domingo, 16 de junio de 2019

La Santísima Trinidad


El Espíritu Santo me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará. (Jn 16,14-15)

El pecado entró en el mundo por la desobediencia del hombre y nos trajo la muerte, la división, el sufrimiento y nos alejó de Dios, desfiguró la imagen de Dios que había en nosotros. Pero Dios no se resignó ante esta situación desgraciada del ser humano, sino que desde el comienzo trazó un plan para salvarnos. 
Este plan de Dios tiene su momento culminante en la muerte y la Resurrección de Jesucristo. Él es el Mesías que los profetas habían anunciado que cumpliría todas las promesas que se habían hecho a nuestros padres. Y la salvación de Jesucristo se sigue haciendo real cada día gracias a la acción del Espíritu Santo. Porque gracias a la acción del Espíritu Santo podemos celebrar los sacramentos, podemos recibir la Palabra de Dios y podemos vivir el amor y la entrega a nuestros hermanos. El Espíritu Santo nos permite glorificar a Cristo, acercarnos con confianza al Padre y conocer el misterio de Dios que está por encima de nuestra capacidad.
Este es el misterio de la santísima Trinidad que encierra la historia del amor de Dios que lo da todo por cada uno de sus hijos, porque no quiere perder a ninguno. Dios Padre quiere que todos sean una gran familia junto a Él.
Después de esta historia de salvación, contemplando tanto amor por parte del Padre, contemplando al Hijo que obedece todo lo que el Padre le ha mandado porque también nos ha amado y por eso entrega su vida por nosotros y se queda para siempre con nosotros; después de abrir nuestro corazón al don del Espíritu Santo que nos sana de nuestros pecados y nos llena de amor y de fuerza para vivir la Vida Nueva del Evangelio… ¿Cómo nos vamos a resistir a este don? Sólo nos queda decir que sí, aceptar y acoger todo este amor y dejar que nuestra vida se transforme.
Es una luz que brilla en nuestro mundo y nosotros podemos ser el candelero para que pueda alumbrar a todos. Es una alegría que se puede sentir dentro de cada uno y que necesitamos compartir con todos los que andan buscando un sentido a su vida. Es la Buena Noticia que estamos llamados a acoger, vivir y proclamar por todas partes.

Te alabo Padre Santo, te doy gracias por tu gran amor por mí. Yo no soy nada pero tú no has dejado de fijarte en mí y de cuidarme y protegerme cada día.
Te alabo mi Señor Jesucristo, te doy gracias por haber venido a estar en medio de nosotros; y no tengo palabras para alabar la entrega de tu vida en la cruz, que me ha lavado de mis pecados y me ha reconciliado con el Padre para que me convierta en Hijo. Te adoro, Señor Jesucristo, porque en la Eucaristía me permites entrar en tu pasión redentora y en tu Resurrección gloriosa; y en el pan consagrado te conviertes en el alimento que me  permite vivir como discípulo.
Te alabo Espíritu Santo porque estás en mí llenando mi vida de sentido. Siendo pequeño me haces poderoso y grande para Dios. Pones en mi corazón un amor extraordinario, que me supera y no llego a comprender, y me permites abrir los ojos a mis hermanos para acercarme a aquellos que me necesitan, como portador de la gracia recibida.
Te adoro Trinidad gloriosa de amor y misericordia.