jueves, 15 de diciembre de 2011

El Hijo de Dios

 El Espíritu Santo vendrá sobre ti,
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. (Lc 1,35)


El profeta Natán le había anunciado al rey David que uno de sus descendientes reinaría para siempre. En aquella profecía ya le decía Dios que sería para Él un Hijo y que a su vez Él sería un Padre.
Así que, al llegar el tiempo en que estas promesas se tenían que cumplir todo sucedió como estaba predicho. La Virgen María concibió a su Hijo de forma milagrosa, porque el niño que tenía que nacer no era hijo de un padre humano sino Hijo de Dios. Ése es el misterio de Cristo: que siendo un hombre es también Dios.
Al hacerse uno de nosotros nos ha permitido a todos entrar en el conocimiento de ese misterio que es Dios. No hace falta formar parte de una organización secreta y extraña para adquirir este conocimiento poderoso que nos puede cambiar la vida. Tan sólo hay que acercarse a este niño que viene a nosotros pobre y humilde.
Cuando contemplamos a Jesús como Hijo de Dios podemos comprender la transcendencia de todo lo que esto significa: Él es el que existía desde siempre, por toda la eternidad, es una persona divina y forma con el Padre una sola cosa.
Pero ser Hijo no es sólo un asunto de teología o de dogma. Supone, sobre todo, una relación de amor entre el Padre y Él, y esta relación es lo que más nos importa. Jesús es el Hijo amado y predilecto en quien el Padre ha puesto toda su complacencia. Y podemos comprender también la grandeza del sacrificio que ha hecho el Padre por nosotros al enviarnos a su Hijo querido. Así es el Amor de Dios que se nos ha mostrado en Cristo.
Al ser Hijo de Dios, Jesús habla de Él como su Padre. También es su Padre amado al que está dispuesto a obedecer hasta las últimas consecuencias. No tiene otro alimento que hacer la voluntad de su Padre y a ello dedica toda su vida.
Creo que este amor entre el Padre y el Hijo es lo que más nos interesa a todos para descubrir también el Amor que se ha derramado sobre nosotros y que podremos contemplar en el recién Nacido de Belén.
Este misterio del Hijo es también el misterio de la Madre, que siendo una madre humana se ha convertido por la gracia en Madre de Dios. También en el misterio de Navidad es impresionante contemplar a María y descubrir hasta que altura ha llegado la condición humana que ha sido posible que una mujer dé a luz al mismo creador.
Dios estará en un pesebre, pobre pero feliz por el amor que un padre y una madre humanos le están ofreciendo y porque cuenta con el amor y la fuerza del Dios eterno.

Tú has venido como Hijo de Dios y me has unido a ti en ese Amor. También yo puedo mirar a Dios como Padre querido y acercarme a Él con toda la confianza de un Hijo. Has venido como Hijo y me has enseñado a ser Hijo de este Padre que es todo Amor, de este modo has alejado de mí el miedo y has puesto en mi corazón un deseo auténtico de servirte y ser tu discípulo fiel.

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