domingo, 23 de julio de 2023

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

 

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»(Mt,13,43)


El Reino de Dios que predica Jesús se refiere al mundo divino, al mundo sobrenatural. Es imposible alcanzar a comprender esta realidad con nuestra pobre mente humana. Pero el Señor, como un buen maestro, sabe también recurrir a técnicas pedagógicas para hacer comprensible su mensaje. Así lo vemos al escuchar estas parábolas.

En el evangelio de hoy podríamos recordar algunas dudas, que estaban ya presentes en aquel tiempo y que siguen sonando hoy en día: ¿Por qué Dios permite el mal? ¿De donde viene tanto mal y tanto sufrimiento? ¿Como podremos extender el Reino siendo pobres, pequeños e insignificantes?

La parábola de la cizaña nos responde a la primera pregunta.

Dios no quiere el mal, Jesucristo es el sembrador de la buena simiente. Jesus, con su venida y su predicación, con su entrega por nosotros, ha sembrado en el mundo el amor y la misericordia. A los que quieren seguirlo les ha puesto en el corazón su mismo amor y su misma obediencia. Nos ha fortalecido con los sacramentos porque nos perdona los pecados y nos alimenta con su propio cuerpo. La buena semilla está en medio del mundo haciéndose notar: hay mucha gente que da la vida por los demás, hay mucha gente que busca a Dios de corazón, que ora y trabaja por mejorar el mundo. Yo mismo conozco a muchas personas que arriesgan su vida y su salud porque han sentido fuertemente la llamada del Evangelio.

Pero, lamentablemente el maligno ha sembrado el rencor y la ambición. Tiene sus partidarios que hacen uso del mal: de la mentira y la violencia, que por el afán de poder o de riqueza están dispuestos a todo. Esta es la cizaña sembrada en el mundo. Así es la realidad, vemos como están conviviendo el bien y el mal. ¿Por qué Dios no interviene? La parábola habla de paciencia y misericordia por parte de Dios. No quiere que nadie se pierda, no se puede correr el riesgo de arrancar el trigo con la cizaña. Por eso hay que esperar hasta el final y el juicio separará a unos de otros y cada uno irá al lugar que le corresponda.

Lo más importante creo que es el final: Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Toda esta dificultad es una prueba que nos ha permitido mostrar nuestra lucha contra el pecado, nuestra fidelidad en medio de los problemas. Al final podremos brillar como el sol por no habernos contaminado con el mal.

La otra pregunta es sobre la pequeñez y la irrelevancia en este mundo. Los que tienen medios poderosos pueden hacer llegar fácilmente sus ideas. Los que manejan medios de comunicación o centros de enseñanza pueden modelar la forma de pensar de la sociedad; los que tienen dinero y poder pueden hacer mucho más que un grupo de pobres irrelevantes. Es normal que tengamos la tentación de buscar esos medios para hacer llegar nuestro mensaje. Es normal. Queremos tener medios de comunicación y centros de enseñanza para poder también influir pero somos menos y tenemos muchas menos posibilidades que los grandes de este mundo.

Ahora bien, el grano de mostaza se convierte en un árbol y la levadura fermenta la masa.

Somos pequeños y pocos, pero si el evangelio de Jesús nos mueve, somos significativos. Así, pequeños y llenos de una fuerza imparable, podremos transformar el mundo. Así crece el Reino de Dios y se abre camino en este mundo.

Somos tan pequeños y pobres que ni siquiera sabemos orar, no sabemos pedir lo que nos conviene. Pero el Espíritu Santo viene en nuestro socorro y es el que ora por nosotros para que nuestros deseos sean según Dios.


Señor Jesucristo, te doy gracias por todos los dones que he recibido de ti. Tú me has elegido y me has concedido ser tu testigo en el mundo. Con la ayuda del Espíritu Santo seguiré trabajando por tu Reino de amor y de paz.

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