sábado, 6 de marzo de 2021

EL VERDADERO TEMPLO

 

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» (Jn 2,13-16)

 

No me encaja la imagen de Jesús enfadado y violento, lo reconozco. Pero es un relato que recogen los evangelistas y tiene un mensaje claro para mí. Por eso necesito hacer el esfuerzo de meditarlo y acogerlo.

Primero me llama la atención la frase: No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Es una llamada fuerte a no convertir el signo, que es el templo, en lo absoluto, que es Dios. Es decir, el templo no puede ser el centro de interés, ni siquiera el culto, sino Dios.


Esto me ha hecho pensar en el culto que le damos a nuestras imágenes sagradas. Muchas veces se convierten en lo absoluto y se les dedica mucha atención, se les atribuyen milagros. Yo pienso que se llegan a convertir en ídolos y comprendo el mandamiento de Dios de no hacerse imágenes de ninguna clase. La imagen de Dios es el ser humano.

También me llama la atención el signo del que habla Jesús ante la petición de los judíos: destruid este templo y lo levantaré en tres días.  Es un anuncio de su muerte y resurrección. Los discípulos recordarán después que él lo había dicho. Al hablar así está revelando su divinidad. Su cuerpo es el verdadero templo donde habita Dios y no el magnífico edificio de piedra del que solo queda el muro de las lamentaciones.

Es el signo de la cruz, que según Pablo, es necedad y escándalo. Hace falta reconocer a Jesús como Dios para aceptar sus palabras, porque no va a haber otro signo que nos consuele o nos permita confiar en él.

Finalmente aparece Jesús desconfiado de la gente. De pronto tiene muchos discípulos pero él conoce lo que hay dentro de cada persona y sabe que cuando las cosas se pongan difíciles todos lo abandonarán, hasta Pedro lo negará. La confianza de Jesús está puesta sólo en el Padre que lo ha enviado y por eso estará dispuesto a llegar hasta el final. No busca la aprobación de los hombres sino el cumplimiento de la voluntad del que lo ha enviado.

 

Una vez más, Señor, tengo que contemplarte en la cruz como respuesta a todas mis preguntas y mis dudas. Tú me enseñas que cuanto más se muere más vida se tiene. Es una paradoja pero yo creo en ti y en tu Palabra.

Hoy me siento perdido ante los desafíos de este mundo. No tengo respuesta ante los argumentos de unos y de otros, soy débil frente a los poderosos que tienen tantos medios para influir en la forma de pensar de la gente, soy incapaz de frenar la violencia y el odio que se extiende con mensajes muy bien preparados. Frente a todo esto tú me llamas a ser testigo del Evangelio y sólo puedo mirar a la cruz. Veo a un hombre fracasado, solo y muriendo de forma injusta y sé que ahí está la verdadera sabiduría y la verdadera fuerza porque Dios está presente en esta debilidad.