viernes, 31 de diciembre de 2010

La adoración de los Pastores

Los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído.
Todo tal y como se les había dicho. (Lc 2,20)

¿Qué vieron los pastores para volver glorificando y alabando a Dios? ¿Acaso vieron un espectáculo grandioso de luces y milagros? Sabemos que no. Vieron que había un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, que es lo que los ángeles le habían anunciado. Pero éste era un motivo mayor para glorificar a Dios y alabarlo.
Ellos estaban acostumbrados a ver algo así. Sus niños habían nacido también en la pobreza y habitualmente fue el pesebre el mejor lugar para acostarlo, ellos mismos habían nacido en esas circunstancias. Ahora habían visto a Dios mismo recién nacido, como ellos mismos y sus hijos. La conclusión que se desprende no puede ser otra: Dios se ha hecho igual que yo. Por eso se vuelven glorificando a Dios.
Hoy me siento yo también sobrecogido al contemplar a Dios en un pesebre, me lleno de gratitud al saber que lo ha hecho por que quiere mucho, tanto que lo dará todo para no perderme.
Yo tampoco he visto signos espectaculares en el cielo, ni he escuchado voces sobrenaturales. Tan sólo he contemplado a Dios en un pesebre, lo he visto también hecho pan en la Eucaristía y se me ha mostrado de muchas maneras en los pobres y en los pequeños. Pero por eso siento la necesidad de glorificarlo y alabarlo por hacer cosas tan grandes a través de lo sencillo.
Como María contempla todos estos acontecimientos y guárdalo todo dentro de ti.

Al comenzar un nuevo año te pedimos que nos traigas la paz a la Tierra. Que seamos capaces de amarnos y perdonarnos, que se aleje del mundo la violencia y el odio, que desaparezcan las injusticias y las desigualdades y así acabe para siempre el dolor para que todos podamos vivir felices en este mundo como una gran familia de hermanos.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Las dudas de José


Cuando José despertó del sueño,
hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
y recibió en su casa a su mujer. (Mt 1,24)

Dios no ha querido sacar adelante su plan de salvación sin contar con el consentimiento libre de las personas elegidas. Por eso quiso que María aceptara su misión de ser la madre del Salvador y le envió al ángel Gabriel para anunciarle que ella era la elegida, la llena de Gracia.
Del mismo modo, José que tiene una misión necesaria que cumplir: ser el padre terreno del Mesías debe aceptar la voluntad de Dios y obedecer lo que le indica a través del ángel que le habla en sueños.
Al meditar el evangelio siento un agradecimiento muy grande hacia María y también hacia José porque fueron obedientes a Dios en una situación muy difícil para ellos. Pero gracias a esa obediencia hicieron posible que Dios naciera y pudiera estar entre nosotros.
Dios sigue queriendo hacer muchas cosas por este mundo, quiere que se pueda sentir su Amor y su Justicia; y sigue contando con la aceptación libre de los elegidos.
Yo le he dicho que sí, que cuenta conmigo. También he tenido que ir guiando mi vida según su voluntad y eso me ha hecho renunciar a otros proyectos que tenía. Sé que no soy nada pero igual que a José el ángel lo animó y le dijo: “No tengas miedo”, siento que a mí también me anima a obedecerlo sin miedo ni siquiera a mi debilidad o a mis pecados.
Yo te animo a decir sí a lo que Dios quiera de ti. A veces nos quejamos de Dios y decimos que por qué ha permitido tal o cual cosa ¿no es cierto? Pues te animo a pasar a la acción. En lugar de reproches por lo mal que va el mundo muestra tu disposición a obedecer la voluntad de Dios para transformarlo.
Esta obediencia te llevará a vivir el amor de forma sincera y callada, a comprometerte día a día con el bien y la justicia empezando por tu ambiente más cercano, a sentir necesidad de Dios y vivir una vida intensa de oración y a experimentar su Gracia en los sacramentos.
Posiblemente tu actitud de entrega a Dios pasará desapercibida pero hará posible que siga brillando en el mundo la luz de la Salvación.

Te he dicho sí y me he puesto en tus manos. Me has dado una señal: con mi torpeza y mi pobreza tú has hecho grandes cosas. A través de alguien incapaz como yo has seguido proclamando tu mensaje de salvación y has hecho que tu Gracia alcance a todos los que te buscan. Has sido tú con tu Poder. Ésta es la señal que nos muestra que sigues vivo entre nosotros.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Los signos del Mesías

"Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan
 y se anuncia el evangelio a los pobres:
¡dichoso el que no se escandalice de mí!". (Mt 11,4-6)

Tanto el mensaje como las obras de Jesús traen alegría al corazón de los pobres. No hay demasiadas palabras de condena, no habla de hachas dispuestas a talar los árboles que no dan fruto, ni de quemar la paja en la hoguera que no se apaga. Más bien se ha empeñado en hablar del amor del Padre, de su deseo de reunirnos a todos y hasta del Perdón de los pecados. Y este mensaje va acompañado de signos que traen alegría y esperanza a los humildes.
Juan necesitó preguntar si era o no era Jesús el Mesías esperado. La respuesta del Señor está hecha con obras más que con Palabras. Sus obras acreditan que él es el que habían anunciado los profetas y por eso realiza los signos de la llegada del Reino.
Ahora que está cercana la fiesta de Navidad es bueno que recordemos para qué se ha empeñado Dios en hacerse hombre. Tal vez nos gustaría que se tomara venganza de tanta injusticia y tanto dolor, que viniera como un guerrero a destruir a todos los malvados o que apartara a los malos de los buenos para darles su merecido. Pero, si esto fuera así, también nosotros tendríamos que rendir cuentas de nuestros propios pecados. Por eso el mensaje de paz y amor que nos trae Jesús es una Buena Noticia para todos.
Para los que están padeciendo las consecuencias de la crisis Jesús trae una Buena Noticia: Que Dios es Padre y no los abandona. Pueden confiar en él que actuará y hará que vuelva la alegría a sus hogares.
Para los que sufren por el peso de sus pecados Jesús viene a traer la Buena Nueva del Perdón.
Para los que se encuentran perdidos o sin Dios, Jesús trae el Amor de un Padre que está dispuesto a todo por la felicidad y la alegría de sus Hijos.
Vendrá el Señor y de nuevo inundará la tierra con su Luz. Su presencia será alegría para todo el mundo y de nuevo brillará en todos nosotros la esperanza.

Porque estoy convencido del Bien que hace tu presencia en el mundo te quiero dar mi vida para que sea instrumento de tu Gracia. Todo mi ser es para ti, conviérteme en un instrumento en tus manos para que todos se alegren de tu amor.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Preparad el camino

Por aquellos días apareció Juan el Bautista
predicando en el desierto de Judea
 y diciendo: "Convertíos,
porque está cerca el reino de Dios". (Mt 3,1-2)

Para recibir al Mesías había que preparar un pueblo bien dispuesto. Ése era el objetivo del Bautista. Porque Jesús vendrá y traerá el Reino pero hace falta disponer el corazón para recibirlo. Porque la gracia de Dios no falla pero siempre dará más fruto si tenemos el terreno preparado.
Durante el Adviento aparece de nuevo Juan el Bautista para hacer de nosotros también un pueblo bien dispuesto. El Señor va a venir y nos va a traer su bendición, pero si además nos encuentra preparados el fruto será mayor y todos nos beneficiaremos de su venida.
Por eso tenemos que dar los frutos que pide la Conversión.
Primero observa el mundo en que vivimos, descubre las injusticias y los sufrimientos de la humanidad. ¿No sientes la llamada a transformarlo? Mira también cómo la gente anda perdida por negar a Dios o por burlarse de la religión. ¿Verdad que hay que hacer algo? El Señor te está llamando a actuar. Pero miras a tu interior y comprendes que eres débil y poca cosa ante un reto tan grande. Así te dispones a clamar: Ven Señor.
Jesucristo va a venir y quiere sanar todas las dificultades que encuentres dentro de ti. Por eso es también importante abrir el corazón a su venida.
Si tomas conciencia de tus pecados y sientes verdadero arrepentimiento experimentarás con alegría la Gracia del Perdón que Cristo te ofrece y sentirás cómo te renuevas interiormente.
Para tu incapacidad y tu debilidad también viene el Señor a salvarte y te alimenta con la Eucaristía y te consuela con su Palabra de Vida. Si has descubierto cuánto lo necesitas sentirás el gozo de recibirlo y sabrás agradecer su Gracia. El Señor nos va a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
Está claro que el Señor no falla en su venida pero hay que prepararse bien para recibirlo. Este es el objetivo del Adviento. Toma conciencia de todas estas cosas para que sintiendo la necesidad que tienes de Cristo puedas abrir tu corazón a su venida.

En realidad tú has estado siempre conmigo y la mayoría de las veces no he sabido gozar de tu presencia, ocupado en mil ocupaciones, a veces muy santas. Tu Palabra me anima a sentir que estás junto a mí y a saber aprovechar todos los bienes que me traes. 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Revestidos con las armas de la luz

La noche está avanzada y el día está cerca; por lo tanto, dejemos a un lado las obras de las tinieblas  y revistámonos de las armas de la luz. (Rm 13,12)

Siempre me ha resultado muy esperanzadora esta reflexión de Pablo. Cuando dice “La noche está avanzada” parece que es consciente de las dificultades a las que se enfrenta la comunidad cristiana. Están sometidos a una cruel persecución, son difamados y todos los odian. Sin embargo, Pablo, interpreta este hecho desde la esperanza: “El día está cerca”; es evidente que cuánto más avanza la noche está más cercano el amanecer. Los creyentes viven así con esperanza su persecución porque saben que está a punto de despuntar un nuevo día. Por eso no se puede caer en el desánimo, al contrario, hay que estar preparados para la llegada del día.
Hay que dejar las obras de las tinieblas, es decir hay que apartarse de todo mal, de todo pecado, del engaño o de la violencia. Pablo habla también de apartarse de las borracheras, de las riñas, de la lujuria y del desenfreno.
Por el contrario hay que revestirse con las armas de la luz. Es una invitación a acoger todo lo que Dios pone en nuestro camino para ayudarnos a vivir la santidad.
Es el momento de la oración y del encuentro con el Señor, del reconocimiento de nuestros pecados para obtener el perdón y la Gracia, de fortalecer nuestra vida con los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, de meditar la Palabra de Dios y de llevarla a la práctica con la Caridad y la entrega diaria.
Es la hora de tomar conciencia de todo lo que va mal en este mundo nuestro para que deseemos que el Señor venga de nuevo a renovarlo todo, pero también es hora de espabilarse, de no quedarse dormidos esperando esa venida de Cristo, de no dejarse engañar, sino estar despiertos luchando activamente con la fuerza del Evangelio para allanarle el camino.
No olvidemos que el día se echa encima, que el Señor va a venir a renovarlo todo. Nuestro esfuerzo y nuestra lucha están movidos por la esperanza.

Ven Señor, mira nuestra miseria. Ven a sanarnos de tanto dolor y de tanta injusticia, ven a limpiarnos de tantos pecados, ven a traernos una luz y una esperanza en medio de nuestras dudas y oscuridades.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Rey de los Judíos

Encima de él había un letrero que decía:
"Éste es el rey de los judíos". (Lc 23,38)

En la cruz Jesús fue proclamado rey. Lo hicieron para burlarse de él, su corona era de espinas, sí. Pero en realidad estaban proclamando una gran verdad, él es el Rey y no sólo de los judíos sino de todo el universo. Los que lo hemos conocido y sabemos todo lo que ha hecho por nosotros lo tenemos por Rey y queremos convertir en ley toda su enseñanza.
La cruz parecía un fracaso: Este hombre ha sido derrotado, los poderosos han terminado con él. En cambio allí se proclamó su Reinado.
La cruz ha sido la Victoria del Señor. El perdedor, el derrotado, ha sido el diablo, el mal, el odio.
La cruz ha sido la Victoria de Jesús, obediente hasta la muerte frente a la desobediencia, que nos trajo el pecado y la ruina. Ha sido el triunfo del Amor frente al odio; ha ganado el perdón en medio de tanto pecado; en definitiva ha sido el Bien que ha vencido al Mal. Jesús ha muerto en la cruz y con su muerte ha derrotado la muerte y ha traído para todos la Resurrección y la Vida Eterna.
Tenía razón el letrero: él es el Rey de los Judíos. Está llamado a reinar en este mundo.
Tú puedes dejarlo reinar a través de ti. Déjate amar por él, pon tu vida en sus manos para que te colme con sus dones. Confiésale tus pecados para que te perdone y te purifique, medita su Palabra para que te enseñe y te guíe, preséntale tus problemas y conflictos para que te ayude y te fortalezca, aliméntate con su Cuerpo y deja que toda tu vida se convierta en una alabanza a Dios.
Si te comprometes con los pobres, si luchas por un mundo mejor, si eres la voz que denuncia la injusticia también estarás haciendo que su Reino llegue a este mundo.
Él es el verdadero soberano y su ley nos trae la verdadera libertad. No te quita nada sino que te lo da todo.

Tu cruz me ayuda a comprender tu grandeza. Has sido capaz de salvar al mundo a través de la debilidad. Ya no tengo porque confiar en el poder ni en la fuerza sino sólo en ti. Es tu Amor el que puede cambiarlo todo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Perseverancia

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.
(Lc 21,19)

Cuando aparecen las dificultades hay que afianzar las convicciones. ¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Realmente aporta algo bueno para nuestra vida? Está claro que sí. Piensa bien todo lo que hace en ti tu fe. Es verdad que habrás tenido momentos de duda o de tinieblas, porque a lo largo de la vida hay ocasiones para todo. Pero Cristo te ha dado una razón para vivir. ¿No es un gran don conocer el Evangelio y descubrir el amor de Dios? ¿No es un regalo inmenso poder celebrar los sacramentos y experimentar la Gracia? Piensa cómo mejora hasta tu forma de ser al estar en contacto con Cristo: Él te hacer tener mayor caridad, te fortalece para sobrellevar las dificultades, te anima al compromiso por un mundo mejor.
Por eso no puedes dejar de testimoniar esta fe que transforma tu vida. Aparecerán muchas críticas, te harán poner en cuestión los fundamentos de lo que crees, te descubrirán muchos defectos y pecados. Frente a todo esto perseverancia.
Ante el laicismo dominante y el odio a la fe o el desprecio a la moral cristiana que aparece en algunos ambientes persevera creyendo en la fuerza salvadora del Evangelio y agradece todo lo bueno que aporta la presencia de Cristo en el mundo.
Ante la deriva integrista y rigorista que aparece en muchos ambientes eclesiásticos, tal vez como reacción al laicismo; persevera meditando el Evangelio que habla del Amor de Dios, de la Salvación, del Perdón de los pecados y de la promesa del Reino. Sigue orando por las vocaciones y sé paciente, recuerda que Dios tiene su propio ritmo.
Ante tu propia debilidad o tu inclinación al pecado, tampoco has de venirte abajo. Persevera también junto al Señor. Él te conoce muy bien por dentro y sabe también lo grande que es tu amor. Él te dará  sus dones para que seas un instrumento en sus manos y hagas llegar a todos su Amor y su misericordia.
Persevera en medio de las dificultades y salvarás tu vida y harás brillar ante el mundo a Cristo, el verdadero sol de Justicia.

Me siento perdido en medio de tantas cosas. Sólo tú eres mi sosiego. Tú me haces mirar la vida con optimismo y me das la esperanza. Eres tú el dueño de este mundo y nadie podrá detener tu impulso renovador. Sé que puedo fiarme de ti, tú nunca me fallarás. 

sábado, 6 de noviembre de 2010

La resurrección de los muertos

Que los muertos resucitan,
el mismo Moisés lo da a entender en lo de la zarza, cuando llama al Señor:
Dios de Abrahán, Dios de Jacob, Dios de Isaac.
No es un Dios de muertos, sino de vivos,
porque para él todos viven". (Lc 20,37-38)


Nosotros creemos y sabemos que los muertos resucitan, porque hemos conocido a Jesucristo que ha muerto y ha resucitado, porque está vivo y nos acompaña en la vida de cada día. Esto no significa que no temamos a la muerte o que no lloremos por nuestros difuntos, en esto somos como los demás. Pero tenemos esperanza, sabemos que volveremos a abrazar a nuestros seres queridos y que cuando dejemos este mundo será para vivir una vida nueva y mejor, porque quedaremos liberados de todo sufrimiento. Sabemos que llegaremos a ser como Dios y que lo veremos cara a cara, que gozaremos de la presencia de la Virgen María y de todos los santos.
Tal vez sea bueno recordarnos esto de vez en cuando para no agobiarnos demasiado con las cosas de este mundo. Dios es un Dios de vivos y no de muertos.
Al meditar sobre la resurrección he pensado que también esta promesa se puede aplicar a las demás cosas de la vida. Pensaba en nuestra iglesia actual y en la crisis religiosa que estamos viviendo. Visto así podríamos pensar que nuestra fe se está convirtiendo en un cadáver. Las vocaciones escasean, se va perdiendo el interés por las cosas de Dios y además continuamente nos vemos sobresaltados por escándalos de sacerdotes o de grupos religiosos. Tal vez nos duele también ver la falta de entusiasmo o de compromiso de muchos bautizados.
Pero si los muertos resucitan, también el espíritu del Señor llenará de vida a nuestra iglesia. Quiero esperar que volveremos a ver surgir vocaciones religiosas y volveremos a ver una comunidad cristiana llena de vida y de entusiasmo por su Señor. Porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
Pero por eso mismo no te dejes vencer por el desánimo, tienes que llenarte tú también de vida. Pon empeño en transmitir tu fe, sé capaz de comprometerte en serio en vivir los valores del Evangelio. Lleva una vida de oración intensa, lucha por la igualdad y la justicia, y participa con entusiasmo en los sacramentos. Así estarás contribuyendo a la vida, serás un signo de esperanza para este mundo nuestro.

Estaba muerto por mis pecados y tú me has perdonado y me has dado vida, estaba muerto por mi tristeza y tú has venido a llenarme de la alegría de tu amor, estaba muerto por mi desidia y tú me has entusiasmado con la promesa de tu Reino. Verdaderamente eres el Dios de la Vida.

jueves, 28 de octubre de 2010

Jesús y Zaqueo

Cuando Jesús llegó al lugar, levantó los ojos y le dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. (Lc 19,5)

Jesús es el Buen Pastor, el que conoce una por una a todas sus ovejas y las llama por su nombre. Es también ese pastor que corre a buscar la oveja que se ha perdido y se llena de alegría cuando la encuentra.
Por eso, ante la perplejidad de la gente, él ha querido buscar y salvar a Zaqueo. Lo ha llamado por su nombre y ha querido hospedarse en su casa. El encuentro con el Señor de una forma tan cercana y tan íntima han cambiado su vida para siempre. Zaqueo se ha convertido en un hombre nuevo.
He querido comprender este hecho como un acontecimiento de mi vida. Yo soy también un pecador, bajo de estatura porque no soy nada. Jesús también ha aparecido en mi vida y para mi sorpresa me ha llamado por mi nombre, me conoce. Sabe de mí mucho más que yo, penetra lo más íntimo de mi corazón. Pero me conoce profundamente por lo mucho que me ama. Y por eso quiere hospedarse en mi casa. Sólo tengo que abrirle la puerta.
¡Qué alegría, tener al Señor en mi casa! Tendré que ponerme manos a la obra. Hay que limpiar y poner orden, hay que prepararle todo lo mejor porque he de presentarle una casa digna de él. Él mira sobre todo mi corazón y con sus palabras me va transformando. Me ha hecho conocer cuánto me ama mi Padre Dios, y todo lo que ha hecho por mí.
Con él puedo comprender que nada valen los apegos mundanos, que todos somos hermanos y que he de amar como él a todos mis semejantes, que tengo que perdonar de corazón y hasta comprender a los que andan por caminos diferentes del mío.
También a ti te llama por tu nombre. Prepárale tu casa para que venga a hospedarse en ella. Limpia todo tu corazón arrepintiéndote de tus pecados y confesando oportunamente. Pon orden en tu vida, haz las paces con quien tengas algún problema, no dejes de buscar ocasión para la oración y vive un compromiso serio con la causa de los más pobres. Prepárale al Señor una buena acogida en tu casa. Él te dará, como siempre, mucho más: encontrarás la Salvación.

Estaba perdido, una vez más, por mi falta de paciencia, por mi lentitud para el perdón, por tanto tiempo desperdiciado inútilmente. Estaba apegado a las cosas de este mundo y tú has vuelto a empeñarte en venir a mi casa. Me has transformado con tus palabras y me has fortalecido con tu perdón. Mi voluntad era débil, mis obras buenas eran escasas. Pero tu amor lo ha hecho todo grande.

sábado, 23 de octubre de 2010

El fariseo y el publicano

A unos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola. (Lc 18,9)

Los fariseos se creían mejores que los demás, pensaban que merecían el favor de Dios porque ayunaban más y pagaban sus diezmos hasta lo más insignificante. Pero esa misma actitud los apartaba de la verdadera conversión. Recordemos cómo criticaban a Jesús por comer con los pecadores, o con qué facilidad condenaban a los demás. En cierta ocasión alguien dijo que la chusma que no conoce la ley estaba maldita.
Pero está bien que Lucas empiece a contar la parábola del fariseo y el publicano hablando de “algunos” que se tenían por justos. Al decirlo así está haciéndonos ver que esa actitud puede darse en cualquier momento y en cualquier religión.
Puede ser que también entre nosotros haya algunos que se tienen por mejores que los demás bien porque rezan más que nadie, o porque hacen más penitencia que nadie o porque están más que nadie con los pobres y excluidos… sea cual sea la razón, el que se cree justo o más santo que los demás se equivoca. Más aun cuando esta actitud lo lleva al desprecio de los demás: estos no rezan, estos no saben, estos no hacen nada por los pobres... porque esto es lo que Jesús condena con su parábola.
Según esto puedes revisar tu vida, tus actitudes cristianas para hacerte mejor juez de ti y no de los demás. Cuando juzgas tu vida con sinceridad lo único que puedes ver son tus pecados. Y hay que verlos sin miedo, con naturalidad. Porque así es como te puedes presentar ante Dios para pedir su misericordia.
¿Cómo voy a juzgar yo los pecados de los otros cuando veo los míos? Tal vez tengo que ayudar a mi hermano a descubrir su falta para animarlo a rectificar, pero lo haré con misericordia, porque sé que yo no soy mejor, yo también estoy marcado por el pecado. Yo también tendré que reconocer que mis actos, mis pensamientos o mis palabras no siempre han sido limpios y también que he perdido muchas oportunidades de hacer el bien. Así me puedo presentar humilde ante Dios para recibir de él su perdón gratuito, que esto es la Gracia. Así me pondré en situación de conversión y desearé cambiar mi vida para ser más fiel al Evangelio.

No soy más que un infeliz pecador. Pero he encontrado tu misericordia y he recibido la fuerza de tu Amor. Tú me has escogido y has hecho de mí un hombre nuevo para bendecir tu Nombre y proclamar a todos tu Salvación.

sábado, 16 de octubre de 2010

El juez injusto

Y el Señor dijo: "Considerad lo que dice el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos,
que claman a él día y noche?
¿Les va a hacer esperar? (Lc 18,6-7)

Jesús te anima a orar constantemente sin desfallecer. Así explica Lucas la parábola del juez injusto.
¿Te has desanimado al ver que tu oración no obtiene resultados? Seguro que más de una vez has pasado por esa situación. Al final se puede llegar a la triste conclusión que ya denunciaban los profetas: ¿para qué orar si no nos haces caso?
Jesús pone un ejemplo muy elocuente: un juez injusto, malvado, en cambio hace justicia a una pobre viuda para quitársela de encima. A partir de esta breve parábola nos lleva a la reflexión. Si un hombre malo es capaz de hacer justicia ¿cómo no vamos a esperar de Dios que es un Padre bueno y lleno de Amor lo que le pidamos?
Así que tienes un motivo de gran peso para orar constantemente: Dios te ama, es bueno y desea complacerte. Si no ves el resultado inmediato no debes desanimarte, hay que insistir y esperar. Dios terminará por hacerte justicia, por responder a tus súplicas. No lo dudes.
Lo que pasa es que los caminos de Dios y sus tiempos son muy distintos de los humanos. Como dice el sabio refrán: Dios escribe derecho con renglones torcidos, y no hay más que ver la experiencia de la vida para comprobar que las cosas son así.
La pasión del Señor es un ejemplo claro de esta forma tan desconcertante de la acción de Dios. El Padre no impidió que se cometiera aquella tremenda injusticia. En cambio la oración de Jesús fue escuchada y la respuesta fue clara y evidente: El Señor Resucitó al tercer día. Todavía más: la pasión de Jesús y su muerte en la cruz se convirtieron en un sacrificio de expiación. Llegó a ser un acto de Amor tan inmenso que tuvo poder para alcanzar el perdón de los pecados de toda la humanidad.
Con este testimonio del mismo Jesús, con su ejemplo constante de vida de oración, déjate guiar por él y empieza a orar cada día, constantemente sin desfallecer. Pídele a Dios sin temor por todo lo que creas necesario y ten paciencia. Descubrirás lo inmensamente grato que es estar en su presencia y además verás cómo no te falla y te hace justicia sin tardar.

Yo he experimentado cuánto me amas. He sentido la fuerza de tu amor al verme libre de mis pecados, al saberme elegido por ti para una misión importante y también al comprobar cómo la oración es una fuerza para cambiar el mundo. Tú me inspiras confianza y en tu presencia haces que me sienta bien, que encuentre la paz y hasta que descubra lo que debo hacer en cada momento. Por eso, es para mí todo un regalo estar contigo y orar así cada día.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Los diez leprosos

Al entrar en una aldea, salieron diez leprosos a su encuentro, que se detuvieron a distancia
y se pusieron a gritar: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". (Lc 17,12-13)


Los leprosos se encontraban en una situación desesperada. Lo tenían todo perdido y sólo les quedaba esperar un milagro. Puedo imaginarme la esperanza que debió surgir en ellos cuando oyeran hablar de Jesús y de los portentos que hacía. Tal vez no se lo encontraron por casualidad sino que anduvieron muchos kilómetros para dar con él. La enfermedad los ha hecho iguales. Y, en su desgracia, también hay lugar para un samaritano.
Jesús no necesita ni siquiera tocarlos, tampoco les manda que hagan ningún ritual. Basta que crean en su palabra. En el camino quedaron curados.
Pienso en nuestra iglesia. En estos últimos meses hemos oído hablar de pecados que la manchan y la hacen enferma, como los leprosos. Me ha dado alegría y esperanza la actitud valiente del papa que no se ha escondido ante estos escándalos, al contrario, los ha atajado personalmente acercándose a las víctimas y aplicando la ley a los corruptos. Él mismo ha reconocido que éste es el mayor daño que sufre la iglesia. No es tanto el daño que puedan hacer los medios de comunicación con sus manipulaciones sino los propios pecados y la corrupción de sus miembros.
Yo me siento impotente ante estas cosas. Cuando miro en mi interior descubro que yo mismo soy un pecador y comprendo que también mi vida anda muy lejos de la santidad que me propone el Evangelio. Por eso yo no juzgo los pecados de otros, bastante tengo con cargar con los míos.
El grito de los diez leprosos es hoy mi oración. Yo no puedo hacer nada, me encuentro en una situación desesperada pero el Señor es mi esperanza, Él puede salvarme y limpiarme la lepra del pecado. Él puede salvar a su iglesia del mal que la corrompe. Como dice Pablo, la palabra de Dios no está encadenada. Seguirá resonando por todo el mundo y transformando la tierra como la lluvia fecunda.

Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Devuélvenos la Santidad con el perdón que siempre nos otorgas; derrama sobre nosotros tu Espíritu para que vivamos fieles a tu Palabra. Llena nuestro mundo con tus beneficios para que todos te reconozcan y bendigan tu nombre.

sábado, 2 de octubre de 2010

Somos unos pobres siervos

Así también vosotros,
cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles;
hemos hecho lo que debíamos hacer". (Lc 17,10)

Cuando conocemos a Jesús y su Evangelio, sabemos que nunca pretenderá humillarnos sin más. Por eso estas palabras suyas nos pueden desconcertar. Pero así tenemos la oportunidad de reflexionar sobre ellas.
Recordemos que los fariseos presumían de ser hombres religiosos porque cumplían todas las normas escrupulosamente. De este modo sentían que eran merecedores de un premio por parte de Dios. No te debe extrañar que Jesús quiera corregir esa equivocación. Dios es mucho más grande que nosotros y nada podemos hacer para que él nos esté agradecido. Es mejor sentirnos ante su presencia como pobres siervos o siervos inútiles, cuando somos conscientes de nuestros pecados y nuestra incapacidad para obedecer sus mandatos.
Pero considera también todo lo que has recibido de Dios. Él te ha dado la vida, y le debes también todo lo que tienes y todo lo que eres. Por eso has de sentir la llamada a poner todo eso para el cumplimiento de su voluntad.
Pero puedes seguir considerando todo lo que has recibido de Dios. Porque Jesús nos lo ha revelado como Padre que tiene entrañas de misericordia. En la persona misma de Cristo hemos experimentado la inmensidad de ese amor. Tú podrías haberte sentido débil por tus pecados y Dios te ha regalado también la Salvación a través de la entrega total de su Hijo. Todo esto le debes a Dios. Así canta el salmista: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Si Dios te lo ha dado todo hasta el punto que se ha dado a sí mismo, ¿qué le podrás dar tú para agradecérselo? Está claro que toda una vida a su servicio no bastará frente a ese río abundante de Gracia. Así que al comparar todo lo recibido sabemos bien que por mucho que entreguemos y por grandes que lleguen a ser nuestros sacrificios siempre nos habremos quedado cortos. Habrás podido entregar tu vida entera y sólo te quedará decir: somos pobres siervos.
Pero no olvides que el Amor del Padre y la entrega total de Cristo han querido que lleguemos a ser Hijos de Dios. Él no nos llama siervos sino amigos porque todo lo que sabe del Padre nos lo ha dado a conocer. Por pura Gracia y no por nuestros méritos, pero es así.

Yo no soy nada pero tú quieres contar conmigo para que tu Reino siga llegando a este mundo. Has puesto en mis labios tu Palabra y has consagrado mis manos para que por ellas llegue tu bendición y tu perdón. Todo es don inmerecido y me siento siempre sobrecogido ante algo tan sublime. No puedo más que dedicar toda mi vida a decirte Gracias.