sábado, 5 de noviembre de 2011

Las diez doncellas

Velad porque no sabéis el día ni la hora (Mt 25, 13)

Cuando menos esperemos llegará Cristo de nuevo, o llegará la hora de nuestra muerte. Por eso toda nuestra vida la tenemos que entender como una preparación para ese momento. Sabemos que aquí no nos vamos a quedar para siempre y los creyentes estamos convencidos de que nos espera un futuro de gloria junto al Señor.
La llamada de Cristo a velar, después de contarnos la parábola de las diez doncellas me ha llevado a examinar mi vida para comprender que tengo que cambiar todavía muchas actitudes para que todo lo que haga esté movido por el amor.
Siendo sincero conmigo mismo descubro que me dejo engañar por mis propias vanidades, porque muchas veces lo que hago con buena intención no busca más que mi propia satisfacción personal.
Por eso quiero velar como Jesús me pide, para que nunca falte el aceite en mi lámpara. Entiendo que el aceite es la fuerza del Espíritu.
Me esforzaré en tener siempre a Dios en mi mente para que Él vaya guiando todos mis pasos. Tendré que recordar constantemente lo Jesús ha hecho por mí. Es él quien me ha salvado y quien me ha llamado para anunciar su Palabra y ser instrumento de su Gracia.
Pienso que el Evangelio tiene que marcar toda mi vida, por eso no puedo dejar la oración y la meditación de la Palabra de Dios.
Debo reconocer también mis pecados con toda sinceridad. Sé que Dios no busca condenarme por ellos, porque Jesucristo ha venido a entregar su vida para purificarme. Dios me conoce y sabe que soy débil y así es como me ama y como cuenta conmigo para extender su Reino. Pero el reconocimiento de mi infidelidad me servirá siempre como llamada a la Conversión y me pondrá en camino para renovar mi vida.
Así, vigilante, alcanzaré la verdadera sabiduría, que no es otra cosa que tener a Cristo y dejarse llevar por él.

Quiero llegar a ti con la lámpara encendida: Con la ilusión de servir a tu causa, con la alegría de estar al lado de los pequeños, con un gran entusiasmo por todo lo que puedes hacer para transformar este mundo. La lámpara de mi alegría tiene que brillar entre las sombras de esta vida porque tú eres la luz que disipa todas las tinieblas.

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