sábado, 17 de noviembre de 2012

El fin de los tiempos


"En aquellos días, después de esta angustia, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, las estrellas caerán del cielo y las columnas de los cielos se tambalearán.
Entonces se verá venir el hijo del hombre entre nubes con gran poder y majestad. (Mc 13,24-26)

Sabemos muy bien que todo tiene un principio y un final. Por eso podemos hablar con cierta seguridad del final de los tiempos. Hasta los científicos dicen que algún día el sol se apagará, aunque sea dentro de miles de millones de años. Y de este momento final también nos habla Jesús.
Aparentemente es un momento de grandes catástrofes, porque todo se derrumba y no queda nada en qué apoyarse. Pero es, en realidad, un momento glorioso, es la hora en la que aparece ante todos el poder y la majestad del Hijo del Hombre, de Cristo, nuestro Salvador.
Todo se derrumba, porque ya no tendrá ningún sentido el mundo material. ¡Qué triste será ese día para los que han puesto toda su vida en la riqueza o en el bienestar, los que se construyeron palacios y disfrutaron de grandes lujos y placeres! porque verán cómo todo queda reducido a la nada. Será el momento de ver claramente que todo era vanidad.
Entonces aparecerá el Señor con gran poder y majestad. Comprenderemos que el verdadero dueño del mundo es Jesucristo, que está destinado a juzgar. Comprenderemos la vanidad de las riquezas y, por el contrario, descubriremos que la gran riqueza ha sido haber conocido y servido a Jesús y haber puesto empeño en llevar a la práctica su Palabra. Será una suerte ser contados entre sus elegidos por haber renunciado a nuestros propios intereses y haber puesto empeño en construir su Reino de justicia y Amor. Entonces entenderemos que ha sido mejor sacrificarse por los demás que pensar sólo en nosotros mismos.
Posiblemente no veremos durante nuestra vida ese final de los tiempos. Si los científicos hablan de miles de millones de años, no estaremos vivos cuando eso suceda. Pero a todos nos va a llegar el fin el día de nuestra muerte, y también será la hora de ver que lo único que ha valido ha sido haber amado de corazón a Dios y al prójimo.

Conocerte a ti ha sido siempre para mí la mayor de las riquezas, poder servirte es un verdadero regalo que tiene más valor que las piedras preciosas, escuchar tu Palabra y vivirla produce el bienestar más grande y va dejando grabados los mejores momentos de felicidad. Además me prometes, que después de esta vida todo será mucho más gozoso y durará eternamente. No dejes que me aparte nunca de tu lado.

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