo lo que habían anunciado los profetas. Por eso la gente se siente llamada por el mensaje de aquel hombre extraño que vive en el desierto vestido con piel de camello.
La Palabra de Dios  sigue viniendo para proclamar buenas noticias y despertar en todos nosotros la ilusión y la confianza de que las cosas pueden cambiar. Sigue siendo una llamada a despojarnos del traje de luto: del pesimismo, de la falta de entusiasmo, de la rutina que nos llena de tristeza. Es la hora de mirar todo lo que Dios está realizando a nuestro alrededor para recuperar la fe en Él y poder decir también a los que están tristes que hay muchas razones para la esperanza.
Ya estamos saturados de malas noticias y necesitamos dejar que Dios nos ponga alegría en el corazón, porque él sigue construyendo entre nosotros una obra buena, una comunidad de amor.
Es una buena noticia saber que el papa ha estado en África y ha levantado el ánimo de aquellas comunidades, que ha llevado un mensaje de paz y de convivencia y ha dejado una huella en aquellos países tan maltratados. Pero también podemos encontrar muchas noticias esperanzadoras en medio de nosotros entre la gente sencilla. Porque seguimos teniendo muchas comunidades cristianas sobre las que ha venido la Palabra de Dios y las ha poseído para que anuncien la bondad y la misericordia de Dios y sabemos que hay muchos creyentes dando testimonio entre la gente.
Es una buena noticia saber que unos chicos jóvenes empiezan su vida sacerdotal en pueblos pequeños y perdidos pero llenos de ilusión por estar entregados a una vocación; felices de poder hacer lo que Dios les pide, llevando consuelo y paz a aquellas personas.
Es una buena noticia saber que existen muchas religiosas dedicadas a la oración para que Dios siga sosteniendo a los que se dedican a los demás; que hay muchas comunidades cristianas preocupadas por servir a los pobres, muchas personas cuidando a los enfermos, muchos catequistas educando a los niños en valores cristianos.
La Palabra de Dios ha venido sobre nuestra Iglesia y sigue siendo un grito en el desierto de este mundo materialista para que vayamos preparando una vez más el camino del Señor.


Tú comenzaste en mí la obra buena: me saliste al encuentro y te conocí y cambiaste mi forma de ver las cosas; me llamaste a servir a tu pueblo enseñando tu Evangelio, perdonando los pecados, consolando a los enfermos, partiendo entre los hermanos el pan de la Eucaristía que es tu propio cuerpo. Una obra buena que me supera porque sigo siendo pequeño y pecador. Tú mismo la vas llevando a buen fin, porque todo está en tu mano.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Comienza el Adviento

Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación, (Lc 21,28)
 
 
Comenzamos un año más nuestro tiempo de Adviento. Este año marcado por la violencia y la guerra. Una violencia que llevaba mucho tiempo causando horror a muchas personas inocentes y que parecía no importarnos. Pero, como siempre, al final nos afecta a todos.  
Los cristianos hemos de poner nuestra fe siempre en el Señor, por eso hasta las situaciones más extremas son una llamada a fijar en él nuestra mirada. Y Jesús nos anuncia que los signos terribles son el anuncio de nuestra liberación. Pero también nos advierte contra las borracheras y el libertinaje. Como cada año, este primer domingo de Adviento nos anima a estar vigilantes.  
Si nos cerramos a nosotros mismos y nos preocupamos sólo de nuestro propio bienestar y de nuestra propia diversión llegará de improviso el día en que todo eso se nos derrumbe y nos llenaremos de espanto. Tal vez si nos hubiéramos tomado más en serio el dolor de los pobres desde hace mucho tiempo hoy estaríamos en una situación diferente. 
Jesús nos dice que permanezcamos vigilantes, orando y confiando en él para que no nos sorprenda ese día fatal. En lugar del desenfreno y las borracheras mejor que nos guiemos de sus consejos, en lugar de pensar en gastos desproporcionados para estos días, mejor será que tratemos de comprender el significado de lo que estamos celebrando: que Dios vino en persona para sacarnos de nuestra miseria y quiso nacer entre los pobres. Entendamos bien este acontecimiento y vamos a celebrarlo con coherencia, haciéndonos pequeños y servidores de los demás.  
Esto no significa que no hagamos fiesta. Tenemos razones para celebrar una fiesta y para pasarlo bien. Sabemos que Dios nos ama tanto que ha venido a poner su tienda entre nosotros y tenemos la suerte de sentirlo muy cerca, sobre todo cuando más lo necesitamos. Haremos fiesta para darle gracias y alegrarnos por todo lo que nos ha dado. Pero sin olvidar que su venida es también una llamada a hacernos pequeños como Él y a desprendernos de todo lo superfluo.
Al final del tiempo vendrá el Señor de nuevo, pero esta vez con todo poder y gloria para hacer un mundo nuevo. Dediquemos nuestra vida a servirlo cada día en cada persona que se cruza en nuestro camino. Porque Jesús está siempre entre nosotros y viene constantemente a nuestra vida. 


Señor Jesús: hace mucho tiempo que viniste a nuestra tierra para anunciarnos el camino de la paz y con tu vida nos abriste paso para llegar a Dios. Hoy estás entre nosotros y te podemos encontrar siempre que te buscamos. Es más, eres tú mismo quien se empeña en salir a buscarnos porque deseas darnos mucho más de lo que podemos imaginar. Estás vivo y te puedo escuchar cuando dejo silencio en mi interior, te puedo ver en la Eucaristía y te puedo dar algo de mí cuando trato con amor a mi prójimo. Te doy gracias por todo lo que me estás dando cada día y te pido que nunca dejes que me separe de ti.

domingo, 22 de noviembre de 2015

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Todo el que es de la Verdad escucha mi voz. (Jn 18,34)

        El nuevo testamento nos presenta a Jesús como el príncipe de los reyes de la tierra. Tal vez este título nos pueda parecer una ironía cuando observamos la realidad en la que nos movemos. Está claro que en este mundo material es el poder y el dinero quien impone su ley. ¿Cómo creer que Jesucristo, que murió condenado en una cruz, es el soberano de todo?
El Evangelio de Juan nos muestra una conversación del Señor con Pilato. Podemos ver cómo Pilato trata a Jesús con desprecio y se burla de Él. Tiene ante sus ojos a un pobre infeliz al que va a enviar a la cruz y éste pretende ser rey. Pero Pilato también tenía mucho que aprender y puede que las palabras que escuchó en aquel momento se le quedaran grabadas para siempre, ¿quién sabe?.
Jesús le dijo que su Reino no es de este mundo, porque su Reino pertenece a otra esfera o a otra dimensión. Es el Reino de Dios que está por encima de las cosas reales y materiales. Es el Reino que dura para siempre. Pilato no podía comprender esto en su ambición por el poder.
Es un Reino que no es de este mundo porque sus armas no son la violencia y el poder sino el amor y la paz, porque no se impone por la fuerza sino por el atractivo de su proyecto. Pilato no era capaz de comprender esto, acostumbrado a ver cómo todos se someten a su autoridad mundana.
Pero el Reino de Jesús ha permanecido mientras que Pilato cayó y el imperio que él representaba también se vino abajo. Todo el que es de la Verdad se deja guiar por Jesús y lo invoca como Rey. Todo el que busca la paz y la justicia escucha sus palabras y las pone en práctica.
Nuestro mundo nos da muestras del poder del dinero o de la violencia, pero si miramos con más profundidad descubriremos cómo Jesús también está reinando con su amor y su gracia a través de todos los que son de la Verdad. Tal vez miramos con dolor a lo hijos del pecado que siembran el terror o explotan a los indefensos pero son muchos más los que arriesgan su vida por salvar la vida de otros, los que lo dejan todo para servir a los pobres, los que sacrifican su tiempo por acompañar a los enfermos… los que son de la Verdad y escuchan la voz de Jesús son muchos más y están haciendo que su Reino se extienda en este mundo.

Tus Palabras de Vida me han encontrado y ha hecho que quiera entregar todo mi tiempo al anuncio de tu Reino. Todo el que busca el bien y quiere un mundo mejor encuentra en ellas el aliento que necesita para mantenerse firme en la lucha. Tus Palabras alegran y animan a todas las personas de buena voluntad y entusiasman al que quiere gastar su vida por los demás.



sábado, 14 de noviembre de 2015

LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE

Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo. (Mc 13, 26-27)

A veces el Señor nos comunica mensajes bastante difíciles de comprender, sobre todo cuando se refiere al final de los tiempos. En todos ellos coincide en hablar de catástrofes y de un sufrimiento terrible como el momento previo a su Reinado definitivo. Tengo que reconocer que es un mensaje que a mí me resulta inquietante y que me cuesta mucho llegar a comprender.
Las palabras de Jesús no pretenden meter miedo, está claro que ése no había sido nunca su objetivo. Sus palabras, también éstas tan extrañas, lo que quieren es dar consuelo en los momentos de dolor al anunciar la Victoria definitiva de  Dios sobre el mal. Desde esta explicación es como creo yo que se puede comprender este mensaje. Dios nos ha dejado absoluta libertad y no se va a entrometer en nuestras decisiones aunque ellas nos produzcan situaciones de dolor. Pero nos va a ofrecer siempre una vía de salvación.
Como vemos, las guerras y la violencia siempre han estado presentes en la vida de los hombres y aun hoy día siguen sembrando el terror y el sufrimiento. Hoy mismo estamos asistiendo a la noticia de un terrible atentado que ha causado muchos muertos y heridos. Ante esto Dios quiere que mantengamos firme nuestra fe en Él. Jesús nos dice que estos son los signos de que está cerca, aunque después añade que nadie sabe el día ni la hora.
También el Señor  padeció el sufrimiento cuando se vio sometido a su pasión y a su muerte en cruz, pero éste fue el medio por el que trajo al mundo la liberación del pecado y la esperanza de la Resurrección.
No sabemos qué podría ocurrir en el futuro. Es verdad que muchas veces pasamos por situaciones difíciles y dolorosas, que tal vez no lleguen a ser tan terribles como las que describe el Evangelio. Pero en todas las circunstancias hemos de mantener la esperanza en el Señor, porque sabemos que no nos deja abandonados a nuestra suerte. Aunque todo parezca llevarnos a la destrucción, nosotros mantenemos firme el convencimiento de que Dios lo transformará todo en vida y salvación. Porque, a fin de cuentas, sabemos que este mundo es temporal y que tiene que llegar algún día a su fin. Pero el Reino de Dios, que llegará después de estas tremendas tribulaciones, durará eternamente.

He decidido confiar siempre en ti. Tú me has dado muestras constantes de que me acompañas aunque la realidad muchas veces me muestre su lado más duro. He experimentado en los momentos difíciles cómo me has asistido con tu presencia silenciosa. Sé que nunca que más a fallar. Por eso confiaré en medio de la oscuridad. Tú siempre estarás cerca para librarme de todos los males.

sábado, 7 de noviembre de 2015

LA VIUDA GENEROSA

Se acercó una viuda pobre y echó dos reales. (Mc 12, 42)

En el evangelio vemos con frecuencia cómo los pobres se convierten en un ejemplo a seguir. Jesús no esconde su preferencia por ellos, por eso se rodea de pecadores, de enfermos, de niños y de mujeres, aunque la gente murmure y no lo entienda. Cuando proclamó las bienaventuranzas comenzó diciendo solemnemente que son dichosos los pobres.
Una pobre viuda echó en el cepillo una pequeña cantidad para ayudar a otros más pobres que ella. Fue una oportunidad que tuvo el Señor para enseñarnos el verdadero valor de lo que damos. Porque Dios no se queda en las apariencias, mira el corazón del hombre.
Aquella pobre mujer ofreció una pequeña cantidad que tenía más valor que todos los grandes donativos de los ricos, porque ella lo daba todo. En esa donación estaba demostrando el gran corazón que tenía. Lo ha dado todo y no se ha reservado nada para ella porque su solidaridad con los demás es total.
Esta donación indica también la gran fe que aquella mujer tiene en Dios. Es la persona que confía de verdad en que Dios es un padre que no la abandonará y que la ayudará a salir adelante pese a su pobreza.
En nuestros días vemos que hay muchas personas importantes que hacen cosas grandes para ayudar al prójimo. Sabemos de grandes empresarios que han aportado sustanciosas donaciones para los pobres y mantienen organizaciones solidarias. Está bien que la solidaridad esté de moda y no vamos a juzgar mal a quienes están haciendo un bien. Pero nosotros tenemos que sentirnos llamados a una donación más radical. No podemos conformarnos con dar un donativo o con colaborar con una campaña solidaria. El ejemplo de la pobre viuda nos está diciendo que tengamos una confianza muy grande en Dios.
Como siempre el Evangelio nos hace ponernos metas imposibles. Yo siento que me está diciendo que lo dé todo sin miedo, que Dios no me va a dejar nunca abandonado y que no tengo nada que temer. Pero luego, tengo que reconocer que no soy capaz de dar el paso, tal vez estoy dispuesto a dar algo de mi tiempo y a desprenderme de mis bienes pero darlo todo y abandonarme en la providencia es todavía una meta muy lejana. Pero una meta hacia la que merece la pena caminar.

Tú me lo has dado todo cuando yo nada tendría que esperar. Has salido a mi encuentro para ofrecerme la vida y has entregado tu vida por mí. Cuando no te quedaba nada me ofreciste incluso a tu madre para que nunca me sienta solo por el camino. Alentado por tu ejemplo y con la ayuda de tu gracia quiero seguir tus pasos y darme por completo a tu causa.

sábado, 31 de octubre de 2015

LA MULTITUD DE LOS SANTOS

Vi una muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación razas pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. (Ap 7, 9)

El libro del Apocalipsis nos sumerge con sus visiones en la vida del cielo y nos interpreta así la historia de lo que sucede en la tierra. Todo  se encamina hasta el final definitivo que será victoria de Dios. La sangre de Jesús se ha derramado para la salvación del mundo y el diablo ha sido derrotado definitivamente. Mientras llega ese final los creyentes se verán sometidos a pruebas muy diversas y en ocasiones muy duras, muchos llegarán a derramar también su sangre.
Llegado el momento, el vidente ve a una multitud innumerable. Son los que vienen de la gran tribulación. Han sido sometidos al sufrimiento, al desprestigio y a la muerte. También nos dice que han lavado sus mantos en la sangre del cordero. Eran pecadores y su vida no había sido del todo perfecta, pero por la entrega de Cristo en la cruz han sido redimidos de sus pecados. Estos son los santos.
En medio de este mundo brillaron por su amor a Dios y a los demás. Muchas veces fueron incomprendidos, o perseguidos o asesinados. Otras veces tuvieron que sufrir pruebas interiores por su condición de pecadores, casi todos ellos padecieron incluso por las envidias y las manipulaciones de los propios cristianos. Pensemos que ya Pablo en sus cartas nos deja testimonio de estas tensiones dentro de la iglesia. Pero al final salieron victoriosos.
Son los que fueron capaces de perdonar, los que dieron su vida y sus bienes a los pobres, los que se desprendieron de todo por amor a Dios. Ellos, siendo débiles e imperfectos imitaron a Cristo en su vida y dejaron un testimonio para la posteridad.
Muchos de ellos han pasado a la historia y los recordamos con veneración. Pero la inmensa mayoría fueron desconocidos. No sabremos nunca nada de su vida, ni siquiera conoceremos su nombre. Pero su huella quedó en el mundo haciendo que hoy también nosotros queramos llevar a la vida el Evangelio.

Señor Jesucristo, tú eres el único santo entre los santos. Me has llamado para que siga tus huellas y llene de tu gracia este mundo. Has escrito mi nombre en el cielo para que pueda alegrarme de formar parte de tu gran familia. Yo sé que no soy nada y me siento inundado de temor al ver la obra magnífica que llevas a cabo con mis torpes manos. Tú eres el santo y con tu sangre nos has convertido a todos en santos. Ayúdame a vivir con dignidad la vocación a la que me has llamado.

sábado, 17 de octubre de 2015

LA VERDADERA GRANDEZA

Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos. (Mc 10, 42-45)

Es normal que sintamos el atractivo del poder o de la riqueza. Es algo humano. Nos gustaría poder conseguir fácilmente todo lo que nos proponemos. Los mismos apóstoles, a pesar de escuchar constantemente las enseñanzas de Jesús y de haber oído que hay que hacerse como un niño o que es mejor vender todo lo que uno tiene y repartirlo entre los pobres, a pesar de todo, ellos también soñaban con el poder y la gloria de este mundo.
El Señor en cambio nos propone otra grandeza muy distinta. Las grandezas de este mundo son pasajeras y engañosas. Puedes mirar a tu alrededor y verás cómo muchos grandes han quedado en nada, o no significan nada para ti. Pero el Señor nos habla de una grandeza como la suya. Si somos capaces de descubrirla  encontraremos la alegría que nadie nos puede arrebatar, es la alegría de tener a Dios y poder vivir para los demás.
La grandeza de mandar y ser obedecido o de tener muchas cosas es muy falsa. Los que ostentan este tipo de grandeza no son valorados por su persona sino por lo que se puede lograr a través de ellos.
La grandeza de estar al servicio del más pequeño y de hacer las cosas sin llamar la atención, sólo por amor es la que puede llenar por completo la vida de una persona. Aquí sí se valora como grande al que vive de este modo.  
Además las grandezas humanas sólo las consiguen unos pocos y a muchos no les satisfacen. Pero esta grandeza divina está al alcance de todos.
Así tenemos el testimonio vivo del mismo Jesucristo. Su grandeza no fue la de un poderoso que somete a todos a su arbitrio sino la del servidor que lo da todo y entrega su vida. Ahora se ha convertido para todos los que creemos en él en el centro de nuestras vidas, no entenderíamos nuestra vida sin él. No es su poder lo que nos atrae, no es lo que podemos alcanzar con él sino su persona que tanto nos ha dado. Es la alegría de sentirme amado a pesar de mis defectos, es la certeza de estar junto a alguien que nunca me fallará, pase lo que pase.
Para nosotros Jesús es el más grande de todos y junto a Él su madre, María, la mujer más grande de la historia. Esta es la grandeza que tenemos que anhelar.


No sé si seré capaz de beber tu cáliz, sé que quiero seguirte y obedecerte y que te voy dando mi vida día tras día, aunque a veces me cueste mucho mantenerme firme en la fe que me pides. Puedo afirmar que no entendería ni un solo instante de mi vida si no es porque te tengo a ti y cuento contigo para todo. Nada de lo que hago tiene ningún valor si no es porque lo hago para obedecerte y responder a tu llamada. Por eso siento cómo tú me acompañas en este camino, me vas indicando cada día el paso que he de dar y me respondes a todo lo que te pido. Siempre estás ahí. 

sábado, 10 de octubre de 2015

EL JOVEN RICO

Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. (Mc 10,21)

Nos cuenta el Evangelio cómo un joven entusiasmado quiso saber qué hacer para ganar la vida eterna. Después su entusiasmo aumentó al recordar que él había estado cumpliendo los mandamientos desde pequeño. Jesús lo miró con cariño y le hizo una propuesta inaudita… y se terminó el entusiasmo.
Tal vez podemos decir que fue muy egoísta porque era muy rico y no quiso desprenderse de sus bienes. Pero piensa que hoy te dice a ti Jesús que vendas lo que tienes y repartas tus bienes a los pobres. ¿Qué harás?
En realidad todos reaccionamos lo mismo que aquel joven. A nadie le gusta desprenderse de lo que tiene, a veces, algo que se ha conseguido con mucho esfuerzo. No es normal ver a gente que lo deja todo para seguir a Jesús.
He pensado que tal vez esta historia podría tener una segunda parte que no ha quedado recogida por los evangelios. Si este joven estaba tan entusiasmado con Jesús no pudo dejarlo para siempre sin más. Es posible que, después de un proceso más tranquilo de seguimiento, empezara a valorar de otra forma sus cosas materiales y fuera capaz de repartir todos sus bienes entre los pobres. Como el hombre que encontró un tesoro en el campo y sabía que ya nada tenía ningún valor comparado con aquel tesoro.
El mismo Jesús reconoce ante sus apóstoles que para los hombres es imposible. Pero Dios lo puede todo. Confía en Él.

Me has propuesto algo que desborda todas mis capacidades y cada día me exiges algo más. Siento que nunca llego a estar a la altura de la misión que me has encomendado. Pero también voy comprendiendo cómo tú estás conmigo en este camino y, con tu ayuda, puedo ir superando cada día mi propio materialismo. Has puesto ante mí los medios sobrenaturales que realizan en mi persona cambios impresionantes: La oración que me permite experimentar tu cercanía, la Eucaristía que se convierte en el alimento que me llena de vida sobrenatural y la Reconciliación que me libra de mis pecados y me llena de tu gracia para vivir en santidad.

sábado, 3 de octubre de 2015

DEJAD A LOS NIÑOS


Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios.(Mc 10,14)



El los Evangelios está nítidamente claro que Jesús  tenía una preferencia por los pobres y por los que no cuentan para nada. No nos puede extrañar que también tuviera un afecto muy especial por los niños. Porque los niños son pequeños e irrelevantes, normalmente no se les tiene en cuenta para decisiones importantes y ellos viven muy felices sabiendo que no cuentan para nada. Jesús nos los propone como modelo para entrar en el Reino de Dios.

A mí me llama la atención el deseo de Jesús de que no les impidamos a los niños acercarse a él. Me ha hecho pensar. Yo he visto cómo los niños se entusiasman fácilmente con las enseñanzas de Jesús y puedo decir que, a pesar de su inconstancia, ellos responden a su manera y tratan de llevarlo a la práctica. Sin embargo también he visto cómo los mayores les impedimos muchas veces esa cercanía con el Señor.

Somos los mayores los que los llenamos de ocupaciones para que no tengan tiempo que dedicar a su vida cristiana, los que valoramos más otras cosas que la misa del domingo, los que los despistamos con cosas secundarias.

Pero en esta reflexión me llama también la atención la responsabilidad que tenemos las personas de iglesia en este asunto. A veces hacemos que la vida cristiana sea algo agobiante y ponemos más acento en los pecados que en el amor de Dios, hacemos demasiado serias las cosas santas y no vivimos los sacramentos como una fiesta gozosa de encuentro con Dios y con los hermanos. Y ¿Cómo no? Nuestros pecados, nuestras incoherencias también son un obstáculo para que los niños se acerquen a Jesús.

Estamos ya comenzando un nuevo curso de catequesis y creo que esta llamada del Señor es muy oportuna para que planifiquemos qué vamos a hacer para que los niños se puedan acercar al Maestro que quiere abrazarlos y bendecirlos.



Señor Jesús, yo sé que tú deseas tener a los niños cerca de ti, tú en persona estás dispuesto a entrar en sus vidas para llenarlos con tus bendiciones. Aquí me tienes, contando siempre con tu ayuda, para colaborar contigo en este propósito.

viernes, 18 de septiembre de 2015

PARA SER IMPORTANTE

El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. (Mc 9,31)

También la Palabra de Dios nos habla de buenos y malos. Los buenos, los justos, son los que hacen la voluntad de Dios con todas sus consecuencias y se apartan del pecado. Los justos son los que no ambicionan y evitan la violencia y el mal; son los que trabajan por la paz y siembran la paz, los que aman desinteresadamente a los demás y están dispuestos a sacrificarse por los que sufren.
Pero existen los malos, los que odian y siembran el odio, los que persiguen a los inocentes y los asesinan, los que mienten y sólo buscan enriquecerse a costa de todo. Tal vez esto sea demasiado simple pero es algo real, lo podemos comprobar todos los días.
El Señor nos había enseñado una vez que cada árbol se reconoce por sus frutos. Quién es justo y quién es malo se reconoce por sus frutos, no es cuestión de ideas abstractas.
Los que asesinan a los inocentes en público son los malos, y los que se enriquecen a costa del sufrimiento de los demás, o los que manipulan la verdad para conseguir sus intereses particulares. Los malos están ahí y se pueden ver sus frutos de maldad. Son servidores de Satanás, hijos de las tinieblas.
La realidad es muy dura a veces. No siempre se cumplen los refranes, no siempre el que es bueno recibe también como recompensa el bien. La realidad nos muestra muchas veces que el justo sufre persecución y hasta muere injustamente. Esto le pasó también al Señor; él fue el Justo de forma total, porque en él no hubo el más mínimo resquicio de maldad. Sin embargo, murió como si fuera un criminal. A esto fue a lo que vino al mundo. Los malos maquinaron contra él y lograron su propósito. Pero Dios lo resucitó y lo convirtió en Señor.
Jesús nos anima a todos nosotros a entrar en su estilo de vida y hacernos servidores de todos, sin distinción para entrar en su Reino. Nos anima a no pretender ser los primeros ni los más importantes sino a esforzarnos en ser los últimos, los que no cuentan para nada. Ésta será la mejor medicina contra la violencia y contra el mal. El apóstol Santiago nos hace ver que las peleas y divisiones vienen por el deseo de superioridad, por el afán de riquezas que tenemos en el mundo. Sin embargo, obedeciendo al Señor, podemos ser sembradores de paz para que tengamos como fruto la justicia.
El modelo que Jesús nos propone es un niño. Acoger a un niño, que no nos va a conseguir ningún puesto de honor ni nos va a dar ningún beneficio material, es como acoger al mismo Cristo.
Tenemos también el ejemplo de María. Ella fue sencilla y pequeña hasta el punto de que pasó desapercibida en toda la historia. Sin embargo nadie más grande que ella en este mundo nuestro. Y siempre la estamos buscando como excelente compañera de camino.

Quiero hoy orar por los niños; tú has querido identificarte con ellos y nos animas a acogerlos en tu nombre. Yo te ruego por todos para que te hagas presente en sus vidas y permitas que te encuentren fácilmente y  que sientan la alegría de conocerte. Te ruego por los que están sufriendo en estos momentos por cualquier motivo, los que sufren las injusticias de los mayores o la enfermedad o la pobreza. Asístelos con tu gracia para que puedan recuperar la alegría y la inocencia. 

sábado, 12 de septiembre de 2015

PENSAR COMO DIOS

¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! (Mc 8,33)

Ya en el momento de las tentaciones del desierto, Satanás intentó convencer a Jesús para que buscara un estilo de vida más glorioso y se alejara del camino de la cruz. En realidad este viene a ser el pensamiento de los hombres: triunfar, disfrutar, poder y tener.
Dios hace las cosas de otra manera, porque lo que quiere es salvarnos del pecado y liberarnos de todas las esclavitudes. Para eso vino al mundo su Hijo querido.
Jesús no habría podido salvarnos poniéndose en el lugar de los privilegiados. ¿Quién se hubiera sentido entonces identificado con él? Para salvarnos, Jesús tenía que ocupar el último puesto, entrar en el mundo tomando parte del sufrimiento de los más desfavorecidos. ¿Quién podrá ser más pobre que un condenado a muerte de forma injusta? Éste es el destino del Salvador, éste es el puesto que ha ocupado nuestro Señor. Así es como piensa Dios y nos deja sin palabras.
¿Dónde está Dios? Se pregunta muchas veces la gente ante las desgracias que inundan el mundo, ante el sufrimiento de los inocentes. ¿Dónde está Dios?
Hoy está huyendo de la guerra y buscando un hogar seguro, está siendo degollado por los violentos o quemado vivo o arrojado al vacío, está perdiendo su vida en el mar, muriendo arrastrado por una corriente de agua debajo de un puente, está padeciendo el dolor de todos los pobres de nuestro mundo de hoy con sus injusticias y desigualdades. Ahí lo podemos encontrar sin lugar a dudas.
Sabiendo esto, ¿Podré ser discípulo de Jesús buscando privilegios y comodidades? Está claro que no. Para ser discípulo hay que dejar de pensar como los hombres y pensar como Dios. Para seguirlo hay que cargar con la cruz.

Ya me animaste, Señor, a ser un odre nuevo, para que este vino nuevo que vienes a traer no reviente dentro de mí. Yo no podré llegar a una transformación tan grande si no es con tu ayuda. Sabes que me entusiasma tu proyecto y que deseo seguirte hasta el final. Pero no puedo negar que soy débil y no  puedo hacer nada sin ti.



sábado, 29 de agosto de 2015

LO QUE HACE IMPURO AL HOMBRE

Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. (Mc 7,15)

El mensaje del Evangelio es sabiduría para el que lo escucha y lo lleva a la práctica, como lo fue también la ley que Moisés entregó a los israelitas. Cuando meditamos las palabras de Jesús podemos sorprendemos de la actualidad y la vida que tienen, nos alegramos al comprobar que están respondiendo a nuestras preocupaciones concretas. Es impresionante que siendo tan antiguas sigan teniendo tanta actualidad. Pero se explica fácilmente: no es una palabra humana, es Palabra de Dios.
Ahora bien, podemos hacer que esta palabra viva se convierta en mero legalismo, que es lo que les pasó a los fariseos. Ellos convirtieron una ley de vida y de libertad en unas normas agobiantes, que excluían a los demás y convertían a todos en impuros. Con razón Jesús dijo que venía a darle a la ley su plenitud, su verdadero sentido.
Mientras los fariseos despreciaban a los pecadores, Jesús vino a buscarlos, para anunciarles la misericordia de Dios y abrirles de nuevo las puertas de Reino; para llamarlos a la conversión y darles una nueva oportunidad. Entre esos pecadores a los que Jesús viene a buscar estoy yo, y me siento contento de que me haya encontrado y me ofrezca la oportunidad de salir de mi pecado y volver a recuperar la santidad.
Creo que esta es la misión que hoy me encomienda el Señor: anunciar al mundo esta misericordia entrañable que nos da la posibilidad de vivir una vida nueva. ¡Qué pena me da contemplar a muchos cristianos obsesionados con el cumplimiento de preceptos y llenos de escrúpulos por cosas secundarias! Del mismo modo me parece muy triste que muchos sacerdotes se dediquen a condenar a unos y otros y a señalar pecados por todas partes, haciendo del Evangelio un mensaje legalista en lugar de una oferta de  salvación.
Jesús nos anima a vivir una religión interior. No se trata de controlar lo que entra de fuera sino de cuidar bien el interior. Del interior del corazón es de donde pueden salir los pecados que nos contaminan. Pero también, con la ayuda de la gracia, podemos limpiar nuestro interior y llenarlo de bondades. Podemos cambiar la lujuria por castidad  y los malos propósitos por buenas intenciones, los robos y homicidios por una caridad activa para socorrer a los descartados de nuestro tiempo,  el desenfreno o la envidia por una vida de cercanía a Dios y de amor al prójimo, y el orgullo o la frivolidad por la humildad y la responsabilidad. Podemos transformar nuestro interior y embellecerlo con todas estas bondades. Entonces estaremos viviendo una religión pura e intachable que será buena noticia para el mundo.


Señor Jesús, ¡qué hermoso es tu mensaje! Tus palabras son verdadera sabiduría para la vida. ¡Qué hermoso regalo es poder enseñar estas cosas a los demás! Nosotros somos débiles, pero tú nos acompañas para que no nos quedemos en las palabras sino que lo llevemos a la práctica y seamos signo de una vida pura e intachable.

sábado, 22 de agosto de 2015

Palabras de vida eterna

Señor, ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de Vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios. (Jn 6,68-69)

Había dicho el papa Francisco que primero es el encuentro con Jesucristo y después vendrá la moral. Me parece interesante este mensaje.
Pedro y los demás apóstoles habían conocido a Jesús muy de cerca. Habían contemplado prodigios inexplicables, habían visto huir a los espíritus inmundos y habían escuchado unas palabras sobre Dios que les llenaban el corazón. Estar con Jesús era una experiencia que no se podía cambiar por ninguna otra.
Cuando la gente descubre que este mensaje es muy exigente,  empiezan a abandonar al Maestro. Pero los que habían estado con él en todos esos momentos tan extraordinarios no pueden dejarlo. Saben que nadie podrá igualarse nunca a Él. Necesitan seguir escuchando ese mensaje de salvación, necesitan sentir la seguridad de estar cerca del único que puede comprenderlos y ayudarles en todas las circunstancias.
Los que dejaron de seguir a Jesús no lo habían conocido de verdad, esperaron de él otra cosa y se decepcionaron cuando comprendieron que no respondía a sus expectativas.
Los que conocemos a Jesucristo sabemos que él es la respuesta a las inquietudes más profundas de la gente. No hay nadie que se le pueda comparar. Él es el santo consagrado por Dios, quien nos habla al corazón, quien nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a valorar todo lo que hay de bueno en nosotros. Ya no podemos acudir a ningún otro.
El reto que se nos plantea en este mundo alejado de Dios no es luchar contra las doctrinas equivocadas ni defender nuestro mensaje a capa y espada. El desafío que tenemos hoy es el de hacer que la gente que anda despistada llegue a conocer de cerca a Jesús y a experimentar la alegría de su presencia y la belleza de su mensaje.


Tú eres de verdad mi salvador. Me has hecho sentir la fuerza de tu Palabra que es capaz de llenar de ilusión mi vida, me has permitido experimentar el poder de tu perdón que me permite levantar cada día la cabeza y seguir caminando sin miedo; me has llenado de alegría con tu presencia porque me haces saber que nunca estaré solo porque tú eres siempre fiel y estás cerca de todo el que cree en ti. Aunque sé que me pides la vida y que quieres que te lo dé todo, no puedo dejar de estar contigo: tú tienes palabras de vida eterna.

viernes, 26 de junio de 2015

Ten fe y basta.



"No tengas miedo; tú ten fe, y basta". (Mc 5,36) 
                Con frecuencia podemos sentirnos tentados por el desánimo. Podemos tener la impresión de que no merece la pena el esfuerzo porque ya está todo perdido. Es lo que le debió de suceder a Jairo cuando le dijeron que su hija había muerto. Ya no valía la pena seguir molestando al Maestro.
Pienso en situaciones muy concretas. ¿Para qué te empeñas en algo que no tiene ningún sentido? Es como una voz interior que te dice que lo dejes ya. Una voz que te dice que no vas a cambiar a esa persona, que no vas a conseguir ese trabajo, que no alcanzarás la salud para ese enfermo o que no aprobarás ese examen. Déjalo ya, para que seguir insistiendo si todo está perdido.
Pero Jesús le dice a Jairo lo contrario. Es algo insólito. Ni siquiera la noticia de que su hija está muerta le tiene que hacer desistir de su afán por salvarla: “Basta que tengas fe”. Como la tuvo la mujer que padecía hemorragias: bastó que tuviera fe y quedó sanada con solo tocarle el manto. La fe es muy poderosa y nos permite confiar siempre y seguir luchando  aunque los hechos nos digan que todo está acabado.
Así que una vez más siento la llamada del Señor a no desanimarme por complicadas que parezcan las cosas. Sé que puedo esperarlo todo de Él, porque no estoy solo en esta tarea, Jesús en persona está conmigo. Sé que puedo pedirle cosas imposibles y que nunca tendré motivos para dejar de confiar en su inmenso poder. Porque hasta de la muerte puede salvarme para siempre.
Que sí, que vas a aprobar el examen, que te van a dar el trabajo, que vas a cambiar a esa persona, que volverá la salud para el enfermo y que vas a lograr lo que te propongas. Basta que tengas fe en el Señor, que está contigo y quiere dártelo todo.

Yo creo en ti pero también tengo muchas dudas. Hasta para tener fe necesito de tu auxilio. Tú me conoces bien y sabes que no soy más que un pobre hombre. Por eso acudo siempre a ti y me echo a tus pies. Tú, a cambio, me haces sentir la fuerza sanadora que sale de ti.
               

sábado, 6 de junio de 2015

La Sangre de Cristo

“Esta es mi sangre, sangre de alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.” (Mc 14,26)

La última cena dejó para nosotros este memorial de la muerte de Cristo en la cruz. Una muerte que no fue una tragedia ni un fracaso, por más que lo pareciera, sino la entrega total por amor del  Hijo único. Por eso la Eucaristía se puede llamar sacrificio, porque es el memorial del sacrifico de Cristo en la cruz. Es un sacrificio porque hay una víctima y se ha derramado su sangre. Pero, sobre todo, porque es un acto de amor tan sublime que tiene el poder de limpiar los pecados del mundo.
El sacrificio de Jesucristo no es un simple ritual como los sacrificios del antiguo testamento. El Señor Jesús decidió poner su persona entera al servicio de la voluntad del Padre. Su sacrificio fue la obediencia total hasta el derramamiento de su sangre. Por eso la celebración de la misa no puede quedarse en una bonita ceremonia sino que nos compromete a poner nuestras personas a disposición de la voluntad de Dios.
Recibir a Jesucristo en la Eucaristía no es un gesto sin más, sino que lleva consigo toda una vocación. Es el Señor que quiere venir a tu vida para transformarte, pero también que te llama para que seas signo de su amor entre tus hermanos. Es el mismo Jesús que te alimenta con su propio cuerpo para llenarte de su mismo amor para que tú puedas llegar a amar también hasta el extremo como hizo él. Por eso la Eucaristía es la celebración más sublime, el sacramento de nuestra fe. En ella expresamos nuestro deseo de entregar nuestra vida para la transformación del mundo, somos conscientes de nuestra pequeñez para algo tan grande y recibimos el remedio a nuestra indigencia en el mismo Cristo que se nos da como alimento.
Jesús sabía que después de esta cena pascual venía su pasión. Sabía que tendría que dejar este mundo. Pero su esperanza sigue firme porque sabe que volverá a beber el fruto de la vid en el Reino de Dios. Comulgar es también aceptar que todo puede parecer perdido, como ocurrió con la muerte de Jesús en la cruz, y seguir confiando en el poder de Dios que es capaz de traer el mayor bien de lo que parece el mayor fracaso. Porque nuestra esperanza no se queda solo en esta vida, mira más allá y sabemos que tendremos la celebración definitiva en el Reino de Dios.


Me has concedido un don inmerecido que supera todo lo que un hombre puede tener: representarte a ti en persona y hacer que cada día vengas a mis manos en la Eucaristía. Nunca seré digno de algo tan extraordinario. Cada día me siento sobrecogido ante un misterio tan grande y te doy gracias constantemente por haberme llamado a este ministerio.

jueves, 28 de mayo de 2015

El envío

Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. (Mt 28,18-19)

El Señor Jesús tuvo un momento muy duro en su pasión, donde parecía que todo estaba perdido. Pero a través de su abajamiento total Dios nos mostró el camino para llegar a Él: el amor hasta el extremo.
Después de su resurrección y ascensión al cielo ha sido constituido Señor de todo el universo. A Él se le ha dado todo el poder. Ahora llega el momento de los discípulos. Hay que llevar este mensaje de salvación por todas partes, hay que poner a todas las gentes en contacto con el Señor para que puedan también alcanzar la salvación, hay que sembrar la semilla de la Palabra para que produzca sus frutos de fraternidad y justicia por todos los rincones de la tierra. Es una misión extraordinaria, por la que merece la pena dedicar toda la vida y gastarse en ella.
Para llegar a ser discípulos hay que recibir el bautismo que nos libra del pecado y nos une a Cristo, nos consagra a Dios para formar parte de su pueblo santo, pero también hay que aprender todo lo que Jesús enseñó y guardar esos mandamientos. Los mandamientos del Señor se concentran en el amor a Dios y al prójimo. Pueden ser palabras muy sencillas y fáciles de aprender pero también se puede decir que es la Palabra más grande que jamás se haya podido decir en este mundo.

Yo soy de los que muchas veces dudan porque me inquietan los vaivenes de la vida. Pero tú estás ahí con todo el poder que se te ha otorgado y me dices que estarás con nosotros siempre, hasta el fin del mundo. 

sábado, 16 de mayo de 2015

La Ascensión

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16,15)

Nos cuenta el Evangelio cómo Jesús se apareció a los apóstoles y les reprochó su falta de fe, porque no creyeron a los que habían sido testigos de su resurrección. Durante toda la vida pública de Jesús, los Doce se habían caracterizado por ser duros en comprender lo que les decía y entre ellos había discusiones sobre quién era el más importante. Podríamos decir que no eran precisamente los más selectos para una misión tan importante como es llevar por todo el mundo la Palabra de Dios. Pero fue a estos a quiénes envió como mensajeros del Evangelio.
Lo que habían vivido con Jesús es la Buena Noticia. Ya sabían ellos que Dios es un Padre, que ha entregado a su propio Hijo para la remisión de los pecados, que después del duro trance de la muerte viene la Resurrección, que es posible vivir una vida nueva porque hemos recibido el Espíritu Santo. Es la Buena noticia que tiene el poder de transformar el mundo.
Pero para que esta Palabra de vida pueda ser eficaz necesita ser acogida y para ello tiene que ser predicada. A Jesús no le ha importado que los predicadores sean impecables, él conoce el interior de cada uno y sabe que no encontrará nunca a nadie a la altura del mensaje que ha de anunciar. Pero él estará siempre junto a ellos y confirmará con signos y prodigios la Palabra que se anuncia.
Hoy me ha elegido a mí y también a ti. Cada uno desde nuestro lugar hemos de colaborar con esta misión de iluminar a toda la creación con el poder del Evangelio. No estamos a la altura de este mensaje porque no es posible, nunca podremos llegar a la santidad que corresponde una Palabra que viene de Dios. Pero la Palabra misma realizará grandes prodigios porque es el mismo Cristo quien va unido a ella. Aunque te sientas torpe o te cueste comprender, el Señor ha querido que seas colaborador necesario para impregnar el mundo de su Evangelio.

¡Qué grande y qué poderoso eres, Señor! Tan sólo tengo que pensar en ti y ya estás aquí, junto a mí decidido a darme todo lo que necesito y a hacer grandes cosas con mi pobre persona. Tú me has buscado y has hecho que te encuentre, me has renovado la vida por completo y me dejas admirado del inmenso poder de tu Palabra.

viernes, 8 de mayo de 2015

El mandamiento del amor




Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. (Jn 15,16)

    Jesús nos ha elegido como amigos y no como siervos. Nos ha elegido para comunicarnos el amor del Padre que se traduce en el perdón de nuestros pecados, en la cercanía a nosotros para todo lo que necesitamos y en la entrega de su vida hasta derramar su sangre; para devolver al mundo la santidad con la fuerza de un amor capaz de llegar hasta el final. Podemos sentir este amor tan grande en los pequeños detalles de cada día: en el mundo que nos rodea, en la gente que nos quiere y que nos ayuda y también escuchando estas palabras de vida y celebrando los sacramentos. Cuando encontramos tiempo para el silencio y dejamos que Jesús nos hable al corazón, podemos comprender que es verdad, que nos quiere hacer experimentar el amor del Padre y que llena así nuestro pequeño corazón con la inmensidad del suyo.
    Nos ha llamado amigos. Él no necesita siervos que le obedezcan por miedo a un castigo, sino que quiere amigos a los que hacer felices con su amistad y que esa alegría los anime a corresponder con generosidad, por amor y no por miedo. ¡Qué equivocados están los que entienden a Dios como un juez severo o los que piensan que deben pasarlo mal para contentarlo! Jesús nos quiere como amigos para revelarnos los secretos más ocultos y ponerlos a nuestro alcance. Para enseñarnos que la forma de conocer a Dios es amando, porque Dios es Amor.
    Quiere que demos fruto abundante y para eso nos deja un único mandamiento: que nos amemos unos a otros. La forma de corresponder a la amistad de Jesús es amándonos unos a otros. Por tanto, todo consiste en ser amigos de todos, ser amigos de verdad, capaces de dar la vida porque ése es el amor más grande. Estar disponibles, saber perdonar, compartir las alegrías y las preocupaciones, vivir el amor que hemos recibido de Él.

Al sentir cómo tú me has elegido siendo yo tan poca cosa he podido descubrir un amor que me supera. Yo soy un instrumento torpe y tú me has acompañado para hacer de mí algo eficaz. Tú me has elegido a mí y tú me has hecho capaz de dar fruto abundante. Nada tengo que presumir, porque todo lo que tengo y lo que soy lo he recibido de ti. Ahora sabiendo que todo lo que pida en tu nombre el Padre me lo dará, voy a orar y pedir por todo aquello que necesita el mundo y por todas las personas que me has encomendado.