sábado, 16 de octubre de 2010

El juez injusto

Y el Señor dijo: "Considerad lo que dice el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos,
que claman a él día y noche?
¿Les va a hacer esperar? (Lc 18,6-7)

Jesús te anima a orar constantemente sin desfallecer. Así explica Lucas la parábola del juez injusto.
¿Te has desanimado al ver que tu oración no obtiene resultados? Seguro que más de una vez has pasado por esa situación. Al final se puede llegar a la triste conclusión que ya denunciaban los profetas: ¿para qué orar si no nos haces caso?
Jesús pone un ejemplo muy elocuente: un juez injusto, malvado, en cambio hace justicia a una pobre viuda para quitársela de encima. A partir de esta breve parábola nos lleva a la reflexión. Si un hombre malo es capaz de hacer justicia ¿cómo no vamos a esperar de Dios que es un Padre bueno y lleno de Amor lo que le pidamos?
Así que tienes un motivo de gran peso para orar constantemente: Dios te ama, es bueno y desea complacerte. Si no ves el resultado inmediato no debes desanimarte, hay que insistir y esperar. Dios terminará por hacerte justicia, por responder a tus súplicas. No lo dudes.
Lo que pasa es que los caminos de Dios y sus tiempos son muy distintos de los humanos. Como dice el sabio refrán: Dios escribe derecho con renglones torcidos, y no hay más que ver la experiencia de la vida para comprobar que las cosas son así.
La pasión del Señor es un ejemplo claro de esta forma tan desconcertante de la acción de Dios. El Padre no impidió que se cometiera aquella tremenda injusticia. En cambio la oración de Jesús fue escuchada y la respuesta fue clara y evidente: El Señor Resucitó al tercer día. Todavía más: la pasión de Jesús y su muerte en la cruz se convirtieron en un sacrificio de expiación. Llegó a ser un acto de Amor tan inmenso que tuvo poder para alcanzar el perdón de los pecados de toda la humanidad.
Con este testimonio del mismo Jesús, con su ejemplo constante de vida de oración, déjate guiar por él y empieza a orar cada día, constantemente sin desfallecer. Pídele a Dios sin temor por todo lo que creas necesario y ten paciencia. Descubrirás lo inmensamente grato que es estar en su presencia y además verás cómo no te falla y te hace justicia sin tardar.

Yo he experimentado cuánto me amas. He sentido la fuerza de tu amor al verme libre de mis pecados, al saberme elegido por ti para una misión importante y también al comprobar cómo la oración es una fuerza para cambiar el mundo. Tú me inspiras confianza y en tu presencia haces que me sienta bien, que encuentre la paz y hasta que descubra lo que debo hacer en cada momento. Por eso, es para mí todo un regalo estar contigo y orar así cada día.

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