sábado, 26 de septiembre de 2020

LOS PUBLICANOS Y LAS PROSTITUTAS

 

Vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron

 

Jesús insiste continuamente en la religión auténtica, que no consiste en observar normas y ritos sino en escuchar la Palabra y ponerla en práctica. Por eso llega a hacer estas afirmaciones provocadoras que pueden resultar hasta escandalosas.

Los estafadores y corruptos, como los publicanos, y las prostitutas son un ejemplo claro de gentes que viven en pecado. Según la lógica religiosa estarían rechazados por Dios, no son los más idóneos para entrar en el Reino de los Cielos. El Señor, en cambio, se atreve a proponerlos como ejemplo, no por su vida de pecado sino porque escucharon a Juan Bautista y sintieron la llamada a la conversión.

Yo me temo que estas actitudes de señalar a los que consideramos que están viviendo en pecado no se han terminado y me temo que siguen teniendo muchas veces demasiado peso en nuestra mentalidad. Parece que pensamos que Dios nos llama a ser profetas para señalar y denunciar a los que viven en pecado, tal vez con buena intención, para que se conviertan. Pero con esto presentamos la religión como un camino para perfectos y mostramos a Dios como un juez que está siempre señalando y acusando.

El papa Francisco nos animó a vivir primero el encuentro con el Señor. Esto es lo que nos cambia la vida y nos permite revisar nuestras actitudes y nos llama a la conversión.

Jesús, que tiene la mirada misericordiosa del Padre, al contemplar a estos pecadores no se fija en sus pecados sino en su actitud sencilla ante la predicación de Juan. En cambio, los buenos y religiosos no le hicieron caso porque creyeron que no tenían nada de qué arrepentirse. Tal vez no descubrieron que su desprecio por los que consideraban pecadores era también un pecado muy grave.

Es muy acertada la parábola de los dos hijos. El educado y bueno que llama a su padre señor, no hizo al final lo que el padre le había pedido. El maleducado que dio una mala respuesta se arrepintió y fue; porque lo que cuentan no son las buenas palabras o los buenos modales sino los hechos.



Creo que tenemos que hacer el esfuerzo de superar una mentalidad moralista, que ve pecado en todas partes y necesita denunciar y condenar. Vamos a buscar al Señor que nos muestra su amor y su misericordia y quiere sanarnos de las heridas del pecado. Él nos mira con ternura y nos hace descubrir nuestra dignidad de hijos amados. Con esta mirada positiva, cada uno de nosotros sentirá la fuerza interior del encuentro con Cristo que nos salva y nos sana de nuestras heridas, y nos llama a la conversión. Yo creo que esto nos permite vivir con más confianza en Dios, en los demás y en nosotros mismos. Así es como podemos sentir dentro de nosotros el deseo de una vida más auténtica y alejada del pecado que nos destruye.

Abramos nuestro corazón a nuestros hermanos en lugar de pretender ser jueces de los demás. Como nos pide san Pablo, tengamos los sentimientos de Cristo Jesús, que son el amor, la obediencia y la humildad. Así podremos ofrecer razones para la esperanza en  una nueva humanidad.

 

Cuando entro en tu presencia siento mi indignidad, me veo abrumado por mis pecados y miserias. Pero el temor da paso a la alabanza. Tú me llenas de luz, me tomas de la mano y me levantas para que recupere la fuerza y pueda proclamar con alegría tu Palabra de Vida.