viernes, 8 de mayo de 2015

El mandamiento del amor




Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. (Jn 15,16)

    Jesús nos ha elegido como amigos y no como siervos. Nos ha elegido para comunicarnos el amor del Padre que se traduce en el perdón de nuestros pecados, en la cercanía a nosotros para todo lo que necesitamos y en la entrega de su vida hasta derramar su sangre; para devolver al mundo la santidad con la fuerza de un amor capaz de llegar hasta el final. Podemos sentir este amor tan grande en los pequeños detalles de cada día: en el mundo que nos rodea, en la gente que nos quiere y que nos ayuda y también escuchando estas palabras de vida y celebrando los sacramentos. Cuando encontramos tiempo para el silencio y dejamos que Jesús nos hable al corazón, podemos comprender que es verdad, que nos quiere hacer experimentar el amor del Padre y que llena así nuestro pequeño corazón con la inmensidad del suyo.
    Nos ha llamado amigos. Él no necesita siervos que le obedezcan por miedo a un castigo, sino que quiere amigos a los que hacer felices con su amistad y que esa alegría los anime a corresponder con generosidad, por amor y no por miedo. ¡Qué equivocados están los que entienden a Dios como un juez severo o los que piensan que deben pasarlo mal para contentarlo! Jesús nos quiere como amigos para revelarnos los secretos más ocultos y ponerlos a nuestro alcance. Para enseñarnos que la forma de conocer a Dios es amando, porque Dios es Amor.
    Quiere que demos fruto abundante y para eso nos deja un único mandamiento: que nos amemos unos a otros. La forma de corresponder a la amistad de Jesús es amándonos unos a otros. Por tanto, todo consiste en ser amigos de todos, ser amigos de verdad, capaces de dar la vida porque ése es el amor más grande. Estar disponibles, saber perdonar, compartir las alegrías y las preocupaciones, vivir el amor que hemos recibido de Él.

Al sentir cómo tú me has elegido siendo yo tan poca cosa he podido descubrir un amor que me supera. Yo soy un instrumento torpe y tú me has acompañado para hacer de mí algo eficaz. Tú me has elegido a mí y tú me has hecho capaz de dar fruto abundante. Nada tengo que presumir, porque todo lo que tengo y lo que soy lo he recibido de ti. Ahora sabiendo que todo lo que pida en tu nombre el Padre me lo dará, voy a orar y pedir por todo aquello que necesita el mundo y por todas las personas que me has encomendado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario