miércoles, 24 de noviembre de 2010

Revestidos con las armas de la luz

La noche está avanzada y el día está cerca; por lo tanto, dejemos a un lado las obras de las tinieblas  y revistámonos de las armas de la luz. (Rm 13,12)

Siempre me ha resultado muy esperanzadora esta reflexión de Pablo. Cuando dice “La noche está avanzada” parece que es consciente de las dificultades a las que se enfrenta la comunidad cristiana. Están sometidos a una cruel persecución, son difamados y todos los odian. Sin embargo, Pablo, interpreta este hecho desde la esperanza: “El día está cerca”; es evidente que cuánto más avanza la noche está más cercano el amanecer. Los creyentes viven así con esperanza su persecución porque saben que está a punto de despuntar un nuevo día. Por eso no se puede caer en el desánimo, al contrario, hay que estar preparados para la llegada del día.
Hay que dejar las obras de las tinieblas, es decir hay que apartarse de todo mal, de todo pecado, del engaño o de la violencia. Pablo habla también de apartarse de las borracheras, de las riñas, de la lujuria y del desenfreno.
Por el contrario hay que revestirse con las armas de la luz. Es una invitación a acoger todo lo que Dios pone en nuestro camino para ayudarnos a vivir la santidad.
Es el momento de la oración y del encuentro con el Señor, del reconocimiento de nuestros pecados para obtener el perdón y la Gracia, de fortalecer nuestra vida con los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, de meditar la Palabra de Dios y de llevarla a la práctica con la Caridad y la entrega diaria.
Es la hora de tomar conciencia de todo lo que va mal en este mundo nuestro para que deseemos que el Señor venga de nuevo a renovarlo todo, pero también es hora de espabilarse, de no quedarse dormidos esperando esa venida de Cristo, de no dejarse engañar, sino estar despiertos luchando activamente con la fuerza del Evangelio para allanarle el camino.
No olvidemos que el día se echa encima, que el Señor va a venir a renovarlo todo. Nuestro esfuerzo y nuestra lucha están movidos por la esperanza.

Ven Señor, mira nuestra miseria. Ven a sanarnos de tanto dolor y de tanta injusticia, ven a limpiarnos de tantos pecados, ven a traernos una luz y una esperanza en medio de nuestras dudas y oscuridades.

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