sábado, 7 de julio de 2012


Escuchen o no escuchen
 —puesto que son una raza de rebeldes—,
sabrán que en medio de ellos se encuentra un profeta. (Ez 2,5)

            La misión de un verdadero profeta no consiste en regalar el oído del pueblo para ganarse su favor. Esto es más bien lo que hacen los falsos profetas, que para ser populares dicen cosas halagüeñas y reciben el aplauso de la gente, pero con eso no ayudan de verdad a cambiar las cosas.
            El enviado de Dios tiene que proclamar la Palabra, que muchas veces resulta molesta, porque nos enfrenta con nuestros pecados y con nuestra vida equivocada, pero ese anuncio es el que nos puede ayudar a todos para tratar de convertirnos y volver a Dios, que nos ama y desea de todo corazón nuestra alegría.
            Muchas veces me han dicho que la Iglesia se tiene que modernizar, no en el sentido de usar las nuevas tecnologías sino en la relajación moral que domina el ambiente. Hay que ser más modernos diciendo que nada es pecado, que todo vale, que no hace falta confesar o que tampoco hay que sacrificarse tanto. Pero si nos adaptamos así al relativismo existente, dejaremos de ser un signo en el mundo, porque no seremos fieles a la misión de anunciar lo que Dios nos ha dicho y ha quedado recogido en la Sagrada Escritura.
            También me han dicho: "os vais a quedar solos si no cambiáis de mensaje". Y la verdad es que estamos viendo, con dolor, cómo la gente se va alejando de la práctica religiosa y como las vocaciones a la vida consagrada van cayendo de forma alarmante. Pero no podemos olvidar que no somos dueños del mensaje sino sólo portavoces. Tendremos que seguir explicando el camino que Dios nos ha marcado a través de los profetas y, de forma particular, por medio de Jesucristo. Tendremos que seguir proponiendo como meta de vida las Bienaventuranzas, como principio de todo el Amor, y tendremos que mirar a Dios como el Padre que nos ama y que todo lo ha puesto en marcha y lo dirige todo.  Porque el mensaje es éste y no podemos cambiarlo, guste o no guste. Si fuera verdad que nos quedamos solos podemos recordar a Jesús en Nazaret, su pueblo, también Él fue rechazado por sus paisanos, como Pablo que tuvo que descubrir que la fuerza se hace presente en la debilidad, o como Ezequiel  que sabe que su misión será un fracaso, pero que el pueblo recordará algún día que entre ellos hubo un profeta.

Necesito claridad para comprender tu Palabra y audacia para exponerla íntegramente a los demás. Necesito tu ayuda para ser más coherente con el Evangelio y poder ser un signo de tu Reino en medio de este mundo. Tengo que saber ser más sincero, más pobre, más místico y, sobre todo, un verdadero hermano dispuesto a entregar mi vida a los demás.

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