domingo, 31 de enero de 2021

JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD Y LIBERA DE LOS DEMONIOS

 

Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» (Mc 1,27)

 

Jesús hablaba con autoridad, a diferencia de los escribas. Sin duda los escribas eran personas muy preparadas, eran expertos en la escritura y en las tradiciones de los grandes maestros. Cuando se habla de autoridad no se refiere al conocimiento que tienen de lo que hablan. La autoridad es el poder que tiene esa enseñanza en el que la escucha.

Jesús no habla de cosas aprendidas en los libros sino de su propia experiencia de Dios como Hijo. Jesús se dirige a sus oyentes movido por el amor, por el deseo de hacerlos crecer como personas. Sus palabras convencen por eso tienen autoridad.

La gente se queda asombrada de todo esto porque descubren cómo esa enseñanza no los deja indiferentes, hay algo en esa doctrina que les remueve la conciencia: se sienten amados y valorados, desean también que sus vidas cambien y sienten muy cercano a Dios.

La autoridad de Jesús se hace notar hasta en los demonios. El evangelio nos muestra como el Maligno tiene una especie de ejército de espíritus malignos que atormentan a la gente. Estos se manifiestan de forma evidente ante la presencia de Jesús porque no pueden resistirse a su poder. Saben que viene a acabar con ellos y que es el Santo de Dios.

Jesús realiza un exorcismo ante los presentes y el espíritu inmundo no puede resistirse a su autoridad, aunque retuerce a su víctima y da un grito muy fuerte, termina por salir de él y dejarlo liberado.

La presencia de Jesucristo anula el poder del maligno, hace temblar a los demonios.

Yo pienso que tenemos que retomar la visión del mundo que nos propone el evangelio como una realidad que supera lo que podemos ver y constatar. No nos excusemos pensando que en la antigüedad no se conocían las enfermedades mentales, los hombres de aquella época eran muy inteligentes y nos han dejado una huella extraordinaria.

Existen entidades sobrenaturales que nos están afectando para el bien y para el mal, existen los demonios o espíritus malignos que quieren ponernos tropiezos para que no alcancemos la bendición que Dios nos está otorgando constantemente. La mayoría de las veces nos afecta con la tentación, con la duda o con el desánimo, otras veces tienen manifestaciones más duras y por eso la Iglesia practica exorcismos desde siempre.

Frente al poder de los demonios tenemos con nosotros a Jesucristo que es mucho más poderoso y nos libera de su influencia, ha venido a acabar con ellos.

La Palabra de Jesús está llena de autoridad, puede transformar nuestra vida por sí misma. Nos convence y nos ilusiona con el proyecto del Reino de Dios. Nos sentimos atraídos por él como aquellos discípulos que lo dejaron todo para seguirlo, porque es una Palabra muy poderosa.

La autoridad de Jesús también se manifiesta sobre los espíritus inmundos que entorpecen nuestra vida. Por eso necesitamos sentir muy dentro a Jesucristo con su poder salvador y liberador.

Escuchar el Evangelio, estar con el Señor en la oración, participar de los sacramentos y vivir el amor al prójimo, son acciones que nos llenan de la luz de Cristo y ahuyentan de nosotros toda influencia maligna.

 

Yo te alabo Señor Jesucristo porque me has hablado con autoridad y tu Palabra ha entrado dentro de mí y me ha dejado desconcertado. Yo de adoro porque eres mi Señor y me libras de todo mal, porque estás conmigo y no permites que la tentación sea superior a mis fuerzas. Tú me has enviado también como profeta en medio del pueblo para que proclame tu Palabra, para que te haga presente y muestre con sencillez que tú eres el Santo de Dios.

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