sábado, 3 de noviembre de 2012

Los dos mandamientos


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
 con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No hay mandamiento mayor que éstos". (Mc 12,30-31)

Ante la pregunta que le hizo aquel escriba curioso, Jesús tuvo la oportunidad de enseñarnos qué tenemos que hacer para cumplir la ley divina, es decir, para hacer la voluntad de Dios.
Siento que todo lo que Jesús me dice es siempre una revelación de sí mismo. En estos mandamientos que él me propone estoy viendo lo que ha sido toda su vida. Pero es que creo que también se puede comprender mejor el misterio de Dios al conocer cuáles son sus normas.
La revelación de Jesús ha sido el Amor de Dios. Ha tenido mucho empeño en hacernos entender que Dios es un Padre que tiene un corazón entrañable. Para comprender de verdad a Dios y conocer su intimidad hay que experimentar el amor.
Un padre lleno de misericordia y de ternura por sus hijos sólo desea lo mejor para ellos, está dispuesto a darles su propia vida si es necesario. Un padre así no pretende que sus hijos lo obedezcan movidos por el miedo a un castigo o por un deseo hipócrita de quedar bien ante él. Un Dios que es Padre y es Amor, desea ser amado profundamente por sus hijos. Eso es lo que Dios quiere de mí, que lo ame de todo corazón. Pero no me obliga a amarlo, porque el amor no se puede forzar. Lo que hace es entregarse por mí, perdonarme, cuidarme y darme más de lo que puedo esperar. Dicho en palabras familiares: Dios se ha hecho querer por mí con su empeño en salvarme. Sólo desea que yo corresponda con mi vida a ese amor y a esa entrega.
Si he conocido a Dios como Padre lleno de ternura y lo he contemplado al ver a Jesucristo dando su vida por mí, no puedo quedarme en un mero sentimiento de agradecimiento. No puedo conformarme con cantar sus alabanzas o participar en un acto de culto. El Amor se tiene que vivir amando. Mi Padre Dios ha puesto ante mí a todos mis hermanos para que pueda así entregar todo el amor de mi corazón. Por eso el mandato de amar a Dios está estrechamente unido al mandato de amar al prójimo. Como el mismo escriba expresó, esto vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Siento que has puesto en mí parte de tu Espíritu porque hay un fuego que arde dentro de mí para que entregue mi vida por los hermanos. Contigo he ido descubriendo cada día la inmensa alegría que produce el amor y la entrega. 

1 comentario:

  1. Aqui se resumen todos los demás, si cumplimos estos dos, los demás no tienen cabida.Hermosas palabras, como siempre ahondas en nuestros corszones

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