sábado, 23 de diciembre de 2023

LA ESCLAVA DEL SEÑOR

 

María contestó: —«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lc 1,38)

 

El rey David se lleno de grandeza y pensó en construir un templo al Señor. Sabía muy bien plantearlo como una obra piadosa, construir un templo porque el Señor se merecía estar en un lugar grandioso. Pero, en el fondo, se trataba de un acto de soberbia. Lo que en realidad pretendía era dejar una huella importante para la historia, ser recordado por haber construido una gran obra que fuese la admiración del mundo entero. Se podía decir qué gran amor tenía David por su Dios que le construyó un templo tan maravilloso. Pero Dios intervino por medio del profeta Natán y le frustró sus planes: le recordó que él sólo era un pastorcillo y que había llegado hasta donde estaba por puro don de Dios. Dios lo sacó de los apriscos y lo convirtió en rey, es el Señor quién lo ha hecho todo por él y seguirá haciendo porque de su descendencia nacerá el Salvador.

Frente a la soberbia de David encontramos hoy a María tan pequeña, tan sencilla y tan limpia de corazón. En ella no hay ningún afán de pasar a la historia sólo desea cumplir la voluntad del Señor.

Yo pensaba en mí mismo ante estos dos ejemplos. Cuando quiero llevar a los hombres a Dios, cuando quiero que la Palabra de Dios toque el corazón de la gente y rebusco las formas brillantes para conmover a la gente, cuando deseo animar a los jóvenes a entregarle a Dios su vida… bajo la apariencia de estar haciendo algo piadoso estoy buscando mi propia gloria, pensando que se me recuerde como alguien que hizo algo grande. Y, como le pasó a David, también Dios me ha tenido que bajar los humos. Jesús me dice que mire a su madre y aprenda de ella a aceptar y desear que se haga en mí la voluntad de Dios.

El Señor hizo a María la más grande de todo ser humano sin que hiciera ninguna obra majestuosa ni brillará por nada humano. Ella sólo se dejó hacer. Y por esta actitud humilde hoy podemos glorificar a Dios que nos ha salvado.

 


Enséñame, Señor, a aceptar como María que se haga siempre tu voluntad. Porque tu voluntad en mi vida es siempre lo mejor para mí y para el mundo.

 

 

 

 

sábado, 16 de diciembre de 2023

ALEGRÍA

 Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. (1Tes 5,16-18) 

 

Los cristianos somos personas alegres, porque sabemos que estamos salvados, esperamos la vida eterna, creemos en el perdón de los pecados. Cualquier cosa que pueda causarnos tristeza se puede superar porque Cristo está en medio de nosotros. Él es quien ha venido lleno del Espíritu Santo para vendar los corazones desgarrados y proclamar el año de gracia del Señor. No ha venido a condenar sino a sanar y a salvar. 

Esta alegría nos lleva también a la oración, sí, estamos alegres porque podemos contar para todo y en todo momento con nuestro Señor. En estos momentos de encuentro personal y diálogo con Jesucristo podemos llegar a entender las razones profundas para la alegría, a pesar de tantas cosas que nos llenan de dolor y de confusión. 

La alegría también nos lleva a dar gracias. Todo es un don de Dios y hay que dar gracias por todo lo bueno que estamos recibiendo cada día. La acción de gracias y la alabanza son también nuestro reconocimiento humilde de nuestra pobreza frente a la grandeza de Dios y nuestra alegría de saber que él quiere hacernos santos y perfectos. 

La alegría cristiana se convierte también en servicio a los demás, en dedicación al bien y a la paz. Es una alegría activa, porque hay muchas lágrimas que secar, hay mucho amor que dar para que la alegría sea completa. La alegría del evangelio nos pone en camino para que este anuncio no se quede sólo en palabras bonitas, sino que se traduzca en un compromiso verdadero por el Reino de Dios. 

Señor Jesús, tú me invitas a la alegría y yo me cierro muchas veces en la tristeza, porque me siento muy apegado a las cosas del mundo y no sé valorar todo lo que tú me estás concediendo cada día. Te doy las gracias por todos esos dones que me has otorgado y te ruego que me ayudes a servir a los hermanos y a servirte a ti con todos ellos. 

sábado, 9 de diciembre de 2023

PREPARANDO EL CAMINO

 «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» (Mc 1,8)


Estamos ya de lleno en nuestro tiempo de Adviento, esperamos al Señor y estamos también sintiendo su venida constante a nosotros por medio de los sacramentos y en las personas que nos encontramos. 

Los problemas de nuestro mundo son una llamada para nuestra oración y para nuestra reflexión. Son un grito de la humanidad que necesita a Dios, porque sólo el Señor nos salva y necesitamos que venga a salvarnos.

Los profetas le hicieron ver a los israelitas que sus pecados eran la causa de sus males, por eso los animaban siempre a convertirse, a volver al Señor para que él los perdonara y los salvara.

Pero el profeta Isaías nos sorprende con un anuncio de consuelo. Dios no quiere el sufrimiento de sus hijos, es un padre de misericordia y ante la desolación del pueblo quiere anunciar la consolación. Él mismo vendrá con gran poder para salvarnos.


San Juan Bautista anuncia al Salvador, es Cristo que viene a purificarnos con el Espíritu Santo. La Palabra de Dios nos insiste: Preparad el camino al Señor.

El Señor viene y podremos ver con nuestros ojos todo lo que quiere hacer para darnos el consuelo y devolvernos la alegría. Podemos allanar su camino con nuestra conversión, con el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y nuestro compromiso con el Reino de Dios; con nuestra oración constante, con nuestra fidelidad a su Palabra. Así estaremos facilitando su venida y haciendo posible la salvación.


Ven Señor y transforma mi corazón en un corazón como el tuyo. Ven y llena de alegría y de luz este mundo que tiene tantas sombras y tantos sufrimientos. Ven a salvarnos.


sábado, 2 de diciembre de 2023

VIGILAD

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. (Mc 13,33)

 

Comenzamos el tiempo de Adviento y de nuevo buscamos la esperanza, en medio de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Es la esperanza en Jesucristo,  por eso es un esperanza con sentido.

Un año más podemos ver que siguen funcionando mal muchas cosas en este mundo. Volvemos a lamentarnos por las guerras tan sangrientas y tan injustas, que no solucionan nada y sí agrandan los problemas y los sufrimientos; volvemos a lamentar los enfrentamientos y la división por las ideas políticas que también enturbian la convivencia, volvemos a ver en la misma iglesia divisiones y enfrentamientos que no ayudan nada a proclamar el evangelio, volvemos a ver también entre nosotros nuestras propias debilidades, nuestras pruebas particulares que cada uno podrá discernir.

Pero la Iglesia de nuevo quiere llenarnos de confianza porque todo esto es necesario pero el Señor viene a nuestra vida y lo hace todo nuevo. No podemos desanimarnos sino que estamos llamados a convertir todo esto en un reto para que brille en el mundo la luz del evangelio. El Señor va a venir y tenemos que estar vigilantes.

Sigamos siendo sembradores de paz en medio de la violencia y la división, sigamos mostrando el respeto y el amor por encima de las ideas y hasta de la religión, sigamos siendo un testimonio de confianza en Dios con nuestra alegría y nuestras ganas de hacer el bien a todos y mantengamos nuestra relación con Dios y nuestra fe en él, que es quien lo puede todo y quien hace posible nuestra fidelidad. San Pablo nos dice que él es fiel, para no decaiga nuestra esperanza pase lo que pase.

 

Sólo mi confianza en ti me puede hacer salir del pesimismo y de la tristeza. Por eso te necesito y te llamo cada día. Ven, Señor.

sábado, 25 de noviembre de 2023

EL EXAMEN FINAL

 

Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. (Mt 25,46)

 


Jesús habla de castigo eterno y de vida eterna. Por lo tanto no es algo secundario lo que está en juego. En esta vida podemos tener momentos de alegría y de tristeza, todo es temporal. Pero después de esta vida nos espera la eternidad. La eternidad puede ser de felicidad o de desesperación. Es muy necesario que el evangelio nos cale porque podríamos recibir el castigo eterno y ya no hay vuelta atrás.

Lo que Jesús plantea en el juicio final no tiene nada que ver con pecados y mucho menos con los escrúpulos religiosos de normas o ritos. Lo que se va a juzgar es el amor al prójimo que es la forma de amar a Dios, es decir los dos mandamientos que sostienen la ley y los profetas.

El amor no es la prohibición de pecados sino el compromiso por la fraternidad, es la entrega silenciosa y generosa a los demás, y de una manera muy especial es la atención a los que sufren por cualquier motivo.

Jesús se identifica con los pobres porque él ha vivido la vida de los pobres; y lo que se haga con ellos se ha hecho con Jesús mismo. Los justos no estaban pensando en ganar el cielo, es lo que podemos entender ante su respuesta; vivían su amor al prójimo como algo natural y se sorprenden de lo que están escuchando: Era Cristo quien estaba siendo amado por ellos.

Los que son condenados no han tenido misericordia. Tal vez estuvieron al cuidado de no cometer ciertos pecados, pero su corazón estaba endurecido hacia los hermanos y, por eso, se llevan la sorpresa de que su indiferencia los lleva a la condenación. Era al mismo Cristo a quien dejaron de atender.

El juicio final pone en evidencia que durante la historia de la humanidad ha habido personas que han sembrado la alegría, que han tenido la lámpara encendida en medio de la oscuridad, que han puesto en rendimiento sus talentos y se han distinguido por reflejar las bienaventuranzas: siendo misericordiosos, trabajando por la paz, teniendo el corazón limpio. Por el contrario, otros no han hecho nada, no han sido luz, han enterrado su talento, por eso no han sido un reflejo de las bienaventuranzas y esto ha sido tan grave que los ha llevado a la condenación.

Jesús se presenta como rey, como pastor y como juez.

El evangelio siempre es buena noticia. No lo veamos como una amenaza sino como una invitación a vivir el amor, porque este será el examen final. Es verdad que hay que evitar el pecado y que tenemos que estar alertas para no pecar y no alejarnos de Dios. Esto no está en discusión. Hay que cumplir los mandamientos y no mentir ni robar ni hacer daño a nadie. Pero es mucho más importante vivir el amor al prójimo, sea quien sea. Como decía san Juan de la cruz: “Al atardecer de la vida me examinarán del amor”

 

Hoy te contemplo lleno de gloria y majestad. Tú eres el rey del Universo y el único poderoso. Se equivocan los poderosos de este mundo que te niegan y tratan de anularte. Tú eres el juez que separas a los justos de los malvados y das a cada uno según sus obras. Por eso tu Palabra es mi alimento cada día, por eso me corrijo continuamente para no desviar mi camino y por eso me acojo siempre a tu misericordia. Porque eres mi juez pero también eres mi Padre y me animas a mirar a todos los demás como mis hermanos.

 

 

sábado, 4 de noviembre de 2023

EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO

 

El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Mt 23,11-12)


 Las palabras de Jesús son una denuncia a la actitud de los escribas y fariseos. Desgraciadamente esta actitud no podemos decir que sea sólo algo de aquellas personas y de aquella época. A fin de cuentas el demonio nos sigue tentando con la hipocresía y con la vanidad de creernos por encima de los demás.

Jesús no dice que no escuchen lo que dicen. Reconoce que cuando explican la Palabra de Dios hay que escuchar su enseñanza, porque siempre será digno de escuchar y cumplir lo que viene de Dios. Lo que Jesús rechaza es lo que hacen: su deseo de buscar honores y privilegios y vanidades humanas como los títulos de honor.

Frente a esta actitud sólo cabe hacer lo contrario: buscar el último puesto y rechazar los títulos.

Según la profecía de Malaquías, si no lo hacen ellos, Dios mismo lo hará.

¿Es una desgracia que la iglesia de hoy esté perdiendo privilegios en la sociedad o es un don de Dios que sus discípulos puedan anunciar el evangelio siendo pobres y pequeños?

Yo lo veo más como un don de Dios, un signo de los tiempos. El papa ya  deseó una iglesia pobre para evangelizar a los pobres. La Palabra de Dios no va a llegar al corazón de la gente desde el poder y la grandeza sino desde la sencillez y el convencimiento de quien la proclama; desde el amor a este mundo herido por el pecado que puede salvarse por la sangre de Jesús.

Nuestro referente es siempre el mismo Cristo, no hay otro. Por eso tenemos que mirarlo a él y contemplar sus actitudes, sus gestos, su vida y sus palabras.

Él siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza; él se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo y Dios le dio el nombre sobre todo nombre; él obedeció hasta la muerte para darnos la vida y obtener para nosotros el perdón de los pecados, derramando su sangre; él se ha convertido en nuestro alimento, se ha hecho el mejor pan para nosotros, ha querido ser comido para quedarse siempre con nosotros y llenarnos así de su amor.

Esto nos enseña que Dios realiza prodigios increíbles cuando obedecemos su Palabra: que con nuestra pobreza podemos enriquecer a otros; que dando la vida podemos tener y dar más vida; que negándonos a nosotros mismos podemos llenar de amor y de alegría este mundo nuestro.

No cabe duda: el que se humilla será enaltecido. Lo hemos conocido en la persona de Jesús y también en su madre que aceptó ser la esclava del Señor y nosotros la aclamamos como la Reina del Cielo.

 Una vez más siento una gran admiración y un gran agradecimiento al contemplarte en el pesebre débil y pobre para que yo pueda acercarme a ti con ternura; al verte en la cruz herido y desfigurado para que yo encuentre en ti el ejemplo de todas la virtudes: obediencia, amor, renuncia a uno mismo… y al recibirte como pan en la Eucaristía para que yo pueda amar como tú y me sienta fortalecido para cumplir tus mandamientos. Yo te alabo, Señor, te doy gracias y te bendeciré en todos los momentos de mi vida.

sábado, 28 de octubre de 2023

EL MANDAMIENTO PRINCIPAL

 

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas. (Mt 22,40)


De nuevo, los fariseos intentan poner a prueba a Jesús, y de nuevo se llevan una fabulosa enseñanza. Le hacen una pregunta con trampa, tal vez piensan que Jesús no entiende bien los mandamientos porque se preocupa mucho de los pobres, de los enfermos y hasta de los pecadores. ¿Será que no sabe que el mandamiento principal es el amor a Dios?

Los judíos repetían constantemente que tenían que amar a Dios con todo su corazón. Jesús también conocía y practicaba este mandamiento. Nadie como Él amaba al Padre, y no dejaba de orar a pesar de la intensidad de su actividad.

Amar a nuestro Dios nos llena de vida y nos permite vivir la vida, con sus dificultades, sin perder la esperanza. Sabemos que todo lo tenemos con Él, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta, nos decía Santa Teresa.

Pero Jesús quiere también subrayar la forma concreta como se ama a Dios que es amando al prójimo como a uno mismo. La experiencia del amor de Dios nos hace corresponder a ese amor, amando al prójimo. San Juan nos dice que quien no ama a su prójimo a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.


Estos mandamientos son mucho más exigentes que los diez mandamientos del Sinaí, porque el que ama no se conforma con no hacer el mal, el amor busca el bien y es capaz de sacrificarse por el bien del ser amado.

Por eso, los mandamientos que Jesús nos plantea nos obligan mucho más que la ley de Moisés, porque no nos dejan tranquilos simplemente porque no hacemos el mal (no matamos ni robamos), sino que nos ponen una meta mucho más elevada: amar incluso a los enemigos. Sacrificarnos por los demás, sean quienes sean.

Esto es mucho más comprometido, es una meta tan alta que no la vamos a alcanzar en toda la vida y siempre tendremos que estar en camino. En definitiva se nos pide ser santos, como el Padre es Santo, como Cristo es Santo.

El mismo Señor está con nosotros y nos alimenta con su cuerpo, y nos da el Espíritu Santo. El Señor nos acompaña y hace, con la fuerza de su gracia, que sea posible andar este camino del amor.


Tus Palabras me enfrentan, una vez más a mi propia contradicción. Sé que quiero vivir como tú me pides pero veo que el pecado sigue en mí y que no hago todo el bien que desearía hacer. Te miro en la cruz dando tu vida por mí y descubro que no soy santo. Pero tú sigues tendiéndome tu mano, sigues confiando en mí y me permites continuar en este camino precioso que me lleva a tu Reino. Yo te alabo, Señor, te bendigo y quiero darte gracias en todo momento.


sábado, 21 de octubre de 2023

EL IMPUESTO AL CESAR Y A DIOS

 

Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. (Mt 22,16)

 

De nuevo tenemos una escena en la que algunos pretenden comprometer a Jesús con una pregunta. Sin duda, estudiaban muy bien las preguntas que tenían que hacer, estaba muy bien construida, para que cualquier respuesta se le volviera en contra. Pero, como siempre, Jesús tiene una respuesta que los deja sin palabras. Jesús es un hombre de Dios y tiene la sabiduría de Dios. Ellos mismos, con intención de adularlo, lo reconocen como alguien que enseña el camino de Dios conforme a la verdad.

A mí también me gustaría tener esta sabiduría, para responder como Jesucristo a todas esas dudas que se me plantean;  porque normalmente no  tengo respuesta para tantas cuestiones. Me gustaría alcanzar esa seguridad que tiene el Señor para no caer en las trampas que se esconden en muchas de estas dudas.

Pero para alcanzar esta sabiduría sólo hay un camino: estar más unido a Jesucristo.

Por eso, en el Evangelio puedo ir descubriendo cada detalle de Jesús para ir conociéndolo más de cerca y así dejar espacio en mí para que me llene su sabiduría.

En la oración puedo entablar una conversación profunda con el Señor, en ese diálogo es él mismo quien me va instruyendo y me va abriendo la mente.

En la iglesia encuentro también una gran ayuda. La comunión con Cristo no es algo individual, sino que se vive en comunidad. Todos juntos nos ayudamos unos a otros, con nuestra experiencia personal, a conocer mejor a Jesucristo.

San Pablo les refiere a los tesalonicenses el poder que tenía la predicación del Evangelio que los llenó de la sabiduría de Cristo.

El evangelio de Jesucristo es una Palabra muy poderosa que nos libra de nuestros males y nos puede llenar de fe, esperanza y caridad.

Frente al materialismo que quiere poner la felicidad en el tener y en el placer, la Fe en Jesucristo que nos salva y que para alcanzarlo nos anima a desprendernos de todo y a dar la vida.

Frente al materialismo que nos centra la mirada en este mundo material Jesucristo nos propone la Esperanza en la vida eterna porque este mundo material se termina pero después de la muerte nos espera la eternidad, la felicidad eterna en su compañía.

Frente al egoísmo materialista que nos anima a pensar en nosotros mismos, el evangelio nos propone el Amor, que nos descentra de nosotros y nos hace mirar hacia el otro. El amor es lo que puede llenar de sentido la vida humana. En Jesucristo alcanzamos esta sabiduría tan sorprendente.

 

Yo quiero, Señor, cumplir tu Palabra y quiero dar a Dios lo que es de Dios. Y de Dios es todo mi ser. Por eso necesito unirme a ti para caminar contigo y obedecer al Padre hasta el final cómo tú mismo hiciste.

 

 

 

sábado, 14 de octubre de 2023

EL BANQUETE DE BODAS

 

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.» (Mt 22,12-14)

 

De nuevo, con esta parábola, Jesús  nos relata la historia de la salvación: la invitación de Dios a la felicidad y el rechazo de Israel a los profetas y Jesús. Es el rechazo a la alegría, a la fiesta del Reino de Dios. Pero este rechazo ha propiciado que la invitación se amplíe a todos los que quieran acoger esta Palabra y a vivir esta vida nueva.

La sala se llenó. La invitación que muchos han rechazado ha sido aceptada por muchos más, se puede celebrar el banquete. Pero es necesario estar vestido de fiesta.

Me llama la atención lo del traje de fiesta. Creo que se puede interpretar de muchas maneras y voy a tratar de comprenderlo.

El traje de fiesta es la alegría con la que tengo que venir a encontrarme con Dios y los hermanos. Fiesta es alegría y no tristeza ni escrúpulo. La alegría de ver a tantos hermanos que se han encontrado con Cristo y vienen también a estar y a gozar con él. No cabe que los juzgue y los critique porque yo me crea mejor que ellos.

Traje de fiesta también lo entiendo como el corazón limpio, porque reconozco mis pecados pero me arrepiento de ellos y recibo el perdón que Dios me otorga, qué suerte tenemos de poder confesar y empezar de nuevo. Vengo con deseo de superar mis pecados y ser santo como mi Señor, como María.

El traje de fiesta es el amor a Dios y al prójimo. Qué belleza pone este amor en mi vida. Qué elegante es el corazón que ama y está dispuesto a darlo todo.

Sin el traje de fiesta no se puede participar en el banquete del Reino de Dios.

 

Gracias, Señor, por haber salido a mi encuentro para invitarme a tu fiesta permitirme participar de la gran alegría de estar contigo y de rodearme de todas las personas que te aman.

sábado, 29 de julio de 2023

EL TESORO ESCONDIDO

 


El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo. (Mt 13,44)

 

Esta es una parábola cortita que da para pensar.

Cuando hablamos de seguir a Jesús, normalmente se nos anima a renunciar a muchas cosas. El mismo Señor nos ha dicho que hay que negarse a sí mismo y cargar con la cruz para seguirlo, que quien quiera salvar su vida la perderá o que hay que posponer al padre, a la madre y a los hijos para ser discípulos.

Cuando escuchábamos estas palabras teníamos la sensación de que el señor nos estaba diciendo que lo pensáramos bien, porque es muy exigente con los que quieren ser sus discípulos, como si no quisiera tener seguidores.

Yo creo que esta parábola nos da una explicación a la exigencia de renuncia, tan grande, que nos está proponiendo Jesús: No se trata de renunciar para salir perdiendo, sino para salir ganando.

Hay un tesoro que tiene un gran valor: el Reino de los Cielos, es decir, el Evangelio.

Pienso en el tesoro que significa conocer a Jesucristo, descubrir el amor de Dios y escuchar el evangelio con todo su mensaje de amor y perdón y con toda su exigencia de vivir una vida nueva.

Es un tesoro poder celebrar los sacramentos y gozar de la gracia que Dios derrama para nosotros a través de ellos, sobre todo la Eucaristía en la que recibimos al mismo Cristo: un tesoro de valor incalculable.

Un tesoro la vida que Jesús nos propone de amor a Dios y al prójimo con todo el compromiso de estar cerca de los pobres y de luchar sin miedo por la justicia y la verdad.

Cuando se descubre este tesoro, que está escondido, es cuando se está dispuesto a venderlo todo para poder lograrlo.

 

Señor Jesucristo, tú eres mi tesoro escondido y por ti quiero dejarlo todo. Pero siento que aun me falta mucho por descubrir y no dejo del todo mis apegos. Ábreme los ojos para que descubra el tesoro escondido y no me importe venderlo todo para conseguirlo.


domingo, 23 de julio de 2023

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

 

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»(Mt,13,43)


El Reino de Dios que predica Jesús se refiere al mundo divino, al mundo sobrenatural. Es imposible alcanzar a comprender esta realidad con nuestra pobre mente humana. Pero el Señor, como un buen maestro, sabe también recurrir a técnicas pedagógicas para hacer comprensible su mensaje. Así lo vemos al escuchar estas parábolas.

En el evangelio de hoy podríamos recordar algunas dudas, que estaban ya presentes en aquel tiempo y que siguen sonando hoy en día: ¿Por qué Dios permite el mal? ¿De donde viene tanto mal y tanto sufrimiento? ¿Como podremos extender el Reino siendo pobres, pequeños e insignificantes?

La parábola de la cizaña nos responde a la primera pregunta.

Dios no quiere el mal, Jesucristo es el sembrador de la buena simiente. Jesus, con su venida y su predicación, con su entrega por nosotros, ha sembrado en el mundo el amor y la misericordia. A los que quieren seguirlo les ha puesto en el corazón su mismo amor y su misma obediencia. Nos ha fortalecido con los sacramentos porque nos perdona los pecados y nos alimenta con su propio cuerpo. La buena semilla está en medio del mundo haciéndose notar: hay mucha gente que da la vida por los demás, hay mucha gente que busca a Dios de corazón, que ora y trabaja por mejorar el mundo. Yo mismo conozco a muchas personas que arriesgan su vida y su salud porque han sentido fuertemente la llamada del Evangelio.

Pero, lamentablemente el maligno ha sembrado el rencor y la ambición. Tiene sus partidarios que hacen uso del mal: de la mentira y la violencia, que por el afán de poder o de riqueza están dispuestos a todo. Esta es la cizaña sembrada en el mundo. Así es la realidad, vemos como están conviviendo el bien y el mal. ¿Por qué Dios no interviene? La parábola habla de paciencia y misericordia por parte de Dios. No quiere que nadie se pierda, no se puede correr el riesgo de arrancar el trigo con la cizaña. Por eso hay que esperar hasta el final y el juicio separará a unos de otros y cada uno irá al lugar que le corresponda.

Lo más importante creo que es el final: Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Toda esta dificultad es una prueba que nos ha permitido mostrar nuestra lucha contra el pecado, nuestra fidelidad en medio de los problemas. Al final podremos brillar como el sol por no habernos contaminado con el mal.

La otra pregunta es sobre la pequeñez y la irrelevancia en este mundo. Los que tienen medios poderosos pueden hacer llegar fácilmente sus ideas. Los que manejan medios de comunicación o centros de enseñanza pueden modelar la forma de pensar de la sociedad; los que tienen dinero y poder pueden hacer mucho más que un grupo de pobres irrelevantes. Es normal que tengamos la tentación de buscar esos medios para hacer llegar nuestro mensaje. Es normal. Queremos tener medios de comunicación y centros de enseñanza para poder también influir pero somos menos y tenemos muchas menos posibilidades que los grandes de este mundo.

Ahora bien, el grano de mostaza se convierte en un árbol y la levadura fermenta la masa.

Somos pequeños y pocos, pero si el evangelio de Jesús nos mueve, somos significativos. Así, pequeños y llenos de una fuerza imparable, podremos transformar el mundo. Así crece el Reino de Dios y se abre camino en este mundo.

Somos tan pequeños y pobres que ni siquiera sabemos orar, no sabemos pedir lo que nos conviene. Pero el Espíritu Santo viene en nuestro socorro y es el que ora por nosotros para que nuestros deseos sean según Dios.


Señor Jesucristo, te doy gracias por todos los dones que he recibido de ti. Tú me has elegido y me has concedido ser tu testigo en el mundo. Con la ayuda del Espíritu Santo seguiré trabajando por tu Reino de amor y de paz.

domingo, 23 de abril de 2023

CAMINO DE EMAÚS

 

«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».(Lc 24,25)

 

Qué necios y qué torpes eran los discípulos, no entendían lo que habían dicho los profetas.

La verdad es que todos somos necios y torpes porque nuestro cerebro es muy pequeño para poder abarcar un mensaje tan sublime. ¿Cómo podremos pretender comprender a Dios? Los discípulos eran necios y torpes porque no podían ser otra cosa. Humanamente las expectativas miran siempre al bienestar y a la gloria de este mundo. Es imposible aceptar que para llegar a la gloria sea necesario pasar por la humillación y el sufrimiento de la cruz.

Así vamos pues por el camino de la vida decepcionados porque no se cumplen nuestras expectativas. Sí, es verdad, llegamos incluso a decepcionarnos del mismo Dios: ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no respondes a nuestras súplicas? ¿Hasta cuándo?

El relato del Evangelio nos habla de un camino de tristeza en el que aparece Jesús en persona, pero los discípulos no lo reconocieron.

En el camino de nuestras frustraciones y nuestras dudas está también Jesucristo que nos sale al encuentro aunque no seamos capaces de reconocerlo.

En segundo lugar, Jesús les va explicando las escrituras para que su mente se abra a Dios y a su forma de hacer las cosas. La Palabra de Dios es la que nos pone en relación con el mismo Jesucristo para ir avanzando en su conocimiento. Ellos saben que su corazón arde cuando escuchan esta explicación del Señor: era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su gloria.

En tercer lugar, nos dice que reconocieron al Señor cuando partió el pan. Así nos anima a celebrar la Eucaristía. En el pan partido está Jesucristo. Una vez que lo reconocieron desapareció de su vista, pero él se había quedado con ellos.

Por último hacen un camino de vuelta pero llenos de alegría. Tienen una noticia importante que compartir con todos los demás discípulos: El Señor ha resucitado verdaderamente.

En el camino, en la Palabra, en la Eucaristía y en la comunidad encontramos al Señor Resucitado.

 

Aquí me tienes lleno de dudas y de desilusiones, necesito que también te hagas el encontradizo y me acompañes en este camino decepcionante. Toda esta situación es necesaria para que el mundo conozca que tú estás vivo y que tú estás en tu gloria. Entraré yo también en tu gloria a pesar de mi tibieza. Porque no soy yo quien puedo alcanzarla sino que tú me la has alcanzado con tu sangre derramada, has pagado el precio de mi rescate.

Hoy partiré el pan y mis ojos se abrirán para reconocerte.

 

domingo, 9 de abril de 2023

RESURRECCIÓN

 

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. (Jn 20,9)

 

Las palabras de Jesús nos han ido preparando para entrar en el misterio de Dios. Lo llamamos misterio porque podemos conocerlo pero nos damos cuenta de que es mucho más de lo que nosotros podemos llegar a entender. Por eso pienso que necsito detenerme para descubrir qué significa hoy para mí la Resurrección de Jesucristo.

Yo miro el mundo y sigo viendo los signos de la muerte a mi alrededor: sigue la guerra, siguen las divisiones, sigue la pobreza y la enfermedad… mucha gente sigue sufriendo de forma injusta y no tengo al alcance la solución de este sufrimiento. ¿De qué sirve que yo les diga que Jesús está vivo?

Por eso me detengo a pensar. Todo es mucho más grande y más profundo de lo que yo puedo llegar a entender. Es un misterio.

El pecado sigue existiendo y el mal sigue en medio de nosotros pero ya no domina la tierra. Jesucristo ha clavado en la cruz el pecado con sus consecuencias y al resucitar ha abierto las puertas a una nueva humanidad. Yo puedo sentir a Jesús resucitado actuando en medio de mi vida y librándome del mal y puedo ver cómo su Resurrección está haciendo surgir algo nuevo, su Reino de amor y de santidad.

Abro los ojos y veo que mucha gente que sufre siente el consuelo de tener al Señor de la vida a su lado. Que muchas personas se encuentran con él y dejan atrás una vida de pecado para vivir una vida nueva, que muchos creyentes se empeñan en construir un mundo de fraternidad y que se arriesgan para que reine Dios entre nosotros.

Es verdad, Cristo ha resucitado y el mundo se llena de la gloria del Señor.

 

Señor tú has vencido a la muerte y haces brillar la vida. Tú has derrotado el mal y has traído al mundo el Reino de Dios. Tú me has transformado en una nueva criatura y me has hecho capaz de amar y de caminar siguiendo tus pasos. Gloria a ti, Señor por siempre.

domingo, 5 de marzo de 2023

TRANSFIGURACIÓN


Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» (Mt 17,9)

 

Una vez más ponemos nuestra mirada en el Señor Jesús. Estamos preparando nuestro espíritu para celebrar la Pascua del Señor y no podemos dejar de fijarnos en él.

San Pablo le recuerda a Timoteo que Cristo nos ha librado de la muerte y nos lleva a la vida, no por nuestros méritos. Esto me parece importante. Ha sido su amor, el amor de un Padre que no puede dejar que sus hijos se pierdan.

No se trata de algo que hayamos podido alcanzar nosotros, porque no tenemos méritos que presentar ante Dios. Seguramente que hemos hecho muchas cosas buenas, es verdad; pero la experiencia nos dice que cuando hemos hecho algo bueno, también nos llega el momento de pecar. Estamos siempre en el camino dando pasos hacia delante y hacia atrás.

Pero por pura gracia, Jesucristo nos ha librado del pecado y nos ofrece alcanzar la vida.

Pablo anima a Timoteo a tomar parte de los duros trabajos del evangelio. Es consciente de que no se trata de algo fácil, como no fue fácil para Cristo afrontar su misión, como no fue fácil para Abraham tener que dejar todo lo que tenía, dejar sus seguridades, para ponerse en camino hacia lo desconocido, simplemente confiando en Dios que lo llamaba y le prometía algo mucho mejor. Por eso Abraham es el padre de la fe.

Todos ellos podían mirar hacia la promesa de bienes mucho mejores. Abraham confió en Dios porque no puede fallar a su Palabra. Aunque fuese duro todo lo que le tocara vivir, él sabía que Dios cumpliría su promesa y lo convertiría en una bendición para toda la humanidad.

Timoteo tiene que afrontar los duros trabajos del Evangelio pero sabe que Jesucristo es la luz que necesita el mundo y que la vida no vale nada sin él.

Hoy podemos nosotros contemplar la gloria de Jesús en su transfiguración. Podemos contemplar esta gloria en la Eucaristía de este domingo y así fortalecer nuestro espíritu para responder a la llamada de Dios y ponernos en camino confiando en su Palabra.

 

 

Tú te has revelado como el Hijo amado de Dios y me has permitido contemplar tu gloria divina en la sencillez de los sacramentos. Contigo a mi lado no tengo nada que temer