viernes, 25 de marzo de 2022

EL PADRE Y SUS DOS HIJOS

 

El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».(Lc 15,31-32)

 

La parábola del padre bueno que tiene dos hijos nos descubre el amor de Dios Padre, un amor que va mucho más allá de nuestras expectativas. Creo que podemos vernos reflejados en cada uno de los tres personajes principales: en el hijo menor que se marcha y vuelve porque tiene hambre y descubre el amor inmenso de su padre, en el hijo mayor que vive como si fuera un siervo en lugar de ser un hijo y por eso no conoce tampoco el amor de su Padre, y también en el padre que siente un amor entrañable por sus hijos a pesar de sus defectos. Tal vez sea interesante orar haciendo este ejercicio de reconocernos en cada uno de estos personajes.

La parábola nos anima a buscar y experimentar la misericordia entrañable de nuestro Padre y a vivir hacia los demás con el mismo amor que hemos recibido gratuitamente. Como se nos proponía en el año de la misericordia: experimentar la misericordia de Dios para ser también misericordiosos como el Padre.

Para eso hemos de ser conscientes de nuestros pecados con toda sinceridad, sin querer buscar justificaciones y sin quitarle importancia. No vale decir es que tuve que hacerlo porque tal o cual cosa, tampoco vale pensar que son pecados veniales, que no son graves. Porque si vemos las cosas de esta manera nos estamos justificando nosotros y no vamos a sentir la misericordia del Padre. Sin embargo si reconocemos nuestra culpa veremos que merecemos el castigo, la condenación y por eso buscaremos a Dios para implorar su misericordia. Entonces descubriremos un amor que supera todos nuestros pensamientos. La parábola habla de las entrañas de misericordia, de la alegría del Padre que se cuelga del cuello de este hijo perdido y lo cubre de besos.

No dejemos la oportunidad de confesar nuestros pecados y recibir el perdón de forma sacramental. El sacramento de la reconciliación es nuestra oportunidad concreta de vivir esta experiencia de la misericordia de Dios.

Cuando hemos experimentado este amor inmerecido no podemos actuar como el hermano mayor, pensando que nos merecíamos todo porque hemos hecho las cosas bien. No puede ser esta nuestra actitud. Por eso el tercer paso es tratar de identificarnos con el Padre. En el año de la misericordia el lema era “misericordiosos como el Padre". Después de experimentar la misericordia de nuestro Padre hemos de actuar con misericordia hacia los hermanos, sabiendo perdonar, comprender, tener paciencia y sobre todo amar.

 

Señor Jesús, tú que no tenías pecado cargaste con los pecados de todos para alcanzarnos con tu amor y tu obediencia el perdón y la salvación. Todo ha sido pura gracia para que yo pueda sentir que soy una nueva criatura. No puedo dejar de bendecirte y darte gracias, no puedo dejar de sentirme sobrecogido ante un don tan grande. Lléname de este amor entrañable para que lleve esta bendición a todos los que te necesitan.

sábado, 5 de marzo de 2022

JESÚS Y EL DEMONIO

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. (Lc 4,1-2)

    Este domingo aparece en el evangelio el demonio con un gran protagonismo. Se ha atrevido incluso a tentar al mismo Cristo, a Dios hecho hombre.

Jesús ha ido al desierto impulsado por el Espíritu Santo que vino sobre él en el Bautismo del Jordán. Pasa cuarenta días ayunando, se está preparando para la misión que el Padre le ha encargado. Y en este retiro aparece Satanás para ponerlo a prueba. Es la lucha constante que hay que librar entre el plan de Dios y el espíritu de este mundo.

    En la primera y la última tentación pretende hacerle dudar de su condición divina, le dice: Si eres hijo de Dios... Pero Jesús no tiene ningún interés en dialogar con él. Su respuesta es la cita de la escritura para obedecer a Dios. Ni va a convertir las piedras en pan ni va a tentar a Dios para hacer un espectáculo. Con Adán y Eva el diablo logró su propósito, los engañó y consiguió que desobedecieran a Dios y abrieran las puertas al mal. Pero con Jesús ha fracasado, no ha conseguido engañarlo con su palabrería. Jesús no tiene necesidad de demostrarle a Satanás que él es el Hijo de Dios. De hecho a lo largo de su ministerio serán los demonios los que gritarán: tú eres el Hijo de Dios, y se espantarán en su presencia.

    La segunda tentación es la del poder sobre todos los reinos del mundo. Para conseguirlo sólo tiene que postrarse ante él y adorarlo. El diablo dice que todo es suyo y se lo da a quien quiere. Adorar al demonio no es un rito, no es un acto de culto; consiste en usar sus medios, sus armas. Las armas del demonio son la mentira, la violencia, el odio o la manipulación. Pero Jesús será quien de verdad alcance todo el poder mediante las armas de Dios que son el amor, la verdad, la justicia y el bien. Sólo hay que adorar a Dios y de él nos llegará todo bien y toda bendición.


    Las tentaciones de Jesús son una figura también de nuestras tentaciones cotidianas. El diablo quiere engañarnos y hacernos dudar del amor de Dios. La vida nos pone a prueba muchas veces y la fe se tiene que abrir camino en medio de la oscuridad. Tenemos que librar cada día esa batalla entre seguir el espíritu de este mundo o dejarnos modelar por el espíritu de Dios.

    El diablo también nos promete poder y riqueza si lo adoramos. Es la tentación de creer que con la mentira o la manipulación vamos a conseguir algo. Es posible que muchos lo hayan logrado pero a un precio muy alto, porque del mal no puede venir ningún bien, es algo contradictorio.

    La guerra que estamos viviendo en estos días es una señal del poder del maligno. Vemos que hay gente capaz de destruir y de sembrar el terror en el mundo para mantenerse en el poder y vemos también cómo unos y otros hacen sus cálculos al respecto. Mientras tanto muchas vidas humanas se pierden y mucha gente se ve obligada a huir. Esta situación me parece muy claramente como obra de Satanás.

    Pero ¿Qué podemos hacer nosotros? Jesús ha vencido al demonio con la Palabra de Dios sin entrar en discusión con él. Ante la prueba podemos siempre buscar a Dios y apoyar en él nuestra vida y nuestras inquietudes. 


    Señor Jesucristo te doy gracias por poder estar en tu presencia y sentir junto a mí tu mano protectora. No me dejes caer en la tentación, que no me engañe buscando la felicidad en cosas pasajeras, que los problemas no me hagan dudar de tu amor, que no me domine la ambición ni la comodidad sino que esté dispuesto a entregar mi vida por tu Reino.