sábado, 2 de octubre de 2010

Somos unos pobres siervos

Así también vosotros,
cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles;
hemos hecho lo que debíamos hacer". (Lc 17,10)

Cuando conocemos a Jesús y su Evangelio, sabemos que nunca pretenderá humillarnos sin más. Por eso estas palabras suyas nos pueden desconcertar. Pero así tenemos la oportunidad de reflexionar sobre ellas.
Recordemos que los fariseos presumían de ser hombres religiosos porque cumplían todas las normas escrupulosamente. De este modo sentían que eran merecedores de un premio por parte de Dios. No te debe extrañar que Jesús quiera corregir esa equivocación. Dios es mucho más grande que nosotros y nada podemos hacer para que él nos esté agradecido. Es mejor sentirnos ante su presencia como pobres siervos o siervos inútiles, cuando somos conscientes de nuestros pecados y nuestra incapacidad para obedecer sus mandatos.
Pero considera también todo lo que has recibido de Dios. Él te ha dado la vida, y le debes también todo lo que tienes y todo lo que eres. Por eso has de sentir la llamada a poner todo eso para el cumplimiento de su voluntad.
Pero puedes seguir considerando todo lo que has recibido de Dios. Porque Jesús nos lo ha revelado como Padre que tiene entrañas de misericordia. En la persona misma de Cristo hemos experimentado la inmensidad de ese amor. Tú podrías haberte sentido débil por tus pecados y Dios te ha regalado también la Salvación a través de la entrega total de su Hijo. Todo esto le debes a Dios. Así canta el salmista: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Si Dios te lo ha dado todo hasta el punto que se ha dado a sí mismo, ¿qué le podrás dar tú para agradecérselo? Está claro que toda una vida a su servicio no bastará frente a ese río abundante de Gracia. Así que al comparar todo lo recibido sabemos bien que por mucho que entreguemos y por grandes que lleguen a ser nuestros sacrificios siempre nos habremos quedado cortos. Habrás podido entregar tu vida entera y sólo te quedará decir: somos pobres siervos.
Pero no olvides que el Amor del Padre y la entrega total de Cristo han querido que lleguemos a ser Hijos de Dios. Él no nos llama siervos sino amigos porque todo lo que sabe del Padre nos lo ha dado a conocer. Por pura Gracia y no por nuestros méritos, pero es así.

Yo no soy nada pero tú quieres contar conmigo para que tu Reino siga llegando a este mundo. Has puesto en mis labios tu Palabra y has consagrado mis manos para que por ellas llegue tu bendición y tu perdón. Todo es don inmerecido y me siento siempre sobrecogido ante algo tan sublime. No puedo más que dedicar toda mi vida a decirte Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario