sábado, 29 de agosto de 2015

LO QUE HACE IMPURO AL HOMBRE

Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. (Mc 7,15)

El mensaje del Evangelio es sabiduría para el que lo escucha y lo lleva a la práctica, como lo fue también la ley que Moisés entregó a los israelitas. Cuando meditamos las palabras de Jesús podemos sorprendemos de la actualidad y la vida que tienen, nos alegramos al comprobar que están respondiendo a nuestras preocupaciones concretas. Es impresionante que siendo tan antiguas sigan teniendo tanta actualidad. Pero se explica fácilmente: no es una palabra humana, es Palabra de Dios.
Ahora bien, podemos hacer que esta palabra viva se convierta en mero legalismo, que es lo que les pasó a los fariseos. Ellos convirtieron una ley de vida y de libertad en unas normas agobiantes, que excluían a los demás y convertían a todos en impuros. Con razón Jesús dijo que venía a darle a la ley su plenitud, su verdadero sentido.
Mientras los fariseos despreciaban a los pecadores, Jesús vino a buscarlos, para anunciarles la misericordia de Dios y abrirles de nuevo las puertas de Reino; para llamarlos a la conversión y darles una nueva oportunidad. Entre esos pecadores a los que Jesús viene a buscar estoy yo, y me siento contento de que me haya encontrado y me ofrezca la oportunidad de salir de mi pecado y volver a recuperar la santidad.
Creo que esta es la misión que hoy me encomienda el Señor: anunciar al mundo esta misericordia entrañable que nos da la posibilidad de vivir una vida nueva. ¡Qué pena me da contemplar a muchos cristianos obsesionados con el cumplimiento de preceptos y llenos de escrúpulos por cosas secundarias! Del mismo modo me parece muy triste que muchos sacerdotes se dediquen a condenar a unos y otros y a señalar pecados por todas partes, haciendo del Evangelio un mensaje legalista en lugar de una oferta de  salvación.
Jesús nos anima a vivir una religión interior. No se trata de controlar lo que entra de fuera sino de cuidar bien el interior. Del interior del corazón es de donde pueden salir los pecados que nos contaminan. Pero también, con la ayuda de la gracia, podemos limpiar nuestro interior y llenarlo de bondades. Podemos cambiar la lujuria por castidad  y los malos propósitos por buenas intenciones, los robos y homicidios por una caridad activa para socorrer a los descartados de nuestro tiempo,  el desenfreno o la envidia por una vida de cercanía a Dios y de amor al prójimo, y el orgullo o la frivolidad por la humildad y la responsabilidad. Podemos transformar nuestro interior y embellecerlo con todas estas bondades. Entonces estaremos viviendo una religión pura e intachable que será buena noticia para el mundo.


Señor Jesús, ¡qué hermoso es tu mensaje! Tus palabras son verdadera sabiduría para la vida. ¡Qué hermoso regalo es poder enseñar estas cosas a los demás! Nosotros somos débiles, pero tú nos acompañas para que no nos quedemos en las palabras sino que lo llevemos a la práctica y seamos signo de una vida pura e intachable.

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