En aquel tiempo, se
acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes
limpiarme.»
Sintiendo lástima,
extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó
inmediatamente, y quedó limpio. (Mc 1,40-42)
La
petición del leproso es todo un acto de fe. Se puso de rodillas porque reconocía que
Jesús no era un simple hombre, lo reconoce como a Dios que está en medio de
nosotros. Sabe que Jesús tiene poder para sanarlo y se lo dice en voz alta: si quieres, puedes. Jesús puede hacerlo
todo, lo puede todo.
El Señor quiere, porque se rinde ante la fe
del leproso y porque se compadece de su sufrimiento. Una enfermedad que, además
de tenerlo lleno de llagas y dolores, lo obliga a estar aislado de la sociedad
y alejado de la gente, haciendo aun más dura su enfermedad.
La Palabra de Jesús es muy poderosa, ha
realizado la curación del leproso. Nos dice que quedó limpio. Quedó limpio de
la lepra y limpio del pecado, que es el causante de todos los males.
Ante la pandemia que estamos viviendo,
muchos enfermos están también padeciendo ese doble sufrimiento de la enfermedad
y la soledad a la que se ven obligados para evitar los contagios.
Para salir de todo esto muchos expertos
están trabajando buscando la forma de vencer al virus.
Tal vez es también el momento de buscar al Señor
y confiar en su poder. Si él quiere puede hacer que todo cambie y que nos
veamos liberados de este mal. Como creyentes lo buscamos para que sea él quien
sane este mundo herido.
La limpieza de la que habla el texto, la
entiendo yo en un doble sentido. Quedar limpio significa quedar también limpio
del pecado. A fin de cuentas es el pecado el que ha hecho entrar el mal en el
mundo y el que nos ha marcado con la enfermedad y la muerte. Jesucristo viene
como salvador que nos limpia de todo mal, del mal de la enfermedad y del mal
del pecado.
También siento la llamada a reavivar mi fe
en el poder del Señor. Él lo puede todo y puede cambiar todo lo que me hace mal
en mi vida, todo lo que me mancha o me tiene alejado de los demás. Las palabras
del leproso se convierten para mí en una oración confiada.
Señor Jesús, mi salvador y mi Dios. Yo pongo en ti toda mi esperanza porque sé que lo puedes todo con solo desearlo. Si tú quieres puedes hacer de mí una criatura nueva. Si quieres puedes cambiar todo lo que hay oscuro en mí y llenarme de tu luz. Puedes llenarme de fe y de confianza en medio de las tormentas y las tinieblas. Limpia todo lo que estorba en mí para que pueda seguirte plenamente y entregue mi vida por completo al anuncio de tu Reino.
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