sábado, 11 de julio de 2020

EL SEMBRADOR


Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga” (Mt 13,8)

De nuevo hoy ha salido el sembrador y la semilla de la Palabra está siendo esparcida sobre el mundo. Y aquí estamos los diferentes tipos de terrenos para acogerla y dar fruto.
Cuando veo mis actitudes yo me siento reflejado en todos los terrenos. No siempre he sido tierra buena, pero tampoco siempre he sido un terreno pedregoso o lleno de malas hierbas. La vida me ha puesto en todos los lugares.
Por eso mismo, la experiencia me ha ido demostrando la alegría que supone escuchar la Palabra de Dios y recibirla en mi corazón. Es recibir al  mismo Cristo que quiere salvarme en todos los sentidos.
Por eso la Palabra está viva y responde a mis dudas y a mis problemas. Las palabras de Jesús me llenan de alegría cuando descubro todo lo valioso que soy para él y el amor que Dios siente por mí; me llenan de paz cuando siento que soy perdonado a pesar de mis numerosas caídas; me llenan de esperanza ante el dolor y la muerte porque espero en la resurrección; y me muestran siempre el camino a seguir, que es un camino estrecho y lleno de dificultades, pero que lo puedo recorrer porque voy de la mano de mi Maestro y Señor, que me ayudará en todo momento a sortear los obstáculos.
Cuando recibo así la Palabra es cuando puedo dar fruto. Es verdad que no siempre llego al máximo del ciento por uno. Pero llego a dar fruto, unas veces más otras veces menos, pero es un fruto que el Señor valora y agradece.
Hoy, además de ser tierra buena siento la llamada a ser sembrador y a esparcir la semilla del Evangelio, porque siempre será acogido y habrá muchos que den fruto, unos más y otros menos, pero todos estarán haciendo posible el Reino de Dios.

Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé que viene del cielo. Quiero escucharla, meditarla, ponerla en práctica, porque en tu Palabra está la vida, la paz, la alegría y la felicidad. Habla Señor, tú eres mi Señor y mi maestro y sólo quiero escucharte a ti. (Antonio Chevrier)

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