miércoles, 6 de octubre de 2010

Los diez leprosos

Al entrar en una aldea, salieron diez leprosos a su encuentro, que se detuvieron a distancia
y se pusieron a gritar: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". (Lc 17,12-13)


Los leprosos se encontraban en una situación desesperada. Lo tenían todo perdido y sólo les quedaba esperar un milagro. Puedo imaginarme la esperanza que debió surgir en ellos cuando oyeran hablar de Jesús y de los portentos que hacía. Tal vez no se lo encontraron por casualidad sino que anduvieron muchos kilómetros para dar con él. La enfermedad los ha hecho iguales. Y, en su desgracia, también hay lugar para un samaritano.
Jesús no necesita ni siquiera tocarlos, tampoco les manda que hagan ningún ritual. Basta que crean en su palabra. En el camino quedaron curados.
Pienso en nuestra iglesia. En estos últimos meses hemos oído hablar de pecados que la manchan y la hacen enferma, como los leprosos. Me ha dado alegría y esperanza la actitud valiente del papa que no se ha escondido ante estos escándalos, al contrario, los ha atajado personalmente acercándose a las víctimas y aplicando la ley a los corruptos. Él mismo ha reconocido que éste es el mayor daño que sufre la iglesia. No es tanto el daño que puedan hacer los medios de comunicación con sus manipulaciones sino los propios pecados y la corrupción de sus miembros.
Yo me siento impotente ante estas cosas. Cuando miro en mi interior descubro que yo mismo soy un pecador y comprendo que también mi vida anda muy lejos de la santidad que me propone el Evangelio. Por eso yo no juzgo los pecados de otros, bastante tengo con cargar con los míos.
El grito de los diez leprosos es hoy mi oración. Yo no puedo hacer nada, me encuentro en una situación desesperada pero el Señor es mi esperanza, Él puede salvarme y limpiarme la lepra del pecado. Él puede salvar a su iglesia del mal que la corrompe. Como dice Pablo, la palabra de Dios no está encadenada. Seguirá resonando por todo el mundo y transformando la tierra como la lluvia fecunda.

Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Devuélvenos la Santidad con el perdón que siempre nos otorgas; derrama sobre nosotros tu Espíritu para que vivamos fieles a tu Palabra. Llena nuestro mundo con tus beneficios para que todos te reconozcan y bendigan tu nombre.

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