domingo, 19 de junio de 2022

CORPUS

 

Jesús, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos. (Lc 9,16-17)

 

Existe en el libro del Génesis una narración extraña en la que aparece un personaje misterioso que se llama Melquisedec, se dice que es rey de Salén y que bendijo a Abrán con pan y vino porque era sacerdote del Dios Altísimo. Este mismo nombre aparece también en el salmo 109 proclamando a alguien, al Mesías, como sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.

Yo creo que estas son de esas páginas de la Biblia que necesitan de todo el contexto de la escritura para ser bien comprendidas.

El autor de la carta a los Hebreos nos hará ver que en estos textos se estaba profetizando a Cristo el verdadero y único sacerdote. Y también podemos descubrir en su ofrenda de pan y vino un anuncio de la Eucaristía. Jesucristo es, pues, el sacerdote eterno de la nueva alianza que nos da como alimento la Eucaristía, pan y vino convertidos en su cuerpo y en su sangre, y con ella nos llega la bendición.

Pablo también nos habla en la primera carta a los Corintios de la Eucaristía como una tradición que se remonta a la víspera de la pasión de Cristo; lo sabemos bien porque lo hemos celebrado el jueves Santo. Por las mismas palabras de Pablo sabemos que en la Eucaristía proclamamos la muerte del Señor y esperamos su vuelta. Es una actualización del sacrificio de Cristo en el Calvario y de su resurrección y ascensión.

La celebración se convierte también en la comida que nos une a todos como hermanos.

En el milagro de la multiplicación de los panes encontramos también una figura de la Eucaristía: Jesús alimenta a la multitud como sigue alimentando al mundo en la actualidad con su cuerpo y su sangre. Por eso esta celebración nos hacer mirar a los demás como hermanos y nos llama a sentirnos solidarios con todos. Las palabras de Jesús: Dadles vosotros de comer son una llamada a vivir el compromiso de la fraternidad.


Recordemos que la presencia de Cristo en el pan consagrado nos está remitiendo también a la presencia de Cristo en los pobres, porque el mismo que dijo esto es mi cuerpo también nos dijo que lo que hicimos a uno de los hermanos más pequeños lo hicimos con él mismo.

Jesucristo convertido en nuestro alimento nos llena de ese amor suyo que es capaz de dar la vida por los hermanos. Celebrar y recibir la Eucaristía se convierte en una necesidad para los que creemos en Cristo porque con este alimento podemos vivir su mandamiento del amor.

 

¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura! (Antífona de vísperas)