sábado, 10 de octubre de 2015

EL JOVEN RICO

Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. (Mc 10,21)

Nos cuenta el Evangelio cómo un joven entusiasmado quiso saber qué hacer para ganar la vida eterna. Después su entusiasmo aumentó al recordar que él había estado cumpliendo los mandamientos desde pequeño. Jesús lo miró con cariño y le hizo una propuesta inaudita… y se terminó el entusiasmo.
Tal vez podemos decir que fue muy egoísta porque era muy rico y no quiso desprenderse de sus bienes. Pero piensa que hoy te dice a ti Jesús que vendas lo que tienes y repartas tus bienes a los pobres. ¿Qué harás?
En realidad todos reaccionamos lo mismo que aquel joven. A nadie le gusta desprenderse de lo que tiene, a veces, algo que se ha conseguido con mucho esfuerzo. No es normal ver a gente que lo deja todo para seguir a Jesús.
He pensado que tal vez esta historia podría tener una segunda parte que no ha quedado recogida por los evangelios. Si este joven estaba tan entusiasmado con Jesús no pudo dejarlo para siempre sin más. Es posible que, después de un proceso más tranquilo de seguimiento, empezara a valorar de otra forma sus cosas materiales y fuera capaz de repartir todos sus bienes entre los pobres. Como el hombre que encontró un tesoro en el campo y sabía que ya nada tenía ningún valor comparado con aquel tesoro.
El mismo Jesús reconoce ante sus apóstoles que para los hombres es imposible. Pero Dios lo puede todo. Confía en Él.

Me has propuesto algo que desborda todas mis capacidades y cada día me exiges algo más. Siento que nunca llego a estar a la altura de la misión que me has encomendado. Pero también voy comprendiendo cómo tú estás conmigo en este camino y, con tu ayuda, puedo ir superando cada día mi propio materialismo. Has puesto ante mí los medios sobrenaturales que realizan en mi persona cambios impresionantes: La oración que me permite experimentar tu cercanía, la Eucaristía que se convierte en el alimento que me llena de vida sobrenatural y la Reconciliación que me libra de mis pecados y me llena de tu gracia para vivir en santidad.

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