sábado, 18 de diciembre de 2021

MARÍA VISITA A ISABEL

 

Bienaventurada la que ha creído, 
porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá. (Lc 1,45)

 

Isabel se dirige a María con palabras muy solemnes. La llama bendita entre las mujeres, llama bendito al fruto de su vientre, la llama madre de su Señor y también bienaventurada por haber creído. Nos dice el evangelio que estaba llena del Espíritu Santo. Isabel ha tenido una revelación de Dios y ha descubierto que Cristo, el Señor, está en el vientre de María. Ella es por eso la madre de su Señor. San Juan en el vientre de su madre también ha saltado de alegría ante la presencia de Jesucristo.

Isabel llama a María Bienaventurada. Merece la pena pensar en este anuncio. María es verdaderamente bienaventurada pero no porque las cosas vayan a ser fáciles, que no lo serán, sino porque Dios cumplirá lo que le ha prometido. Recordemos cómo fue la vida de María y cuál fue su bienaventuranza.

María es bienaventurada pero su hijo ha nacido en un pesebre, entre los pobres. Es un rey, descendiente de David, como le había dicho el ángel, pero no ha nacido en un palacio real rodeado de lujos y sirvientes. Aun así ella es bienaventurada porque todo lo que ocurre es lo que Dios tiene previsto. Por eso irá guardando en su corazón todas estas contradicciones que va viviendo para llegar a comprender cómo es la forma de actuar de Dios.

María será bienaventurada aunque vea a su hijo morir en una cruz como si fuera un criminal. No dudará nunca, a pesar de tanto dolor y tanta contradicción, porque Dios le ha hablado y no fallará en su promesa.

La Resurrección del Señor y su ascensión al cielo serán la prueba de que Dios cumple siempre su Palabra aunque no evite sufrimientos y noches oscuras.

María es verdaderamente bienaventurada y bendita entre las mujeres. Así se lo vamos repitiendo constantemente. Porque ella ha recibido el favor de Dios de una manera insólita, es la llena de gracia, y nos ha llenado a todos de paz y esperanza.

Mirando hoy a María, la madre de mi Señor siento que Dios también me ha hecho a mí bienaventurado. Nunca falta a su Palabra, me colma de bienes y me recuerda siempre cuánto está dispuesto a dar por mí para que crea, para que me salve, para que no me desanime, para que obedezca sus mandamientos y me esfuerce en ser santo. Y todo lo que me ha dicho se cumplirá.

 

Señor Jesucristo, tú llenas de luz mis tinieblas con tu presencia. Me haces comprender tu Palabra y me llenas de esperanza porque eres capaz de transformar todo lo negativo llenándolo de tu poder de salvación. Tú nunca fallas a tu Palabra y me has dejado el ejemplo de tu madre para que sepa meditar en el silencio todo lo que ocurre a mi alrededor y llegue a comprender todo lo que haces por mí.