sábado, 16 de mayo de 2015

La Ascensión

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16,15)

Nos cuenta el Evangelio cómo Jesús se apareció a los apóstoles y les reprochó su falta de fe, porque no creyeron a los que habían sido testigos de su resurrección. Durante toda la vida pública de Jesús, los Doce se habían caracterizado por ser duros en comprender lo que les decía y entre ellos había discusiones sobre quién era el más importante. Podríamos decir que no eran precisamente los más selectos para una misión tan importante como es llevar por todo el mundo la Palabra de Dios. Pero fue a estos a quiénes envió como mensajeros del Evangelio.
Lo que habían vivido con Jesús es la Buena Noticia. Ya sabían ellos que Dios es un Padre, que ha entregado a su propio Hijo para la remisión de los pecados, que después del duro trance de la muerte viene la Resurrección, que es posible vivir una vida nueva porque hemos recibido el Espíritu Santo. Es la Buena noticia que tiene el poder de transformar el mundo.
Pero para que esta Palabra de vida pueda ser eficaz necesita ser acogida y para ello tiene que ser predicada. A Jesús no le ha importado que los predicadores sean impecables, él conoce el interior de cada uno y sabe que no encontrará nunca a nadie a la altura del mensaje que ha de anunciar. Pero él estará siempre junto a ellos y confirmará con signos y prodigios la Palabra que se anuncia.
Hoy me ha elegido a mí y también a ti. Cada uno desde nuestro lugar hemos de colaborar con esta misión de iluminar a toda la creación con el poder del Evangelio. No estamos a la altura de este mensaje porque no es posible, nunca podremos llegar a la santidad que corresponde una Palabra que viene de Dios. Pero la Palabra misma realizará grandes prodigios porque es el mismo Cristo quien va unido a ella. Aunque te sientas torpe o te cueste comprender, el Señor ha querido que seas colaborador necesario para impregnar el mundo de su Evangelio.

¡Qué grande y qué poderoso eres, Señor! Tan sólo tengo que pensar en ti y ya estás aquí, junto a mí decidido a darme todo lo que necesito y a hacer grandes cosas con mi pobre persona. Tú me has buscado y has hecho que te encuentre, me has renovado la vida por completo y me dejas admirado del inmenso poder de tu Palabra.

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