martes, 6 de diciembre de 2011

La Inmaculada Concepción

El Espíritu Santo descenderá sobre ti
Y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
Por eso tu Hijo será Santo y lo llamarán Hijo de Dios.
(Lc 1,35)

         María fue elegida por Dios para la misión más importante de la Historia, para ser la madre del Salvador. Dios la escogió de una forma muy especial, y la preparó con esmero para que fuese una digna morada para el Santo.
         Sabemos que el anuncio del ángel la desconcertó, así nos lo cuenta Lucas. Posiblemente en su mente podría preguntarse: ¿Por qué Dios se ha fijado en mí? ¿Cómo será esto posible? ¿Podré estar a la altura de esta misión?
         El ángel la anima y le dice que no tema. Las cosas van ser muy difíciles, llegarán momentos de dudas en los que ella no comprenderá bien lo que pasa y lo guardará y meditará en su corazón. Pero Dios estará siempre con ella. Dios la ha colmado con la Gracia para que todo salga adelante según su voluntad. La ha preparado Santa e Inmaculada para que pueda acoger en su seno al Verbo Eterno.
         San Pablo nos dice que seremos santos e inmaculados por el Amor. Así que es el Amor lo que ha llenado a María hasta el punto de permitirle llegar a este mundo limpia de todo pecado. Es el Amor con mayúscula: Dios que es Amor, Jesús que es el Amor hecho hombre y el Espíritu Santo que la cubre con su sombra que es también el Amor.
         Al mirar a María siento deseos de servir a Dios y confiar en él como ella. Dios la ha convertido en un modelo para mí, para que no me parezca imposible responder a su llamada.
         Como María yo me pregunto muchas veces el por qué.
         Sin duda que hay muchos más preparados y más capaces que yo para recibir una vocación. También me pregunto muchas veces cómo será posible porque mirando mi propia vida y mi condición de pecador no hay razones para pensar que estaré a la altura.
         Por eso las palabras del ángel también me animan a mí a responder que sí. El mismo Dios me promete estar conmigo y cubrirme con el poder del Espíritu Santo. Puedo dar fe de que muchas cosas que parecían imposibles en mí han llegado a ser realidad.
         El Señor no nos deja nunca solos en la respuesta a su llamada. Por eso necesita que le respondas y le digas sí a lo que te proponga. Por difícil que te parezca Él estará siempre contigo para que todo salga adelante.

        Ante ti, Virgen Inmaculada, siento una paz muy grande. Porque tú eres como un espejo en donde me veo reflejado en mi pequeñez pero también me haces ver que es posible decir sí a Dios. Tú eres una compañera de camino que estás siempre velando por mí como una madre amorosa. Tú me animas a ser discípulo de tu Hijo y a confiar siempre en Dios en medio de las dificultades. Dichosa tú por haber creído y dichosos todos nosotros por haberte conocido.

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