viernes, 30 de noviembre de 2012

Comienza el Adviento


Cuando comiencen a suceder estas cosas,
tened ánimo y levantad la cabeza,
porque se acerca vuestra liberación. (Lc 21,28)

El Señor nos habla del final de los tiempos con ejemplos que podríamos llamar apocalípticos. Utiliza señales terribles que son causa de un terrible miedo en la gente, que se queda sin aliento.
En realidad todas esas cosas terribles han sucedido y siguen sucediendo todavía. No tenemos más que recordar los tsunamis y sus devastadoras consecuencias o los terremotos que, en muchas ocasiones, destruyen pueblos enteros; por no hablar de las guerras o del terrorismo, que, además del daño que producen, dan lugar al odio y al enfrentamiento entre seres humanos. Podríamos decir que estos signos son una realidad en nuestro tiempo.
Hoy día es también una señal devastadora la crisis en la que nos encontramos que está llevando a la miseria a muchas familias de nuestro alrededor. Estamos viendo con dolor cómo aumenta la pobreza y surgen numerosos conflictos sociales. Y si pensamos en nuestra crisis no debemos de olvidar que en otros lugares del mundo las cosas están mucho peor porque el hambre y las enfermedades se ceban con los pobres.
Como dice Jesús en el Evangelio, nos quedamos ciertamente sin aliento ante todo lo que le viene al mundo.
Paradójicamente, el Señor nos dice que estos son los signos de nuestra liberación; porque todo esto es lo que tiene que suceder antes de que Él llegue, con toda su gloria y majestad, sobre las nubes del cielo.
El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Es tiempo de ver que necesitamos al Señor para que nos salve y de gritarle: Ven, Señor a salvarnos.
El nos ha prometido venir a nosotros, escuchar nuestras oraciones, acudir en nuestra ayuda. Y sabemos que cumple siempre sus promesas. Por eso, en medio de tantos problemas ponemos nuestra esperanza en su venida. Con la certeza de su presencia entre nosotros, encontramos ánimo para no quedarnos parados y poner empeño en cambiar las cosas. Nuestra fe en Jesús nos tiene que llevar a ser un motivo para la esperanza de los pobres.

Ven Señor Jesús, acude pronto al grito de tu pueblo que sufre por tantas limitaciones. Ven y danos alegría y valor para luchar, ven a consolar a todos los que sufren, llena de amor los corazones de tus siervos para que el mundo se siga llenando de tu luz.

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