viernes, 7 de diciembre de 2018

INMACULADA


Alégrate, Llena de Gracia, el Señor está contigo. (Lc 2,28)
                        
El ángel Gabrial se dirigió a María con un nombre nuevo: Llena de Gracia, después insiste: has encontrado gracia ante Dios. Es una hermosa forma de presentar a María como la elegida para la misión más importante, dar a luz al Salvador del mundo.
Al llamarla Llena de Gracia, nos está explicando que ha recibido de Dios algunos privilegios especiales, siempre mirando a la muerte y Resurrección de Jesucristo: ha sido liberada definitivamente del pecado. En ella no ha tenido efecto el pecado original. Por eso podemos celebrar su fiesta para contemplar en ella a la mujer que aplastó la cabeza de la serpiente.
El demonio había conseguido engañar a Eva y con la desobediencia de los primeros padres tuvo entrada en el mundo para traernos el mal. Desde entonces el pecado nos ha ido enfrentando y destruyendo. Desde entonces el pecado ha bloqueado nuestras posibilidades de vivir plenamente felices.
Pero María le ha aplastado la cabeza, según el anuncio que Dios mismo hizo en el comienzo de la historia. Ante ella ha perdido todo su poder, se ha quedado desarmado.
Dios ha convertido a María en un verdadero escudo contra los ataques del demonio. Ella es la llena de Gracia y el pecado no ha podido tocarla. Pero este privilegio especial de María no se le ha concedido para su grandeza sino para que todos podamos beneficiarnos junto con ella y con Hijo Jesucristo.
Yo no tengo duda de cómo tantos pecados que oscurecen la vida humana tienen como origen al diablo que seduce al hombre y le hace creer que sin Dios alcanzará más libertad y será más feliz. Luego ocurre lo contrario, que se avergüenza ante su desnudez y se siente caído y desgraciado. Yo no tengo duda de cómo el diablo ha entrado incluso en la misma iglesia, en la vida de los creyentes, animándonos a no vivir de verdad las exigencias del Evangelio y a compaginar la vida religiosa con un estilo de vida mundano y alejado de Dios. Yo no tengo duda de que es el diablo el que nos instiga a dividirnos y enfrentarnos entre nosotros mismos, y también el que me engaña cada día y me propone el camino del egoísmo y del bienestar, me muestra como un logro de la libertad la desobediencia a Dios, para que me aleje del sacrificio, de la cruz y del amor verdadero que es el que da la vida.
María es el escudo seguro. De su mano puedo vencer a Satanás, porque ella es la que ha aplastado la cabeza de la serpiente y es muy poderosa contra el maligno.
Celebrar hoy la fiesta de la Inmaculada no es sólo poder admirar a María por los privilegios que Dios le ha concedido para ser la madre de Jesucristo sino unirme fuertemente a ella para que me defienda de los engaños del maligno y me lleve hacia Jesucristo el Salvador.

¡Qué admirable es tu presencia, Virgen Inmaculada. En ti todo es belleza, en ti deslumbra el amor, contigo brilla la santidad y lo iluminas todo con la luz de tu Hijo Jesucristo.

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