sábado, 7 de diciembre de 2019

MARÍA INMACULADA


María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1,38)

Me siento un poco cansado de leer o escuchar acusaciones señalando lo malos que son los demás. Desgraciadamente los hechos malos son los que se convierten en noticia. Pero esto, creo yo, nos transmite también un sentimiento de pesar, parece que no podemos fiarnos de nadie o que cualquiera de nosotros puede sacar en cualquier momento su peor rostro. Yo quiero convencerme de que las cosas no son así. Tengo motivos para creer de verdad en la bondad de la gente, también en la bondad de aquellos que aparecen como malos sin remedio. Estoy seguro de que el peor de todos tiene también una oportunidad de cambiar y sacar todo el bien que hay en su interior.
María me permite descubrir la bondad humana en toda su grandeza. Hoy toca hablar de una gran mujer, una mujer santa a la que el pecado no la tocó jamás.
Dios la eligió y la preparó desde toda la eternidad para ser la que llevara en su seno al Redentor de la humanidad. Se formó en ella una digna morada. El ángel le dijo que había encontrado gracia ante Dios y por eso ella traería a Jesucristo al mundo.
María es como la imagen de todo lo que estamos llamados a ser cada uno de nosotros. En medio de la sencillez y de la pobreza, ella nos enseña a confiar en Dios y a obedecerlo siempre. Ella nos demuestra que se puede hacer mucho por los demás cuando se tiene una firme voluntad, incluso que se puede vivir con fe en medio del sufrimiento porque Dios es fiel y nunca falta a su Palabra.
Con María como guía caminemos juntos hacia la meta. Los sacramentos, la oración y la Eucaristía nos permiten ir dando pasos en ese camino de santidad al que todos estamos llamados.

Virgen Inmaculada me presento ante ti pequeño y herido por el pecado. Siento una gran admiración por tu grandeza de espíritu. Siento que tú has sido una guía para mi vida desde el silencio y la sencillez. Quiero que sigas siendo el apoyo de todo lo que hago y que no me falte tu presencia para que pueda acercarme a Jesús y proponer su mensaje de amor a todo el mundo.

domingo, 1 de diciembre de 2019

ESTAD PREPARADOS


Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». (Mt 24,44)

El primer domingo de adviento nos anima a estar en vela. El anuncio es de algo muy bueno: el Señor va a venir. Para los que viven en las tinieblas es una llamada a la conversión, para que hayan podido renovarse cuando llegue, porque el Señor hará justicia y nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho.
Pero si estamos con él no tendremos nada que temer y sí mucho que esperar. El Señor va a venir y va a librarnos de la violencia. Los que son culpables de la violencia serán los que tendrán que estar asustados.
El señor va a venir y nos va a librar de la mentira, pero los mentirosos se tienen que ir preparando.

El Señor va a venir y nos va a llenar de alegría porque viene a instaurar su Reino de amor y de paz. Los que se estaban aprovechando de las enemistades y desigualdades van a perder su poder y su riqueza injusta. Pero el mundo se alegrará de la venida del Señor que nos trae el bienestar y la prosperidad.
El  Señor va a venir y hemos de despojarnos de las obras de las tinieblas: del rencor, de la mentira, de los malos deseos, de la violencia, del desprecio a los demás, del afán de dinero o de poder… todo esto hemos de arrojarlo fuera de nosotros. Tenemos que pertrecharnos con las armas de la luz: con la oración, con los sacramentos, con el arrepentimiento de los pecados y sobre todo con el amor al prójimo y el respeto por todos aunque piensen distinto.
El Señor va a venir y todo será paz y bienestar con él, porque nos enseñará la verdadera sabiduría para el camino de la vida. Vistámonos del Señor Jesucristo intentando reproducir su imagen en nuestra vida.

Señor Jesucristo te esperamos porque tú eres el único que puedes transformarlo todo. Te alabamos y te bendecimos porque eres nuestro Señor y nuestro salvador. Ven a librarnos del poder del maligno que se ha metido entre nosotros. Tráenos la paz y llena nuestros corazones de tu gran amor y de tu pasión por el mundo. Ven a salvarnos, ven pronto, Señor.